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Venezuela
José Roberto Duque: “El primer requisito para una revolución es que estemos vivos para hacerla”
Desde un territorio recuperado en las afueras de Caracas donde pasa la cuarentena, el escritor y periodista venezolano explica cómo es batallar en simultáneo contra el covid y los embates constantes de Estados Unidos. Analiza el inminente colapso del modo de vida impuesto hace un siglo desde que se descubrió el primer pozo petrolero en el país y se anima a imaginar futuros.
El fracaso de la Operación Gedeón que intentó derrotar a Nicolás Maduro pone en evidencia la desesperación estadounidense por no poder frenar a un proceso revolucionario que viaja profundo por la sangre del pueblo venezolano. Sin embargo, dice Duque, los rounds contra el imperialismo duelen y dejan marcas en el cuerpo físico. El autor de libros claves como Salsa y control, No escuches su canción de trueno (2000) y Venezuela crónica (2020) está pasando la cuarentena en El Kilombo, una tierra recuperada en Caracas.
“Hasta hace un año era un lugar abandonado, tomado por la delincuencia, por distribuidores de drogas, gente destruida, al margen del tejido social —cuenta—. La comunidad de alrededor no podía hacer nada porque era gente muy violenta. Así fue como un colectivo organizado que viene de los procesos culturales caraqueños empezó a meterse aquí a punta de cultura, de tambores. Ahora es un espacio para la libertad con un montón de normas distintas a las anteriores. Hacemos agricultura urbana y mantenemos algunas tradiciones de la cultura afro venezolana”. Desde ese espacio, Duque analiza la pandemia y lo que considera otra cara “de la misma tragedia planetaria”: la imposición por la fuerza de criterios de Estados Unidos para gobiernos que respondan a su voluntad.
¿Por qué caracterizás este momento como un colapso?
Es que a los venezolanos no nos queda otra que la de pensar el futuro en esos términos. ¿Qué cosas están colapsando? En primer lugar un modelo de ciudad que Estados Unidos moldeó durante un siglo y que nosotros desde el chavismo militante decidimos desafiar hace unos cuantos años. Ahora, para castigarnos, Estados Unidos ha hecho que colapse violentamente junto con todas las costumbres, los ritmos y los modos de vida a los que estábamos acostumbrados durante todo el siglo XX y un poco más. Ese modo es insostenible para nuestro país y creo que para todo el planeta. Y Estados Unidos hace esfuerzos para que creamos que sin ese tipo de vida en decadencia no podemos vivir.
La Edad de Piedra no se terminó por falta de piedras. En el mismo sentido, la era del petróleo y del plástico va a terminar mucho antes de que se seque el último charco
¿Te referís al modo de vida basado en la extracción y exportación petrolera?
Exacto. Hace poco se propagó por Twitter una etiqueta bastante curiosa que revela muchas cosas: “Sin gasolina no hay alimentos”. Es decir que para mucha gente es inviable imaginar a nuestro país surtiéndose de comida sin el canal tradicional que consiste en que tú traes alimentos para las grandes ciudades desde muchísimos kilómetros de distancia. Mucha gente cree que ese sistema es sostenible en el tiempo y que debe continuar: que un 10% produzca para abastecer al 90%. Creo que los militantes venezolanos deberíamos acostumbrarnos a pensar entonces en términos de colapso de ese sistema. Lo otro que colapsa, ya a un nivel hemisférico e incluso planetario, es el sistema que tiene su sustento en la energía fósil: la explotación del petróleo y otras formas energéticas. Como dijo James Canton, la Edad de Piedra no se terminó por falta de piedras. En el mismo sentido, la era del petróleo y del plástico va a terminar mucho antes de que se seque el último charco.
¿Qué implicó para la cultura venezolana la dependencia petrolera y la injerencia de Estados Unidos?
Esta es una discusión crucial entre revolucionarios, chavistas, gente de izquierda. Es más cómodo, más sabroso y hiere menos decir que nosotros somos un pueblo independiente y antiimperialista. Yo digo: “Señor, nosotros somos lo que a los Estados Unidos le dio la gana que nosotros fuéramos”. Esa pelea la perdimos. Nos convirtieron en un tipo de sociedad que no teníamos por qué ser. Y la revolución bolivariana debería consistir en ir eliminando todas esas claves culturales humillantes que los gringos nos zamparon por el pecho y nosotros nos las dejamos zampar.
