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Huelga
Conductores cabreados… ¿y niños que lloran?
Lo había visto en Twitter, lo habían comentado por el grupo de clase y mi madre me comentó que lo había visto en la tele y que a ver si iba con tiempo a clase. Pero tengo una capacidad asombrosa para olvidar al instante toda esas imágenes, titulares y consejos que no van conmigo.
Llego a la parada del bus y hay una cola de la hostia. Raro. Iba bastante justo, me he bebido de un trago el vaso de leche del desayuno y he salido corriendo por la puerta. El bus debería llegar ya. Si se hubiera acabado de ir, toda esta gente no estaría ya aquí. Miro el reloj 5.876 veces, como cada 30 segundos, cada vez más extrañado: para un día que no llego tarde y el autobús no aparece por ninguna parte. Vale, oigo a las de delante hablar y ya lo pillo: hoy había huelga de transporte público.
Lo había visto en Twitter, lo habían comentado por el grupo de clase y mi madre me comentó que lo había visto en la tele y que a ver si iba con tiempo a clase. Pero tengo una capacidad asombrosa para olvidar al instante toda esas imágenes, titulares y consejos que no van conmigo. Eso pensaba cuando los veía, vaya. Veo en la pantalla que quedan 10 minutos: seguramente ya no me dejen entrar en clase a primera hora. Ya me han dado varios avisos. Otra vez a dar explicaciones. Solo puedo pensar una cosa: me cagüen sus muertos. ¿Es que no saben toda la gente que se mueve en autobús? Solo les importa su puto culo.
Vuelvo a mirar la pantalla y se actualiza el tiempo que falta para el siguiente bus. Ahora faltan 15 minutos. Y ya habían pasado cinco. No llego ni de coña. Lo voy asumiendo. Pienso en alternativas. Por curiosidad, miro en Google Maps cuánto tardaría en ir andando: 1 hora y 3 minutos. Me da la risa. ¿Quién decidió que ese era el mejor lugar para plantar una universidad? Pueden quejarse luego de que los estudiantes vivimos en una burbuja: ellos nos la han construido.
Pienso en cuánto hace que no veo a mis amigos del barrio. En cuando les veía todos los días, no solo en clase, al final cualquier día te bajabas aunque fuese un rato al parque o por la casa de alguien. Con los colegas de la uni, aunque te pases el día juntos, solo te ves allí, o de vez en cuando en algún bar horrible del centro o para salir de fiesta. Cada una vive en una punta y hay que quererse demasiado para hacerse tres cuartos de hora en metro para tomarse un café o una caña antes de cenar y volverse. Antes salías de casa al instante, con cualquier excusa, ahora hay que planificar cada quedada como si te fueses de excursión a marte, con el puto Google Maps y pendiente de los horarios. ¿Me movía menos? ¿Era menos libre? Recorría menos kilómetros, eso está claro, pero tampoco dependía de nada más que de mis piernas para hacerlo ni perdía el tiempo en trayectos hechos por obligación la mayoría de los días.
Pienso en cuánto hace que no veo a mis amigos del barrio. En cuando les veía todos los días (y no solo en clase). Con los colegas de la uni, aunque te pases el día juntos, solo te ves allí, o de vez en cuando en algún bar horrible del centro o para salir de fiesta. Cada una vive en una punta de la ciudad
Cuando por fin llega y me monto, va petado y me toca quedarme de pie nada más entrar. Otros han tenido peor suerte aún y se han quedado fuera, esperando al siguiente. Antes odiaba el transporte público, y ahora gracias a tener que cogerlo todos los días en hora punta estoy curado de espanto. Aun así, me revienta no poder sentarme y sigo haciendo mala sangre, esta vez cagándome más en quien pusiese allí la universidad y ya menos en que haya o deje de haber huelga. Al final, la espera y el trayecto me los como todos los días sí o sí.
Empiezo a escuchar la conversación entre el conductor y uno de los que tengo delante, que por lo visto le ha preguntado por la huelga. Me esperaba que le contestase cualquier mierda, si está trabajando será que no esta de acuerdo. Pero resulta que no, dice que está de servicios mínimos. Y le empieza a contar la película, que están “hasta los cojones”, que exigen aumento de plantilla para mejorar el servicio, y sobre todo en evitar una posible privatización. Se queja de las quejas. Por lo visto hay mucha gente indignada con eso de que la huelga le haga llegar tarde o ir más apretada.
—¡Joder, si justo lo que pedimos es que haya más frecuencia! Y mira que lo ponemos bien grande en los carteles. Parece que les tenemos que pedir perdón por nuestro derecho a huelga. Solo les importa su puto culo.
Me hace gracia que salga por su boca la misma frase que, sin pensar mucho, se me había pasado por la cabeza hace un rato. ¿Tan importante era llegar puntual? ¿Me castigo a mí mismo de esa forma cada vez que decido aplazar el despertador y quedarme 20 minutos más en la cama? El chaval que tengo delante le contesta:
—Bueno, siempre habrá gente que piense así. Que pone sus caprichos por delante de cualquier otra cosa, de los derechos de los que curráis aquí o del propio servicio que utilizan. Ya espabilarán cuando les toque a ellos, porque si van en bus seguro que no viven de herencias.
Y mientras las noticias en la radio, justo empiezan a hablar de la huelga: “Retrasos importantes pero sin ningún incidente”. “Almeida pide que no se secuestre Madrid con huelgas de transporte ante la cumbre del clima”. Parece que el conductor también lo ha oído y vuelve a la carga:
—Y el personaje este… Pidiendo, pidiendo, como si la cosa no fuese con él. ¡Pero si depende de ti, carapolla! Igual se cree que nos gusta hacer huelga y perder el sueldo por vicio.
Me río. Me meto en Twitter. También la huelga, parece que hoy no se puede hablar de otra cosa. Veo varios tuits de coña: “Qué mala suerte tiene este niño. Seguro que hoy se ha perdido una excursión con el cole por culpa de la huelga de la EMT”
No quiero ser como el niño de la foto. Y menos aún como el 'periodista' pringao que recicla fotos y se inventa titulares para mostrar “lo malas que son las huelgas”. Entre tanto, ya hemos llegado. Mientras salgo, miro al conductor:
—¡Ánimo con la huelga!
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Bueno, servicios mínimo por llamarle de alguna forma. Porque siendo del 50% (o incluso del 90%) como en la huelga del Prat, lo que son es un boicot a la lucha de los trabajadores...