Coronavirus
Numerosas iniciativas populares se activan ante la crisis sanitaria en el Magreb

Redes activistas y propuestas solidarias dan respuesta a la emergencia sanitaria ante la debilidad del sistema de salud en Marruecos, Argelia y Túnez y la dificultad para imponer medidas de confinamiento en sociedades dependientes del trabajo informal.

Medina de Rabat
La Medina de Rabat prácticamente vacía por la emergencia sanitaria Marc Ferrà
17 abr 2020 06:28

La crisis del coronavirus ha dejado en evidencia las disfucionciones de los sistemas de salud de los países del Magreb. Y esto ha sucedido en medio de una coyuntura política y social crítica en la región. En este contexto, y más allá de sus fronteras, las redes sociales han actuado como una plataforma central a través de la cual los mismos establecimientos de salud pública pedido ayuda, abte a inacción de las políticas estatales.

La llegada de la pandemia a Argelia, Marruecos o Túnez es un muestra de lo que sucede en estados cuyos sistemas sanitarios se hayan ya plenamente debilitados. Ante la aceleración de la emergencia sanitaria, los tres países norteafricanos han adoptado medidas de restricción para limitar la propagación del virus y aseguran hacer todo lo posible frente a esta situación inédita.

En Marruecos, donde el virus se extiende rápidamente con riesgos de mortalidad elevados para las personas en situación de vulnerabilidad, numerosos vídeos grabados por los mismos pacientes contagiados, que denuncian las condiciones de estancia en los hospitales públicos, reabrieron la polémica sobre el estado del sector sanitario, castigado por el bajo presupuesto  que le dedica el Estado.

En Marruecos numerosos vídeos grabados por los mismos pacientes contagiados, que denuncian las condiciones en los hospitales públicos, reabrieron la polémica sobre el estado del sector sanitario

En un video publicado el 16 de marzo —que ya no se encuentra disponible en las redes—, grabado en el hospital Moulay Abdellah, en la ciudad de Salé, una de las enfermas deja en evidencia la situación deplorable del edificio, entre pasillos repletos de pacientes y cubos de basura de los sobresalen mascarillas y guantes usados. “¡Mirad, desechos que se amontonan en los pasillos! Llevo tres días aquí, y las bolsas de la basura siguen en el mismo sitio”, señalaba la autora del video.

Por otra parte, investigaciones lideradas por el periódico Le Desk aseguran que Marruecos recurrió muy tarde a los diagnósticos, debido a insuficiencias económicas: “Las autoridades, cuya comunicación sigue parsimoniosa e unilateral, reciben cada vez más críticas y no publicaron oficialmente el numero de kits para detectar el virus”.

A 17 de abril Marruecos cuenta con 2.283 casos confirmados, 249 personas figuran como curadas y se han registrado 130 muertes, entre ellas personal sanitario que se encuentra en primera línea y sufre directamente la falta de material y medidas de seguridad. El reino dispone en total de 44 hospitales para recibir a casos confirmados del Coronavirus, 32 centros de consulta especializados y 1640 camas hospitalarias.

En la Argelia vecina, el profesor Kamel Bouzid, jefe de servicio y presidente de la Sociedad argelina de oncología medical confesaba en el diario digital TSA que “la crisis sanitaria pone al descubierto los fallos del sistema de salud”. El país registra la mayor mortandad por covid-19 del Magreb —y de todo el continente africano—, con 348 personas fallecidas a 17 de abril. Son 2.268 los casos registrados, y 783 las personas curadas.

Sin embargo, el país sufre una doble crisis, por un lado la sanitaria y en trasfondo una crisis política, en plena pausa del movimiento anti-régimen Hirak, impotente frente a la amenaza sanitaria. Un descanso decidido de forma unánime dentro del circulo militante, y del cual el poder aprovecha para reprimir con más intensidad: los periodistas Sofiane Merakchi y Khaled Drareni o el activista Karim Tabbou son las víctimas más conocidas de la represión por parte de la justicia argelina. Una mano de hierro en guante de goma.

