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Crisis climática
Las montañas que vienen
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
El titular suena a broma. Las clases altas empiezan a preocuparse por el cambio climático al ver que no hay nieve en Baqueira. De hecho, lo es. Fue publicado por el diario satírico El Mundo Today el 9 de enero. El problema es que la mofa esconde un hecho muy real: cada año las cumbres de la Península Ibérica cuentan con menos nieve. Valga como ejemplo la situación de las estaciones de esquí españolas a 10 de enero: más de la mitad de la treintena que existen estaban cerradas tras el diciembre más cálido que ha vivido el país desde que comenzaron los registros, en 1961. De media, la temperatura fue 2,9ºC por encima de la media de dicho mes. Y aunque tras el último temporal la cosa ha mejorado un poco para el negocio de la nieve —solo dos estaciones permanecen cerradas—, no es menos cierto que muchas cuentan con muy escasos kilómetros esquiables y que los cañones de nieve han tenido que usarse a toda máquina. Hay extremos como el de La Covatilla (Salamanca), en la Sierra de Béjar, que solo cuenta con medio kilómetro esquiable de los 18 totales.
Las cumbres ibéricas llegaron a mediados de enero con una de las menores coberturas nivosas de toda la serie histórica que maneja la Agencia Española de Meteorología (Aemet), según señala su portavoz, el meteorólogo Rubén del Campo. “Estaríamos dentro del 5-10% de los inviernos con menos nieve a mediados de enero”, apunta, y no por falta de lluvias: “Al contrario, diciembre ha sido un mes bastante lluvioso”. La precipitación media en la España peninsular fue de 117,5 mm, un 143% del valor normal del mes. Pero con la temperatura más alta jamás registrada, la precipitación fue en forma de lluvia hasta cotas altísimas, no de nieve.
El estudio del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático concluyó que la temperatura media de los Pirineos ha aumentado 1,6ºC entre 1959 y 2020
La situación dista de ser nueva. La administración de la estación de Baqueira Beret viene utilizando camiones para transportar nieve a sus cotas más bajas desde el año 2015. Incluso se han utilizado helicópteros para transportar el oro blanco de las áreas más altas a las pistas con menor altitud en varias temporadas, si bien, como señala Juan Terrádez, investigador del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC), esta última no es la práctica habitual, aunque sí lo es el uso intensivo de cañones de nieve.
Este observatorio lleva años monitorizando los cambios que se producen en el macizo montañoso más importante de la Península Ibérica, y los datos que aporta dejan poco hueco para dudas. El estudio OPCC ADAPYR, presentado el pasado mayo, concluyó que la temperatura media de los Pirineos ha aumentado 1,6ºC entre los años 1959 y 2020. Semejante incremento ha conllevado a que entre 1983 y la actualidad hayan desaparecido veinte glaciares en el Pirineo. “Eso supone el 52% de los que hay”, expone Terrádez.
“Los glaciares son testigos formidables e inequívocos del cambio que se viene dando en las últimas décadas”, apunta Javier Martín Vide
La fecha exacta de la extinción de estos vestigios del pasado que desaparecen a ritmo acelerado es incierta, pero Terrádez hace una apuesta: “Igual en 15 años, como mucho, no queda ni uno”. Entre ellos, uno de los más icónicos, el del Monte Perdido. El glaciólogo Nacho López Moreno certificó este verano su deterioro: “Me envió las fotos y ha sido brutal. Tenía tres frentes unidos a duras penas pero ya se han acabado de separar; han caído unos bloques enormes y se han hecho unos seracs —bloques de hielo fragmentado y con importantes grietas— brutales”.
Centinelas del cambio
El catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y experto en crisis climática, Javier Martín Vide, certifica la defunción de estos colosos de hielo. “Ya no queda ningún glaciar en Catalunya, solo unos pocos en el Pirineo de Aragón que desaparecerán, probablemente, antes de llegar a mediados de siglo”. También destaca la importancia del fin de estas masas heladas dado que, como señala, “son testigos formidables e inequívocos del cambio que se viene dando en las últimas décadas”. La tendencia, no obstante, sobrepasa las fronteras europeas: para 2050 todos los modelos señalan que desaparecerán todos los glaciares existentes en África, a pesar de que allí están en macizos mucho más altos, con cimas de 5.000 metros.
