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Polarización es uno de los principales conceptos de esta campaña y el Partido de los Trabajadores (PT), que disputa su quinto mandato consecutivo, se encuentra en uno de estos polos con todas las cartas para pasar a la segunda vuelta y disputar de nuevo la presidencia, con un 22% de apoyos para la primera vuelta según los sondeos.
Brasil vive una de las elecciones más trascendentales y, al mismo tiempo, controvertidas, con su principal líder político en prisión desde abril. Casi la mitad de la población brasileña (40%) considera injusto el encarcelamiento de Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente del país acusado de corrupción. Desde la cárcel lanzó su nuevo intento de volver al palacio presidencial del Planalto con el PT, pero su candidatura fue anulada el 31 de agosto por el Tribunal Superior Electoral. En ese momento, Lula concentraba el 39% de intenciones de voto frente al 19% de Jair Bolsonaro, general del ejército y candidato de extrema derecha por el Partido Social Liberal (PSL) que hoy, con el cambio de escenario, ha tomado la delantera con un 35%. No obstante, ningún presidente, en la historia democrática de Brasil, ha alcanzado índices de popularidad tan altos como Lula, que cerró su segundo mandato con un 83% de aprobación, la mayor de la historia de la democracia brasileña hasta el momento.
Diversas han sido las críticas al partido por incluir en sus listas a figuras políticas, como Paulo Câmara, Renan Calheiros y Ciro Nogueira, que votaron o actuaron a favor del impeachment de la antigua presidenta en 2016
“Lula es una idea, y ahora un programa de gobierno”, relata la introducción del plan de medidas que ahora defiende el académico y abogado Fernando Haddad, designado por el propio Lula para tomar su relevo. Haddad fue alcalde de São Paulo (2013-2017) y Ministro de Educación (2005-2012) de Lula durante 7 de los 13 años de gobiernos del partido. “La gestión de Haddad como Ministro puede ser considerada como revolucionaria”, explica Weder Ferreira, doctor en Historia de Brasil y profesor en un Instituto Federal de Minas Gerais, Estado del interior. “Esta fue una revolución silenciosa que creó más universidades públicas que todos los anteriores gobiernos juntos y permitió que muchas personas pobres pudiesen ser las primeras de toda la historia de sus familias en cursar en una universidad”. Desde que fue nombrado candidato, Haddad ha tenido que hacer frente a aluviones de críticas en relación a los gobiernos de su partido, pero él insiste en defender las conquistas de los precedentes gobiernos petistas. “No podemos ignorar que los sondeos mostraban una potencial victoria de Lula aunque estuviese en prisión, por tanto recordarle a los electores el legado del Lulismo es una buena estrategia, ya que Haddad todavía es un político relativamente desconocido para la población brasileña”, defiende Ferreira.
El PT dialoga con los mercados para intentar ganar las elecciones
A pesar de no contar ni con la mitad de la popularidad de su mentor, Haddad es “un político de perfil moderado que busca consenso, de la misma forma que lo era Lula, y cuenta con una gran estructura partidaria que lo sostiene”, según lo define Flávia Bozza, politóloga especializada en comportamientos electorales con postdoctorado en estudios políticos brasileños. Bozza subraya que el PT no es un representante de la extrema izquierda, como afirma una gran parte de los medios tradicionales y de la oposición. “El PT, desde que ocupó el gobierno por primera vez, busca diálogo con diferentes frentes políticos, lo que inclusive disgusta a la militancia más radical del partido que no admite la interlocución con las vertientes que justamente ayudaron a derribar el gobierno de Dilma Rousseff”. Diversas han sido las críticas al partido por incluir en sus listas a figuras políticas, como Paulo Câmara, Renan Calheiros y Ciro Nogueira, que votaron o actuaron a favor del impeachment de la antigua presidenta en 2016. Rousseff no contaba con mayoría de apoyos ni en el Congreso ni en el Senado, lo que favoreció su destitución. El PT se podría enfrentar de nuevo este mismo desafío en una supuesta victoria de Haddad. Aunque es difícil prever cómo será el escenario legislativo, cuyos diputados y senadores también se eligen en estas mismas elecciones, la probabilidad de manutención de antiguos cargos no dibuja un escenario esperanzador para el partido, explica Bozza. “Lo que sabemos es que, debido a los criterios de distribución del fondo partidario [para financiamiento público de campañas], los grandes partidos reciben más. Esto facilita la reelección y la escasa probabilidad de renovación del Congreso, que en su última conformación fue considerado la estructura más conservadora ya definida hasta el momento”, argumenta esta politóloga. Sin embargo, ella añade que la disposición por el diálogo y la construcción de nuevos consensos por parte del petista podría viabilizar un escenario más propicio a la gobernabilidad.Haddad le abre los brazos a figuras políticas de centro y baraja la asociación con varios economistas liberales para buscar la confianza del mercado financiero, lo que podría allanarle el camino para alcanzar la presidencia, según Bozza. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, Bolsonaro continúa siendo el preferido por los empresarios y supera en 13 puntos al petista. Tras el aumento de la popularidad del candidato de extrema derecha durante los sondeos de esta semana, un entusiasmo impulsó el mercado de las finanzas brasileñas: la Bolsa de São Paulo se disparó a niveles nunca antes vistos desde 2016 y el valor del dólar frente al real cayó en casi un 4%. Esta coyuntura, junto con el apoyo declarado esta semana por dos fuertes y numerosas bancadas parlamentarias —la de los latifundiarios y la de los evangélicos— muestra una facilitada carrera de gobierno para la extrema derecha, en caso de que ganasen los comicios. Aunque en este ámbito, Bolsonaro goza de ventaja, “se muestra menos dispuesto al consenso y al diálogo, y la frágil estructura partidaria del PSL podría debilitarlo frente a la oposición”, contrasta la politóloga.
