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“Bueno, chicos, nos hemos equivocado”, se dijeron Giulio y sus camaradas doce años atrás, cuando pisaron por primera vez un terreno sembrado de maleza y jeringuillas, y un local que se caía a pedazos. A día de hoy, y desde hace diez años, en ese lugar reformado, unos 300 jóvenes practican gimnasia artística y deportes de combate como boxeo, full contact, kick-boxing, kárate, kung-fu y capoeira: es el gimnasio popular Valerio Verbano.
Este nombre, junto a una imagen del saludo del poder negro, cubre buena parte de la fachada principal y recibe en pleno barrio del Tufello, en el norte de Roma, a los visitantes del gimnasio. Habla a las claras de la ideología de los fundadores. Valerio Verbano fue un joven antifascista que el 22 de febrero de 1980, cuando estaba a punto de cumplir 19 años, fue asesinado por tres personas que le dispararon a quemarropa en su propia casa del Tufello, mientras inmovilizaban a sus padres. Eran los 'años de plomo' italianos, cuando prácticamente a diario había asesinatos políticos.
Valerio estaba todavía presente en la mente de la decena de jóvenes que en 2005 decidió crear el gimnasio popular con su nombre. Giulio, de 38 años, es uno de los fundadores. Cuenta que provenían de movimientos de ocupación anteriores y que, cuando se decidieron por el actual local, este pertenecía al Ater —el organismo público que se ocupa de las edificaciones—, se usaba como vertedero y era frecuentado por toxicómanos. “En la entrada había una alfombra de jeringuillas, una cosa monstruosa”, recuerda. Cuando entraron en el local, la situación era parecida: muebles apelotonados y carcomidos por la humedad, un techo que se caía a trozos... En ese momento tuvieron prácticamente su único momento de flaqueza y pensaron que se habían equivocado porque incluso camaradas del mundo de la construcción les aseguraron que era “impensable” rehabilitar el edificio.
Pero Giulio y sus compañeros se describen como “duros de mollera”, así que se pusieron manos a la obra, recaudaron fondos durante un par de años y, al mismo tiempo, pulsaron el ambiente del barrio para decidir qué uso darle al lugar. Entre las muchas propuestas destacó la de una palestra popolare (gimnasio popular) en el que transmitir valores y dar desahogo a los jóvenes “haciéndoles conocer el aspecto sano del deporte”, explica Giulio. Un año de obras diarias y el gimnasio no solo abrió sus puertas, sino que llenó todos sus cursos con más de 150 jóvenes de toda Roma. “Demostramos que, entre los que para la gente común son zecche (“garrapatas”, término despectivo con el que son llamados los militantes antifascistas), hay camaradas, como nosotros, que sabemos hacer las cosas de manera extremadamente válida”, explica Giulio.
Los fundadores afirman que el Valerio Verbano no es un gimnasio limitado a los militantes. “Yo nunca he preguntado a las personas si tienen el carnet del Partido Comunista, no me interesa”, aclara Giulio, que asegura que este es “un gimnasio popular, es decir, un lugar que le da al pueblo lo que se le ha quitado”. “Está claro que con nuestro nombre, el mensaje que mandamos es inequívoco: nosotros somos antifascistas —explica—, pero, si bien nuestra historia es esa, intentamos mantenerla fuera, o al menos integramos el aspecto político con el deporte”. Aquí no se adoctrina a los niños, no se les enseña política sino valores: antirracismo, antisexismo, antiautoritarismo. En la clase de gimnasia artística hay niñas italianas, indias, rumanas, africanas, “y ellas saben que son un equipo, y dentro de un equipo hay que ayudarse, no existen distinciones raciales o de religión”.
Por supuesto, a un gimnasio popular le acompañan precios populares: de 30 a 40 euros mensuales más una discreta cuota de inscripción anual de 35 euros. Y para las familias que estén pasando un momento económico especialmente duro, la organización ha abierto esta temporada un fondo común que alimentan personas del gimnasio y del barrio, y que, no solo sirve para financiar actividades del centro como viajes y competiciones, sino también necesidades de las familias, desde clases de inglés a curas médicas. “Nos hemos dado cuenta de que hay un sentido de pertenencia, veamos si involucrando a todos se hace algo más importante”, desliza Giulio.
