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Creaciones morales
Mujeres y elecciones en general
Tratándose de mujeres, los políticos y otros opinadores autorizados se siguen comportando como el público del circo de Roma. Rosa Posada o Carmen Díez de Rivera pasaron en 1977 por lo mismo que sufren hoy Inés Arrimadas o Anna Gabriel.
Creo que lo leí en la revista Star. Era una noticia breve, que venía ilustrada con una foto de Manolo Campoamor y Javier Furia. Durante el rodaje, accidentado y precario, de la primera película de Pedro Almodóvar, esta llevaría el título provisional de Erecciones generales. La broma era una coyuntura del momento político: el entonces debutante realizador empezaba a escribir el guion en 1978. Un guion que se iba improvisando y cambiando a medida que se conseguían filmar las escenas. Hasta el estreno de 1980, cuando se presentó con el nombre definitivo (parece ser que fue Carmen Maura quien sugirió que ese primer título era como demasiado basto), a medio camino entre el tebeo y la fotonovela erótica: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.
La primera película de Almodóvar, por si hay alguien que todavía no la ha visto, era un caos de serie B, fuertemente condicionada por el punk y las obsesiones de su autor. No creo que hoy pasara las garantías de ningún certificado de contenido.
Había violencia a granel, chistes escatológicos y un humor sin filtro que sonrojaría a más de un creador multidisciplinar y/o humorista del siglo XXI, incluso a estos que montan escándalos chuscos de cuarta y máxima difusión en la tele.
Contiene la película tanta incorrección, que sospecho se asomaría la gente al internet a pedir a gritos la cabeza de su responsable, por varios delitos de misoginia, homofobia (sí, sí, homofobia de hoy) y mal gusto en general. Pero salvo la condena de una (pequeña) parte de la crítica cinematográfica, la película se aceptó por lo que era, como corrosiva radiografía de la sociedad española y, en especial, de la vida de las mujeres y sus tribulaciones a la hora de convivir con los hombres. Siempre desde la peculiar óptica de su autor, quien ya comenzaba a proyectarse en las figuras femeninas para reflejar su propio malestar, una visión certera y muy cercana a la realidad que se sufría.
Los lemas “España sale a la calle” y lo de engalanar la misma y la fachada de tu bloque con banderas es una cosa que a gente como yo, que ya vamos rozando la edad bíblica, le da mucha pena
Lo siguió haciendo, adoro el personaje de Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, o como se iba a llamar en el proceso de escritura, Maté a mi marido, como si de un titular de la revista Nuevo Vale se tratara. En una trama de retorcido y grueso humor negro, más real que la vida misma, el personaje de Luci descubre que es masoquista, pero como su marido no le pega (que debería ser lo normal), se escapa con Bom, que es sádica, hasta que el marido le propina tal paliza que la manda al hospital, y entonces ella decide quedarse con él, feliz como una perdiz, vendada y amoratada.
He recordado esta anécdota de las “erecciones generales” porque en estas últimas semanas, y a propósito de los acontecimientos en torno a Catalunya, han surgido, como el espanto de la tumba, un conjunto de ocurrencias y colectivos pensantes y actuantes que me han provocado esa arcada que te deja la contemplación del fondo de un guiso requemado, con olor incluido.
Los lemas “España sale a la calle” y lo de engalanar la misma y la fachada de tu bloque con banderas es una cosa que a gente como yo, que ya vamos rozando la edad bíblica, le da mucha pena. Reconozco que todo es debido a una triste asociación de ideas entre la bandera de marras y las sombras de un pasado que parecen resistirse a volver a la cripta.
Pero además del exaltado desfile patrio-liberal, lo que más me ha impresionado han sido las declaraciones de los voceros de dicho desfile contra las mujeres que participan en la contienda política.
A los defensores y defensoras de las más esencias puras de lo español ha habido algo que les ha desagradado más si cabe que el hecho de plantear problemas territoriales y exigencia de soluciones. Bueno, eso está horrible, ya lo sabemos, y ya lleva tiempo el comité de expertos dando por saco con lo de los boicots y la exclusión. Voy a dejar claro otra vez que yo jamás me he cosido un parche con motivos de Azagra o la toalla de un pub escocés en la espalda de la chupa.
No, lo que más le ha molestado al español patriota y neoliberal (aparte de las declaraciones de algunos deportistas, calificados por la audiencia, solo podemos anotar por estar en horario infantil, como “afrancesados”), ha sido que haya mujeres implicadas en el desarrollo de estos acontecimientos, así, “casi” en la primera fila, al frente de partidos políticos y organizaciones ciudadanas, haciendo y diciendo cosas, tanto a favor como en contra.
Porque es que si estuvieran en el primer puesto, como cabezas de partido o número uno de asociaciones, entonces sí que habría que haber salido a montar la barricada.