EE UU nos convirtieron en un tipo de sociedad que no teníamos por qué ser. Y la revolución bolivariana debería consistir en ir eliminando todas esas claves culturales humillantes que los gringos nos zamparon por el pecho y nosotros nos las dejamos zampar
Tenemos una cultura profundamente norteamericana. Basta caminar por cualquier calle para que detectes los símbolos desparramados. Somos muy gringos en nuestros ritmos, en nuestras creencias. Por ejemplo: el deporte nacional es el béisbol, que lo trajeron hace cien años las compañías petroleras. Se usan esas gorras de los peloteros y la prenda más popular es el blue jean, el pantalón de los vaqueros gringos. Adoramos las películas de Hollywood y adoptamos como propias formas gastronómicas estadounidenses. Ante esa cantidad de señales, uno ve en qué nos convirtieron a cambio de comprarnos el petróleo como materia prima para después inundar el mundo con sus mercancías plásticas y otros derivados de nuestro charco de combustible fósil.
En vez de producir, vendemos petróleo y compramos alimentos ya hechos, manufacturados por los gringos o quien los quiera vender. Es el signo de la aberración con el que estamos rompiendo en estos años. ¿Cómo dejamos de depender del petróleo para depender del fruto de nuestro trabajo físico, del ingenio, de nuestra capacidad para crear viviendas o vestidos? ¿Cómo damos ese salto? De eso se trata la revolución bolivariana: ver si revertimos un proceso de un siglo de yankización cultural. A ver si 200 años después de Simón Bolívar nos decidimos a ser otra vez soberanos e independientes.
¿Es posible salir del extractivismo de un momento a otro?
Miren, cuando el Gobierno bolivariano decide agarrar el toro de la extracción mineral por las astas y poner la industria del oro al servicio de Venezuela, la revolución comenzó a ser atacada por una izquierda light. Esa izquierda sostiene que hay que abandonar la minería para no destruir el ambiente. Pero no se preguntan cómo sobrevivimos. Estas ciudades feas que tenemos dependen lamentablemente de la explotación minera: del petróleo, del oro y de otras riquezas naturales. Si dejamos de extraer esos recursos las ciudades efectivamente colapsarían y es lo que queremos, pero ¿estamos preparados para ese tipo de colapso? ¿Venezuela está en condiciones de no sacar una gota más de petróleo? ¿Estamos en condiciones de autoaplicarnos esa terapia de shock? Yo creo que no, así que en esta época forzosa de transición, tenemos que vivir de esa mala manera, con esos métodos sucios, contaminantes y asquerosos. Tenemos que sobrevivir. El primer requisito para una revolución es que estemos vivos para hacerla.
¿Qué implica hoy la resistencia pacífica a tantos embates?
Estamos ante una anomalía histórica donde la única forma que tenemos de conservar nuestras instituciones, nuestra integridad, la única forma de evitar que se desencadenen los demonios de la guerra en su fase bélica es quedarnos tranquilos, declararnos amantes de la paz y no responder a ninguna provocación. El ejército colombiano ha violado una gran cantidad de derechos internacionales en las fronteras y dentro de territorio venezolano también, buscando nuestra reacción para desencadenar una violencia incontrolable que justifique una intervención armada. Cada vejación, cada planificación del asesinato de nuestro presidente, hemos sabido soportarlas sin violencia. Pero en este tipo de guerra no hay que responder y el pueblo venezolano ama la paz, aunque sea en este precario equilibrio.
Ningún país merece el trauma que significa el asesinato masivo de personas, ya sea en manos de fuerzas regulares o irregulares. Así que cada vez que evitamos caer en ese tipo de conflagración, estamos obteniendo una victoria
También hay que tener en cuenta que, si declaramos la guerra a Colombia, a Brasil, a Estados Unidos, a la Comunidad Europea y a todos los países que nos insultaron, no hay modo de ganar. Nuestro ejército sería derrotado en muy poco tiempo y ahí pasaríamos a la fase más espantosa y definitiva, que es la guerra del pueblo. Ningún país merece el trauma que significa el asesinato masivo de personas, ya sea en manos de fuerzas regulares o irregulares. Así que cada vez que evitamos caer en ese tipo de conflagración, estamos obteniendo una victoria. Esta no es una confrontación entre machos para ver quién tiene los testículos más grandes o quién tiene más héroes cinematográficos. El único anhelo es que suframos lo menos posible. Evitar la guerra es el mejor modo de ganarla, como dijo Sun Tzu, el máximo estratega de la guerra de la antigüedad en China.
Incluso soportar que en todo el mundo se utilice a Venezuela como ejemplo del peor destino posible…
En todo el mundo se repite la fórmula de las derechas, que sostienen que no quieren llegar a ser Venezuela. Quizás no les falte razón: es posible que los pueblos que deciden sublevársele a Estados Unidos la pasen mal. Es lo que le pasa a Cuba hace más de medio siglo, que sigue pagando el precio de intentar otra forma de vida. Si nosotros nos rendimos, lo que nos espera es un futuro como Colombia, Chile o Perú. Una democracia maravillosa donde desayunas con Korn Flakes de Kellog’s, encuentras los mejores quesos, licores baratos, salarios de 500 dólares al mes, las clases medias seguirán viajando al exterior, un gran comfort por allá arriba, mientras que por debajo el 90% de la población seguirá comiendo mierda. Los pobres nos vamos a joder si detenemos este experimento en este momento.