“Para 2030 esperamos reducciones de hasta el 50% del espesor de la nieve a una cota de 2.100 metros respecto a la media de los años 1980-2010”, afirma Terrádez
A nivel europeo, los Pirineos son un termómetro de lo que le espera a otras grandes cadenas montañosas. “Es la biorregión alpina más meridional de todo el continente europeo. Bajo ellos no hay ningún macizo importante. Por así decirlo, son el canario de la mina”, relata el investigador del OPCC. Esta cordillera sería así un indicador de lo que va a pasar en los glaciares europeos, en los Alpes o en los países escandinavos, “como un centinela del cambio climático”.
Los datos que maneja el Observatorio en el que trabaja Terrádez hablan de una clara disminución de la cobertura nivosa. “Para 2030 esperamos reducciones de hasta el 50% del espesor de la nieve a una cota de 2.100 metros respecto a la media de los años 1980-2010”, afirma. A 2050, la previsión apunta a que la permanencia de la nieve en el suelo podría reducirse en más de un mes, con disminuciones de más del 60% del espesor.
La llegada de las nieves también se retrasará. Desde el OPCC exponen que, partiendo de la base de que una estación de esquí necesita unos 30 cm de espesor de nieve en sus pistas para su apertura, el comienzo de la temporada se está retrasando a un ritmo de cinco días por década. “Además, también se está adelantando la fusión nival y, por tanto, adelantando también el cierre de las estaciones”, continúa el experto.
La delegada de Aemet en el País Vasco, Margarita Martín, es rotunda respecto a las precipitaciones: “No está pasando nada que no haya pasado ya”
Más al sur, en el sistema central, una vetusta estación de esquí con los días contados es uno de los ejemplos más claros de cómo se reducen las nieves y de lo que le puede pasar a muchos resorts de montaña de cotas medias y bajas, como son la práctica totalidad de los de la Península, incluidos los de los Pirineos. Con el suelo de sus pistas en torno a los 1.858 metros del puerto de montaña homónimo, y un techo en torno a los 2.265 de la Bola del Mundo, la pérdida de nieve es algo visible a simple vista desde ambas vertientes del Guadarrama desde hace años. Desde los 70 se ha reducido un 25%, fruto de un aumento de temperatura media de 1,95ºC. Todas las señales, además, apuntan en la misma dirección: “Desde el 1 de octubre al 9 de enero, solo en cinco días ha habido más de 1 cm de nieve en el suelo en nuestro observatorio de Navacerrada. Es el menor número de días en ese período desde, al menos, 1981”, señalaba la Aemet a principios de este mes de enero.
Medio ambiente
Madrid cierra la estación de esquí de Navacerrada tres años después del fin de la concesión
La estación, una isla en pleno centro del Parque Nacional de Guadarrama —al igual que su vecina Valdesquí—, no cuenta además ya con derecho de uso del monte público, tal como le notificó Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid en noviembre. Tras una inicial resistencia del Gobierno de Ayuso, esta acabó en repliegue ante la evidencia y adoptando una posición más cercana a la del Gobierno central, partidario del cierre, pero el caso ahora se encuentra en los tribunales y la empresa gestora, Conesa, ha tentado a la suerte abriendo esta misma semana entre medidas cautelares. No obstante, dejando aparte la polémica sobre el enfrentamiento entre la empresa gestora de la estación y las administraciones, todo apunta a que la estación de esquí de Navacerrada poco a poco correrá el mismo destino que su vecina, la antigua Valcotos, desmantelada a finales de los 90, siendo sus terrenos objeto de restauración ambiental. Ante la evidencia de la crisis climática en los montes ibéricos no hay resistencia posible.
Medio ambiente
Espacio público Un polvorín a punto de estallar en pleno Parque Nacional de Guadarrama
La concesión sobre la que se asientan 400 viviendas construidas en monte de uso público en el Puerto de Navacerrada y la colonia de Camorritos, en Cercedilla, acaba de finalizar tras 99 años vigente. Sus ocupantes podrían verse obligados a abandonar los inmuebles.
Menos lluvias, más evapotranspiración
La causa de todo este proceso de pérdida nivosa es simple, aunque con consecuencias extremadamente complejas. “Evidentemente, con temperaturas más altas, la cota de nieve será más alta en invierno. Y si las situaciones de falta de lluvias se van prolongando, pues hay menos nieve”, apunta el portavoz de la Agencia Española de Meteorología.
Si bien el consenso científico sobre el aumento de temperatura ya acaecido es definitivo, no lo es respecto a las precipitaciones. La delegada de Aemet en el País Vasco, Margarita Martín, es rotunda al respecto: “No está pasando nada que no haya pasado ya”. La experta afirma que por el momento no se observa ninguna afección importante en el volumen de precipitaciones a día de hoy y “no hay ninguna tendencia debida a nada”.
