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Cine
Katia Lara: “Mi dolor se convirtió en una fuente impresionante de energía para empezar a filmar”
Katia Lara Pineda (Tegucigalpa, 1967) enciende un cigarrillo frente a la pantalla de su ordenador mientras responde con calma y determinación a las preguntas planteadas. De fondo cuelgan unos carteles de promoción de su último trabajo, Berta soy yo, que es el primer documental que se estrena en todos los circuitos comerciales en su Honduras natal. Su obra ha viajado a festivales de cine de todo el mundo como el Berlinale, Gotebörg, Cinergia y el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano. Desde la oficina de su productora, la directora de cine documental nos habla de sus inicios, de la formación política que recibió en el seno familiar, de su exilio a Argentina tras el golpe de estado en Honduras en 2009, del papel del cine documental para remover conciencias y de cómo desde hace muchos años tuvo en mente hacer un documental centrado en Berta Cáceres.
El asesinato para acallar la voz de Berta Cáceres fue planificado por directivos de empresas, junto a fuerzas de seguridad privadas, bajo el amparo de funcionarios públicos. Esta investigación encaja piezas que faltan después de decenas de entrevistas, información privilegiada y el acceso a documentos inéditos que pretenden encontrar qué mató a Berta.
No es el primer documental que realiza sobre la figura de la líder ambientalista Berta Cáceres. ¿Qué es lo nuevo que quiere contar?
Es mi tercer largometraje, y efectivamente antes hice un trabajo sobre Berta en 2016 mientras vivía más enfocado a sus luchas con el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) y por la comunidad lenca. Y, volviendo a tu pregunta, en este último documental queremos dar respuesta a qué mató a Berta, no quién la mató. Porque ya tenemos a ocho autores materiales presos, con David Castillo al frente del operativo militar y condenado hace unos meses por la justicia hondureña. Castillo actuó como chivo expiatorio de la familia Atala Zablah, quienes están detrás de la financiación del proyecto extractivo al que se oponía Berta.
Queremos mostrar el patrón por el que se confabulan intereses de bancos con fondos internacionales —como el de Noruega o el Banco Mundial— y bancos nacionales para llevar a cabo el proyecto de presa hidroeléctrica en Gualcarque sin importar la resistencia que tuviera. Aunque además de contar estas luchas, obviamente, nos acercamos a la figura de Berta Cáceres por representar al colectivo del COPINH.
Creo que conseguimos hacer un buen equilibrio entre narrar a ella como ser humano y narrar esos elementos más políticos que la rodeaban. Mostramos detalles menos conocidos como sus inicios en la guerrilla salvadoreña en 1989 junto a su excompañero sentimental Salvador, los inicios del COPIHN, su amistad con Miriam Miranda que es la líder de la Organización Confraternal Negra Hondureña, su lucha por el convenio 189 de los pueblos originarios, la mirada de su madre Austraberta Flores o la visión de su hija Berta Zuñiga Cáceres.
Berta y yo nos conocimos en 2008 cuando en una huelga emblemática donde cuatro fiscales del Ministerio Público pedían que se investigaran casos de corrupción. Entre las personas que organizaron la huelga estaban mi hermana Carla, que es cantora y compositora, y la propia Berta para representar a las comunidades. Yo estaba en Costa Rica dando un taller de cine, así que regresé para filmar la huelga. Al segundo día del golpe de estado fue la primera entrevista que hice porque ella lideró la lucha del frente popular contra los militares. Ella aparece en mi documental Quién dijo miedo, que narra el golpe de estado, como una de las voces entrevistadas. Yo tuve que terminar el documental fuera de Honduras, en Argentina, porque tenía miedo de volver y después a Guatemala, dónde me dediqué a dar clases allá. Cada vez que regresaba a mi país tomaba un café con Berta para platicar, digo pues era una visita más en mi casa, hablaba con mi hermana, con mi mamá.
La fui siguiendo, siempre tuve en mente hacer un documental. Así que empecé a pensar en un proyecto sobre las luchas territoriales en general en Honduras con dos personajes principales: Miram Miranda del FRENEH, que representa a la lucha del pueblo negro, y Berta Cáceres, que representa la lucha del COPINH por los pueblos originarios. En 2013 comenzamos a filmar las acciones de protesta de las comunidades, el cierre de caminos para que no llegasen suministros, frente a la construcción de la presa de Aguas Zarcas. La respuesta de la empresa fue contratar guardias de seguridad privados y recibió ayuda del ejército para reprimir cualquier resistencia. En uno de esos campamentos coincidí con la hija de Berta Cáceres —Bertita la llaman aunque a mi no me gusta— que estaba de visita porque estudiaba en Cuba. Su madre tenía miedo, así que pidió a nuestro equipo si podíamos dejarla estar en el mismo hotel donde nos alojábamos porque no quería exponerla.
