Cine
Aquella encrucijada de Milos Forman y sus bomberos

El cineasta de origen checo, recientemente fallecido a los 86 años, fue testigo de la rebelión de sus amigos en la Croisette durante el Mayo del 68 mientras él lidiaba con la Primavera de Praga.

Milos Forman
El cineasta checo Milos Forman, en una imagen de archivo.
@Orenrobac
4 may 2018 07:00

Antes de dirigir Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) o Amadeus (1984), el checo Milos Forman tuvo un punto de inflexión en su filmografía con ¡Al fuego, bomberos! (1967), su último largometraje antes de embarcar hacia Hollywood. También conocido en España como El baile de los bomberos por influencia del título en inglés (The Firemen's Ball), fue un espaldarazo para Forman gracias a su segunda nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Pese a no ganar tampoco la estatuilla, confirmó el buen augurio que había gestado con sus dos primeros largos de ficción. Pedro, el negro (1964) se había coronado como mejor filme en el Festival de Locarno mientras que Los amores de una rubia (1965) había sido nominada para el Oscar a mejor cinta de habla extranjera. Un radiante inicio de carrera, sin articular media palabra en inglés y como pionero de la llamada Nueva Ola checoslovaca junto a Jan Nemec, Vera Chytilová, Jirí Menzel, Ján Kadár o Elmar Klos.

“Soy como un padre que quiere a todos sus hijos por igual, pero siento especial cariño por El baile de los bomberos porque fue prohibida y luego con la dictadura comunista pudo verse durante tres semanas y volvió a retirarse”, dijo el propio Forman en 2004 tras un homenaje que se le brindó en Sevilla. No suena raro ese cariño por los quebraderos de cabeza que le dio ese filme desde el principio, pues fue estrenado a nivel internacional durante el polémico Festival de Cannes de 1968.

El 17 de mayo de aquel turbulento año, en plena vorágine del Mayo francés, los bomberos de Forman bailaron en la víspera de una jornada que no olvidan por la Croisette. El día 18 se fraguó un boicot al festival por parte de varios realizadores, liderados por François Truffaut y Jean-Luc Godard, en señal de apoyo al movimiento de protesta estudiantil que tenía en vilo a todo el país y a medio mundo; para la posteridad ha quedado la tumultuosa rueda de prensa que organizaron en la gran sala del Hotel Carlton.

Y también mítica fue la reacción de Truffaut y Godard colgándose de las cortinas para desdoblarlas frente a la pantalla donde se proyectaba a competición Peppermint Frappé, peli dirigida y coguionizada por el español Carlos Saura para bien de su protagonista, una Geraldine Chaplin que ayudó a los cabecillas de la rebelión. Mientras tanto, aumentaba la encrucijada ética de Forman al ser testigo in situ de aquella subversión que replicó a la Primavera de Praga.

“Era una situación que no tenía ninguna lógica porque vi cómo mis amigos Truffaut, Godard, Malle o Chabrol intentaban izar en las astas las banderas rojas, mientras nosotros en países comunistas pretendíamos derribarlas; y todo esto pasaba entre amigos”, recordó cuatro décadas más tarde el cineasta checo (luego nacionalizado estadounidense). Su periplo yanqui, por Francia y por Checoslovaquia en el traumático año 1968 fue un tema asiduo en todas sus conferencias desde entonces.

Así lo corroboran algunos extractos de entrevistas con él: “Ocurrieron varias cosas interesantes en esos tiempos. También fue importante que las fronteras se abriesen un poco, ya sabes, una pequeña grieta; era un poco más fácil viajar, ver el mundo exterior. Los comunistas tienen todo el poder y el control de por sí, y eso no está controlado por un proceso democrático; el comunismo ahí tiene hipo, espasmos... así que un día una cosa es posible y al día siguiente no es posible, pero ellos ni te lo dicen”.

Seguid hablando, hoy está permitido

“[...] Fue curiosísimo cuando estuvimos en el Festival de Cannes en 1967. Estábamos hablando en la terraza del Carlton de una forma más libre de lo que haríamos públicamente y, de repente, un hombre del servicio secreto que estaba con nosotros vino y dijo: «Eh, muchachos, hablad... hablad... que hoy está permitido; simplemente seguid hablando, hoy está permitido». Fue muy extraño que él dijera eso, así que de inmediato dejamos de charlar. Pero no nos pasó nada. Por supuesto, sí sucedió después cuando llegó nuestro 'Día de Acción de Gracias'”.

