Ecologismo
Contra el aceleracionismo: para una reapropiación de lo nuevo y del futuro

El filósofo político Nick Land, fundador de la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU) apuesta por una visión donde el capitalismo, bajo la premisa de ofrecer siempre algo “nuevo”, ha de superar al humano para así orientarse hacia el postcapitalismo.
Fabrica Aceite Caceres 1
Una factoría agroalimentaria en el norte de Extremadura. David F. Sabadell
Sociólogo y doctorando en Filosofía de la Tecnología
28 jun 2024 08:06

“La vida continúa, y el capitalismo hace la vida de un modo en que no se ha hecho antes. Si eso no cuenta como «nuevo», entonces la palabra «nuevo» ha sido despojada hasta ser una denuncia vacía. Necesita ser reasignada a la cosa que sabe cómo usarla eficazmente (…) a un devenir fuera de control, de tan infinita plasticidad que la naturaleza se deforma y disuelve ante él. A la Cosa. Al Capitalismo. Y si eso hace infeliz al Miserabilismo Trascendental, la verdad de todo es simple: cualquier cosa lo haría.”

Nick Land: Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, 2017, p. 68

Uno de los textos donde más se deja ver el pensamiento del filósofo político Nick Land es un breve escrito llamado “Crítica al Miserabilismo Trascendental” recogido en Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo (2017). Este escrito, el cual será objeto de discusión en este artículo, quiere hacernos entender que la única salida al capitalismo es el aceleracionismo, pero no un aceleracionismo navegacional de izquierdas sujeto a la construcción de un nuevo sistema o paradigma cultural que marque el rumbo hacia un verdadero postcapitalismo, sino un aceleracionismo neoliberal que pretende hacernos creer que lo nuevo únicamente podrá venir del propio capitalismo.

La vida se abre camino, pero la vida social, como constructo colectivo humano, siempre ha de llevar un rumbo y una orientación, ha de saber a dónde va. Este rumbo, bajo la etiqueta de lo “nuevo” pertenece, según este pensador, al capitalismo. Este sistema siempre hace de la vida algo diferente e incluso de maneras que nunca se hubieran imaginado, pero ¿es cierto que el capitalismo siempre ha hecho de la vida algo nuevo? Intentemos desmontar su argumentación.

¿Lo nuevo es propio del capitalismo?

El capitalismo, como sistema de organización social, política y económica podría definirse en los siguientes aspectos: individualismo, neoliberalismo y capital. El individualismo es la creencia que asume y defiende que el individuo ontológicamente existente es el eje estructurador y vertebrador de la sociedad, todo nace en el individuo y muere en el individuo; el neoliberalismo es la doctrina política y económica que defiende el libre mercado y la no intervención del Estado en la regulación de la economía y por último, el capital, es venerado por este sistema y sus acólitos como el Dios todopoderoso que permite la creación de bienes de consumo.

Las consecuencias de esta tríada propia del capitalismo son bien conocidas: explotación de personas, animales y la biosfera; mercantilización de todo lo que el capitalismo desee vender, maximización de beneficios a costa de la explotación exacerbada en el corto plazo y un consumismo cada vez más acelerado de bienes de consumo y, desde la posibilidad de la datificación en el llamado tecnocapitalismo, un consumo de bienes tecnológicos que transmutan toda actividad humana y no-humana en datos para que el capitalismo tenga una nueva mina de recursos digitales que explotar.

Desde los orígenes del capitalismo industrial estos tres aspectos siempre se han mantenido intocables, son la estructura básica del sistema. Sin estos tres pilares no podríamos hablar de capitalismo y, para que este sea algo “nuevo”, ¿no debería modificar su estructura? Podría decirse que el capitalismo siempre ha mantenido su estructura profunda intocable pero ha ido variando constantemente el paquete que nos entrega seduciéndonos con un bonito papel de regalo.

El capitalismo es una constante alteración de su forma de ser pero no de su estructura.

Para Land, esta crítica realizada por la izquierda no capitalista es una muestra de que cualquier cosa que el capitalismo haga pondrá triste a este sector. Desde un pensamiento crítico no podemos afirmar que el capitalismo ofrezca una nueva forma de vida y menos aún que ésta sea de una manera que nunca se haya realizado. Pero de la misma manera que Land considera que pensar así pone triste a la izquierda también podría decirse que todo aquello que no sea capitalismo pone triste a los capitalistas.

