Análisis
La izquierda española y Marruecos

La aparición de nuevas fuerzas sociales reivindicativas en los últimos años en el país vecino, las protestas contra la carestía de la vida o por los derechos civiles han sacado a la luz a una sociedad civil activa, organizada, politizada y que demanda reformas políticas y sociales. La izquierda española haría bien en atender esta realidad que nos toca tan de cerca.
Medina de Rabat
Medina de Rabat Marc Ferrà
Investigador en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos.
5 may 2023 07:00

La izquierda española no se lleva bien con Marruecos. Los malentendidos y recelos en esta relación son numerosos, y provienen de toda una historia de interacciones con Rabat que han derechizado en el imaginario colectivo la visión de este país.

Recientemente, la forma de entender la relación con el vecino del sur y las consideraciones respecto a la naturaleza de su régimen se volvieron a poner sobre la mesa tras las declaraciones de Yolanda Díaz en una entrevista de televisión, en la que calificaba a Marruecos de “dictadura”. El abordaje de las relaciones hispano-marroquíes desde la izquierda alternativa resulta novedoso e interesante, en tanto se trata de un campo en el que estas fuerzas políticas tratan de diferenciarse vehementemente de la postura pragmática del PSOE.

Así, el comentario de la vicepresidenta se inscribe en un contexto de redefinición de la relación con Rabat por parte del gobierno español —fundamentalmente del ala socialista, que gestiona el Ministerio de Asuntos Exteriores—, cuyo mayor hito ha sido el cambio de postura respecto al Sáhara Occidental. Además, en los últimos años se han producido varios acontecimientos (las recurrentes emergencias migratorias, la polémica de la acogida de Brahim Ghali o las repercusiones en la economía de la rivalidad entre Marruecos y Argelia) que han puesto de manifiesto la centralidad de Marruecos en la política exterior española y la diferencia de percepciones sobre cómo afrontar esta realidad.

Desde el punto de vista de la izquierda, la autodeterminación del Sáhara Occidental se establecería como una condición previa para poder entablar un diálogo normalizado con Rabat

Tradicionalmente, la izquierda española se ha caracterizado por no prestar especial interés a Marruecos, que es percibido de manera genérica como un país conservador, anclado en valores religiosos y tradicionales y víctima de un régimen autoritario y ocupante del pueblo del Sáhara Occidental. Este último elemento es el más destacado entre las atenciones dedicadas por organizaciones de izquierdas a la política magrebí: La solidaridad de la izquierda española con el pueblo saharaui, —además de remitir a la solidaridad general hacia los pueblos sometidos— viene aumentada a causa del papel colonial de España en aquel territorio y la nefasta gestión de la descolonización. La implicación y simpatía de la sociedad española con la población refugiada saharaui es uno de los aspectos más destacados de la sensibilidad social hacia las cuestiones internacionales en nuestro país. De esta manera, desde el punto de vista de la izquierda, la autodeterminación del Sáhara Occidental se establecería como una condición previa para poder entablar un diálogo normalizado con Rabat.

Lo cierto es que este alejamiento de las posturas progresistas respecto a Marruecos es muy anterior y puede rastrearse en la historia reciente de España, con antecedentes de lo más paradójicos. Ya durante la II República, Manuel Azaña consideró que la modernización de España pasaba por un acercamiento a Europa en detrimento de cierta tendencia africanizante que habría caracterizado la historia de la península, y que, bajo su mirada, explicaría su atraso civilizatorio. Así, según el estadista castellano, esta visión de España como territorio de transición entre África y Europa no sería tan sólo geográfica sino también ideológica y cultural. En este sentido, las fuerzas progresistas tendrían el papel de aproximarnos a las ideas y valores europeos —especialmente franceses— y alejarse de la influencia africana y oriental.

Esta teoría se vio reforzada por el filoafricanismo de los generales sublevados el 18 de julio de 1936 y muy especialmente por la participación de soldados marroquíes en el ejército de Franco durante la guerra civil. Las campañas militares coloniales en Marruecos a finales del siglo XIX y principios del XX levantaron una ola de interés por este país entre sectores del Ejército, la Iglesia o la Administración del Estado. En este sentido, varios investigadores han contrastado cómo el propio Franco sentía una gran atracción por la cultura marroquí y los valores premodernos de su pueblo, al que percibía como inferior pero no contaminado por las influencias marxistas o liberales. Su religiosidad y tradicionalismo habrían despertado la admiración del futuro dictador en sus años al frente de la campaña del Rif. Cabe destacar que, una vez instalado en el poder, la política de “hermandad hispano-árabe” sería una de las características de la acción exterior española durante el franquismo y que el propio Franco siempre se mostró contrario, por ejemplo, a reconocer al Estado de Israel.