Y lo que llegó fue la Primavera de Praga, consumada para unos y consumida para otros en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968. La inestabilidad mundial entre los bloques capitalista y comunista había rozado su borde en los sesenta con el recrudecimiento de la Guerra de Vietnam y la invasión de Bahía de Cochinos junto a la crisis de los misiles en Cuba, además de con los asesinatos de John Fitzgerald Kennedy y de su hermano Robert, de Malcolm X y de Martin Luther King.

Esa convulsión primaveral de 1968 le pilló de pleno a Forman. “[...] Fue una situación totalmente absurda, pues estaba trabajando en un guion de Jean-Claude Carrière para mi primera película estadounidense; en abril estábamos en Nueva York, pero nadie podía concentrarse nada más que en la televisión: Luther King es asesinado, los disturbios, etc. Así que me dije: «Bien, escucha, vamos a un lugar tranquilo; vamos a París». Entonces en mayo llegamos a París.

Ya sabes lo que ocurrió en París, ¿verdad? No vi a Jean-Claude durante tres semanas, estaba en las barricadas. Cuando lo encontré y le curé las heridas −no estoy bromeando−, me dije: «Ok, vayamos a Praga porque no es una ciudad emocionante y sí muy tranquila». Así que llegamos a Praga en agosto de 1968. Era fascinante, aunque Jean-Claude dijo: «Eres estúpido si piensas que los rusos no entrarán. Nadie puede creerse eso».

Yo ahí escuché a Jean-Claude... Pero no sé, nunca fui un hombre muy político. Me aburre analizar periódicos y páginas políticas. Así que me fui con él a París; cuando los rusos llegaron a Praga, yo estaba en París. Aquello fue increíble. Recuerdo que me quedé con él en Pigalle, el barrio rojo; muy chulo, aun con sus luces rojas. Y pasamos toda la tarde juntos con Jean-Pierre Rassam en un pequeño bar hablando con prostitutas; sin más, inocentemente.

La prostituta y la radio

Alrededor de la medianoche, Jean-Pierre estaba tan borracho que le pagó a una prostituta un montón de dinero, diez veces más de lo que normalmente pagaría. Así que la chica se sintió obligada: «Me ocuparé de él, lo cuidaré y le daré una ducha fría. Haré todo eso». Mientras tanto, yo me voy a casa de Jean-Claude, que en ese momento tenía un apartamento enorme donde dormían hasta diez personas −su suegra, su esposa, algún amigo de su esposa, varios más en diferentes habitaciones...−.

Nos vamos a dormir, yo a mi habitación. De repente, suena el teléfono y todo el mundo se despierta. Pensé que no era para mí, que nadie sabía de mí... y Jean-Claude viene: «Es para ti». Cojo el teléfono, y es Jean-Pierre diciendo: [voz borracha] «Pon la radio, que los rusos están ocupando Checoslovaquia». «Vamos, déjate de bromas estúpidas», le dije, y colgué. Y todos volvimos a dormirnos. Cinco minutos más tarde, sonó el teléfono otra vez: «¡Pon la radio, escucha la radio!».

Lo que sucedió fue que la pobre prostituta, para ponerlo a tono y crear buen ambiente, puso música en la radio; pero repentinamente fue interrumpida por el anuncio de que los soviéticos estaban ocupando Checoslovaquia. Eran sobre las 02:30 de la madrugada y de sopetón Jean-Pierre se puso sobrio, cogió el teléfono y comenzó a llamarme. Estaba convencido de que él todavía seguía borracho, así que fue cómo... ¿Por qué estoy hablando de esto? [risas]”.

Ironía, sarcasmo y sátira, las tres patas para el banco existencial con el que Forman se ha topado a cada peripecia por EE.UU., Francia o la antigua Checoslovaquia. Mismas patas sobre las que se sostiene el grueso de su filmografía, perenne después de los dos oscars de mejor director que ganó con Alguien voló sobre el nido del cuco y con Amadeus; con El escándalo de Larry Flynt estuvo a punto de hacer triplete en 1997, pero el premio finalmente se lo llevó Anthony Minghella por El paciente inglés.

La sinopsis de su último filme 100% checo destaca que un jefe de bomberos se retira por fin, cumplidos ya 86 años, y se organiza una fiesta por todo lo alto con bingo y concurso de belleza. Pero la fiesta no marcha, alguien ha robado los premios del bingo y las candidatas a Miss Departamento de Bomberos no están por la labor de festejar ni son especialmente atractivas. Forman, con sus 86 añazos, habría bailado encantado entre tanto jaleo.

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