A todo esto cabe añadir que para Nick Land ese miserabilismo trascendental es un fantasma que recorre todo el pensamiento de la izquierda no capitalista: como todo está del lado del capitalismo todo es malo. Pero Land parece no darse cuenta de que está transformando al capitalismo en una entidad trascendente, en un Capitalismo Trascendental que no puede ser modificado y que lleva su propio ritmo, pero ¿esto no haría que el capitalismo fuera incapaz de ofrecer algo nuevo? Lo transcendente es inmutable y lo inmutable no puede cambiar ya que está fuera de toda intervención humana.

Si tomásemos en serio esta premisa del Capitalismo Trascendental deberíamos darle la razón a Nick Land y asumir que el capitalismo es la entidad que maneja el mundo. Pero pensar así evita que responsabilicemos a las empresas y colectivos capitalistas de perpetuar un sistema de dominación y explotación que beneficia a unos pocos y somete a las clases trabajadoras a una forma de vida subyugada a las inferencias capitalistas.

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La alteración no es novedad pero la izquierda debe reapropiarse de lo nuevo

“El Miserabilismo Trascendental tiene el derecho inalienable de estar aburrido claro. ¿Llamas nuevo a esto? No es más que alteración.”

(Land, 2017, 69)

Land, en una especie de burla y sátira al pensamiento crítico y no capitalista, considera como un derecho propio que la izquierda esté aburrida del capitalismo. Si ofrecer envoltorios diferentes pero con el mismo contenido es novedad, quizás sea Land quien deba revisar seriamente lo que entiende por nuevo. Pero detrás de esta idea de lo nuevo se esconde una premisa donde el futuro, ese horizonte siempre abierto a la construcción, queda absorbido por el capitalismo negando e imposibilitando la construcción de un futuro no capitalista. Aplicando el concepto de alteración al futuro se observa como este no deja de ser una alteración constante del presente. Un futuro fagocitado por el individualismo de siempre, un neoliberalismo aún más voraz y el capital como forma de (re)producción de un sistema de clases y de una explotación aún más desenfrenada de toda la biosfera.

El capitalismo es una constante alteración de su forma de ser pero no de su estructura. El capitalismo es un sistema caníbal que se devora a sí mismo desde sus propias lógicas y nunca podrá ofrecer nada novedoso por un simple motivo: debe explotar sus propios bienes sacando rentabilidad económica de sus productos haciendo que nunca sean nuevos, sino productos mínimamente alterados que lanzar como novedad al mercado.

Esta es la verdad del capitalismo que Nick Land no quiere ver y acusa a la izquierda de estar triste y aburrida por vivir en un sistema que construye desigualdades. Pero sí que es cierto que una melancolía por un pasado precapitalista recorre el imaginario de algunos sectores de la izquierda.

Para Land, la salida y solución a estas crisis consiste en acelerar el capitalismo dejándose llevar por las falsas promesas del solucionismo tecnológico.

Si el pensamiento no capitalista de izquierdas quiere recuperar el presente y abrir horizontes hacia un verdadero postcapitalismo ha de reapropiarse del concepto de lo “nuevo”. Desde el aceleracionismo navegacional de izquierdas, que surge del “Manifiesto por una política aceleracionista” de Alex Williams y Nick Srnicek publicado también en Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo (2017), y otros movimientos como el xenofeminismo de Laboria Cuboniks o el pensamiento de Tiziana Terranova o Antonio Negri, por mencionar algunas mentes pensantes de esta corriente, se ve como una necesidad la construcción de contra-futuros desde el llamado autodominio colectivo. Este último concepto implica asumir que la construcción de un nuevo proyecto o sistema cultural ha de ser la narrativa que confronte al capitalismo ofreciendo realmente un futuro nuevo, un futuro que pondrá triste a Nick Land y a todos los capitalistas pero que puede alegrar la vida de la mayoría de personas.

Lo complicado o, mejor dicho, lo que se presenta realmente como un reto para esta izquierda aceleracionista navegacional y/o no capitalista es construir ese futuro, un futuro que nos aleje del realismo capitalista anunciado por Mark Fisher o de las sociedades de cierre ideológico mencionadas por Martorell Campos en su libro Contra las distopías: la cara B de un género de masas (2021). Si la izquierda quiere reapropiarse de lo “nuevo” debe dejar atrás la melancolía y la ilusión vacía de que el tiempo nos liberará de la explotación capitalista.

