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Crisis climática
El largo verano de 2038 I
Los escenarios a los que la actual emergencia climática nos puede llevar apuntan a crisis energética, escasez de recursos y erosión de los suelos, entre otros problemas. Repasamos aquí qué nos ha traído a esta situación para entender mejor contra qué nos enfrentamos y cómo actuar.
Sueños de una noche de verano
El calentamiento global que estamos viviendo, y que ha hecho que el quinquenio que ahora finalizamos tenga los años más calurosos como temperatura media mundial desde que se dispone de datos, es presagio de situaciones críticas. De emergencia climática. Algunos dicen que no hay pruebas suficientes para confirmar de forma científica que estamos ante un cambio del clima. Por el calor, a veces duermo mal.
Quien escribe estas páginas ha participado en la extracción y consumo de combustibles fósiles, sabe que devienen en gases de efecto invernadero (GEI) y que estos están aumentando su presencia en la alta atmosfera, incrementando ese abrigo que tiene la Tierra. Además, es ingeniero y entre otras cosas ha trabajado en temas de seguridad, así aprendió que es preciso ponerse en escenarios críticos.
La situación climática actual ya está creando problemas o incrementando otros. Caminamos a escenarios de incremento de la temperatura media de la superficie terrestre. Esta ya ha subido 1º C sobre la media que se toma de referencia en el siglo XX. Parece que veremos elevarse el nivel del mar sabiendo que, en general, ha habido un desplazamiento de la población hacia las costas.
Veremos cómo se deteriorarán las condiciones de habitabilidad de amplias zonas del mundo. Centroamérica o el sudeste asiático son dos de ellas. Pienso en India y Bangladés. África es otra más cercana, en la cual sabemos que viven más de 1200 millones de personas, en países con difíciles situaciones de carácter sociopolítico y ambiental. En el continente hay importantes flujos migratorios, internos y hacia el Norte.
Caminamos a escenarios de incremento de la temperatura media de la superficie terrestre. Esta ya ha subido 1º C sobre la media que se toma de referencia en el siglo XX.
En Europa ha habido olas de calor en el verano, este año 2019 han sido especialmente tempranas y largas. En Francia se ha dicho que han ocasionado unos 1500 fallecimientos, pero que son menos que los que hubo en otros años anteriores con olas menos intensas; parece que nos estamos acostumbrando. En España es posible que nos acostumbremos a ellas, al menos a medio plazo.
A lo que no parece que podremos adaptarnos fácilmente es a los fenómenos meteorológicos extremos. Estamos viviendo un año 2019 con frecuentes lluvias torrenciales en la mitad Este del país, los desastres están ahí. Pero algún profesor dice que no hay una conclusión clara, o científica, que pueda decir que esto es una consecuencia del cambio climático; que es preciso esperar a tener más datos.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, IPCC, asume que esta evolución del clima traerá consigo que los fenómenos meteorológicos extremos crecerán en número e intensidad. Para algunos esto es suficiente, hemos de actuar como técnicos de seguridad, y tomar medidas preventivas y adaptativas. Por ejemplo, si se desarrolla el Corredor Mediterráneo habrá que ser muy prudente.
Esa elevación del nivel del mar será crítica en algunas partes de España, hay entornos muy sensibles: deltas o albuferas. Pero qué pasará con el turismo, especialmente el de origen foráneo, fuente significativa de ingresos en este país. Una parte importante va a las playas. Allí descansan y comen y beben bien; a muchos nos apetece y también lo hacemos. En las noches de verano pienso ¿y luego, si nos quedamos sin playas?
Se precisa que se reduzcan drásticamente las emisiones de GEI. Ya es algo asumido por una gran parte de la humanidad, conociendo, o no, cuáles son los números de referencia; y el ritmo a que debemos realizar esa bajada de emisiones. Sabemos que las actuales sobrepasan los 50.000 millones de t de CO2 equivalentes. Miremos de dónde vienen.
Sabemos que las procedentes de los usos energéticos son las mayores, en el año 2018 se estima que fueron 37.000 millones de t de CO2 equivalentes. Hubo un cierto incremento respecto a las de 2017. Las provenientes de los usos de la tierra: agricultura, ganadería, deforestación, etc. son más difíciles de valorar, se estiman en cifras de algo más de 15.000 millones de t de CO2 equivalentes.
Se pide que esas emisiones se reduzcan a cifras mucho más bajas para que el calentamiento a lo largo del siglo XXI no sea exagerado, mayor de 2º C; del cual, en valores medios, ya llevamos 1º C. Esto quizás evitará un cambio climático de características dramáticas. Hemos de ir a que las emisiones globales sean del orden del 20% de las actuales a mediados de este siglo XXI.
