Brasil
“Con Lula los adultos han vuelto a sentarse en la mesa a hablar de las cosas que importan”

La periodista brasileña Juliana Dal Piva, autora del libro 'Los negocios de Jair: la historia secreta del clan Bolsonaro'.
Juliana Dal Piva
La periodista brasileña Juliana Dal Piva. Eneko Calle

La periodista brasileña Juliana Dal Piva (1986) visitó hace unas semanas el País Vasco invitada por el Foro Social para hablar de los retos que afronta Euskadi tras el fin de ETA. Dal Piva cubrió los trabajos de la Comisión Nacional de la Verdad en Brasil y defiende  que “buscar cuanto antes la verdad es la clave para no caer en el olvido”. Ha sido, también, una de las periodistas que destapó el caso de los cobros ilegales de la familia Bolsonaro y, por ello, ha sufrido amenazas de muerte desde el entorno del expresidente. Con su último libro recién publicado, Los negocios de Jair: la historia secreta del clan Bolsonaro, analiza para El Salto cómo está Brasil tras la derrota del ultraderechista y cuáles son los retos a los que se enfrenta el gobierno de Lula.

Es usted periodista, se le supone imparcialidad, pero ¿debo felicitarla por la victoria de Lula?
Es la victoria de un frente amplio que defiende la democracia. Bolsonaro representaba una amenaza a la democracia. Por tanto, sí, es una buena noticia.

Es también una de las periodistas amenazadas de muerte por él, ¿respira ahora más tranquila?
Han sido cuatro años de persecución a los periodistas, sobre todo, a las mujeres. Las amenazas te dejan heridas en la piel, pero hoy podemos decir que Brasil es un país en reconstrucción y eso es importante. Eso sí, Jair Bolsonaro sale del poder pero sus hijos siguen, el autoritarismo no ha terminado. Esperemos que se calme la situación, pero sabemos que es un proceso largo porque Brasil está muy radicalizada. 

Jair Bolsonaro sale del poder pero sus hijos siguen, el autoritarismo no ha terminado

Está amenazada, entre otras, porqué tiene un podcast titulado 'La vida secreta de Jair', dónde saca a la luz la participación de Bolsonaro en una red de salarios ilegales. ¿Qué más secretos guarda el expresidente?
Bolsonaro creó una versión pública de sí mismo que no existe. Se presentaba como un hombre de familia, conservador y cristiano, pero creó un patrimonio financiero junto a su familia y una vida no conservadora. Construyó todo un clan en torno a él lleno de ilegalidad. Tardó en reconocer a uno de sus hijos, tenía un vínculo estrecho con el sicario más peligroso de Brasil, una ex mujer y negocios ilegales. No estoy haciendo un juicio moral, estoy explicando qué clase de hombre es. Es un hipócrita. Nos imponía una agenda familiar que él no cumplía.

Hay quien compara a Bolsonaro y Trump, pero usted dice que lo del brasileño es todo más complejo. ¿A qué se refiere?
Bolsonaro ha puesto a toda su familia a su servicio financiero. Por eso decimos que se va Bolsonaro pero queda el bolsonarismo. Primero pone a disputar unas elecciones a su primera mujer, después a su hijo de 17 años y así va construyendo todo un clan. Sacan dinero en efectivo a través de funcionarios fantasmas y van comprando propiedades. Así se ha creado toda una fortuna. Bolsonaro copia a Trump en el uso de las redes sociales, por ejemplo, pero su poder es más complejo porque lo fundamental es que crea una red criminal, familiar y financiera que prevalece a él. El clan es la familia Bolsonaro, con las elecciones solo se ha ido Jair.

Bolsonaro deja un país dividido y con un clima muy violento porque, entre otras cosas, se dedicó a distribuir armas

Y, ¿ahora qué? ¿Cómo deja Brasil?
Bolsonaro no ha construido nada pero ha destruido mucho y ha aislado a Brasil de las grandes discusiones internacionales. Hay sectores del Gobierno que ni siquiera están operativos, como los encargados de la Amazonia. Antes de avanzar, hay que parar y reconstruir. Además, deja un país dividido y con un clima muy violento porque, entre otras cosas, se dedicó a distribuir armas. Nunca habíamos vivido tanta violencia, y de eso nos va a costar recuperarnos.