Brasil
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Luces y sombras del petismo
Aunque el escenario electoral polariza las fuerzas entre Haddad y Bolsonaro, hay quien se manifiesta en desacuerdo con ambas. Para Gustavo Veiga, cineasta en Río de Janeiro, el actual escenario entre estos dos candidatos es una “barbarie”. “Por un lado un espectro fascista y por otro un proyecto de resistencia en el poder”, afirma este ciudadano que no confía en que ninguna de las dos fuerzas políticas pueda cambiar el país. “Bolsonaro es solo un oportunista que aprovechó la brecha de insatisfacción política de muchos brasileños, pero es un error pensar que todos sus electores son fascistas. Mucha gente lo apoya más por desinformación que por afinidad política”, explica Veiga que, por otro lado, considera “el anti-petismo como la mayor fuerza política del país”, la que habría dado lugar al fenómeno de la extrema derecha. Aunque este cineasta opina que el PT no formó a verdaderos ciudadanos políticos para combatir la actual polarización, reconoce haber votado en dos ocasiones por Lula y considera incuestionables los avances de los gobiernos petistas.
Durante 13 años, el PT afirma haber sacado a 36 millones de brasileños de la extrema pobreza, haber revitalizado la educación pública, principalmente la de grado universitario, además de haber impulsado el crecimiento de una clase media. La mitad de ella se encontraba en 2016 aún en una situación consolidada con trabajo formal y seguridad social para protegerse frente a una crisis, según evaluaciones de la OCDE en el momento previo al impeachment. “Cuando se mueve la pirámide social y parte de la población que antes era pobre pasa a tener acceso a bienes de consumo como coche, viajes internacionales o, inclusive, un buen perfume, los códigos de distinción social se vuelven más fluidos y eso incomoda a los que históricamente se beneficiaron de los códigos de diferenciación social”, explica el historiador Ferreira. “El más triste argumento de odio al PT es la cuestión del odio de clase, aún muy arraigada en un país de tradición esclavista”, afirma Ferreira, aunque reconoce que el anti-petismo también tiene otras causas.
El anti-petismo basado en la corrupción tomó un mayor impulso esta semana, después de que el juez Sergio Moro hiciese públicas unas declaraciones del antiguo Ministro de Hacienda del PT (2003-2006), Antonio Palocci
Los escándalos de corrupción sacudieron con fuerza al partido. Hasta el año pasado, figuraban bajo investigación 20 cargos políticos del PT y Lula, uno más de ellos, se enfrenta a una pena de 12 años por sentencia de corrupción. Pero Ferreira considera que una “masacre mediática” tuvo lugar como si este partido fuese la principal articulación de la corrupción en el país. “Curiosamente, no se generó la misma aversión contra otros partidos y figuras políticas salpicadas por la corrupción”, añade él. Aécio Neves, senador en el estado de Minas Gerais, Geraldo Alckmin, actual candidato a la presidencia por el Partido de la social Democracia Brasileña (PSDB), y Michel Temer, actual presidente no electo de Brasil, también tienen asuntos pendientes con la Justicia. Ellos, entre muchas otras figuras relevante del país que, con las acusaciones a cuestas, continúan ocupando o disputando cargos políticos. “La población no se indigna porque Neves se haya blindado en el Senado ni porque pueda ser elegido diputado federal y ganar un nuevo aforo privilegiado. Tampoco rechistan porque Temer haya sido ‘protegido’ en dos ocasiones por el Congreso para que la Corte Suprema no le juzgase por todas las pruebas de corrupción que ya han encontrado”, declara Semmada Arrais, dentista y fotógrafa brasileña, que actualmente vive en Túnez pero que planea volver a Brasil con su familia a finales de año.