Es una opinión que comparten todas las fuentes consultadas para este artículo, pero con matices. Martín Vide, si bien señala que aún no hay evidencia, habla de series de datos del sur peninsular donde los datos rozan la constatación de una nueva tendencia. Es el caso de las tomadas en lugares como Murcia o San Fernando (Cádiz). A su vez, el cambio observado por el OPCC en los Pirineos, con “una tendencia a la disminución de las precipitaciones del orden del 2,5% por década en los últimos 50 años (según datos de 1959-2010)”, tal como recoge el informe OPCC 2 —tendencia además que marca “una gran variabilidad de año en año, e incluso entre década”— ofrece poca significación estadística. Pero la estimaciones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) están ahí, y en ellas se estiman disminuciones del 9% de lluvias para el periodo 2041-60 en uno de los escenarios de concentración de emisiones de los que maneja el Panel considerado más realista, el conocido como RCP 4.5.
Los ecosistemas de montaña son especialmente sensibles a los cambios de temperatura y condiciones ambientales y de humedad, pues la fauna y flora están muy especializadas
Haya más lluvias o no, el aumento de temperaturas, que se agudizará en los próximos años, y más en zonas de montaña, provocará más cambios. Martín Vide remarca que se producirá “una mayor evapotranspiración”, pues valores más altos en los termómetros suponen mayor evaporación de agua tanto del suelo como de las plantas que lo cubren. Eso incidirá en la pérdida de manto nival, lo que provocará además que las montañas sean más áridas, algo que afectará más a las cordilleras más al sur peninsular que a las del norte, siendo los Pirineos “las que aguantarán mejor” debido a su ubicación y altura.
“Si la temperatura de la atmósfera aumenta entre dos y tres grados, como estamos viendo, y no hay ninguna incertidumbre respecto a eso, aumenta la demanda hídrica de la atmósfera. O sea, al estar más caliente, la atmósfera pide más, con lo que aunque llueva lo mismo habrá un déficit hídrico mayor”, explica el investigador del OPCC. Esto tiene amplias consecuencias en los ecosistemas de montaña, así como en los sectores que dependen de los recursos hídricos de montaña como la agricultura, la ganadería o la energía hidroeléctrica.
Ecosistemas que se elevan
Los seres que habitan las cumbres también se resienten por todos estos cambios y establecen sus estrategias de adaptación, al menos los que pueden. Los ecosistemas de montaña son especialmente sensibles a los cambios de temperatura y condiciones ambientales y de humedad, pues la fauna y flora están muy especializadas, cada una en su piso bioclimático. “La primera reacción es desplazarse a altitudes mayores en busca de las condiciones que les son idóneas”, explica Terrádez. “En un piso bioclimático típico de una montaña primero van los arbustivos, luego los caducifolios y luego abetos, y después nada porque ya no crece nada. Pues bien, esto está subiendo progresivamente, y en Europa, de media en todas las zonas de montaña, están ascendiendo en torno a 11 metros por año. Es mucho”. Esto tiene un problema añadido de falta de espacio: dada su forma cónica, la abundancia de territorio a conquistar es menor.
Pero hay casos donde las especies o no se pueden desplazar, o no pueden escapar, con algunos ejemplos dramáticos. “El tritón pirenaico, por ejemplo” —dice el experto del OPCC—. “Está solo en unos cañones particulares con un agua a cierta temperatura, y, como los anfibios en general, son muy sensibles a la humedad y a los eventos extremos”. El resultado es que ya se han constatado descensos considerables en su población.
Esta problemática se multiplica en casuística y variabilidad en lo que se refiere a los habitantes de las sierras y cumbres. La crisis climática provoca múltiples alteraciones en el ciclo de vida de las especies, así como de la interacción entre ellas, clave para mantener un equilibrio y para la supervivencia de muchas. “Si una planta florece antes pero el insecto que se alimenta de ella nace después, hay un desacople. Las relaciones de la cadena trófica son clave para el buen funcionamiento del ecosistema”, relata Terrádez. Además, como señala el informe OPCC 2, publicado en 2020, “algunas especies podrían quedar progresivamente aisladas en las pequeñas áreas estantes de hábitat adecuado, aumentando así su vulnerabilidad e incluso su riesgo de extinción, debido a la escasez de alimentos y a la cada vez menor variabilidad genética de sus poblaciones”.
Así, el efecto combinado de los impactos de la crisis climática incidirá, sin ápice de duda, en la abundancia y distribución de las especies de flora y fauna de las tierras más altas de la península. Y algunas, lamentablemente, se extinguirán por el camino.