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Arqueología
Alberto Barandiaran: “Mi libro hizo daño a la gente que no quería saber, sino creer”
Alberto Barandiaran es autor de Veleia afera, una crónica de investigación periodística escrita en 2010 y obra de referencia sobre el supuesto fraude de los descubrimientos del yacimiento de Iruña-Veleia
Montañas: en agosto de 1992 se destapaba el penúltimo gran escándalo de la arqueología vasca. Las pinturas rupestres de la cultura magdaleniense descubiertas año y medio antes en la laderas meridionales del macizo del Gorbea —junto al río Zubialde— eran falsas. De santuario paleolítico a fraude: restos de materiales sintéticos, piezas de sílex descontextualizadas, perspectivas pictóricas inverosímiles o fauna inexistente en la época datada. El autor, un estudiante de Historia y espeleólogo alavés, fue obligado a devolver los 75.000 euros que la Diputación Foral de Álava le había concedido por el descubrimiento.
Valles: 16 años más tarde, una comisión interdisciplinar de 26 expertos exponía sus conclusiones, en distintos informes, sobre la veracidad de las 400 ostraka halladas en el yacimiento de Iruña-Veleia, en un meandro del río Zadorra y veinte kilómetros al sur de las cuevas anteriores. Sus conclusiones acerca de los grafitos y dibujos del siglo III, que cambiaban la historia del euskera y de la cultura vasca, fueron unánimes: falsedad o verificación imposible. Alberto Barandiaran es autor de Veleia afera, una crónica de investigación periodística escrita en 2010 y obra de referencia sobre el tema desde entonces.
¿Hubo polémica desde el inicio?
Era un tema que aunaba historia, arqueología, cultura, lingüística... El euskera pasaba de ser una lengua ágrafa —sin escritura propia hasta el siglo XVI— a tener textos en el siglo III. Un salto de 1.300 años.
¿Por qué la confrontación fue tan enconada?
Yo creo que, en parte, tiene que ver con que devino en una especie de puesta de largo de internet en Euskal Herria. Fue la primera vez en que la red se convirtió en el canal principal de comunicación. El foro Terrae Antiquae y los blogs FiloBlogia y Celtiberia tuvieron una actividad intensísima. Hubo miles de comentarios y artículos, algunos muy documentados, con un nivel de contraste enorme, y en los que participaron especialistas de todo el Estado español y de otras partes del mundo. Digamos que aquella eclosión facilitó los debates, algunos poco sosegados.
¿Estás satisfecho con el libro?
Traté de elaborar una cronología que recogiera, más o menos, lo que pasó, y también quise que hubiera muchas voces. Sobre todo, las de los arqueólogos que trabajaron en el yacimiento y la de Mertxe Urteaga, la directora del Museo Oiasso de Irun, el gran yacimiento vasco de época romana. Ahora me da pena no haber entrevistado a Idoia Filloy, la subdirectora del yacimiento de Iruña-Veleia. En su momento pensé que su papel había sido más secundario, pero con el tiempo he llegado a la conclusión de lo contrario. Visto con perspectiva, la verdad es que hubo bastante gente que habló específicamente, y por primera vez, para el libro.
¿Y la acogida del público?
No fue un best seller. Se lo desprestigió mucho, pero nadie ha refutado lo que se cuenta en él. La editorial comentó al principio la posibilidad de hacer una traducción al castellano, pero luego se descartó. También sé que el libro hizo daño a alguna gente.
¿A qué gente?
A la que no quería saber, sino creer.
El yacimiento contiene un número de anomalías tan grande que supone un cambio de paradigma y para eso es necesaria una explicación consistente que no se ha dado
¿Son falsas las ostraka?