Mientras espera a su hija en un bar frente al local, Vincenza agradece la iniciativa y añade que “cómo no” va a estar contenta con el gimnasio si es ya el cuarto año que lleva a su hija allí. También Simona —pareja de Fabrizio, otro de los fundadores— destaca el valor del gimnasio dentro del barrio y señala que, una vez que los niños lo prueban, no lo quieren dejar. “Imagínate, teníamos pensado pasar el fin de semana fuera de Roma, pero como la niña tiene clase hoy, no ha habido manera”.
Dentro del Valerio Verbano ese compañerismo se aprecia en la ayuda que las alumnas de gimnasia artística prestan a su instructora para mover las colchonetas y organizar la clase, en la manera en la que las más pequeñas, de apenas cinco años, observan embobadas las piruetas de las mayores. Cuando se les pregunta, responden de inmediato que “claro” que les gusta ir al Valerio Verbano, que después en el colegio, en gimnasia, les va mejor. Algunas ya se conocen del barrio y otras vienen de zonas cercanas. Tres días a la semana, el hermano de una de ellas espera bajo el mural del saludo del poder negro a que salga de clase. “El año pasado ya hacía gimnasia aquí, y aunque nos hemos tenido que cambiar de barrio, ha querido continuar”, cuenta entre resignado y orgulloso.
Organización del gimnasio
La asamblea de gestión del gimnasio la forman once personas —los fundadores más otras que se han integrado en el proyecto de manera asidua— y todas las decisiones a tomar se proponen en el ámbito asambleario. “Todas las cosas importantes las decidimos juntos porque (…) esta es una situación particular: antes que camaradas, somos amigos”, explica Giulio, satisfecho también porque “nunca” han discutido de dinero. Además, todos los instructores están cualificados, con diplomas de la federación pertinente, incluso los aspirantes que acompañan al titular.
Según Giulio, es “error garrafal” comparar este tipo de gimnasios con los “gimnasios para militantes”, que tienen mala fama por desorganizados, no contar con instructores competentes o no estar inscritos a las federaciones. “¿Quieres demostrar tu antifascismo? Ven a competir dentro de una asociación nacional, donde te encuentras a un adversario (...) con una esvástica tatuada en el brazo”. “Eso es antifascismo —continúa—, porque, si tú lo tiras al suelo, has ganado también desde un punto de vista moral”.
Todo esto se enseña dentro de un local de 300 metros cuadrados perfectamente equipado con vestuarios, tatamis y sacos de boxeo, y en el que lo primero que llama la atención es un gran retrato de Valerio Verbano pintado en una pared. A lo largo y ancho del gimnasio cuelgan fotos de campeonatos en los que se ha participado, instantáneas de podios de competiciones de gimnasia artística y boxeo, banderines de otros gimnasios hermanos, carteles de la manifestación que anualmente se realiza con la asociación Valerio Verbano, y también homenajes a Carlo Giorgini, antiguo profesor de kárate fallecido por una enfermedad y al que se le hizo el funeral allí mismo.
Giorgini era el padre de Fabrizio, que explica que el gimnasio cuenta con unos 300 inscritos divididos en dos secciones: una aficionada, para los más jóvenes o para los que se acercan a la gimnasia por primera vez, y otra preprofesional y profesional, que compite incluso a nivel nacional. La gimnasia artística es muy solicitada desde hace dos años y las jóvenes alumnas consiguen varias medallas en distintas categorías, mientras que en deportes de combate sobresalen los nombres de Matteo Quarchioni —campeón italiano de tercera y segunda serie de full contact—, Carlotta Bartoloni —campeona italiana dos años consecutivos de light contact—, el profesor de kung-fu Claudio Fabbricatore —tres veces oro en los campeonatos mundiales de kung-fu en Taipei— y Flavia Minorenti —mejor atleta italiana de kung-fu en 2011 y también medalla de plata en los campeonatos mundiales de kung-fu—.
