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Educación
La naturaleza de la libertad (I): becas universitarias como mecanismo de exclusión
La reforma de la política de becas universitarias de 2013 expulsó a miles de estudiantes de las clases populares de la Educación Superior. Utilizo este hecho para iniciar una serie de artículos que analizan uno de los principales escenarios históricos de la lucha de clases: el sistema educativo y su íntima relación con el mundo del trabajo. Dos corrientes antagónicas enfrentadas: una parte desde abajo, y lucha por construir una sociedad de iguales, otra, elitista, empeñada en hacer del sistema educativo un mecanismo de estratificación social a través del que reproducir las posiciones de poder de unas clases sociales sobre otras.
“El ser humano es libre por naturaleza”. Bien podríamos decir que esta proposición reúne las esencias teóricas de la filosofía política liberal clásica (y neo). Sus partidarios, identifican el concepto de libertad, por un lado, con el libre albedrío, como si ésta fuese una consecuencia natural e inherente a la existencia misma, aunque con matices. Otro de los referentes tradicionales del pensamiento liberal es la divina providencia, si bien, proyectada sobre la biología (pobre biología), distribuidora última de las cualidades que distinguen a unos individuos de otros, príncipes y campesinos, listos y tontos, capitalistas y obreros, señores y esclavos, etc. Junto a estas dos premisas históricas, hay una tercera, a saber, la libertad es reductible al mero movimiento físico de las cosas y de los seres.
A partir de estos planteamientos, los partidarios de políticas liberales, neoliberales, o, como tradicionalmente son agrupadas, de derechas, se avienen a entender algo así como que la jerarquía de posiciones estructurales que ocupan los individuos en la sociedad, responde, fundamentalmente, a las características naturales de los individuos antes que a la distribución de oportunidades de las que disponen éstos y sus familias en la estructura social. Este principio esencialista, el cual, constituye la columna vertebral del cuerpo ideológico subyacente a la acción política de los partidos liberales europeos, tiene un hondo calado en la sociedad, y muchos representantes políticos, autodenominados de “izquierda”, han asumido parte de este discurso. Por ejemplo, uno de los argumentos que escuchamos para defender las políticas de becas al estudio por parte de algunas de estas figuras públicas, se basa en el denominado Talento tácito, concepto utilizado para referirse a las supuestas capacidades intelectuales especiales con las que se quiere distinguir a algunos individuos respecto de la media. Básicamente, la tesis es la siguiente: las becas al estudio permiten captar a aquellos individuos con dicho talento que por razones económicas podrían ser rechazados por el sistema educativo.
Ciertamente, en este supuesto, hay un fundamento utilitarista de la educación que, sin duda, ha resultado efectivo, al menos durante los últimos 50 años, para reducir la oposición de los liberales más radicales, partidarios de la educación elitista y la supresión de las becas públicas.
En el ámbito de las políticas educativas, haciendo frente a esta filosofía liberal ligada a la derecha, encontramos el denominado pensamiento directivo, o sociopolítico, de la educación, ligado tradicionalmente a la “izquierda”. Desde esta perspectiva, la libertad se entiende, no como una cualidad dada “naturalmente”, sino como un estado que los individuos alcanzan a través de la educación, en sentido amplio. La libertad, desde la izquierda (hay que decirlo, en este ámbito heredera de la obra de Bakunin), no es posible sin la acción educativa con que la sociedad dota de herramientas al individuo para que éste pueda acceder al conocimiento y comprensión de las realidades, materiales e inmateriales, que constituyen el mundo existente a su alrededor, posibilitando su integración como parte activa, conservadora y creadora de sentidos y significados, construyendo y reconstruyendo colectivamente el mundo.
"La libertad no es posible sin la acción educativa con que la sociedad dota de herramientas al individuo"
Para el pensamiento político de la mayoría de la izquierda, la educación puede ser una herramienta de transformación hacia sociedades más igualitarias, pero, esencialmente, se considera un derecho fundamental de los individuos, ya que sólo a través de la educación, y en mayor medida si cabe en las sociedades tecnológicamente avanzadas, las personas pueden tener la posibilidad de ejercer un control sobre su futuro y el de su entorno, individual y colectivo (o al menos encontrarse en disposición de ejercer tal control). Por esto, la política de becas y ayudas a los estudios universitarios, de grado y de posgrado, son un campo de batalla política crucial. Sin la ayuda económica necesaria, muchos estudiantes de las clases populares verán intransitable el camino de la Educación Superior y, con ello, cerradas las puertas de acceso al mundo de conocimiento científico y del arte.
En el caso de España, desgraciadamente, hemos visto las consecuencias de las políticas liberales en materia de becas y ayudas al estudio. Si nos fijamos en la tasa de matriculaciones universitarias, éstas han tenido un crecimiento alterno, más o menos sostenido, desde 1985 hasta 2013, año en que se llevó a cabo una reforma de la política de becas que terminó expulsando del sistema a miles de estudiantes, bien porque no pudieron acceder, bien porque no pudieron mantenerse dentro. Entonces, el gobierno liberal de Rajoy elevó las exigencias necesarias para el acceso y conservación de las ayudas, al tiempo que redujo sus cuantías, pasando éstas a depender del número de becarios y de la cantidad presupuestaria de la partida destinada a becas.
"En el 2013 se llevó a cabo una reforma que terminó expulsando del sistema educativo a miles de estudiantes"
Visto con detalle, en el periodo entre 1985 y 2001, la tasa de matriculaciones en las universidades públicas aumentó un 44,5%. Incluso, a pesar de la mella ocasionada durante los años de crisis, entre 2001 y 2012, la tasa de matriculaciones se mantuvo al alza, incrementándose un 4,87%. Sin embargo, adoptadas las reformas del gobierno de Rajoy en el año 2013, esta evolución tomó un signo negativo, descendiendo hasta un -7% en el curso 2014/15, dejando fuera del sistema a unos 85.000 estudiantes, si bien, en la literatura especializada esta cifra se rebaja a 70.000.
En un estudio llevado a cabo en 2017, se observó que la infrarrepresentación del estudiantado con bajo capital socioeconómico en las universidades públicas era alarmante: apenas el 9,12% de estudiantes matriculados en las universidades españolas eran hijos o hijas de trabajadores no cualificados o trabajadores empleados en ocupaciones elementales. Estos datos evidencian que la política de becas en las sociedades “democráticas” liberales, son aplicadas a modo de diques de contención con efectos de exclusión social, que no sólo tienen un impacto sobre la movilidad de los individuos en la estructura social, facilitando la reproducción social de los grupos sociales con mayores recursos, sino, y fundamentalmente, suponen una barrera a la libertad de las personas, limitando su acceso al mundo de la ciencia y del arte.
Damian Herrera Cuesta es Doctor en Sociología y miembro del Instituto de las Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA)