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Antimilitarismo
La izquierda pacifista, Santiago Alba Rico y los putinistas
La nueva OTAN, el «concepto estratégico de Madrid», debería sublevar a la izquierda pacifista. Esa izquierda existe, pero no se ha parado a pensar en ello. Existe pero no deja de autoimponerse límites existenciales porque choca consigo misma al cotejar esa vertiente de su existencia con su vocación de toma del poder. Cree que con el pacifismo no se puede ir mucho más lejos de una manifestación. Y se siente impotente al ver que la guerra en Europa, al contrario de lo que viene ocurriendo con otras muchas guerras olvidadas, ha agudizado el miedo social y ha derivado en un belicismo popular del que —se teme con razón— pretende sacar tajada electoral la izquierda socialdemócrata (es decir, la izquierda belicista, permítanme, señora Robles, señor Sánchez, que no les deje que sigan ustedes confundiendo las palabras y los valores éticos).
La guerra nos amenaza, y Putin y la OTAN forman parte de ese problema. La urgencia del pacifismo, como la urgencia de la rebelión ecologista contra el riesgo de colapso civilizatorio por el calentamiento global, deberían crean una nueva movilización política y, a través de ella, construir una nueva izquierda. Una izquierda pacifista (con colores y matices distintos, claro que sí). Analistas regañones como Santiago Alba Rico, que a pesar de sus muchas lecturas sigue dividiendo a la izquierda radical entre chinos y troskos (y alguna cosa más), no parece que se enteren de que hubo un movimiento antimilitarista en este país que construyó un pensamiento propio y genuino. Y que está en el acervo de los movimientos sociales actuales (y en las bibliotecas, don Santiago): por eso confunden al personal cuando nos conminan (creo que una vez más, como cuando la OTAN bombardeaba sin cesar la Libia de Gadafi) a ver con pragmatismo —raca-raca— la función de la OTAN en el marco geoestratégico actual.
La guerra nos amenaza, y Putin y la OTAN forman parte de ese problema.
Al margen de los detalles, grosso modo, la OTAN en Madrid ha dibujado y redefinido un futuro de Guerra Fría con evidencias muy calientes en Ucrania, marcado por la guerra y la amenaza de holocausto nuclear, y sintiéndose, como superpotencia, el agente principal de ese mapa de riesgos y terrores.
¿Por qué esa izquierda de Santiago Alba Rico tampoco ve el pacifismo como un campo ineludible para la acción política? Por muchas razones. Entre otras, por haber rendido tanto tributo a las estrategias de acceso al gobierno y de «tocamiento» de poder, descuidando la importancia de la movilización social y de la pedagogía política. Paradójica y trágicamente, tanto Putin como la OTAN nos están dando una lección histórica acerca de la importancia del pacifismo: ¿acaso hay que ser historiador para saber cómo puede acabar una gigantesca carrera de armamentos que se proyecta sobre el incremento de un arsenal atómico, ya de por sí hiperdestructivo? ¿Es necesario estudiar economía para calcular que rédito de empobrecimiento acarreará un 2% del PIB en un gasto militar, ya en sí mismo camuflado en partidas presupuestarias que no se destinan a sanidad o educación y protección social? ¿En qué están pensando los que, a estas alturas, distinguen en el planeta el bloque de los países demócratas (que venden armas a regímenes autoritarios o masacran migrantes desesperados) de las dictaduras o autocracias y sistemas pseudodemocráticos (como la muy otanista Turquía)?
La alternativa al binomio otánico/putinista debería ser la izquierda pacifista
Es bien cierto que hay residuos de inercias retrocomunistas en las izquierdas. En esas que, siempre enardecidas para remarcar su antiotanismo y anticapitalismo, no se permiten analizar (ni siquiera señalar) la irresponsabilidad y la criminalidad del militarismo ruso en el devenir de su sistema post-soviético, capitalista, plutócrata, autócrata y policial. Pero se trata de una minoría zorrocotroca, de la que debemos prescindir: al menos para acordar eslóganes que no den carnaza a quienes solo quieren ver un mundo en blanco y negro. Es más, con esa minoritaria izquierda pseudopacifista, a mi juicio, no se puede construir el movimiento pacifista que necesitamos. Y, lamentablemente, negociar con ella manifiestos y eslóganes que no nombran ni a Putin ni al maldito putinismo, además de torpeza política, denota que la izquierda y los movimientos sociales aún no han entendido bien que el movimiento pacifista se debería convertir en un nuevo potencial de transformación social y, al igual que la rebelión ecologista, en una oportunidad para la supervivencia de la humanidad.
La alternativa al binomio otánico/putinista debería ser la izquierda pacifista, sobre todo si se parara a pensar en el potencial político del mensaje pacifista, y en el realismo de las propuestas de cultura de paz, de resolución pacífica de los conflictos y de prohibición de las armas nucleares (en el camino de una auténtica prohibición de la guerra a escala planetaria). Una izquierda pacifista que, en fin, es la única capaz de conjugar paz y justicia con credibilidad.
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Excelente artículo. Sobran los alba rico y hace mucha falta la izquierda real pacifista y antimilitarista: Movimiento Europeo por la Paz, por ejemplo. La socialdemocracia belicista y alguna teresiana de Leon más valdría que quedaran reducidas a la nada. OTAN, NO. BASES, FUERA. Más vigente que nunca.