Pero Fabrizio y Giulio tienen claro que lo importante no son las medallas ni las copas, sino demostrar a los jóvenes que en el barrio “existe algo diferente: que la periferia no son solo problemas, no es solo un lugar del que escapar”, sino que es también un sitio en el que estar para “recuperar la dignidad”. También, añade Giulio, que esto se hace luchando, porque “en la vida se lucha siempre”. El Valerio Verbano comparte este ideario con otros gimnasios populares que, constituidos a nivel nacional en el CoNaSp (siglas italianas de Coordinación Nacional de Deporte Popular), organizan cursos formativos y seminarios sobre preparación atlética o gestión fiscal de los centros. Además del Valerio Verbano de Roma, hay gimnasios de toda la bota italiana: el Popular de Palermo, el Antirracista de Brescia, el Spes Fortitude de Livorno, el Polideportivo Spartakos de Trapani y el Baliano de Génova.
El romano es uno de los más antiguos del país. Con motivo de su décimo aniversario, el pasado 6 octubre, el cineasta Valerio Nicolosi ha realizado un documental titulado 10 anni di sport e di lotta (10 años de deporte y de lucha), que cuenta la historia del centro y da voz a muchas de las personas que han participado en él. Nicolosi es parte del colectivo del gimnasio desde sus orígenes y ha llevado su bandera hasta las Juntas de Buen Gobierno zapatistas, pero no pudo presenciar el preestreno de su trabajo (proyectado, cómo no, en el mismo gimnasio) porque estaba en uno de los muchos viajes que realiza como cámara, en esa ocasión, en Gaza. Anteriormente, durante el verano, tuvo que intercalar los períodos de grabación y montaje con otros en los que se embarcó en el Mediterráneo con distintas ONG de salvamento marítimo, entre ellas el barco de Proactiva Open Arms.
Nicolosi hace referencia a una reciente redada antidroga en el barrio para señalar la importancia de que los jóvenes “puedan ir a hacer deporte y tengan siempre una motivación para no terminar en el círculo [de la droga]”. Aprovecha para señalar que, en la película Amore tossico (Amor tóxico), de Claudio Caligari (1983), participaron varios vecinos del Tufello y recuerda que, en los años 70, el barrio era una zona estratégica de movimientos comunistas con sedes del PC, Lotta Continua, Democrazia Proletaria o Autonomia Operaia. “Yo vengo de las casas populares (…), que eran llamadas Stalingrado, así que imagínate”, recuerda. “Ahora, desafortunadamente, con toda esa droga, el tejido social no es como el de los años 70, (…) porque donde estaba la lucha, la han parado con la heroína”, continúa, añadiendo que, “de todos modos, todavía se resiste”.
Como ejemplo de ello, a día de hoy una pintada saluda a los recién llegados a esta zona de Roma con un un mensaje: “Bienvenidas y bienvenidos al Tufello, barrio libre y rebelde”. En las calles se encuentran multitud de grafitis en los que se declara la zona antifascista, se rememora a los partisanos, se protesta contra los desalojos o se llama a una manifestación por el caso de Stefano Cucchi, joven que en 2009 murió después de ser arrestado y posteriormente golpeado en las dependencias policiales —caso que se ha vuelto a abrir en las últimas semanas y del que habla la reciente película italiana Sulla mia pelle—. Otra pintada, junto a una hoz y un martillo, recuerda a Valerio Verbano justo bajo la que fue su casa. A apenas unos metros le acompaña una lápida roja del joven. En ella, a la fotografía de Valerio se le ha añadido la de su madre Carla, que falleció en 2012 y que fue una de las mayores defensoras del gimnasio, luchando porque se regularizara su situación.
Y es que, oficialmente, el gimnasio popular todavía está ocupando el local, pero se encuentra inmerso con el Ater en un proceso civil que se retomará en el verano de 2019. Los fundadores aseguran que están dispuestos a pagar un alquiler, siempre que sea un precio justo, pero Fabrizio reconoce que es difícil hacer proyectos a largo plazo por la inestabilidad de la situación y la posibilidad de que cualquier mañana se presenten furgones de la policía en la puerta.
Giulio afronta así las amenazas latentes de desalojo: “Todo el que quiera venir a quitarnos este lugar, debe saber que hay al menos dos personas (…) dispuestas a morir por él”, refiriéndose a él mismo y a Fabrizio. “Cargándote este sitio, das pie a volver a la droga, al tráfico heroína, cocaína... Destruyes una comunidad, un faro en el barrio. (…) No nos lo dejaremos quitar”, concluye.