O hacer una romería al santo, no sé.
En 1977, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas y concurrieron como más de treinta grupos políticos, el porcentaje de mujeres en ellos era insignificante.
En el primer gobierno de Adolfo Suárez que, no lo olvidemos, ganó con una campaña de publicidad impresionante, con más memorabilia y souvenirs que un juego de Panini, en la que se resaltaba sus dotes de atractivo caballero español entre las señoras, no había ni una ministra. Todos eran hombres circunspectos, cortados por el patrón burocrático del régimen.
Eso sí, en el consejo de ministros estaban Rosa Posada y Carmen Díez de Rivera era la directora del Gabinete de Suárez. Posada tenía la imagen de una presentadora de continuidad de TVE y la voluntad de hierro: se fue al CDS y terminó de presidenta en la Asamblea de Madrid. Apariencia discreta, “no molestaba”, dirían los caballeros.
Díez de Rivera, sin embargo, era rubia y venía de familia de folletín fascista: acaparó todas las miradas, la titularon “Musa de la transición” y Francisco Umbral le dedicaba encendidas pero distantes columnas desde la altura de su columna diaria, aunque sin atender a lo que hacía o dejaba de hacer en la Moncloa.
Un poco como hacen ahora muchos con Inés Arrimadas, pero sin el peculiar estilo del escritor madrileño. Porque Arrimadas es guapa, y entonces da igual lo que diga o haga, si tiene sentido o no. Lo importante es eso, que es guapa, y sirve para poner en el internet una foto suya con el título “erecciones generales”. Porque le hace mucha gracia a ese español que luce la bandera en el balcón de su casa.
Al número uno de su partido, por cierto, también se le echa encima la gente esta tan amiga de las fotos trucadas, con divertidas chanzas sobre un hipotético consumo de estupefacientes, porque como todos sabemos, fuera del cabeza de la formación naranja, nadie es sospechoso de drogarse en España. Mucho menos ese joven español que tanto gusta de bromear en internet y que tanto se ve reflejado en el líder del partido naranja, y futuro líder de todos los españoles, si Alemania o los extraterrestres no lo remedian.
Mujeres e izquierda
Bueno, en los territorios separatistas seguro que sí que se drogan y harán cosas mucho peores, pero porque allí mandan la anarquía y la sinrazón, piensan los españoles amigos de la fiesta y la broma.
Anda que no han sido comentados los estilismos de las representantes femeninas de los partidos políticos vascos, especialmente las de la izquierda abertzale.
Hasta hace no mucho tiempo, la presencia de mujeres en la política de Euskadi era rara, incluso para los habitantes de aquel país, por lo que cuando el español medio contempló a las diputadas de Amaiur, la reacción fue exactamente la misma que con Arrimadas, pero al revés.
Aprovechando la comedia esta de los apellidos vascos, los españoles amigos de la fiesta no tardaron en hacer divertidas comparaciones entre el físico de la protagonista del taquillazo y el de mujeres como Marian Beitialarrangoitiaya y Begoña Garaigordobil, sin importar el discurso de la actriz o el ideario de las políticas. Como mucho, solo cachondeo con Onintza Enbeita, porque lee las cartas del tarot. Nadie se acordaba entonces de Itziar Aizpurua, diputada por Batasuna y condenada en el Proceso de Burgos. Ni de Begoña Amunarriz, pionera feminista del PNV, una de las cinco que formaban parte de la primera cámara del Parlamento Vasco, en 1980.
Estas mujeres tuvieron que discutir y luchar a brazo partido, no solo contra las otras formaciones, sino especialmente con los hombres que formaban sus propias listas
Con el hit del “procés”, la audiencia mayoritariamente masculina que ya había descubierto que los vascos no nacen de la tierra, y encima van y tienen una representación poderosa de mujeres en los puestos políticos, sufrieron otra nueva decepción.
En Catalunya también quedaba un reducto de rebeldes, ataviados y peinados, esta vez no como los protagonistas de Mad Max, sino en plan últimas tendencias de la moda antiglobalización. Y de nuevo, con muchas mujeres.
Que por el Parlament luzca palmito Arrimadas, pues tiene su pase, pero con Anna Gabriel y el resto de diputadas de la CUP, también ha habido una reacción de franco desagrado. El vocerío no ha dudado en calificar a la líder catalana como alguien que está, evidentemente, trastornada. Vamos, que es una loca de toda la vida.
“No hay más que verla, habla raro y encima no es guapa”, dicen los caballeros, sino que además se atreve a lucir una estética que no satisface sus expectativas, el deseo de carne y sangre en el show político. “Hombre, si se peinara de otra forma…, y llevara un vestidito, una cosa normal, pues lo mismo tendría un pase”.