No es un buen escenario para Lula. Al principio se habló de que Bolsonaro podría no reconocer la victoria, de un posible golpe de estado. Parece que se han calmado las aguas, o ¿es qué solo vemos la superficie?
Su discurso autoritario queda y sus proclamas fascistas y religiosas también están arraigadas en una parte de la sociedad. Además, el conservadurismo quiere seguir manteniendo su status quo y no va a ceder. Eso sí, no estoy de acuerdo con quien califica la victoria de Lula como débil. Nunca un presidente tuvo tantos votos en la historia. Por eso hablamos de recuperación y de transición y no todavía de cambio. Hay que volver a construir la democracia. Con Lula los adultos han vuelto a sentarse en la mesa a hablar de las cosas que importan: el desempleo, la educación, la pobreza. 

No estoy de acuerdo con quien califica la victoria de Lula como débil; nunca un presidente tuvo tantos votos en la historia

Chile, Colombia, México... Le debo reconocer que miro a su continente con envidia. ¿Son buenos tiempos en América Latina?
No sé si son buenos tiempos porque los problemas son enormes. Esto es una ola progresista, pero nuestros países son muy desiguales y hay poca plata para hacer cambios reales. Seguimos lejos de las necesidades de la gente y la reacción va a ser muy dura. Lo que sí veo es mucha expectativa social por los cambios y hay que aprovechar esa ilusión para hacerlos. Tenemos que ser pacientes. Más que buenos tiempos lo que veo es un gran desafío. 

Y usted, ¿cómo mira Europa?
El crecimiento de la ultraderecha en Italia o la guerra de Ucrania y Rusia nos demuestran que la ola de ultraderecha es mundial, que avanza, que, en realidad, está interconectada. Por eso tenemos que estar en alerta. Vienen  tiempos difíciles para Europa y aumentará mucho la violencia, porque la situación mundial cada vez es más extrema y eso se traducirá en un aumento de la violencia política, sobre todo contra las mujeres. También habrá más intentos porque los gobiernos sean gobiernos de hombres blancos. 

El crecimiento de la ultraderecha en Italia o la guerra de Ucrania y Rusia nos demuestran que la ola de ultraderecha es mundial

A Euskal Herria ha venido a hablar de Comisiones de la Verdad. Usted fue de las periodistas que cubrió la de Brasil creada para esclarecer los sucedido con el golpe de Estado de 1964. ¿Qué aprendizajes sacó de aquello?
El mayor es que tardamos mucho en hacerla, casi 30 años desde el golpe militar. Siempre se ponía la excusa de que no era el momento, pero ¿cuándo lo es? No hay un momento ideal. Esperar nos ha llevado a dejar muchas cosas incompletas, a que gente se muriese en el camino, a que algunos documentos se perdiesen… La verdad no puede caminar aislada de los otros temas del país. Demorarla solo nos lleva al olvido. Sin verdad, el ciclo de violencia no se cierra y pueden repetirse algunas violencias. 

Sin verdad, el ciclo de violencia no se cierra y pueden repetirse algunas violencias

Le habrán hablado mucho estos días del conflicto vasco. Aquí también tenemos de todo. Eso sí, ha sido imposible poner en marcha una Comisión de la Verdad. ¿Por qué?
Todavía hay tiempo. Las organizaciones de derechos humanos y víctimas tienen que conseguir convencer a la sociedad para que esta sea una de sus demandas. Si no se consigue la Comisión no hay que desistir. Hay que recopilar información, hacer informes. Lo que sucedió debe ser público. 

Ahora que nos ha conocido un poco más, ¿Qué deberes nos deja para la paz en Euskal Herria?
Persistir, resistir y no desistir. 

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