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Un 53% de golpe. Una de las primeras medidas tomadas la semana pasada por el presidente entrante de Argentina, Javier Milei, fue devaluar la moneda nacional, el peso. Séptima vez en 65 años. En Argentina hay algo estructural que no funciona hace mucho tiempo
La decisión de Milei, a corto plazo, abrió el juego: la gasolina subió un 40% en un día, lo cual llevó el incremento real del carburante al 100% desde la celebración de las elecciones en noviembre pasado. Con guarismos así, la hiperinflación parece inevitable. Curiosamente, los bonos del Estado alcanzaron el valor más alto desde 2021 el mismo día de la subida de la gasolina. Previsible: la devaluación vino acompañada del ‘Ajustazo’, un paquete de austeridad de esos que garantizan la “confianza de los mercados”. Política, en pocas palabras.
Porque política, en las devaluaciones argentinas, siempre ha habido, y mucha: no solo se trata de oferta y de demanda monetaria. Tampoco, de buenas o de malas gestiones, de este o de aquel gobierno. Mucho menos de un asunto exclusivo de política nacional: hay otro tanto de política internacional e incluso, si se contempla con atención, de asimetrías Norte/Sur. Para comprender bien el cuadro, en todo caso, es necesario desenredar la madeja: demasiado relato simplón; chascarrillo superficial y correlación inconsistente. Mucho humo.
En Argentina, como en todas partes, devaluación e inflación van de la mano
En Argentina, como en todas partes, devaluación e inflación van de la mano. Sin embargo, ocurre que en la matriz de la inflación de Argentina está el endeudamiento. La historia de la deuda externa, allí, no es muy diferente a la de otros países del Sur Global: se originó durante el proceso de Independencia como una forma fácil y rápida de acceder a una liquidez que, el nuevo Estado, no lograba fiscalizar (porque crearse riqueza y exportarse, se creaba y se exportaba). Lo peor fue la herencia: a la larga, el endeudamiento acabó funcionando, además de como un mecanismo tentador para la obtención de recursos, como un sutil mecanismo de tutela desde el exterior.
En un contexto como el descrito, ya en el siglo XX, fue promovida el ‘Acta de Independencia Económica’ argentina, un peculiar documento político en el que el país sudamericano declaró querer poner fin a su dependencia exterior. En 1951, aprovechando el superávit comercial posterior a la Segunda Guerra Mundial y la gran disponibilidad de divisas existente, Argentina dejó de ser oficialmente deudora y se convirtió en acreedora. Ese es el país dorado al que, hoy, como en el tango, todo el mundo dice querer volver.
¿Qué pasó?
De hecho, hace 76 años Argentina no le debía a nadie; le debían. ¿Qué pasó desde entonces? Una línea argumental típica es apuntar a que la insistencia en políticas de bienestar y de una industrialización ‘sustitutiva de importaciones’ habría terminado entrampando al Estado en un déficit fiscal del que habría perdido el control hace mucho tiempo. Hay evidencias que, sin embargo, matizan explicaciones tan lineales: por ejemplo, los 467 “actos ilícitos” descritos por el juez federal Jorge Ballesteros en un caso abierto por el endeudamiento contraído durante la dictadura cívico-militar, un periodo particularmente exaltado por Milei y su Vicepresidenta.
Los datos macro son contundentes: entre 1976 y 1982 la deuda externa del país sudamericano se multiplicó por seis
Los datos macro son contundentes: entre 1976 y 1982 la deuda externa del país sudamericano se multiplicó por seis (de 7.000 millones de dólares, a 42.000). El auto del juez Ballesteros, casi veinte años después de los hechos, dejó poco espacio a la interpretación: “[La deuda externa] ha resultado groseramente incrementada […] mediante la instrumentación de […] diversos métodos […] que tendían a beneficiar y sostener empresas y negocios privados -nacionales y extranjeros- en desmedro de sociedades y empresas del Estado que […] se fueron empobreciendo, todo lo cual se vio reflejado en los valores obtenidos al momento de iniciarse las privatizaciones”.
En Argentina, el colapso financiero parece activarse como una maldición, una vez por década: déficit fiscal, sospechas de deuda ‘ominosa’, venenosas espirales inflacionarias y al final del túnel, el tic: devaluaciones de caballo que anteceden a ‘décadas perdidas’. Es un círculo vicioso acompañado de tensiones políticas, de desajustes entre oferta y demanda y de angustia y padecimiento social, como doloroso corolario: en la Argentina actual, economía número 30 del mundo (España es la 14), casi una de cada dos personas vive con privaciones y un 6% es indigente. Lo curioso es que el país sudamericano, formalmente, exporta capitales: en noviembre pasado pagó, por ejemplo, 2.600 millones de dólares para evitar vencimientos de su deuda.
Fuera del país, hay quien se beneficia del desaguisado interno. Ya en este siglo, después de la práctica bancarrota de 2001, muchos acreedores extranjeros detectaron que la estrategia política de los Kirchner (Néstor y su esposa Cristina Fernández, ambos presidentes consecutivos entre 2003 y 2015) pasaba por negociar quitas justas y razonables. Solución automática: muchos acreedores ‘tradicionales’ vendieron sus deudas a ‘fondos buitre’ (como NML, EM o BlackRock, entre otros) que se ‘encargaron’ de presionar a Buenos Aires.