Acelerar ¿para qué?

“El capitalismo continúa acelerando, aun cuando ya ha producido novedades más allá de toda imaginación humana previa. ¿Qué es la imaginación humana después de todo? Una cosa relativamente insignificante, un siempre subproducto de la actividad neuronal de una especie de primate terrestre. El capitalismo, en contraste, no tiene límite externo, ha consumido vida e inteligencia biológica para crear una nueva vida y un nuevo plano de inteligencia, dilatado más allá de la anticipación humana.”

(Land, 2017; 67-69)

Continuando con la crítica al texto de Nick Land y relacionándolo con lo anterior, consideramos que Land atribuye al capitalismo una inteligencia superior que a la propia especie humana. Esto, que sigue afirmando la idea del Capitalismo Trascendental es otro error que comete Land. Si el capitalismo es una narrativa social, política y económica, son las personas, de mente capitalista, quienes han construido esa narrativa y, consecuentemente, el capitalismo no puede ser más listo que las personas que lo construyeron. Esta argumentación implica reiterar en la denuncia a las mentes que dieron forma al capitalismo y desmontar así su trascendencia. Si el capitalismo no tiene límites y ha consumido toda forma de vida, no es porque el capitalismo lo haya querido, sino que son las personas, colectivos y empresas capitalistas quienes desean que el capitalismo no tenga límites haciendo que la supuesta inteligencia se torne estupidez humana. Si las mentes capitalistas consumen toda vida, el propio capitalismo se consumirá provocando la extinción de la vida tal y como la conocemos.

La cuestión aquí radica en acelerar inventado nuevas formas de producción, construyendo nuevos sistemas culturales e inventando nuevas maneras de relacionarnos con el resto de animales no humanos y la biosfera y no (re)produciendo lo ya existente.

Si el pensamiento no capitalista de izquierdas quiere recuperar el presente y abrir horizontes hacia un verdadero postcapitalismo ha de reapropiarse del concepto de lo “nuevo”.

Williams y Srnicek en su “Manifiesto por una política aceleracionista” bautizan el pensamiento de Nick Land como neoliberalismo landiando, miope a las crisis que enfrentará la humanidad: (1) la crisis climática y (2) la crisis estructural de sistema cultural. Para Land, la salida y solución a estas crisis consiste en acelerar el capitalismo dejándose llevar por las falsas promesas del solucionismo tecnológico. En cambio, la novedad sería, sin renunciar a los logros científicos y tecnológicos que la humanidad ha conquistado, buscar, dentro de un sistema social, político y económico nunca imaginado, una salida hacia el postcapitalismo.

Aunque detrás del prefijo post- se esconde otra trampa. Lo post-, muy utilizado por la crítica, remarca la imposibilidad de mencionar un sistema cultural diferente, quizás sea hora de poner nombre a ese nuevo futuro sobre el cual construir toda una nueva narrativa que enfrente de manera directa al capitalismo y al neoliberalismo landiando.

La intención de este artículo no es dar nombre a ese futuro, sino ver las ilógicas propuestas de este neoliberalismo landiano miope frente a las crisis que se avecinan. La narrativa que está naciendo lejos de caer en el solucionismo tecnológico ha de buscar, desde nuevos valores y nuevas formas de hacer y sentir el mundo, la posibilidad de acelerar las tecnologías dentro de un marco navegacional que explore posibles contra-futuros no capitalistas por ejemplo desde las postulaciones que Dona Haraway hace en su libro de Seguir con el problema (2020) donde la necesidad de pensar-con, generar-con y devenir-con el resto de especies y ecosistemas se postulen como pilares de construcción de sistemas y buscando, en las tecnologías y la cibernética, como remarca Murray Bookchin, un potencial liberador y posibles usos ecológicos.

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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D4ns
29/6/2024 15:50

Qué buen texto José Manuel!
Quería preguntarte qué textos de Murray Bookchin recomiendas leer sobre lo que comentas al final. No había oído hablar de ese autor antes.
Te invito a pasarte por el blog Hypersticiones que tenemos aquí en El Salto, donde pretendemos rescatar la parte más lúdica y creativa de ese CCRU más ácido y de izquierdas. Abz!

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Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

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