Se puede sostener que el RIP del calvario no es RIP, sino otra cosa; se puede negar que ponga Descartes, sino otra cosa; se puede intentar defender que alguien haya escrito Nefertiti 1.700 años después de su muerte y tras haber estado proscrita durante siglos; se puede argumentar que la palabra ‘lagun’ ha permanecido inmutable diecisiete siglos en contra de lo que defienden los filólogos... y así con las varias decenas de hechos excepcionales. Pero hay dos cuestiones claras. La primera es que escribir en una lengua es un acto cultural trascendental. Es tener conciencia de tu propia cultura, algo muy complicado si no hay detrás un cierto desarrollo como civilización, con sus monedas impresas, sus bustos de dirigentes, sus acuerdos entre ciudades y cosas de ese tipo. Es muy difícil defender que alguien ha escrito “soy el hijo de Julius” —es un decir— o “mi padre es pescador” —que aparece en una supuesta inscripción— gracias a un maestro que ha llegado de Egipto y que enseña a los hijos de unos tribunos. Las cosas no funcionan así. Sabemos que quienes hablaban el euskera antiguo en la época de los romanos mantuvieron muchas de sus costumbres, su lengua, sus deidades, pero también sabemos que el idioma siempre quedó en un segundo plano a nivel oficial. Hay lápidas en Aquitania de esa época, con palabras sueltas en euskera, pero estos grafitos de Iruña-Veleia carecen de un contexto que permita interpretar coherentemente el conjunto. El yacimiento contiene un número de anomalías tan grande que supone un cambio de paradigma y para eso es necesaria una explicación consistente que no se ha dado.
Se defiende que existen ejemplos similares en otros yacimientos...
Hay que recorrer todo el Mediterráneo para encontrar casos equivalentes de algunos de los nombres propios, las emes (M), las comas, las grafías, las flechas, los motivos religiosos o los dibujos que aparecen en Iruña-Veleia. Dicho de otro modo: dado que no existe ningún otro caso en toda Europa con tal cantidad de restos excepcionales, no es científicamente razonable.
¿Y cuál sería la segunda razón?
No se puede tirar adelante cuando 26 expertos de primer nivel defienden la falsedad o la imposibilidad de la verificación. La comisión que llevó a cabo el análisis científico fue escogida, de mutuo acuerdo, por la Diputación de Álava y por el propio Eliseo Gil, el director de las excavaciones.
¿Qué se debería hacer?
La única oportunidad es que el conjunto epigráfico se archive, de alguna manera se olvide, y que se excave el yacimiento en profundidad, al lado de donde salieron los restos, a ver qué sale.
Eso defiende la plataforma Iruña-Veleia Argitu.
Pues en algo estamos de acuerdo.
No se puede tirar adelante cuando 26 expertos de primer nivel defienden la falsedad o la imposibilidad de la verificación. La única oportunidad es que el conjunto epigráfico se archive y que se excave el yacimiento al lado de donde salieron los restos
¿Y sobre la judicialización del proceso?
Si lo que se quiere demostrar es que Eliseo Gil, Rubén Cerdán y Óscar Escribano —arqueólogo, supuesto físico nuclear y geólogo respectivamente— falsificaron las piezas, eso solo se podrá acreditar si hay un testigo que lo ratifica o si ellos mismos lo aceptan. No tiene pinta de que eso vaya a ocurrir. En todo caso, que ocho años después tres personas a las que se les acusa de los delitos de estafa y de daños contra el patrimonio público sigan pendientes de juicio es profundamente injusto. Y que se enfrenten a peticiones de siete años de cárcel es una barbaridad que yo también quiero denunciar. Eso ni es justicia ni es nada. Si a estas alturas no se han encontrado pruebas, que se archive el caso.
¿No hay ninguna prueba que respalde la acusación?
Se ha transmitido a la opinión pública un error de concepto: no va a poderse demostrar la veracidad o la falsedad porque ese es un asunto científico, no jurídico. De todas maneras, hay un estudio grafológico encargado por la Diputación Foral de Álava, que sostiene que el autor de las falsificaciones es Eliseo Gil, con un alto grado de probabilidad. Creo que esa podría ser la única prueba.
¿Quién era Rubén Cerdán, el “supuesto físico nuclear”?
