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Referéndum del 1 de octubre
El referéndum y la cuestión catalana ¿Y ahora qué?
La irrupción de la Guardia Civil y el despliegue contra los impulsores del referéndum del pasado miércoles ha sido un balón de oxígeno para un proyecto que, según el autor, adolecía de un exceso de ilusión.
Es miércoles y son las 12h del mediodía. Estoy en clase. Como todos los días. Bueno, no. No es cierto. Como todos los días que trabajo, que no son todos los miércoles. Ya saben, cosas del guión. O del Govern de la Gene, y su capricho en la sección recortes. A saber, el 5% en la concertada-privada y el 25% en la pública. Bueno, al lío. Es miércoles y son las 12h y el móvil que empieza a echar humo. “Será el cole, seguro, el peque, que no anda muy fino, y que por favor lo vaya a buscar...”. Me monto la película, vaya. Estoy en clase. Es miércoles y son las 12h y el móvil que empieza a echar humo. Y yo con cara de póquer, supongo. No sé. O de padre haciendo malabares con (horarios de) curro, cole y vida, que no suelen llevarse muy bien.
En fin, salgo de clase y sorpresón. Que no. Se ve que no. Que no es el cole. El peque resiste (es un campeón). O sea, que no es el peque. O sí. Pero no el de casa. Sino el del estado. Que es peor. Muchísimo peor. ¡Qué digo! no tiene nada que ver. Me lío. En fin, que es el PP. Que se ve que ha cortocircuitado del todo y le ha dado por decretar una especie de estado de excepción en Catalunya (digo “especie” para no herir susceptibilidades, ya me entienden). 14 altos cargos de la Gene detenidos, bajo delito de sedición, y las instituciones catalanas ‘tomadas’ por la Guardia Civil. Sí, la bicentenaria benemérita. La de los pronunciamientos liberales decimonónicos. Más o menos. Menos que más. Bueno, lo que sea. Lo que fuera.
Si estuviéramos a las puertas de una república social las señales hubieran sido otras ¿no? No sé. Cosas de república social. Pero no
¿Y ahora qué? Pues no sé. Cabreo descomunal. No por la cosa Procés, que me la trae al pairo, la verdad. Ni por la cosa institución, que se la trae al pairo a los institucionistas, o como quiera que se llamen. Pero no de hoy sino de hace ya. Catalunya, España, Europa. Tanto monta. Acumulación por desposesión. Muestra: Las sedes embargadas de los convers, los 900 imputados de la banda PP o la fiesta de los 48.000 millones de euros para la banca. Hay para todos, y para todos los gustos. En fin, no por la cosa Procés, decía, sino por la cosa PP. O la cosa Estado, ahora no sé (que se lo pregunten al PSOE).
Bueno, al lío, que si me hubieran preguntado hace una semana la respuesta era sencilla. O relativamente. Porque la cuestión catalana se las trae. Nota al pie: El primer presi de la versión federal de la Primera República española, un tal Pi i Margall, arengaba a las masas con discursos que hoy sonrojarían a las CUP. Por rojo y separatista, sí. Y por demócrata e internacionalista. Y el primer estatuto de Autonomía del estado español es catalán. Sí, antes que el vasco. Y fecha del republicano 1932.
Total, que si me hubieran preguntado hace una semana hubiera dicho algo así como que el Procés adolecía de a) falta de legitimidad y b) exceso de ilusión. Sobre a) poco más que añadir. Si eso, una obviedad. Que siguen sin mayoría. Los indepes, digo. Ya saben. 50 más 1. O Rousseau y el contrato social, como prefieran. Que no es poca cosa. No en el juego de suma cero de una revolución liberal. Distinto seria, claro, que estuviéramos en un escenario de revolución social. Ahí la cosa cambiaría. ¡Vaya si cambiaría! Pero no lo estamos. O no lo parece. Porque si estuviéramos en ese escenario, que no lo estamos, o no lo parece, poco importaría que el apoyo indepe fuera del 48 o el 52. Quicir, los derechos sociales se conquistan, no se conceden. Nunca o casi nunca. Sufragio masculino y universal. Socialización y/o nacionalización de las empresas y los curros. Civil rights, etc. Y más importante, no siempre con el 50 más 1. Así, al tuntún. Bolcheviques y revolución de octubre, anarcos y revolución del 36, antiesclavismo y revoluciones burguesas.
En fin, que si estuviéramos a las puertas de una república social las señales hubieran sido otras ¿no? Algo así como que los líderes revolucionarios, esto es, los que marcan los tempos, la Gene y sus acólitos ANC y Òmnium, vamos, habrían hecho cosas del tipo: incrementar la presión (fiscal) a las grandes fortunas, desmercantilizar el acceso a la vivienda, desprecarizar la educación, cortar la financiación a las escuelas del Opus... No sé. Cosas de república social. Pero no. Fuertes en competencias ajenas y débiles en las propias. O algo por el estilo.
