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Arabia Saudí
Pasados tres años de guerra en Yemen, el Reino Unido tiene las manos manchadas de sangre
El Gobierno británico continúa suministrando las armas que Arabia Saudí utiliza para matar a miles de yemeníes. Solo en 2017, han muerto 50.000 niños y niñas por hambre extrema o enfermedad como consecuencia de la guerra.
“Ayudaremos a los saudíes en todos los aspectos prácticos, excepto en el combate”. Estas fueron, en marzo de 2015, las palabras del entonces ministro de Exteriores Philip Hammond.
Respondía a la noticia de que el ejército saudí había comenzado su intervención en Yemen y estaba utilizando para ello aviones de combate británicos. Han pasado tres años, los bombardeos se producen todavía y, por desgracia, la promesa de Hammond se ha roto.
En ese tiempo, miles de personas han sido asesinadas como consecuencia directa de la guerra, y han muerto muchas más como resultado de la catástrofe humanitaria. Save the Children estima que, solo en 2017, han muerto 50.000 niños y niñas por hambre extrema o enfermedad.
La destrucción de las infraestructuras ha visto como se propagaban asesinos totalmente prevenibles, como el cólera. Más de un millón de personas han sido diagnosticadas con la mortal enfermedad, en lo que Oxfam ha llamado el peor brote de los registrados.
Nada de esto ha animado a la moderación al ejército saudí. La semana pasada, el gobierno del Reino Unido reconoció tener constancia de 350 posibles violaciones del derecho internacional humanitario (DIH), llevadas a cabo por las fuerzas saudíes.
A pesar de los análisis propios que sugieren que la violación del derecho internacional humanitario se ha convertido en algo corriente, Theresa May y sus colegas no han mostrado señales de que vayan a reconsiderar su apoyo.
Mientras el vuelo del príncipe heredero despegaba de Londres, se anunciaba que los Gobiernos de Arabia Saudí y del Reino Unido habían avanzado un paso en la firma de un acuerdo respecto a los aviones de combate
Por el contrario, desde que la intervención comenzó, el Reino Unido ha autorizado la entrega de aviones de combate, bombas y misiles, por valor de unos 5.300 millones de euros, al régimen. Son los mismos aviones que vuelan en este momento sobre Yemen, y las mismas bombas y misiles que se lanzan desde el cielo.
Hace solo tres semanas, Downing Street desplegó la alfombra roja para Mahammad bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudí, al que se ha descrito como el “arquitecto de la guerra”.
La aduladora visita fue acompañada de una llamativa campaña publicitaria con la que el príncipe heredero procuró proclamarse a sí mismo como un reformador liberal. Theresa May hizo todo lo que pudo para ayudarle a encubrir las atrocidades y los abusos que se cometen en Yemen.
Al prometer una “nueva era en las relaciones bilaterales”, posó en los escalones de Downing Street y le entregó esas imágenes poderosas y esa oportunidad fotográfica que había ido a buscar.
No solo Downing Street se permitió ser utilizada como vehículo de propaganda, también la Familia Real, en un almuerzo con la Reina y en una cena con los príncipes William y Charles, de las que disfrutó el príncipe heredero.
Todo esto era parte de un intento bien coreografiado para ganarse favores y vender más armas. Efectivamente, humillarse salió a cuenta. Mientras el vuelo del príncipe heredero despegaba de Londres, se anunciaba que los Gobiernos de Arabia Saudí y del Reino Unido habían avanzado un paso en la firma de otro acuerdo importante respecto a los aviones de combate.
Si el acuerdo sale adelante, significará miles de millones de euros para BAE Systems, la cual producirá los cazas, y 48 aviones más para el ejército saudí. También significará más dolor para el pueblo de Yemen. Mientras la guerra entra en su cuarto año, la opción de un arreglo pacífico parece difícil. El Gobierno siempre está dispuesto a destacar las ayudas que ofrece, pero la importancia de estas palidece ante los miles de millones que se han gastado en la guerra.
No hay duda de qué piensa la opinión pública. Cuando el príncipe heredero visitó Londres, fue recibido con grandes protestas, y unas encuestas tras otras muestran la creciente oposición a la acrítica relación política y militar de la que disfruta con Downing Street. Una de esas encuestas, realizada por Populus, descubrió que solo el 6% de los adultos apoya la venta de armas a la dictadura saudí.
Cuando se escriban los libros de historia, y la gente vuelva sus ojos a la terrible guerra, la verá como una catástrofe humanitaria completamente evitable. Una guerra que han alimentado quienes han ignorado el sufrimiento y perseguido la venta de armas a toda costa.
Theresa May lidera un gobierno inestable y podría dejar el cargo en poco tiempo pero, independientemente del momento en que se vaya, el coste humano de la guerra sobrevivirá a su mandato.
Para aquellos que sufren y se lamentan por la pérdida de sus seres queridos, el coste de la guerra permanecerá mucho más tiempo que el orgullo pasajero que debieron sentir May y el príncipe heredero al presentarse juntos en los escalones del Número 10.