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Actualidad LGTBIQ+
Hacer el agosto el 28 de junio
Un año después de las revueltas del 28 de junio de 1969 colectivos y personas anónimas salieron a la calle a manifestarse y conmemorar los disturbios del año anterior. Fue la primera marcha del Orgullo. 50 años después, el sistema se envuelve en la bandera arcoíris y nos mete entre ceja y ceja que ya está todo conseguido, que ya no hay nada por lo que luchar y que ahora solo toca festejar.
El 28 de junio de 1969 será una fecha recordada por siempre en todo el mundo porque esa noche un grupo de empresarios gais, apoyado por las instituciones locales y regionales así como por los cuerpos de seguridad, organizaron un desfile de carrozas y marcharon en ambiente festivo por las calles de Nueva York para lanzar al mundo un claro mensaje: «seas como seas, queremos tu dinero». A la fiesta se sumarían, entre otros, marcas de conocidas bebidas alcohólicas, compañías de telecomunicaciones, agencias de viajes, todo tipo de corporaciones transnacionales y el arco político institucional. Diferentes ciudades, y más tarde diferentes estados, se fueron sumando en los años siguientes a tan simpática iniciativa comercial que ha llegado hasta nuestros días.
Una barbaridad semejante es lo que cualquiera que no conozca la historia real puede pensar dentro de diez años sobre el origen del Día Internacional del Orgullo LGTB. Porque en eso es en lo que se está convirtiendo la conmemoración del 28 de junio. Mejor dicho, en eso es en lo que quieren convertir la conmemoración del 28 de junio.
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Por si acaso, vamos a recordar de una manera más cercana a la realidad los hechos que ocurrieron esa noche de sábado: la zona de ambiente de Nueva York se vio una vez más acosada por la policía, que solía hacer la ronda por los establecimientos cuyos dueños permitían a sus clientes prácticas tan poco honorables como besarse con alguien del mismo sexo o vestirse con más de tres prendas consideradas del sexo opuesto. Los agentes, a cambio de hacer la vista gorda y no practicar detenciones, solían ser sobornados y se iban con un sueldo extra al siguiente bar, repitiendo la operación.
Esa noche la policía entró al Stonewall Inn, local que hoy calificaríamos de antro, conocido por ser un lugar en el que se solían juntar chaperos, jóvenes sin papeles, trans, travestis y demás personajes de la mala vida, para identificar a alguna loca, darle su escarmiento, y de paso recoger la paga extra de la noche. Se cuenta que antes de cada redada la policía daba el chivatazo al bar, que ponía sobre aviso a la clientela con tiempo suficiente para recuperar ropas y vestirse con decoro, y quien tuviera que huir por no tener identificación pudiera hacerlo. Los dueños, mientras tanto, preparaban el impuesto que pagarían a los agentes para que les dejaran en paz un fin de semana más.
Pero esa noche la policía entró de incógnito y con la sala llena hizo parar la música y encender las luces. El escándalo fue mayúsculo, porque esta vez no habían avisado con antelación. Los agentes estaban dispuestos a identificar y detener a todo aquel que hubiera dentro del local, y las travestis, mariconas, putas e inmigrantes se revolvieron, negándose a la identificación y resistiéndose a ser detenidas. Obligados todos a ponerse en fila para someterse a la identificación, los clientes liberados y los que consiguieron escapar de la redada permanecían fuera del local, y los transeúntes, viendo que algo ocurría, empezaban a sumarse.
Pocos minutos después se agolpaban más de 150 personas fuera del Stonewall y las detenidas empezaban a salir esposadas hacia los coches de policía, mientras sobre los agentes empezaba a caer una lluvia de insultos. Los forcejeos de las detenidas iban a más y algunas lograron escapar de los coches de policía, cuando se les sumó la muchedumbre que veía el inicio de la revuelta. Se volcaron coches de policía y más gente llegó a ver qué pasaba. Y lo que pasaba fue que esa noche lo único que iba a cambiar de acera iba a ser el miedo.
Las maricas, tantas veces acalladas, respondieron con el poder de la calle.
La policía, viendo a una masa de más de 500 personas enfurecidas, se atrincheró con rehenes dentro del Stonewall. Fuera se desató la furia de las que eran consideradas mierda por los que sólo cumplen con la ley. Las maricas, tantas veces acalladas, respondieron con el poder de la calle, intentaron reventar el Stonewall con los policías dentro, que salieron pistola en mano. Los disturbios estallaron, se extendieron a las calles aledañas, y se repitieron los días siguientes.
En las siguientes fechas grupos de maricas, bolleras y trans empezaban a organizarse en diferentes colectivos por la liberación sexual y contra el racismo, el patriarcado y el imperialismo. Contra el sistema, al fin y al cabo. Un año después de las revueltas del 28 de junio de 1969 colectivos y personas anónimas salieron a la calle a manifestarse y conmemorar los disturbios del año anterior, en lo que fue la primera marcha del Orgullo. Y hasta hoy.
50 años después nos queda todo por conseguir, porque en 2019 las que tenemos papeles nos podremos casar, sí, pero la policía sigue acosando a quien se prostituye por decisión libre y propia, sigue encerrando en CIEs y deportando inmigrantes por no tener dinero o papeles, sigue identificando a quien está donde no debe, sigue desahuciando a quien okupa o a quien no puede pagarle un alquiler cada mes más alto a un fondo buitre, sigue hostigando a activistas, sigue persiguiendo a quien protesta, lo que sea para cumplir el orden y la ley, que sin importar lo que diga, va a misa. Y si mañana la ley dice que las invertidas volvemos a ser ilegales, la misma policía que hoy se reúne en grupos como Gaylespol aplicará la ley porque es su trabajo y no le queda más remedio.
Frente a los gais que dicen que las alborotadoras de Stonewall fueron gente que probablemente no invitaríais a cenar a vuestra casa, las maricas ya hemos puesto platos y sillas de más y estamos esperando a que toquen el timbre.
Por si no fuera bastante, 50 años después el sistema que todo lo capitaliza se envuelve en la bandera arcoíris y nos mete entre ceja y ceja que ya está todo conseguido, que ya no hay nada por lo que luchar y que ahora sólo toca festejar. Y nos propone un Orgullo que no es más que otro macro evento más, en el que las empresas se publicitan y la gente con estatus, abdominales y dinero va a consumir, con mucho orgullo, eso sí. El capitalismo haciendo el agosto el 28 de junio. Adelantado. Abanderado de la aceptación de la diversidad: acepta efectivo, Visa, MasterCard y American Express.
Por suerte, 50 años después de Stonewall, siguen surgiendo colectivos y espacios coordinados entre identidades diversas, bolleras, trans, maricas. Reclamando memoria histórica, reclamando volver a las raíces de esa noche de disturbios y prenderle fuego a este sistema en el que vivimos, que hace negocio con nuestras identidades y cuando no puede exprimirnos más nos tira a la basura. Frente a su mercantilización, nuestra defensa de un mundo nuevo que queremos y por el que lucharon Sylvia Rivera, Marsha P. Johnson y tantas otras, y que no tiene absolutamente nada que ver ni con el orden, ni con la ley, ni con el dinero, ni con el negocio.
Frente a los gais que dicen que las alborotadoras de Stonewall fueron gente que probablemente no invitaríais a cenar a vuestra casa, las maricas ya hemos puesto platos y sillas de más y estamos esperando a que toquen el timbre.
Porque esto no va solo de con quién follamos. Esto va de las de abajo contra los de arriba.