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Opinión
El barro de la DANA y el fango de la partidocracia
Mientras las gentes de la localidad albaceteña de Letur y otros setenta y cinco pueblos de varias comarcas valencianas, junto a miles de voluntarios y personal de los diferentes servicios públicos, van retirando el barro que cubrió sus calles y viviendas como consecuencia de la DANA del 29 de octubre, los dirigentes de los principales partidos del arco parlamentario siguen con su táctica destructiva de arrojar fango dialéctico sobre el panorama político español.
La estrategia pendenciera consiste en salvar a los correligionarios, por muchas dudas que levante su actuación frente a esta gran tragedia, y en acusar a los del partido rival del máximo de negligencias y errores en la gestión de la crisis, incluso aunque algunas de esas responsabilidades dependieran de cargos públicos ocupados —y aparentemente mal desempeñados— por compañeros del propio partido.
Por parte de la Generalitat que todavía preside Carlos Mazón se cometieron todos los errores posibles al no activar las alarmas cuando estaban a tiempo de evitar la mayoría de las 221 muertes producidas y a pesar de que, como ya está demostrado, tenían infinidad de avisos de la Aemet y de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Pero es que además se acumularon dejaciones y desprecios a la población como la inoportuna, secreta y larga comida de la máxima autoridad valenciana con una periodista; ausencia de cinco horas sobre la que se han ida cambiando las versiones una vez se convencieron de la difícil posición en que quedaba Mazón por no dar señales de vida mientras decenas de personas perdían la suya y la aguas desbordadas acababan con viviendas, vehículos, pequeños negocios, infraestructuras, cultivos y granjas.
En un inútil intento de acallar las protestas y la unánime exigencia de dimisión que le gritaron 150.000 manifestantes en Valencia el día 9 de noviembre, Carlos Mazón se deshizo de las dos consejeras que más habían hecho el ridículo con su torpeza (manifestar que no conocía la existencia de un programa para difundir avisos a todos los teléfonos móviles, la una, y carecer de toda sensibilidad y empatía ante los familiares de los desparecidos, la otra) pero lejos de calmar los ánimos, las peticiones de dimisión para todo el gobierno autonómico no han cesado con nuevas movilizaciones y con insultos como oportunistas y asesinos cada vez que a alguna autoridad del máximo nivel se le ha ocurrido aparecer por la zona cero de la DANA.
El propio presidente autonómico, los reyes, Pedro Sánchez, la ministra de Defensa o la delegada del Gobierno han sido objeto de la ira de muchos vecinos y voluntarios, cansados de quitar barro y sufrir todo tipo de carencias, mientras los políticos buscan la foto de rigor y citan a la prensa para explicar lo mucho que lo sienten y las grandes ideas que tienen para poner en marcha la recuperación de estas comarcas.
Reconociendo que la mayor responsabilidad era del gobierno valenciano y que este no actuó con la diligencia y efectividad que el momento exigía, no se puede obviar que también el gobierno central ha cometido lamentables fallos y dejaciones, especialmente cuando se constató que las autoridades valencianas no estaban respondiendo como correspondía a la tragedia. El ejecutivo estatal tenía herramientas legales para tomar las riendas de la situación y no lo hizo.
Reconociendo que la mayor responsabilidad era del gobierno valenciano y que este no actuó con la diligencia y efectividad que el momento exigía, no se puede obviar que también el gobierno central ha cometido lamentables fallos y dejaciones
Lo cierto es que no se avisó a tiempo y durante los dos días siguientes apenas llegó alguna ayuda institucional a las zonas más afectadas. Como en tantas otras ocasiones ha sido el pueblo llano el que se ha adelantado a las instituciones del Estado respondiendo con rapidez y generosidad a la emergencia. La demostración de solidaridad ha sido absolutamente ejemplar: miles de personas, especialmente jóvenes, acudieron en ayuda de los damnificados para buscar a los desaparecidos, retirar el barro de las casas, despejar las calles, llevar agua, comida, artículos de higiene y ropa a quienes lo habían perdido todo. Organizaciones sociales de todo tipo (también la CGT) respondieron con prontitud en la recogida y reparto de productos de primera necesidad.
Por supuesto que han ido llegando cuerpos y servicios públicos con maquinaria y otros recursos necesarios para la gran tarea de limpieza y recuperación que se requiere. Cierto y destacable también que muchos ayuntamientos, sus alcaldes, concejales y empleados, sí estuvieron desde el principio al servicio de sus vecinos y han llegado a criticar duramente a los responsables de la Generalitat. Pero el gran protagonista, el motor de la respuesta colectiva, ha sido el pueblo. Y lo ha hecho como sabe hacerlo, sin buscar protagonismo, sin otro interés que la solidaridad y la fraternidad.
Ante esa evidencia surgen voces mediáticas que recomiendan no insistir demasiado en el lema “el pueblo salva al pueblo”, seguramente porque ven en ello una constatación de la inutilidad del Estado y el riesgo de que el pueblo comprenda la fuerza que tiene y valore su capacidad para autogestionar todos los ámbitos de la vida.