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Universidad
Académicas denuncian censura en la Universidad al hablar de trabajo sexual: “Nos acusan de proxenetas"
En septiembre de 2019, la Universidad de A Coruña suspendía unas jornadas de debate sobre prostitución, donde participaban las propias trabajadoras sexuales, a causa del señalamiento que un colectivo abolicionista hizo de las mismas.
La suspensión de ese acto tuvo una respuesta, inédita hasta entonces en el Estado español, por parte de académicas y profesoras de distintas universidades españolas, colectivos de trabajadoras sexuales y activistas, la creación del proyecto: Universidades Sin Censura.
Una iniciativa que llevó a más de 20 centros universitarios estatales durante el curso 2019/2020 distintos debates en torno al trabajo sexual con el objetivo de señalar que“en los debates públicos de toda sociedad democrática se han de poder ofrecer y representar los argumentos de las distintas posiciones” y hacer hincapié en la necesidad de que en el debate se incluyeran “la voz de las personas trabajadoras sexuales que reclaman respeto y derechos”.
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La prostitución como estigma Trabajo sexual y violencia institucional
Universidades Sin Censura sacó a la palestra mediática una realidad que se vivía dentro de las aulas y los despachos universitarios: qué discurso está permitido tener sobre la prostitución dentro de la academia y cuál no.
Censura a obras académicas
Carmen Meneses es antropóloga y profesora en la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid). Desde hace más de 30 años realiza estudios sobre género, riesgo y vulnerabilidad social, una de sus especialidades es el estudio del trabajo sexual. A pesar de su dilatada carrera, Meneses denuncia que varios de sus artículos científicos han sido rechazados al tratar sobre trabajo sexual. “Mi último estudio va sobre las mujeres españolas que van a ejercer la prostitución a Suiza, lo mandé a unas revistas previamente y me dijeron que no tenía la calidad”.
“Se les ve el plumero, ahora mismo en muchas de las revistas científicas españolas es muy difícil publicar si tú no tienes ese discurso hegemónico”, expone la antropóloga Carmen Meneses
La antropóloga cree que estas respuestas “son excusas”, ya que al mandar sus artículos a revistas internacionales, “más prestigiosas y con más proyección”, se publican sin problema: “se les ve el plumero, ahora mismo en muchas de las revistas científicas españolas es muy difícil publicar si tú no tienes ese discurso hegemónico”.
Meneses lleva estudiando la prostitución desde los años 90, y argumenta haber “generado muchísimos datos”. En otra ocasión cuenta que tuvo que cambiar frases de su artículo para que se lo publicaran: “la interpretación que haces y algunos datos no les gustaba”.
La académica cree que la causa de esta censura reside en que sus investigaciones plantean con datos que “las mujeres toma sus propias decisiones en el trabajo sexual” sin invisibilizar que “existen mujeres coaccionadas, eso es un delito y no se trata de lo mismo”. Meneses además reflexiona sobre el discurso oficial sobre la prostitución que se encuentra en la academia y en otros sectores: “En el discurso que hay ahora mismo sobre la prostitución, no hay ni un solo dato, es todo pura ideología”.
Alba Sierra es Educadora Social e investigadora en estudios de género y trata de personas. En su último estudio Asistencia a mujeres tratadas en España. Otras víctimas y formas de violencia analiza de forma crítica “la existencia de mecanismos de control corporal y sexual, económico y vital, que producen formas de violencia en parte de las mujeres asistidas y de las trabajadoras”.
“Las trabajadoras sexuales que no pueden visibilizarse, no pueden hablar por ellas mismas, no pueden expresar sus demandas y se obstaculiza que accedan a derechos”, argumenta la Educadora Social Alba Sierra
En su labor como investigadora se ha tomado con distintas trabas a la hora de investigar ciertos temas y hacer críticas al pensamiento abolicionista: “Si apoyas los relatos hegemónicos que ya hay sobre prostitución, se te facilitan mucho las cosas”. Sin embargo, Sierra señala que si no sigues ese relato “puedes recibir más coacciones y ser señalada como proxeneta”.
La educadora social cree que “se está polarizando el debate desde lo absurdo” y que finalmente las personas más afectadas por estas censuras son “las trabajadoras sexuales que no pueden visibilizarse, no pueden hablar por ellas mismas, no pueden expresar sus demandas y se obstaculiza que accedan a derechos”.
Paloma Martín es profesora de Trabajo Social, y comenzó su carrera investigadora con una posición abolicionista: “me fui alejando porque conocí otras posturas”, sostiene. Martín se fue alejando de su grupo de investigación porque “no me apetecía formar parte de un grupo de profesionales académicos que censuran a las propias trabajadoras”.
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La tesis de Martín va en torno al consumo de trabajo sexual, una obra que incomodó dentro de la academia “me han llegado a acusar de proxenetismo”. La académica señala que ha conseguido publicar ningún artículo en revistas científicas en el que hable sobre prostitución, lo que no pasa cuando trata de otros temas: “Investigo sobre otros temas y no he tenido problemas en que me publiquen, cuando hablo de exclusión residencial, cuando hablo de estereotipos de género automáticamente me publican el artículo”.
La profesora traza una reflexión final acerca del posicionamiento hegemónico abolicionista dentro de la academia: “Es un lugar desde el privilegio de las académicas y de la gente que trabaja en instituciones con una mirada muy salvacionista, creen qué es lo mejor para la prostitución y no están escuchando a las voces, de las trabajadoras, las activistas, de las personas que realmente están viendo esta realidad”.
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A saber, el problema del que hablan no es tanto un problema de una temática en particular (la prostitución), sino mas bien un mal funcionamiento sistémico del mundo académico, y su reparto de prestigio por publicaciones.
Tenemos unas editoriales privadas que publican. Académicos que hacen investigación. Instituciones que necesitan «algo» para arbitrar a quien dan la pasta para la investigación siguiente, a quien fichan y a quien no, etc. Se monta un sistema completísimo en el cual las editoriales privadas generan los indices que las instituciones necesitan para rellenar la casilla. Cuantos puntos tiene el doctor X?
Funciona: se obtienen números (indices) y se usan para atribuir becas, plazas universitarias, ascensos...
Tienen estos números alguna relación con la calidad y valía de la académica en cuestión? Es difícil no imaginar mil formas en las que este sistema pueda funcionar mal. Los sesgos ideológicos en las publicaciones es solamente uno de ellos.