Él es el personaje turbio de toda esta historia. Apareció en los círculos culturales de Vitoria a finales de los 90, de la mano de investigaciones sobre ámbar y como experto en aeronáutica. Es una persona, al parecer, con mucha labia, y con, aparentemente ,un gran bagaje científico y cultural que luego nunca ha podido demostrar. Apareció unido a Iruña-Veleia cuando Eliseo Gil y su equipo presentaron unas supuestas pruebas realizadas en centros de referencia, como el CEA-CNRS de París, uno de los centros de investigación más prestigiosos del mundo, que demostraban la autenticidad de las pátinas. En aquel momento, con dudas cada vez más grandes sobre la autenticidad, Rubén Cerdán y sus analíticas de carbono 14 ayudaron a borrar las dudas de mucha gente. Luego, esa misma persona nunca ha podido demostrar que se hubiera sacado el título de físico nuclear en la Universidad Politécnica de Tel Aviv, y desde Francia negaron que hubieran hecho informe alguno en relación a Iruña-Veleia.
Que ocho años después tres personas a las que se les acusa de estafa y daños contra el patrimonio público sigan pendientes de juicio y que se enfrenten a peticiones de siete años de cárcel es una barbaridad
Edward Harris es el arqueólogo anglosajón que ideó el sistema para ordenar los niveles estratigráficos de un yacimiento que revolucionó la arqueología en los años 70. Su método es el que actualmente se enseña en las universidades a nivel mundial. Él defiende la veracidad de las piezas.
Creo que son dos cosas diferentes. Una cosa es que la excavación haya sido correcta y otra muy distinta que esos grafitos estuvieran allí cuando fueron desenterrados. La mayoría de ostraka aparecieron en el túnel de lavado. Todos los arqueólogos profesionales con los que hablé, sin excepción, dijeron que era imposible que no se hubieran detectado cientos de inscripciones en el mismo momento de encontrarse en el yacimiento. Con la polémica ya en marcha, la Diputación obligó a Eliseo Gil a colocar una cámara de vídeo en el yacimiento para documentar los descubrimientos, ¡y ya no se encontró ni una sola inscripción más! Además, cuando a Eliseo Gil le preguntaron si podía garantizar que la seguridad del yacimiento no había sido vulnerada, él dijo que no podía confirmar tal cosa.
Suena demasiado complejo manipular 400 piezas.
Es el gran misterio sin aclarar. En todo caso, las que son complicadas de explicar son muchas menos. Y, entre las restantes, algunas podrían ser verdaderas. Por otro lado, hay gente que sugiere que podría tratarse de falsificaciones antiguas. Parece demostrado que en los años 40 o 50 la Facultad de Vitoria hizo catas arqueológicas en la zona sin mucho control.
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¿Entonces?
En un momento dado, Euskotren se plantea un mecenazgo cultural de importancia, en la estela del exitoso y premiado “Abierto por obras” del Plan Director de la catedral de Vitoria. Entra en Iruña-Veleia, la financiación pasa de 80.000 a 300.000 euros anuales, y la empresa ferroviaria coloca a un director de comunicación —a sueldo de su entidad— en el equipo. Pasan dos o tres años sin mayores novedades. Uno de los arqueólogos, que no ha querido dar su nombre, habla de presiones y de la posibilidad de que la entidad pública amenazase con retirar el mecenazgo si no aparecía algo de calado. Entonces, doce años después de iniciarse las excavaciones modernas, aparecen las casi 400 inscripciones.
Henrique Knörr sostuvo en los meses anteriores a su muerte que los grafitos eran verdaderos.
Al principio se posicionó a favor de la veracidad, pero diría que tuvo dudas desde el principio, al igual que José Luis Alvarez Enparantza, Txillardegi u otros. Quince días antes de morir, Knörr envió un correo a Joseba Lakarra, donde dice que, en todo caso, el euskera que aparece en algunas ostraka corresponde a un euskera del siglo VII o posteriores. Por lo tanto, si se ha encontrado esas ostraka con un euskera posterior al VII en unos estratos del siglo III, es que son falsas. Pero es que, además, ninguno de los 26 expertos de la comisión gana nada negando la veracidad de los hallazgos. Joseba Lakarra o Joakin Gorrotxategi son figuras académicas consagradas a las que, por otra parte, supongo que les habría encantado enfrentarse a una revolución en el ámbito del euskera.