Modelo económico y calentamiento global
Nuestro modelo económico está incidiendo en muchos aspectos de la vida, desde esos temas de aislamiento y soledad que afectan a personas y sectores de la sociedad a la fuerte desigualdad que vemos entre países, y dentro de ellos entre grupos sociales. También al deterioro del planeta, tierras y mares, y en el tema que nos trae aquí, el calentamiento global que nos sitúa en una emergencia climática.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, IPCC, asume que esta evolución del clima traerá consigo que los fenómenos meteorológicos extremos crecerán en número e intensidad.
Las emisiones de GEI provienen en cantidades más significativas de actividades sobre las cuales debemos reflexionar. Lo hacemos brevemente a continuación, sabiendo que unas tienen un componente de necesidad para que las condiciones de vida tengan un cierto grado de calidad, y que otras mayoritariamente atienden solo a eso que llamamos consumismo. Aunque hay solapamientos en esas valoraciones.
a)Electricidad – La mitad de la electricidad se genera con combustibles fósiles, en gran medida con carbón. Las térmicas soportan en gran medida la estabilidad de las redes eléctricas, pero las de carbón emiten 1 kg de CO2 por kWh. La electricidad es necesaria y, además, estamos dibujando un esquema de transición energética que se basa en buena medida en ella.
La desigualdad global la podemos ver en ella: el consumo medio europeo está por encima de 5.000 kWh por persona y año, el promedio de África es del orden de la décima parte. Marruecos no llega a 1.000 kWh por persona y año, pero al sur del Sahara hay muchos países con menos de 300 kWh.
b)Industria - Se producen muchos bienes en gran volumen, algunos son de tipo estructural, por ejemplo, acero y cemento; otros son de uso y consumo, desde automóviles a equipos electrónicos. O alimentos envasados de distinto modo. También productos textiles que se amontonan en armarios, pero que antes han consumido agua y algodón.
La industria básica, la fabricación de cemento y acero más otras, son intensivas en el consumo de energía, carbón y otros combustibles fósiles más electricidad; sus productos permiten construir las infraestructuras y los edificios que conforman las ciudades y los servicios; o que ayudan al desarrollo de una agricultura que no siempre está bien concebida.
c)Transporte de mercancías – Movemos materias primas, componentes y productos semielaborados. También las mercaderías finales, estas a veces con envoltorios excesivos que, en cantidades significativas, se van a los vertederos de residuos. Todo ello significa unos consumos de energía importantes, en buena medida derivados del petróleo.
Debiéramos plantearnos una clara reducción de los flujos de esas mercancías, y evitar el ir de un lado para otro a los productos intermedios. Habría que ir a un nuevo modelo de comercio. Ahora bien, estamos en un tiempo de crisis entre el libre comercio y el proteccionismo, los agentes económicos se ponen nerviosos, pero sería el momento de avanzar hacia otro modelo.
d)Ocio y Turismo – Para quien escribe estas páginas es un tema de muy necesaria reflexión. Aquí ha aparecido el consumismo en una de sus formas más exageradas, que en buena medida se une a la movilidad personal y también al transporte de mercancías. Transporte y movilidad personal suponen la sexta parte de las emisiones totales de GEI y su contribución seguirá creciendo si no hacemos algo ahora.
El turismo nos ha llevado a la construcción de numerosos edificios e infraestructuras. En nuestro caso hemos ocupado exageradamente la franja costera, en particular la mediterránea; caminamos a “vender ciudades turísticas” como es el caso de Madrid. Turismo y ocio nos llevan a consumir de forma poco ordenada alimentos, de los cuales tiramos una buena parte.
e)Extracción de recursos – Vivimos una exageración del extractivismo de recursos geóticos y bióticos. Las organizaciones ecologistas lo critican, tanto las propias de los países donde este fenómeno se produce de forma significativa (África, América Latina y Asia), que ven la afección a sus poblaciones originarias, como las de países receptores de esos recursos.
La desigualdad global la podemos ver en la electricidad: el consumo medio europeo está por encima de 5.000 kWh por persona y año, el promedio de África es del orden de la décima parte. Marruecos no llega a 1.000 kWh por persona y año, pero al sur del Sahara hay muchos países con menos de 300 kWh.
Con ello, se están eliminando amplias masas forestales, con incendios que además dan lugar a emisiones de CO2; luego de unos años de nuevos cultivos, con frecuencia se originan procesos de erosión y deterioro de los suelos. Estamos así ante una alteración de ecosistemas que contribuyen al deterioro del planeta y al fomento del calentamiento global.
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Igual hay que hacer algo. Igual tendriamos que reducir nuestro consumo a solo lo básico y concienciar y ser un ejemplo, en vez de esperar a que alguien lo arregle todo, porque esa conducta es la que nos ha llevado hasta aquí, y nos va a hundir más hondo a no ser que cambiemos.