Me reuní con ella el 1 de marzo de 2015 junto a mi compañero Milton Benítez para preparar una entrevista para un programa de debate político en canal 13. En el encuentro me contó que venía del quiropráctico, que estaba muy tensa. Cuando pidió algo de comer me dijo con una sonrisa: “Toda esta perseguidera lo que no me quita es el hambre”. Nos sentamos en una mesita afuera y yo saqué mi libreta para anotar lo que contaba sobre cómo les estaban haciendo una campaña de desprestigio a su organización. Entonces yo anuncié que pronto grabaríamos unas tomas aéreas en los campamentos. Berta me propuso que aprovechásemos para ver las instalaciones, cuántas personas se encargaban de la seguridad, si funcionaban o no. En ese momento dos socios inversores se habían retirado: el Banco Mundial a través de FICOSA, un programa para Centroamérica, y una empresa china. Una vez el Banco Mundial se retiró, el resto de los inversionistas debían revisar su contribución. Ella agarró mi libreta para dibujar los afluentes del río Gualcarque para mostrarme como al norte también empezaban otro nuevo proyecto de construcción de una presa.
Tras acordar que volveríamos a encontrarnos pronto para continuar con el documental, nos despedimos. En la madrugada del día siguiente me llamaron para decirme que la habían matado. Para mí fue terrible. No sé cómo lo hicimos, pero un día no teníamos un equipo de trabajo y al día siguiente conseguimos tres para empezar a filmar. Mi dolor se convirtió en una energía impresionante para sacar adelante esto. Berta era una mujer que en este momento de cambio que está viviendo el país haría un aporte increíble.
¿Cree que hay un cambio por parte del gobierno de Xiomara Castro a la hora de conseguir justicia por el asesinato?
El cambio puede venir por la valentía y la decisión política de enfrentarse a grupos muy poderosos en Honduras. Aunque valorarlo es difícil, porque la Corte Suprema de Justicia es la que impuso Juan Orlando Hernández, acusado de narcotráfico y corrupción. Todos los jueces son de este partido político, que facilitó la entrega del país a multinacionales que solo buscan explotar los recursos naturales de mi país. Un comienzo de esta lucha viene del nuevo Ministerio de Anticorrupción que busca un proceso transparente de elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. La intención no garantiza que se consiga, pero al menos está allanando el camino para que el sistema judicial cambie y que se respete la independencia de poderes. El objetivo es que la principal familia implicada en el caso pueda ser investigada como autores intelectuales del asesinato a pesar de su poder, dinero y protección internacional.
Otro punto a favor del cambio es que el gobierno de la presidenta Castro acaba de aprobar una ley que transforma el derecho a la energía como un derecho humano. Los proyectos de producción de energía están obligados a entregar suministro una vez comiencen las obras. El Estado puede intervenir y detectar los contratos que puedan ser dolosos para darles de baja.
¿Este trabajo puede mostrar a otras Bertas menos conocidas como defensoras del medioambiente?
Eso sería como tocar el cielo para nosotras con este documental. Que consiga hacer ver que en toda América Latina el papel de otras líderes que se oponen a proyectos que van en contra de la vida. En el caso de este documental es importante que toque el corazón del sistema para que se produzcan estos casos, que es el sistema financiero que lo sustenta. La banca tiene que dejar de estar detrás de cualquier proyecto observando solo sus ganancias sin ningún código ético. ¿Cómo vas a llegar a pensar que el Banco Mundial se retire de un proyecto años después reconociendo los argumentos que le dio Berta Cáceres en una carta en 2003? Que no hubo consulta libre e informada, que están militarizados y que sus vidas están expuestas. ¿Cómo es posible que se retiren, no hagan nada y el resto de los bancos sigan ahí?