¿Ves prácticas en el presente que puedan servir para pensar el día después del colapso?
Lo que debemos es construir una sociedad sin dejarle espacio al azar para ver qué nueva potencia nos coloniza para enseñarnos a vivir. Para no caer en manos de otra potencia, tenemos que inventarnos un futuro. Y la mejor forma de diseñarlo es recordando los fragmentos nobles de la sociedad que no nos dejaron construir.
Regresan prácticas solidarias y de trueque anteriores al señorío loco del capitalismo comercial. Esa es una primera señal de cómo los ciudadanos nos estamos adelantando a lo que pudiera venir
Fuimos obligados a abortar el país que teníamos en construcción para adoptar este esperpento. Con respecto al después del colapso, veo dos respuestas: una es desde el chavismo popular e incluso de las formas de organización anteriores, que es una especie de chavismo silvestre que viene galopando por todo el país, y uno de cuyos síntomas es la desurbanización. Hay un regreso a prácticas anteriores a la ciudad industrial cada vez más profundo, aunque muchos no lo detecten. Estamos volviendo a cocinar con leña, a recordar dónde estaban los manantiales de agua potable antes que se instalara todo este sistema loco en que hay que pagar el agua para beber. Regresan prácticas solidarias y de trueque anteriores al señorío loco del capitalismo comercial. Esa es una primera señal de cómo los ciudadanos nos estamos adelantando a lo que pudiera venir. Se activa lo que el poeta Aquiles Nazoa llama “los poderes creadores del pueblo”.
Cuando todo colapsa, el pueblo empobrecido echa mano de recursos ancestrales de una creatividad insólita y que muchas veces da risa. Lo otro son experiencias institucionales dese el chavismo más gubernamental. Un ejemplo es la alcaldía de Barcelona, en el oriente venezolano, donde el alcalde decidió empezar a desmembrar la alcaldía a una velocidad insólita. Empezó a ceder a las comunas en formación algunas potestades. Ese alcalde comprendió que la estructura del futuro es el Estado Comunal que soñó Hugo Chávez. Comunas pequeñas y locales, mientras desaparece progresivamente una entidad colonial anquilosada y en proceso de destrucción como la alcaldía. Entonces: tenemos un pueblo, un gobierno, una buena cantidad de gente dispuesta a vivir de otra forma. Lo que no estoy seguro es que toda la población acompañe al chavismo en ese ejercicio masivo de abandonar poco a poco el capitalismo. Pero creo que lo más sensato y honesto que podemos hacer. Yo me imagino una Venezuela donde las ciudades o son destruidas y demolidas o son reorganizadas para que los procesos productivos básicos y para la formación del ser humano estén cerca del sitio donde la gente vive. Es absurdo que la papa que comemos en Caracas viaje 800 kilómetros. Si resolvemos eso en la práctica ya te da la idea de un nuevo país: un país que se ahorra una cantidad enorme de energía, combustible, tiempo y traumas personales. Una relación humana entre productores y consumidores, no forzada, sin sometimientos.
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El ex presidente de la AN Juan Guaidó afirmó que si Maduro le entrega el poder EEUU levantaría las sanciones y en 15 días volvería la normalidad en cuanto al suministro de gasolina en el país. Ello debido a que CITGO comenzaría a enviar aditivos e incluso gasolina mientras llegan los repuestos que desde hace 9 años EEUU impide sean vendidos a las refinerías venezolanas.
La declaración de Guaidó confirma que como lo dice el gobierno, son las sanciones económicas contra PDVSA y el país las que impiden que exista normalidad en el suministro de gasolina, mantenimiento de infraestructura eléctrica y servicios en general en la nación caribeña sometida durante 9 años a un brutal cerco económico y financiero mediante sanciones unilaterales que la oposición apoya y que causan sufrimiento a la gente.
Venezuela no va hacia ningún socialismo... el socialismo no lo hacen militares y burócratas. Las experiencias autogestionarias de allí por desgracia no son representativas, y el país está saqueado y desarticulado por su propio gobierno...
El comentario de esta persona utiliza una palabra que no sale UNA SOLA VEZ en toda la entrevista ... cómo se le ve el plumero de no sabe pero contesta ...
Como dijo hace un rato el compañero Enrique (cuyo comentario ya no está, por cierto) en toda la entrevista no hay una sola referencia al socialismo. Por lo demás, incluso las catarsis es bueno acompañarlas de argumentos, ya que es mucho pedir comprobaciones. Adelante
El pais de aquí, España, sí que sé seguro que está saqueado y desarticulado, de esto no tengo ninguna duda, y por las mismas corporaciones que oprimen a Venezuela, aunque de manera diferente y por motivos diferentes.