En fin, que si me hubieran preguntado hace una semana hubiera dicho algo así como "para una república social hace falta un proyecto social". Ecológico también, claro. Y feminista, etc. De cajón ¿no? Pues no. Parece que no. Que la cosa es que la creación de un Estado es un avance social. Así, sin más. Y que no hay acumulación y correlación de fuerzas que valga. Y eso que de Estados se han creado muchos, desde el inicio del ciclo Estado-nación. Algunos sociales y otros como que no. Más bien lo contrario. Más bien nada ¿O es que el estado fascista italiano fue lo mismo que la URSS? O la Segunda República y la Alemania de Bismarck, etc.
Lo que nos lleva a b) Exceso de ilusión. Polisemia. Una CDC en caída libre, cuarta o quinta fuerza política ya, que mantiene el 60% de las Conselleries de Govern. Y una sociedad “de izquierdas” que minimiza la cosa selectiva en la sección recortes y sablazos. Recuerden: 800.000 euros recaudados en cuestión de horas para un tal Mas “el pobre”. Hipótesis: Quizás no seamos tan de izquierdas. Y quizás lo que penaliza es la indefinición en tiempos hiperbólicos, o en su defecto la corrupción, pero no así el liberal-conservadurismo, donde por cierto parece haber encontrado su sitio la nueva ERC. O quizás sí que penaliza, pero no en el mundo indepe. Qué sé yo. En cualquier caso, ilusión. Así, en letras de neón. Bien grande y en su doble acepción. Entusiasmo y esperanza. Entusiasmo por lo que está por venir. A saber, el referéndum que tenía que ser pero no fue, 9N, renacido de sus cenizas tres años después, “plebiscitarias” mediante. Y esperanza en que se obre el milagro y del autismo se pase a la revolución. Algo así como pasar de Hobbes a Rousseau o de Locke a Marx. Depende de la versión.
Y el milagro obró. Con el PP todo es posible. Ya saben, el partido que hace política por cuenta y cargo de vírgenes y a petición de amigos imaginarios no puede defraudar. Y lo cierto es que no lo hizo. No defraudó, vamos. Ni a propios ni a extraños. Y así fue como por arte de magia, lo que no parecía sino la enésima crisis de legitimidad de la Gene y el independentismo, atascados como se encontraban en su callejón sin salida particular, el de la unilateralidad y el frente nacional, adquirió tintes de desborde. Es decir, adquirió algo que no había tenido hasta entonces: legitimidad. No en la cosa Procés, claro. Pero sí en la cosa victimismo.
Nota al pie: ojo con la cosa victimismo. Suele crear mártires políticos y después no hay quien se los quite de encima. Y a la Transición me remito.
En fin, que adquirió legitimidad. El independentismo, digo. Y más allá de sus fronteras, se entiende. Que al fin y al cabo es lo que cuenta. Hoy más si cabe, estando como estamos en el ojo del huracán de la crisis del ciclo Estado-nación. Y no es para menos. Recuerden: desde la creación de la cosa “estatuto de autonomía”, el autogobierno de Catalunya se ha “suspendido” en tres ocasiones. Cuando el “bienio negro” republicano, cuando el franquismo y el otro día. Poca broma.
¿Y ahora qué? Pues no sé, la verdad. Quizás la cuestión seria ¿Puede la bocanada de aire insuflada por el gobierno del PP favorecer, ahora sí, una correlación de fuerzas afín a los intereses indepes? ¿Puede el nuevo escenario convertir la enésima huida hacia adelante del processisme en algo realmente deconstituyente? Es más ¿Puede el cortocircuito del PP haber solventado de un solo plumazo la difícil relación (de conveniencia, dicho sea de paso) entre la izquierda y la izquierda de la izquierda? A bote pronto, no parece, la verdad. Poco tardaron los líderes revolucionarios en desconvocar la movilización del miércoles. No sea que la cosa desborde. Por el lado que no toca, claro. Y pocos lazos parece querer establecer la izquierda indepe con la izquierda no indepe. Lazos, digo. No cheques nacionales en blanco. A saber, apuestas autárquicas en plena periferia deficitaria de la Europa Pangermánica. No lo hicieron en el pasado, en plena fiebre “quincemayista”. No creo que lo hagan ahora. Ya me entienden, negativa meridiana al “govern Colau” mientras investían presis convers, firmaban presus convers y superaban mociones de confianza convers. Pero hoy, a diferencia de hace una semana, los indecisos parecen menos indecisos. En lo del referéndum, digo. O lo que sea que se haga el 1O. Y hoy, a diferencia de hace una semana, el PP tiene un problemón. ¿O lo tiene el estado? No sé, pregunten al PSOE.