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Diccionario de la Posverdad
Propaganda
La propaganda es un proceso de comunicación orientado a influir, deliberadamente, las percepciones, actitudes, ideas o comportamientos de grupos de personas, con el objetivo de promover entre ellos los intereses del propagandista.
En campañas que buscan efectos a corto o medio plazo, la propaganda puede usarse, por ejemplo, para orientar el voto de los ciudadanos ante unas elecciones o alentar manifestaciones a favor o en contra de una ley que vaya a debatirse en el parlamento. A estas acciones, que buscan fundamentalmente movilizar rápidamente al mayor número de personas posible, se las suele denominar “agitación”. Por otra parte, a largo plazo, la propaganda se ha utilizado para la modificación o la consolidación de nuestras formas de ver el mundo, construcción de identidades, difusión de doctrinas políticas o religiosas, etc.
Los mensajes propagandísticos pueden provocar miedo, ansiedad y odio, pero también solidaridad, compasión o empatía
En general, la propaganda se usa para alterar, en favor de los intereses que promueve el propagandista, las relaciones de poder en el contexto social en el que actúa. Para ello, el emisor suele intentar que los asuntos que promociona pasen a formar parte de la agenda política, conseguir espacio en los medios de comunicación para esos mismos asuntos o, por ejemplo, desprestigiar a posibles adversarios.
Manipulación emocional
Los propagandistas suelen acudir a la manipulación emocional para conseguir sus objetivos. Para ello, es habitual que intenten llamar la atención de la población a la que se dirigen elevando los niveles de sensacionalismo en su discurso, destacando el lado emocional del mismo o mostrando las posiciones ante un tema dado de forma exageradamente polarizada.
Los mensajes propagandísticos pueden provocar miedo, ansiedad y odio, pero también solidaridad, compasión o empatía. Este uso de argumentos que apelan a nuestras emociones más básicas ha hecho que, para muchos, la palabra propaganda se haya convertido en sinónimo de manipulación o mentira. El propagandista, de esta forma, elegirá los argumentos más “creíbles” en aras de una mayor eficacia; lo que no implica necesariamente que dichos argumentos sean “falsos”, aunque sí a menudo incluyan omisiones o medias-verdades.
Canales de propaganda
Los mensajes propagandísticos fluyen a través de los más diversos canales. La educación se ha utilizado a menudo como medio de propaganda para promover un determinado sistema político, patrones de conducta o el patriotismo a través, por ejemplo, de una visión parcial de la historia nacional. Los mass media, el cine, los museos, la música, rituales políticos y religiosos, redes sociales, videojuegos o grandes espectáculos deportivos no son, tampoco, ajenos al uso propagandístico. También determinadas acciones, que persiguen llamar a atención sobre los objetivos políticos del propagandista a través de su ejemplaridad o espectacularidad, como las manifestaciones ciudadanas, huelgas de hambre e incluso atentados terroristas, han sido denominadas “propaganda por la acción”.
La propaganda está presente en todos los regímenes políticos: desde los más autoritarios a los más democráticos
La propaganda es parte esencial de la organización político-social en las sociedades contemporáneas. Su estudio nos ayuda a entender, en cierta medida, no sólo cómo funciona nuestro mundo, sino también por qué pensamos como pensamos, por qué actuamos como actuamos y por qué, finalmente, somos como somos. Y esto es válido para todos los regímenes políticos (aunque con diferencias importantes en los objetivos y las formas): desde los más autoritarios a los más democráticos.