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Ecuador
Ecuador: ¿cómo llegamos a la guerra?
Ecuador en “estado de guerra” contra el narco, rezaba el titular de portada de un periódico mexicano esta semana. Si se leía distraídamente parecía que la noticia hacía referencia a cualquier punto de la inmensa geografía de México donde están asentados los cárteles del narcotráfico. La nota contaba que el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, decía desde una radio local que “se requieren huevos grandes, de avestruz” para superar la crisis de seguridad que vive el país sudamericano, que tiene su núcleo principal en las cárceles que ya acumulan casi 500 muertos desde 2021. Escuché la entrevista completa del presidente y más terrible que el tamaño de los huevos citados fueron las arengas que hizo a los delincuentes (etiquetados como terroristas) para que salgan a las calle a enfrentar al ejército. Lo comentaba con indignación en mis círculos familiares, pero muchos aplaudían ese discurso y entendí que se cansaron de contar muertos.
Cerramos el 2023 con una tasa de 46 homicidios por cada 100.000 habitantes, esto es casi 8.000 muertos. Los casos más relevantes fueron los asesinatos del candidato presidencial que desafió a los narcos, Fernando Villavicencio, y el alcalde de una de las ciudades clave para el tráfico de drogas, Agustín Intriago. Se estima que ambos crímenes fueron ordenados desde las cárceles y se corre el riesgo de quedar en la impunidad porque aún no se ha capturado a los autores intelectuales, y en el caso de Villavicencio los autores materiales fueron asesinados cuando pusieron un pie en las prisiones.
¿Cuándo dimos el salto al terror? Es difícil precisar una fecha. Ecuador nunca fue un país llamativo en la región. Tuvo gobiernos militares, pero no padeció los crímenes horrendos de las dictaduras del cono sur.
¿Cuándo dimos el salto al terror? Es difícil precisar una fecha. Ecuador nunca fue un país llamativo en la región. Tuvo gobiernos militares, pero no padeció los crímenes horrendos de las dictaduras del cono sur. También conoció una guerrilla, pero ésta entregó las armas tras ocho años de acciones dispersas. Los mayores sucesos en nuestra memoria colectiva pasan por los levantamientos indígenas, el derrocamiento de presidentes y los terremotos. Y solo en los sismos solíamos contar muertos. Éramos un país de paz, pobre, pero de paz. Veíamos de lejos la guerra en Colombia y sabíamos que tanto paramilitares como guerrilleros se quitaban el uniforme y pasaban a descansar en nuestras poblaciones de frontera. Había como un compromiso tácito de no atentar en suelo ecuatoriano y casi siempre se respetó.
Los Choneros, la banda que ha llegado a los periódicos del mundo en estos días, nació en los noventa, y se hizo fuerte en la primera década del nuevo milenio, cuando otras pandillas de Ecuador se desarticularon (Ñetas y Latin king) en medio de un proceso de pacificación. El nombre de la banda es el gentilicio de las personas nacidas en Chone, un punto de la costa interna de Manabí. Empezaron a trabajar como matones a sueldo de las mafias que desarrollaron una nueva ruta para llevar la droga por el mar ecuatoriano, rodeando las islas Galápagos y subiendo casi en línea recta hasta El Salvador o Guatemala. Había la necesidad de reclutar pescadores que tengan experiencia para navegar en aguas oceánicas y muchos salieron de Manabí. Uno de los hombres de mar más destacados fue el conocido como ‘Pablo Escobar de Ecuador’, Washington Prado Álava, que montó una cadena de barcos, que hacían de gasolineras flotantes en el mar y operó hasta que fue detenido en Colombia y extraditado a Estados Unidos.
En esos primeros años del 2000 también conocimos a uno de los hombres clave del cártel de Sinaloa, el capitán del ejército ecuatoriano Telmo Castro, que entró en contacto con los narcos cuando fue destinado a la frontera con Colombia. Su labor para llevar la droga fue tan dedicada que llegó a tener un narcocorrido llamado El Capi. Su primera detención fue en 2009, cuando llevaba la droga oculta en camiones militares, pero siempre logró esquivar la cárcel por su buen comportamiento y la acción de sus abogados. No obstante, la última vez que pasó por la prisión de Guayaquil, en diciembre de 2019, no pudo evitar las 15 puñaladas que recibió en su celda.