De este modo, la atracción de la derecha española (especialmente en su vertiente militar) por Marruecos (paradójica en tanto se trataba del país al que se buscaba someter y a cuya población se masacró) y la generación de cierta cultura popular al respecto (desde la Guardia Mora a las canciones de la Legión) podría haber funcionado como un obstáculo que explica el reflejo de recelo de la izquierda española hacia las cuestiones marroquíes.

Si bien es cierto que el régimen político marroquí tiene características autoritarias, resulta reduccionista identificar al pueblo marroquí con su régimen y desconocer la enorme diversidad social e ideológica del país

De forma paralela, recientes estudios señalan cómo las características ideológicas del régimen político marroquí tras su independencia toman como referencia precisamente los valores franquistas. Sin ir más lejos, el lema oficial de Marruecos no es otro que “Allah, al-Watan, al-Malik” [“Dios, Patria y Rey”], sospechosamente similar al eslogan tradicional del carlismo, doctrina que empaparía ideológicamente al franquismo por encima incluso de la referencia falangista. En este sentido, investigadores como Said El Ghazi El Imlahi explican que a la hora de conformar el Estado moderno post-independencia, si bien Marruecos conserva elementos administrativos calcados del sistema francés, es de la España franquista de donde toma su referencia ideológica y discurso de legitimación. Así, la religiosidad, el irredentismo territorial de tintes imperialistas y la absoluta sacralidad del Rey —caudillo por la gracia de Dios— serían las características fundamentales de la estructura de poder marroquí.

Teniendo en cuenta todos estos elementos, se explica más fácilmente el recelo hacia Marruecos por parte de las fuerzas progresistas, ya que en el siglo XX la relación con este país ha estado vinculada a la derecha y al Ejército, y por tanto teñida de elementos autoritarios y conservadores.

No obstante, esta consideración es, como sostenemos, fruto de una coyuntura histórica y cae en estereotipos de poco recorrido. Si bien es cierto que el régimen político marroquí tiene características autoritarias, resulta reduccionista identificar al pueblo marroquí con su régimen y desconocer la enorme diversidad social e ideológica del país, tanto actualmente como a lo largo de su historia. Así, tanto a lo largo del siglo XX como en la actualidad, los movimientos sociales progresistas y contestatarios han estado presentes en la historia de Marruecos, en algunos momentos con gran relevancia popular.

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Las corrientes socialista y comunista participaron activamente en los conflictos sociales de los años 70 y 80, luchando por hacer de Marruecos un país más libre e igualitario y derrocar a la élite gobernante. Muchos y muchas militantes de izquierdas pagarían su compromiso con largos años de cárcel o torturas durante los conocidos como años de plomo bajo el reinado de Hassan II; figuras como Mehdi Ben Barka o Abraham Serfaty forman parte de las personalidades más relevantes de la izquierda en el ámbito mediterráneo.

Del mismo modo, la aparición de nuevas fuerzas sociales reivindicativas en los últimos años, como el movimiento 20 de febrero, el Hirak del Rif, las protestas contra la carestía de la vida o por los derechos civiles han sacado a la luz a una sociedad civil activa, organizada, politizada y que demanda reformas políticas y sociales. La izquierda española haría bien en atender esta realidad que nos toca tan de cerca, y establecer puentes con los movimientos sociales progresistas, así como atender a la realidad de la numerosa población marroquí residente en España o los miles de españoles de origen familiar marroquí.

La historia de Marruecos y España se ha visto entrelazada en muchas ocasiones de los modos más diversos, teniendo entre sí mucha mayor influencia de lo que comúnmente se piensa. En el contexto geopolítico actual, resulta estimulante la posibilidad de escribir una nueva página en las relaciones hispano marroquíes desde posiciones progresistas, buscando alianzas con aquellos actores que luchan por una sociedad más justa y democrática al otro lado del Estrecho.

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