Las reivindicaciones del Hirak que llevaron los argelinos a las calles son múltiples, y entre ellas se encuentra la situación del sistema de salud que, a pesar de algunos éxitos incontestables, sigue minado por la incompetencia y la corrupción masiva. En la ciudad de Blida —epicentro de la pandemia, con mas de 40% de los afectados ingresados en sus hospitales— el toque de queda es total: a diferencia del resto del país, los habitantes se tienen que confinar totalmente. Denominada la “Wuhan argelina”, el personal paramédico del hospital Frantz Fanon lanzó una llamada de auxilio en el periódico Algérie Part: “Señor presidente, donde están los millones de mascarillas?”.

En la ciudad de Blida, denominada la “Wuhan argelina”, el personal paramédico del hospital Frantz Fanon lanzó una llamada de auxilio en el periódico Algérie Part: “Señor presidente, donde están los millones de mascarillas?”.

En 2017, 150.000 argelinas y argelinos tuvieron que atenderse en clínicas privadas tunecinas, mientras que los mismos tunecinos recurrían al servicio público argelino, al ser menos costoso. Mientras, el expresidente Abdelaziz Bouteflika figuraba como uno de los “pacientes estrella” de los hospitales europeos, lejos de las estructuras de su propio país.

En Túnez, país estancado en un marasmo económico, el sector sanitario ya había sufrido una conmoción el año pasado con una serie de fallecimientos de recién nacidos. Testimonios terribles que ponían de relieve la suciedad, la mala gestión del personal o la falta de material de la gran mayoría de los hospitales.

El profesor Wissem Hachfi del hospital universitario de Sousse narraba, en una entrevista para Mediapart, que las reservas se actualizan semanalmente y que la preocupación por quedarse sin material es creciente. La pandemia alimentó también el debate sobre el auge del sector privado, adonde se dirigen los que tienen acceso, mientras que las clases más adineradas suelen viajar a países extranjeros.

Aunque menos afectado que sus vecinos —con 822 casos, 37 fallecidos y 43 recuperados, Túnez tampoco puede presumir de una buena sanidad pública: el país fue el territorio idóneo para el desarrollo de una densa red de clínicas privadas. Establecimientos que son muchas veces destino privileagiado del “turismo médico”, donde acogen a una clientela relativamente privilegiada, sobre todo extranjera, en busca de tratamientos estéticos. A pesar de las características de sus sistema sanitario y las cifras relativamente bajas de casos, el gobierno ha puesto en marcha una página web con toda la información, a través de la cual intenta recaudar fondos contra el coronavirus.

En Túnez la pandemia alimentó también el debate sobre el auge del sector privado, adonde se dirigen los que tienen acceso, mientras que las clases más adineradas suelen viajar a países extranjeros.

Más allá de la crisis sanitaria, la región debe enfrentarse al dilema de cómo responder cuando medidas como el confinamiento suponen un duro golpe económico para sociedades muy dependientes del trabajo informal. ¿Cómo quedarse en casa cuando gran parte de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y la supervivencia de muchas familia dependen de trabajos no formales? ¿Cómo la sociedad civil, desde la calle, llega a hacerse cargo de los fallos sanitarios de los estados?

La respuesta solidaria de diversos actores de la población ha tomado múltiples formas. Vendedores callejeros y otros oficios “informales” lanzaron iniciativas populares como la confección de mascarillas y gestos de solidaridad hacia las familias más necesitadas —hay que recordar que muchos hogares carecen de un seguro de enfermedad).

Akram, activista residente en la capital argelina, lo resume así: “Teniendo en cuenta el numero limitado de centros de análisis y de diagnóstico, y en vista de la desconfianza que existe y que siempre existirá sobre el número preciso de personas contagiadas, nos hemos organizado, como grupos voluntarios, para recolectar mascarillas, batas para los médicos, guantes y gel hidroalcohólico”.

