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Elecciones
El PP crispado de Ayuso pone a prueba la fortuna de Pedro Sánchez
La convocatoria de elecciones municipales ha tenido, a lo largo de la historia de España, momentos de esplendor. La llegada de la II República fue precedida por unos comicios, el 12 de abril de 1931, en los que las candidaturas republicanas dibujaron un mapa insostenible para la monarquía alfonsina.
Tras la guerra, la represión, y la muerte de Francisco Franco, no fue hasta 1979 cuando se convocaron las primeras elecciones municipales tras la muerte del dictador. En la cabeza de los responsables del régimen y la transición estaba aquella fecha de 1931 y los comicios locales solo se produjeron una vez que se había dado el resultado de las elecciones generales y se había asentado el bipartidismo que estaba prescrito para la restauración de la democracia.
La quiebra de ese bipartidismo no se produjo hasta este siglo. A partir de 2014 se evidencian una serie de rupturas que dan lugar a lo que se llamó provisional y temporalmente “la política del cambio”. En ningún proceso electoral se ha plasmado esa nueva política como en las elecciones locales de 2015. Madrid, Barcelona, A Coruña, Zaragoza o Cádiz vieron nacer nuevos partidos o candidaturas que llegaron a transformar las instituciones el 24 de mayo de 2015. Tal como vinieron, la mayor parte de ellas —salvo las de Barcelona y Cádiz— se fueron cuatro años después.
La política del cambio se quedó a medias en la mayor parte de los territorios, bien por errores propios, bien por el acoso de las fuerzas tradicionales y sus correas de transmisión mediáticas y empresariales.
Ocho años después de ese soplo de 2015, las elecciones locales de 2023, en las que se vota en más de 8.100 municipios, se plantean en coordenadas muy diferentes. Las elecciones del 28 de mayo son las de la crispación y la conspiración. El electorado debe decidir si guía su voto por la realidad de su ciudad o por la realidad de la campaña, que ha consistido, por parte del Partido Popular, en la presentación de un presente distópico (llamado “el sanchismo”) poblado de bestias mitológicas (“la ETA” o “los okupas”) y amenazas siniestras (el “pucherazo”). Esa es la puesta en escena, pero el hecho es que las de 2023 son unas elecciones más, las duodécimas que se convocan desde 1979, que tienen focos diversos.
La semana política
La Semana Política La nave del misterio electoral
El principal es Barcelona. La incertidumbre sobre los resultados ha sido la tónica de la campaña electoral. Ada Colau es la única candidata que resiste de los procesos de cambio de 2015. Su gestión y la de Barcelona en Comú es examinada por un electorado que vuelve a ver a Xavier Trias al frente de la papeleta de la derecha soberanista (Junts) como en aquel año. El PSC, en su apuesta por Jaume Collboni y por una ofensiva frontal contra Colau que está dirigida no solo a la recuperación del Ayuntamiento y la primera victoria electoral en esa plaza desde 2007, sino a la consolidación de su proyecto para Catalunya, piedra base para un buen resultado de Pedro Sánchez en las elecciones generales del próximo invierno. Por eso, Sánchez cerró la campaña en Barcelona, adonde también se desplazó el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero para el último mitin de Collboni.
El PSOE juega a la defensiva en muchos territorios: encabeza el Gobierno en nueve de las doce comunidades autónomas que votan hoy
El otro núcleo “del cambio” que resistió en 2019 es Cádiz. Las encuestas ponen más complicado que David de la Cruz, el sucesor del alcalde de los últimos ocho años, José María González 'Kichi', mantenga el bastón de mando en la ciudad constitucional. Valencia, que desde 2019 está dirigida por Compromís, es otro de los puntos de interés de una noche en la que se descubrirá si es posible un cambio en la capital, Madrid, ciudad en la que la desaparición de Ciudadanos puede tener un efecto de retroceso de la derecha con respecto a 2019.
La caída en desgracia del partido naranja va a tener efecto en casi una docena de capitales de provincia, donde ha sido puntal de gobiernos con la derecha y con el PSOE. En el nuevo mapa, indefectiblemente, entrará Vox con fuerza, pero el principal beneficiado por el hundimiento de Ciudadanos será el PP, que se frota las manos con los casi dos millones de votos que tuvieron los naranjas en 2019.
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Autonómicas
Con excepción de las naciones históricas, las elecciones autonómicas son un invento de los años 80. Las que se celebran el 28 de mayo en doce comunidades y las dos ciudades autónomas darán una foto interesante sobre el estado actual de la pugna entre los bloques de la izquierda y la derecha de cara a esas elecciones del invierno.
Un foco sobresale entre todos los demás, dada la igualdad que plasman las encuestas. La Comunidad Valenciana, dirigida por Ximo Puig (PSOE), es una de las joyas de la corona para el PSOE de Pedro Sánchez. Las encuestas han insistido en que los dos bloques están empatados y que es clave la entrada de Podem, con Héctor Illueca al frente, para que la izquierda tenga posibilidades de que den los números para un nuevo Pacto del Botànic.
La Comunidad de Madrid seguirá, según todos los sondeos, en manos de Isabel Díaz Ayuso, el principal ariete de la derecha contra las políticas del PSOE. Alberto Núñez Feijóo, candidato del PP a las generales, participó en el último acto de campaña de Ayuso.
El PSOE juega a la defensiva en muchos territorios: encabeza el Gobierno en nueve de las doce comunidades autónomas que votan hoy. En Cantabria apoya al Gobierno del regionalista PRC y puede dar por perdidas Murcia y la citada Madrid. La Comunidad Valenciana es, de este modo, la plaza principal; se da por hecho la repetición de la victoria en Extremadura, Castilla La Mancha y Asturias, si bien en los tres territorios podrían tener que mirar a su izquierda e incluso optar por Gobiernos de coalición para mantener el poder y hay más incertidumbre en La Rioja y los archipiélagos.
Después de una campaña marcada por el ritmo de ocurrencias de Díaz Ayuso y de su principal apoyo político, Miguel Ángel Rodríguez, en la que se ha hablado de ETA, de la compra de votos y de “pucherazos”, la hora de las elecciones aclarará si las bombas de humo que está lanzando el PP han afectado realmente a Sánchez y estas autonómicas y locales son un preludio del cambio de Gobierno a nivel estatal o si la relativa buena situación económica y la fatiga ante esas bombas de humo dan una nueva vida extra al, hasta ahora siempre afortunado, presidente del Gobierno.
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Aunque suenen ecos de resignación y desesperanza, es importantísimo (dentro de las limitaciones de la democracia liberal), salir a votar por las candidaturas transformadoras, porque nos jugamos el control público de los servicios básicos: Como la vivienda, el agua, la sanidad o la educación. Y también una fiscalidad municipal justa que ponga a las elites en su lugar.