Y hubo un nombre más en la historia del narco ecuatoriano que merece una mención: Dritan Rexhepi, un criminal albanés detenido en 2014 y sentenciado a 13 años de prisión por el delito de narcotráfico. Siguió trabajando desde la cárcel y actuando como jefe de ‘Kompania Bello’, un cartel que agrupa a 14 clanes criminales albaneses que controlan el tráfico de cocaína en Europa, según información de Balkan Insight. A finales de 2021, se acogió a un beneficio penitenciario que le permitía cumplir su condena en libertad y se esfumó. No se supo de él hasta el pasado noviembre que fue detenido en Turquía, con un pasaporte colombiano.
Todo esto lo vivimos como hechos aislados y tal y como nos contaban las historias, creíamos que una vez presos todo terminaba y si salían libres o se fugaban casi no nos enterábamos. La muerte de Jorge Luis Zambrano, alias ‘Rasquiña’, el líder histórico de Los Choneros que estuvo preso desde 2011 por un asesinato y fue asesinado en diciembre de 2020, poco después de salir con una prelibertad— sí marcó un cambio. Se generó un vacío de poder y surgieron nuevas bandas y liderazgos que están en disputa. Los motines de febrero de 2021, que dejaron 79 muertos en varias cárceles, fue un despertar para muchos. Las crónicas de medios especializados señalaron que en esta pugna entró el cártel mexicano Jalisco Nueva Generación y que empezó a pagar a las bandas contrarias a Los Choneros con armas y droga, y esto hizo que la violencia se incrementara en el país, y en las cárceles.
Hubo varias declaraciones de emergencia del sistema penitenciario desde 2021, pero hasta ahora no se han podido sanear las cárceles ni la justicia aunque en diciembre pasado el presidente del Consejo de la Judicatura, Wilman Terán, que regula a los jueces, fue detenido al encontrarse evidencia de que hablaba con un narco asesinado en los motines. Los presos se han opuesto a todo con motines, sobre todo, al traslado del nuevo líder de Los Choneros, José Adolfo Macías Villamar, alias ‘Fito’, que durante el gobierno de Guillermo Lasso fue enviado a una prisión más segura, pero un juez ordenó su retorno al centro de Guayaquil donde reina y de donde se fugó, supuestamente el 25 de diciembre, aunque el gobierno se dio cuenta la primera semana de enero.
Ecuador es territorio del narco aunque no lo hayamos visto venir. Por eso preocupa que la guerra declarada contra las drogas sea más bien contra los eslabones más débiles de la cadena
Ecuador es territorio del narco aunque no lo hayamos visto venir, se ha perdido el gobierno de las cárceles. Por eso preocupa que la guerra declarada contra las drogas sea más bien contra los eslabones más débiles de la cadena y que al menos 1.105 personas detenidas en esta última semana terminen en esos hoyos negros que son el banco principal de reclutamiento de las mafias.
Nadie en la administración de Noboa ha respondido a la pregunta del destino de ese millar de personas. Tampoco responden sobre qué otras medidas tomarán para resolver la crisis penitenciaria. Se han limitado a anunciar los nuevos modelos de cárceles que incluirán inhibidores de teléfonos móviles, triple seguridad perimetral, muros blindados, y un largo etcétera, pero carecen de fecha de construcción. Eso lleva a otra evidencia: la falta de recursos, aunque para eso ya se anunció un incremento del IVA, algo que se puede hacer por el estado de excepción en el país. La conveniencia de ese estado es muy discutible, sobre todo, porque tirando de hemeroteca vemos que el mandatario quería declarar la emergencia en el país apenas asumió la presidencia, hace poco más de un mes. Decía que sería para luchar contra el Fenómeno de El Niño y la emergencia climática, pero una guerra contra el narco definitivamente tiene mejor prensa.