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Congreso de los Diputados
Política son nuestras vidas
Antes de que se retome el curso político, agradeceremos un previously on Congreso de los Diputados que en una serie de infartantes planos recuerde los mejores momentos de nuestros personajes favoritos, con algún contrapicado al villano principal de la temporada anterior.
Ahora toca sosiego, dicen los telediarios. Lo pide nuestro cuerpo colectivo después de esta borrachera de investiduras fallidas, declaraciones y contradeclaraciones, negociaciones espídicas o revelaciones prácticas de qué supone esto de que gobierne la derecha con su vertiente más desenfadada censurando conciertos y propagando odios. Ahora toca sosiego y evasión que ya en septiembre regresa la nueva temporada de este serial tan loco, tan pleno de giros argumentales, de cliffhangers y de gente comentando todo esto en twitter, en que se ha convertido la política institucional.
Hasta entonces podremos comentar en la playa, entre cervezas, qué te ha parecido la evolución de tal personaje, ese que apareció hace tres temporadas como herramienta del sistema para mantener el statu quo y dio una voltereta argumental cientos de capítulos después para erigirse en joven adalid del progresismo, para al final —¿ves? te lo había dicho— arribando al capítulo final arrancarse la máscara del cambio y mostrar su vetusta dermis bipartidista.
Para cuando llegue el 31 de agosto no recordaremos más si el líder de aquel partido siempre atacado por los medios cerró la temporada anterior siendo el más digno hombre de estado, sacrificado dirigente, esperanza de la clase obrera, o el enterrador definitivo de la posibilidad de otras formas de hacer política. Nada será verdad ni lo contrario, todo será líquido como lo son las filtraciones y las traiciones, los programas políticos, las grandes promesas (mirada limpia ante la cámara) y las consultas de última hora a la militancia.
Antes de que se retome el curso político, agradeceremos un previously on Congreso de los Diputados que en una serie de infartantes planos recuerde los mejores momentos de nuestros personajes favoritos, con algún contrapicado al villano principal de la temporada anterior (ya sé que para todos no será el mismo). Espera, espera, ¿pero era centrista, progresista o neoconservador, el galán aquel tan propenso a chupar cámara?. Ostras, ya ni me acuerdo.
La mejor cantera de la ficción audiovisual ya no está en las series, como decíamos hace unos cuantos años, ahora innovan en los gabinetes de comunicación de los partidos, derrochan ingenio en los equipos de campaña. Lástima que estén drogados. No de sustancias alucinógenas, como dios manda, sino drogados de sí mismos, de su mundo de discursos sin responsabilidades, sobreactuaciones sin consecuencias, promesas sin fiscalización, llamas prendidas de cuyos subsiguientes incendios no piensan hacerse cargo.
Aún no ha salido el trailer de la próxima temporada política, pero sospecho ya cuáles serán los grandes temas. La trama será sencilla y contundente: mientras unos llamen al conflicto (anticatalán, antimigrantes, antimujeres, antiinteligencia, antitodo), otros llamarán al diálogo, a la generosidad y al hacer lo que hay que hacer para frenar a los primeros, al sentido de Estado.
Pero justamente lo que nos falta es conflicto: conflicto para luchar por lo sólido. Pues bien sólidas son las casas que no podemos permitirnos, sólidas son las rejas que privan de libertad a quienes migraron o a quienes organizaron un referéndum, bien sólida es la desigualdad que se va asentando tras el menguamiento continuo de lo público, tan sólida como el vacío en los bolsillos de cada vez más gente, tan sólidos como lo son estos 40 grados plomizos que caen sobre nuestras espaldas mientras obturamos de mierda y deshielo el futuro de nuestras hijas.
Porque nuestras vidas y sus desvelos son materia sólida, no podemos aceptar esta locura líquida. No podemos dar por bueno —como telespectadores amnésicos— a un partido con cuyo socioliberal currículum seguimos sufriendo. Tampoco plegar leales filas —como telespectadoras acríticas— en torno a quienes tanto nos decepcionaron.
Porque nuestras vidas y sus desvelos son materia sólida, no podemos pasar los días comentando jugadas ajenas frente a una pantalla. Porque la política somos nosotras, quizás haya llegado el momento de disputarle a esa política líquida la centralidad que se arroga, confrontarla con la solidez de lo que nos pasa, contestarla con una imaginación propia dispuesta a repensarlo todo, escribir nuestros propios guiones. Ya lo hicimos hace ocho años, ya lo hacen muchas de nosotras cada día.