Las iniciativas se multiplican en estos tres países mediterráneos, como en la ciudad tunecina de Kairouan, en el centro de país, donde 150 trabajadoras —en gran mayoría, mujeres—, se pusieron en cuarentena en la propia fábrica y se dedicaron a confeccionar mascarillas, gorros, monos estériles y otras protecciones, para la plantilla médica, “de manera voluntaria”, según confirmaba el director de la empresa, Hamza Alouini. También en Marruecos, ciudades como Tánger, Rabat, Casablanca, El Jadida o Marrakech fueron el escenario de talleres de fabricación de mascarillas, impulsados por jóvenes activistas.

La falta de recursos para los hogares más humildes es también uno de los ejes de estas redes, como es el caso de una iniciativa de jefes cocineros tunecinos que formaron un comité de solidaridad para cocinar y repartir voluntariamente comida para todos los profesionales de la salud de distintos centros hospitalarios del país.

En Argelia también las redes de solidaridad vecinal se propagaron aún más rápido que el virus para paliar la debilidad de las infraestructuras sanitarias: ayuda con las comidas, fabricación de material, desinfección de los espacios públicos… como cuenta Mohamed Chebla, DJ de 35 años, para Middle East Eye: “Acondicioné mi piso en Cherchell (barrio del oeste de Argel), para que puedan entrar a vivir 10 personas. Viven en el piso médicos y especialistas en reanimación”.

En la región norte del país, agricultores y campesinos adoptaron un sistema de cadena: designan a cinco personas en cada barrio, dos hacen la lista de las necesidades y calculan una estimación, y los otros tres recogen la información, compran y distribuyen. En este video, los habitantes de un pueblo cabileño actualizan el modelo ancestral de asamblea “Tajmaât”, precedente al sistema de república democrática, en el cual cada uno de los participantes tiene un papel en la organización comunitaria y solidaria del pueblo.

Las iniciativas se multiplican en estos tres países mediterráneos, como en la ciudad tunecina de Kairouan, donde 150 trabajadoras se pusieron en cuarentena en la propia fábrica y se dedicaron a confeccionar mascarillas, gorros, monos estériles y otras protecciones

Lo que sucede en los barrios, merece mención aparte. En Cabilia, los habitantes instalaron de manera autogestionada un sistema de control en las distintas entradas de los pueblos, como se aprecia en este video, grabado en el pueblo de Azazga. “Mi pueblo se confina”, comenta el autor del tweet, “controles en la entrada, el comité del pueblo autoriza solo los desplazamientos necesarios, tras la desinfección del vehículo. Jóvenes voluntarios se encargan de las compras cotidianas”.

Si hay algo más que une a los habitantes del país, es la desconfianza que tienen hacia el gobierno, tras las elecciones boicoteadas del pasado 12 de diciembre. En el centro urbano de la capital Argel, las iniciativas proliferan y se comparten en las redes sociales, como escribe Houari Boukar en Twitter: “Mientras el régimen mafioso de los generales sigue reprimiendo nuestras libertados, la población argelina, conscientes, actuamos de manera voluntaria para la salud pública. Instalamos distribuidores de gel hidroalcohólico en las calles del país”.

Es en este contexto de disfunciones de salud y de mala gestión política, pero también soledad y miedo, que los pueblos de Argelia, Marruecos y Túnez tienen que hacer frente a los desafíos sanitarios, sociales y económicos que supone el Coronavirus. Mientras las autoridades magrebíes confían en el uso de la cloroquina, actualmente testada en los centros hospitalarios de los tres países, la población ha demostrado ya que la solidaridad desde abajo da resultados.

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17/4/2020 12:24

Esto se sabe y se viene comentando antes de que empiece la pandemia, y seguirá igual, los poderosos y son muchos y muy ricos, se protegen bien y puede que se hayan salido del pais, no donan nada, han tenido que recortar a los funcionarios 3 días de sus sueldos, los medios de comunicación oficiales y son los que hay, no son fiables, la realidad no se puede saber.

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