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Antimilitarismo
Argiñe Salanueva: “Soñé que mi hermano me llamaba”
Por parte del aita, el abuelo de Arroniz trabajó en Magnesitas de Zubiri, se casó con la hija del campanero, y acabaron en Pamplona huyendo de la represión patronal. Con 80 años y alzheimer cantaba la Internacional y echaba discursos a favor de los obreros en la Clínica San Juan de Dios. Por parte de la ama, el abuelo hizo la guerra en Marruecos, lo dieron por muerto, y despertó cuando lo enterraban en una fosa común. El aita fue maestro vocacional y la ama funcionaria pública en la Seguridad Social. Argiñe estudió Económicas y ahora es profesora de secundaria. Lleva décadas participando en la asociación vecinal del barrio y, ahora, en la campaña ¡Insumisión a las guerras! Le gusta leer, bailar, viajar y el cine.
“Detuvieron a mi hermano, estuvo 24 horas en paradero desconocido y a los siete días de estar en prisión se quitó la vida. Quizá fue su manera de mostrar su rechazo a la injusticia del castigo a los insumisos”
¿Qué recuerdas del “barrio conflictivo” de hace 35 años?
Era un barrio-pueblo. Todo el mundo sabía quién era el enemigo. Había limones y jeringuillas, y mucha represión, pero el asociacionismo era muy alto, y cuando había problemas se peleaba, daba igual dónde y por qué: en la calle, en la plaza, en el instituto...
En el instituto más problemático de Navarra...
Yo iba a 1º K. Solo en primero de BUP éramos 11 clases de 40 a 50 alumnos. A partir de ahí, imagínate.
¡Pero te quedaron ganas de ir a la universidad!
A mí me gustaban las matemáticas, pero con un enfoque social. Un día vino un joven al centro a contar que en Bilbao se podía estudiar en euskera. A mí aquello me pareció algo increíble, y acabé yendo a Sarriko.
Ahora estás en la docencia, así que la empresa no era lo tuyo...
No te creas, hice un master en Rennes, prácticas en Électricité de France y, a partir de ahí, trabajé en varias empresas en Francia. El problema es que en una gran ciudad, viviendo en una «chambre de bonne», con horarios exigentes, dos horas de metro diarias, y una socialización limitada, empiezas a hacer cuentas y ves que no salen.
Supongo que te sería fácil hacer los balances siendo economista.
Sí, aunque lo cierto es que el cambio no fue planificado. Un buen día me llamaron de Educación mientras estaba de vacaciones, y aunque ni me acordaba de que estuviera en listas, tomé la decisión al instante.
¿Otra profesora de secundaria sin pasión?
Pues fíjate que no, porque en la docencia he descubierto mi autentica vocación. Llevo veinte años y no me he cansado del itinerario de Ciencias Sociales..
El primer día de clase les pregunto «¿para qué queréis estudiar economía?» y, después de que cuenten las tonterías esas de ganar dinero en bolsa o de montar una multinacionales y hacerse muy ricos, les escribo en la pizarra el aforismo de la postkeynesiana Joan Robinson: “Estudiamos economía para que no nos engañen los economistas”. Les hago leer Norte y Sur, la fábrica de la pobreza y, particularmente el último capítulo “¿Qué puedo hacer yo?”. También he participado en el desarrollo de programas como Skolae, pero me gustan más los proyectos relacionados con la Economía solidaria y con las Escuelas solidarias. Ahora estoy en una clase de UCE (Unidad de Curriculum Especial), con jóvenes que tienen diversidad cognitiva: les hacemos relacionarse con el resto.
¿Y?Está muy bien. Pero lo cierto es que esta es una época en la que está todo muy revuelto.
Guerra en Ucrania
Antimilitarismo Los insumisos que acabaron con la mili exigen que España acoja a los desertores de la guerra en Ucrania
¿Como la Guerra de Ucrania?
Bueno, eso lo veo más sencillo: es simplemente que el sistema económico mundial hegemónico se basa en el crecimiento ilimitado, y los recursos que hay en el planeta son limitados. El capitalismo necesita conflictos, guerras, crisis y catástrofes periódicamente.
¿Hacemos pedagogía antimilitarista o salimos a la calle a protestar?
Yo es que veo a la chavalería muy parada, y no acabo de entender por qué. Antes teníamos claro que las guerras y los ejércitos no servían para nada, y que era fundamental manifestar el rechazo. Ahora parece que eso no les preocupa.
“Veo a la chavalería muy parada y no entiendo por qu锿La campaña Gerrei intsumisioa! es un viaje en el tiempo?
Sí, claro: de cosas bonitas y de cosas tristes. Recuerdo aquellas manifestaciones enormes y a mi hermano. Unai tenía veinte años y había dejado la fábrica, porque ya lo habían juzgado y lo iban a encarcelar cualquier día. Lo detuvieron, estuvo 24 horas en paradero desconocido, y a los siete días de estar en prisión se quitó la vida. Quizá fue su manera de mostrar su rechazo a la injusticia del castigo a los insumisos.
Es difícil olvidar...Mi ama no ha vuelto a cantar. Yo lo recuerdo todo de aquel 10 de febrero de 1997. Aquella noche empezó cuando me desperté sobresaltada a las 2:30 de la madrugada porque soñé que mi hermano me llamaba por teléfono...