Por lo menos, cuando la transición, los españolazos de pro tenían a Pina López Gay, del PTE-ORT. La almeriense dirigía la Joven Guardia Roja, un grupo de izquierda maoísta en el que defendió las ideas feministas más avanzadas del momento, especialmente en torno al aborto y las relaciones de poder económico.
López Gay era, palabras textuales de la época, “un monumento de señora” (podía haberse intercambiado con Amparo Muñoz, a quien se parecía mucho), pero eso no le salvó de que le dieran varias palizas, incluso un intento de secuestro, por mujer y por roja.
Para los y las desmemoriadas, y aquellos que gustan de hacer estudios comparativos, convendría echar un vistazo al documental Las constituyentes, (Oliva Acosta, 2011), donde se repasa la historia de las mujeres que participaron en la primera campaña electoral de 1977.
En aquellos días, la presencia femenina en el terreno político era como una anécdota curiosa. Solo aparecían en los periódicos las que volvían del exilio, como Victoria Kent o Federica Montseny, la dirigente anarcosindicalista que se opuso con todas sus fuerzas a la forma en cómo se estaba desarrollando la transición.
Al margen de estas figuras, Pasionaria incluida, que sí pisó el Congreso de los Diputados, lo importante fue el grupo que llegó como primeras diputadas. Solo veintisiete. Casi todas de UCD y una pequeña representación de la izquierda.
Pero esa izquierda, formada por mujeres feministas de la burguesía, gente como Carlota Bustelo, fundadora del Frente de la Liberación de la Mujer, que habían luchado en la calle, incluso pasado por la cárcel, caso de la diputada del PCE (y luego delegada de Gobierno en Castellón con el Pilar Brabo, se parecía a la izquierda de 2017 como un huevo a una castaña, con perdón. Ni las mujeres de UCD, que habían sido educadas en la estructura de Falange, llegaban a ser ese patio de colegio que sufrimos hoy día.
No estoy hablando de nostalgia, sino de formación y espíritu crítico, de comprender y razonar, no de hacer el cafre si no te dicen lo que quieres oír. Estas mujeres tuvieron que discutir y luchar a brazo partido, no solo contra las otras formaciones, sino especialmente con los hombres que formaban sus propias listas, quienes mantenían un abismo entre lo que predicaban en la esfera pública y lo que hacían en la privada. Y aún permanece. El abismo.
Es un poco cansino escuchar a políticos, comunicadores, autores autorizados y mandos intermedios en general cuando se les llena la boca de palabras como “sensatez”, “sentido común” y “razón”, mientras en la práctica, y tratándose de las relaciones con las mujeres, se siguen comportando como el público del circo de Roma o en El discreto encanto de la burguesía.
Desde el joven campechano con su twitter que manda a fregar, eso siendo muy educado, al displicente académico en su tribuna, que no entiende esta actitud tan desagradable de un número cada vez más elevado de mujeres. No sabe, no acierta a comprender por qué alzan la voz si ya se han conseguido todos los objetivos de la igualdad.
Coño, joder, si es que encima de haberles concedido unos derechos a estas tontas, hay que aguantarlas. Pero qué justicia ni qué justicia. Pero ¿por qué? ¿Por qué? Como si fuese José Mourinho, pero sin la gracia y el atractivo del portugués.
Por cierto, ¿se ha teñido el pelo Pablo Iglesias?
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Grace eres la más grande como Muhammad Ali y eres la mejor como José Legrá .
👏👏👏👏
Yo dejé de leer Mondo Brutto desde que hicieron aquel artículo tan repugnante riéndose de las víctimas del 11-M, poniéndole banda sonora, que si el cha-cha-cha del tren... "Las Canciones del 11-M" se llamaba
No llores tanto,la culpa es tuya no de Mondo Brutto.
5231:
Eso es tu problema no es problema de Mondo Brutto.
Mondo Brutto era un Regalo del señor. 😎👍
MONDO BRUTTO ERAN LOS MEJORES. 👍
Hola, Grace. Qué alegría leerte. Desde que no encuentro el Mondo Brutto que no tenía el placer de disfrutar con lo que escribes. Sobre las "erecciones generales" sólo quedó la escena de la medida "penal" de Pepi, Luci y Bom, etecé. Una pena que desde el 33, del siglo pasado, no hubiera más cultura mixta en el hemiciclo, que algunos creían que ver el enfrentamiento Clara campoamor-Victoria Kent por el voto de la mujer era como asistir a la lucha en el barro. En fin, que hay que domesticar a los trogloditas. Pues no es por nada, pero Onintze Enbeita es una tía con una oratoria irónica espléndida, tanto en euskera como en castellano. A ver, mañana si Indra nos da la sorpresa y la Arrimadas consigue más votos que los reales. Salu2.