La familia Atala Zablah no dio la orden directa de deshágase de Berta Cáceres, con su nombre propio, sino que pidieron que se eliminase cualquier resistencia al proyecto y dieron luz verde a que se contratasen gatilleros. En el chat de WhatsApp en el que se organizó el asesinato estaban Daniel Atala Mirense, que es el gerente financiero de DESA, Douglas Bustillo, coordinador de la la operación, Sergio Rodríguez, el gerente ambiental de DESA que ahora cumple condena o David Castillo como director de seguridad. ¡Directivos! ¿Cómo pudieron ser tan irresponsables? Por eso esta película tiene que hacer pensar sobre lo que está pasando, el sistema bancario debe ser señalado como responsable y que la justicia en este caso pueda ser universal. Esto se plantea con la aparición en el documental de Almudena Bernabéu, como jueza internacional que revisa el caso cuando en el país de origen del delito no hay una justicia independiente.
¿Cuándo despertó su vocación como cineasta documental? ¿Qué papel cree que puede tener este género para movilizar a la sociedad?
Es algo que me viene desde que era muy joven. Mis padres militaron en diferentes organizaciones sociales, por lo que siempre tuve esa inquietud, así que mientras estudiaba Bellas Artes en México participé como editora de vídeo en el documental Centroamérica un volcán desafiante. En el año 1989 yo me desplacé junto al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMNL) en El Salvador a la zona donde entraron en conflicto con el ejército como editora y corresponsal de CNN en español. Esa era mi cobertura, le decíamos, era mi fachada legal porque venía con contactos cercanos a la guerrilla. Yo me alojaba en el hotel Camino Real, donde estaba alojada toda la prensa internacional, y como el toque de queda era muy temprano utilizábamos un mismo transmisor instalado en el mismo hotel donde se enviaban las notas de prensa. La ofensiva militar en El Salvador fue el hecho histórico que después permitió los acuerdos de paz, la posterior intervención de Naciones Unidas para desmovilizar a la guerrilla y el fin del conflicto armado.
Volví a México con la decisión de ordenar todo ese material que había estado recogiendo en El Salvador e iniciar mi primer documental como directora con 22 años. La película se llamaba Nunca nos arrebatarán la victoria pero no llegamos a estrenarla. Hace poco la he vuelto a ver y encontré cosas interesantes como la manera de organizar el relato a través de las cartas ficticias de una guerrillera a su novio mientras está en el frente. Un relato muy ingenuo, muy joven desde una perspectiva de estar luchando sin preocuparte de las traiciones, de las ambiciones. Cuando se firman los acuerdos de paz yo continúo trabajando vinculada al FMNL durante tres años más hasta que decido desentenderme porque había mucha corrupción, y yo me salgo para ponerme a trabajar en publicidad. Seis años de esclava en una empresa hasta que estudié cine en Argentina y al regresar a Honduras es cuando monté la productora audiovisual Terco Producciones.
Esta segunda pregunta es difícil de responder, aunque yo pienso que sí. Seguramente no como uno quisiera porque la industria funciona moviendo otro tipo de contenidos, pero se logra alcanzar a un público y se consigue hacer una pequeñísima labor con el trabajo documental. Sin embargo, si nuestro objetivo es tener un impacto social mayor debe ir de la mano de otro tipo de trabajo. Por ponerte un ejemplo, con el tema de Berta nosotros estamos subiendo a nuestra página web toda la documentación que no hemos podido volcar en la película por los límites de tiempo y formato. No quise aburrir al espectador con demasiados datos. Pero toda esta investigación es accesible para todo aquel que quiera profundizar sobre el tema, no nos la hemos guardado. Y además yo trabajo en un proyecto periodístico llamado El Perro Amarillo que nos ha permitido acceder a fuentes de alto nivel, a entender el entramado de corrupción y nosotros queremos que esto sea público. El documental por sí mismo es solo un pretexto para hablar de un tema que sí está bien hecho debería movilizar los corazones de quien lo ve, y en ese momento del enardecimiento es cuando la información debería estar disponible para que se pueda actuar. Sea un juez, sea un abogado, sea un funcionario. Es algo que no logramos en el documental sobre el golpe de estado, porque el gobierno anterior estaba lógicamente en contra, pero en cambio en este si que ha sido declarado un bien de interés cultural por el actual. Es la primera vez en Honduras que se expone un documental en los cuatro circuitos comerciales que tenemos, sin duda, es un paso enorme, aunque no se valore desde fuera. Pero eso lo ha permitido un nuevo gobierno.