Joseba Lakarra o Joakin Gorrotxategi son figuras académicas consagradas a las que, por otra parte, supongo que les habría encantado enfrentarse a una revolución en el ámbito del euskera
Los grandes cambios a veces ocurren.
Sin duda, pero es que parece que para algunas personas es fundamental que la historia del euskera tenga un brillo o un aura especial. Para mí, no. De la misma manera, no me parecen relevantes ni su grado de parentesco con el íbero, ni si la vasconización del oeste del territorio fue temprana o tardía, o si hubo un sustrato antiguo vascónico, una celtización posterior y una nueva vasconización.
¿Euskal Herria celta?
Algunos topónimos que están en el corazón del país, como Deba, son inequívocamente celtas. Pero, claro, eso encaja mal con el relato de un territorio euskaldun homogéneo a lo largo de la Historia. Quiero decir que me interesa poder saber todo lo posible sobre la historia y evolución de la lengua, pero no intentar demostrar su pureza, su antigüedad o su excepcionalidad a cualquier precio. Si se demuestra que el euskera estuvo emparentado con otra lengua, o que consiguió recuperar terrenos que antes perdió, o que proviene de no sé dónde, me interesa el proceso, la historia. No la explicación que pretende demostrar que somos únicos. Porque no lo somos.
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Un ejemplo de que la teoría aciega a los profesores Lakarra y Gorrochategui es el Epitafio de L. Iulius Ibarra en Plasenzuela, Cáceres,
http://eda-bea.es/pub/record_card_3.php?page=925&rec=24849
IBARRA no es vasco porque tendría una terminación -a del 'artículo', según ellos; el artículo no existía por aquella época y viene en sintonía con los romances en la Alta Edad Media.... ¿No será más económico pernsar al revés, que IBARRA es vasco antiguo y demeustra que ya existía un artículo? Me pregunto.
Pobre del ciego que necesita creer el relato de este poder impuesto, dispuesto a cualquier cosa.
Es el propio Alberto Barandiarán quien no quiere saber, como muchos.
No quieren saber de los crímenes del poder.
Sobre Iruña-Veleia
http://www.amaata.com/2018/12/un-nuevo-libro-que-esta-pasando-con.html
Dice Alberto Barandiaran que su libro hizo daño a los que "no querían saber, sino creer"?. Si eso es así, ¿Por qué no se nos permite "saber"? ¿Por qué no se permiten analíticas fisico-quimicas y llevan diez años negándose? ¿Por qué es ley, única ley, lo que opinan unos filólogos y epigrafistas (con todos los respetos) pero no permiten que sus opiniones sean contrastadas y se hagan unos análisis?. ¿Por qué Barandiaran dice que "no se puede comprobar" cuando sabe que sí hay tecnología para comprobar si las inscripciones son "modernas" o "antiguas", al menos eso, modernas o antiguas, y con solo eso se haría mucha luz sobre el asunto? Muchas preguntas, no hay luz, no se quiere hacer la luz. Si son falsas las inscripciones, son falsas, pero ¿Por qué no se nos permite contrastar, comprobar? Diez años así.
Ya se han hecho. Hay aleaciones de metal en los surcos. Punto.
Hola número #29328. Falso, no se "han" hecho, sino que se "ha" hecho. Una sóla pieza analizada, y de barro. Firmado por una sóla persona, ridículo. El informe, un disparate. Guardia Civil.
Lo único que nos permiten conocer fotografías. Las de huesos escritos cristalizados, no dan pie a otra posibilidad. Son simple y llanamente de verdad.
La asignatura de historia hay que reajustarla un poquitito.
Que haya "unas motas" de distintas aleaciones de metales en los surcos Y EN LA SUPERFICIE (de la limpieza de las piezas, por ejemplo) no es ninguna prueba de falsificación. Lleváis 10 años diciendo: "el debate está cerrado", "punto"...¿Por qué tanta obsesión por "cerrar"? ¿Por qué tanta cerrazón a toda investigación seria, imparcial? La pregunta es inevitable: ¿estáis queriendo esconder algo?...