A partir de 2011, esos mismos fondos buitre comenzaron a llevar sus casos ante tribunales -estadounidenses, británicos, europeos…- para disuadir al Estado argentino de intentar reestructuraciones de su deuda: fundamentalmente, por aquello del “mal ejemplo”… Aquella época, pese al significativo apoyo político internacional que cosechó el país sudamericano, dejó joyas como la retención judicial (desde Estados Unidos) de un pago de 900 millones de dólares, con cuya cantidad no concordaban los acreedores. Eso terminó provocando que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s declarara a Argentina, en 2014, en “Default Selectivo”.
Todo lo demás es historia: inflación galopante, devaluación progresiva, inquietud popular y como corolario, elección como presidente de un asiduo en España del Campus FAES: Mauricio Macri. Este último tardó muy poco en pagar lo que le exigían desde fuera. Lo interesante es que la situación del país no se estabilizó, entre otras cosas, porque lo que Macri hizo durante su gobierno fue aplicar otro ‘Ajustazo’. El descontento popular que se derivó de los agresivos recortes que llevaba aparejados ese ‘Ajustazo’ desembocó en unos índices de impopularidad que hicieron vislumbrar que Macri no sería reelegido presidente ni con todo el marketing del mundo.
¿Qué sucedió entonces? Pues que Macri contrató, en nombre de Argentina, un préstamo de 57.000 millones de dólares. Mayor incluso que el de Grecia en 2010. Fue el más elevado jamás concedido por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
¿Problemillas? Varios. No se cumplieron los pasos legalmente establecidos -por el propio FMI- para la concesión préstamos Stand-by; no se evaluaron las condiciones de sostenibilidad ni la capacidad de pago de Argentina; hubo una ausencia significativa de transparencia administrativa; no se fiscalizó que al préstamo se le diera el uso para el que, en principio, había sido concedido y como consecuencia de lo anterior no se evitó que cantidades considerables del dinero concedido se utilizaran para pagar deuda e intereses. Consecuencia directa: se acabó imprimiendo dinero sin respaldo real lo cual, en cualquier país del mundo, es una vía segura hacia la inflación.
Aquella fue la herencia que recibió el Gobierno anterior a Milei. Aún así tendrá que cargar con el sambenito histórico de haber realizado una “pésima gestión económica” razón por la cual no habría sido reelegido, según gran parte de la prensa internacional.
Análisis
ECONOMÍA ¿Por qué Sudamérica se desdolariza?
¿Qué Gobierno hubiera resistido una situación parecida?
No se trata de exculpar a nadie sino de comprender algunas claves omitidas: Alberto Fernández, presidente saliente, tuvo que lidiar con una capacidad limitada para captar divisas; con una pandemia internacional sin precedentes y con la obligación de transferir, constantemente, grandes sumas de dinero al exterior, de una deuda externa irreestructurable. La ecuación la cierra un país que tenía que seguir funcionando y ciudadanos de a pié, que parecen tener la mala costumbre de seguir viviendo sus vidas.
Macri, por supuesto, no ‘prestó’ sus votos a cambio de nada. Bullrich es ahora mismo ministra de Seguridad del Gobierno entrante y Luis Caputo ministro de Economía
¿Se comprende ahora por qué Argentina devalúa y devalúa? Pues no se vayan, porque viene lo mejor: el gran vencedor de las recientes elecciones presidenciales no fue, pese a las apariencias, Javier Milei. Esto es como una telenovela: Milei necesitó, en la segunda vuelta, de los votos de Patricia Bullrich, tercera en discordia y candidata de Mauricio Macri. Macri, por supuesto, no ‘prestó’ sus votos a cambio de nada. Bullrich es ahora mismo ministra de Seguridad del Gobierno entrante y Luis Caputo, uno de los personajes clave en el pago de los 900 millones de dólares a los fondos buitre y en el endeudamiento de los 57.000 millones de dólares con el FMI, es ahora mismo ministro de Economía. Realismo mágico.
Pero ¿dónde está la bolita? En los cubiletes están, probablemente como ‘garantía’ para los acreedores, no solo las empresas públicas que pretenden ser privatizadas (la petrolera YPF, la Televisión Pública, Aerolíneas Argentinas, etc.). También, enormes reservas de gas natural; una de las reservas más grandes del mundo de litio y quizás cantidades ingentes de agua potable para producir hidrógeno verde… De los BRICS y de desdolarizar, por supuesto, ni hablar ¿Se comprende ahora mejor por qué no es exagerado evocar en toda esta performance financiera las relaciones Norte/Sur? Para devaluar, como para bailar el tango, se necesitan dos.
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Todo pais con una clase politica seria respeta su moneda, su banco central nacional, su bandera, su himno. su Corte de Justicia, sus universidades y sus institutos de enseñanza, la necesidad de estudios y calificaciones ganadas con esfuerzo para entrar a trabajo academicos, administrativos y politicos sus riquezas naturslesLa permanente devaluacion de la moneda argentina,
No es importante, pero ojo con la redacción. He visto un par de casos en los que el sujeto está separado entre comas del resto de la oración.