El anti-petismo fundamentado en la lucha contra la corrupción tomó un mayor impulso esta semana, después de que el juez Sergio Moro hiciese públicas unas declaraciones del antiguo Ministro de Hacienda del PT (2003-2006), Antonio Palocci. De forma confidencial y a cambio de beneficios para la pena que actualmente cumple por corrupción, Palocci había declarado que Lula sabía de los desvíos de dinero de empresas públicas durante su gobierno y de financiamientos no declarados de la campaña de la antigua presidenta Dilma Rousseff, entre otros escándalos. Moro es el mismo juez que encarceló en abril a Lula, lo que para muchos representa una prisión política. Para la dentista y fotógrafa brasileña, tanto la publicación de estas declaraciones confidenciales en plena campaña, como la utilización de métodos anti-constituciones, entre los que figuran la publicación de escuchas telefónicas a Rousseff, “muestran una nítida falta de neutralidad en el sentencia de Lula”. El impeachment de la antigua presidenta en 2016, al que una gran parte de la población tilda de golpe, “se forjó para que una nueva agenda neoliberal fuese puesta en práctica. Pero el golpe solo estaría completo con la prisión de Lula y con su retirada de la actual disputa presidencial”, explica Arrais. “Encarcelado Lula y escondida bajo la alfombra la mugre del Congreso, el pueblo se calma saciado de ‘justicia’ e ignora la corrupción de los otros partidos”, concluye ella.
En busca de “novedades” en un escenario de inestabilidad
A pesar de la destitución de Rousseff y del deseo de las grandes empresas de beneficiarse del gobierno interino, el país no mostró una mejora de desempeño de los índices económicos. En estos últimos dos años, el desempleo aumentó, con casi 13 millones de personas en el paro, lo que se convirtió en la piedra angular de los discursos de las actuales candidatas y candidatos a la presidencia. La reforma de la ley del trabajo facilitó los despidos bajo la hipótesis de fomentar la contratación. La aprobación de la reforma de la Constitución para congelar los gastos públicos durante los próximos 20 años estranguló el sector de la salud y el de la educación, entre muchos otros. La crisis impactó en impagos recurrentes en los salarios de los funcionarios públicos, incluidos los policías que llegaron a hacer huelga porque afirmaban no tener ni papel para las impresoras, y la deuda pública es un lastre que ha llevado a Michel Temer a convertirse en el presidente más impopular de la historia de la democracia brasileña, con 82% de rechazo. “El panorama actual refleja momentos muy difíciles para la política brasileña. Eso ha provocado el recelo de una parte de los electores por la política partidaria y la búsqueda por ‘una novedad’ para airear el clima de desconfianza”, explica la politóloga Bozza.
Muchos de los que afirman haber votado al PT en anteriores elecciones, le dan la espalda ahora y apuestan por una propuesta “nueva”, como el propio Bolsonaro suele definirse. Bozza alerta del poco aprecio que el candidato militar muestra por las instituciones democráticas y el riesgo para el país si él no reconociese una derrota en el segundo turno. “No aceptaré un resultado que no sea mi elección”, afirmó el candidato del PSL que considera que el sistema brasileño de urnas electrónicas podría ser objeto de fraude. En las pasadas elecciones de 2014, la oposición “no aceptó la victoria de Rousseff, lo que abrió un camino para la insatisfacción, que ya estaba presente en una parte de la población, y para que las élites financieras encontrasen un cuerpo institucional para deslegitimar a la presidenta electa”, explica esta politóloga. La hipótesis más barajada para el segundo turno sería un enfrentamiento entre Bolsonaro y Haddad, que mantendría la actual bipolaridad y donde, según los actuales sondeos, ambos estarían casi empatados, 44% de votos para la extrema derecha y 43% para el petista. “Esperamos que de las urnas salga un vencedor legítimo. Necesitamos retomar la fuerza y estabilidad de nuestras instituciones democráticas y la dirección para eso será la aceptación de la victoria por parte del oponente derrotado”.
El PT, que cuenta con un fervoroso y numeroso contingente de militantes, y con el fiel apoyo de las poblaciones más pobres —que vieron como Lula, una persona que también tenía orígenes humildes, mejoró sus condiciones de vida— continúa teniendo grandes posibilidades de llegar a la presidencia aunque su líder esté hoy en prisión. Tras haber ganado cuatro elecciones y gobernado durante 13 años consecutivos, el partido confía en que Haddad alcance la segunda y definitiva votación del 28 de octubre. Pero “la victoria de Haddad solo será posible si consigue deconstruir la figura enaltecida de Bolsonaro”, afirma el historiador Ferreira.
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