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Tribuna
Por una política de la vida cotidiana
Hace algún tiempo se publicaban sendas entrevistas —una en este medio y otra en Público— con Ángel Luis Lara ‘El Ruso’, discípulo de Ibáñez y uno de los responsables de la entrada de este en la reflexión de los movimientos sociales madrileños de las últimas décadas. En estos textos Lara presenta su nuevo proyecto musical, Democrazy, y realiza afirmaciones como que “en la política profesional hacen morada los mediocres” o que “se ha producido una distancia entre las expectativas y los elementos que daban sentido a esa experiencia y lo que luego ha sucedido”.
Para quienes nos socializamos en el área política de la autonomía madrileña a finales de los 90 y principios de los 2000 con Hechos Contra el Decoro como banda sonora y a la vez hemos participado del llamado asalto institucional, esta piedra de toque no podía pasar desapercibida.
1. “La ciudad es en lo sociológico como el cuerpo en lo biológico, una fábrica de mierda”
Si la ciudad es una fábrica de mierda, el gobierno de la misma no puede ser menos que un ejercicio de coprofagia. Como bien nos recuerda la serie The Wire, la política es comer “tazas de mierda desde el primer día hasta que abandonas”. Que la ingesta de deshechos fecales, aunque sea en sentido metafórico, sirva para cambiar las condiciones de vida materiales de la gente que vive en una ciudad es algo que está todavía pendiente de demostrarse como hipótesis válida.
Que la entrada en esto de la política institucional tiene un punto de no retorno creo que es algo que no se le escapa a nadie a estas alturas. Ahora bien, caer en que las personas que han ocupado determinados cargos públicos son insustituibles es un error que no deberíamos cometer.
Recuerdo una conversación en el Patio Maravillas un par de meses antes de las elecciones municipales de mayo de 2015. Era una conversación con gentes de la izquierda abertzale que habían venido a Madrid a conocer la experiencia de diferentes movimientos sociales madrileños en el post15M y en los momentos previos al asalto institucional. En la misma tuvimos la oportunidad de debatir y analizar los límites, posibilidades y potencias de la política institucional, así como los vínculos de la misma con los movimientos.
Obvio decir que, en este sentido, la experiencia acumulada en Euskadi es mucho mayor de la que podemos tener en Madrid. Una frase se me quedó grabada: “En nuestras familias y grupos de amigos siempre hay una persona que está en la institución. Es una labor desagradable y están deseando que acabe, pero es una tarea que alguien tiene que hacer; lo hacen de forma temporal, saben que forman parte de un ciclo y de un sujeto político más amplio y que otros ocuparán su puesto en próximas legislaturas”. Me pareció una forma muy interesante de abordar el asunto de la representación institucional, una definición clara de eso que se ha venido hablando en las últimas semanas respecto a hacer política y estar en política.
En estos cuatro años, si hay una cosa que hemos podido experimentar en nuestros cuerpos es aquello de lo que nos hablaba Bourdieu de la “estructura estructurante”: habitar una institución como el Ayuntamiento de Madrid termina por modificar la subjetividades de quien lo habita. Se desarrollan extrañas sensaciones de ser imprescindibles, insustituibles. En los últimos meses, en los que se han empezado a dar los bailes de nombres de cara a las próximas elecciones municipales, hemos echado de menos posiciones que afirmen: “He cumplido con mis obligaciones, es el momento de que otra compañera me sustituya y continúe la tarea que he venido realizando”. ¿Qué ha llevado a compañeros y compañeras a plantearse que su figura era insustituible?
Quizás encontremos algunas respuestas en el clásico texto de Jo Freeman La tiranía de la falta de estructuras. La ausencia de sujeto político, de organicidad, de democracia interna, seguramente ha sido una de las constantes, uno de los mayores problemas y, probablemente, el mayor fracaso ante el que se ha encontrado el proyecto de Ahora Madrid.
2. “Cuando algo es necesario e imposible, hay que cambiar las reglas de juego: para inventar nuevas dimensiones”
Esta creo que puede ser una buen frase que sintetice cuál era la paradoja y a la vez las intenciones de lo que se definió en su momento como ‘asalto institucional’, ‘apuesta municipalista’, ‘nueva política’ o cualquier otro concepto que pueda definir lo que ocurría en la primavera de 2015.
Me explico: era evidente que la ventana de oportunidad estaba abierta y no sabíamos cuánto tiempo iba a durar así. Pero también, con el paso del tiempo, parece evidente que no se tenían los consensos, la cohesión, el cuerpo suficiente por parte de los movimientos que iniciaron ese proceso como para aguantar un envite de estas características, ocasionando lo que en términos clásicos podríamos definir como un desmantelamiento de los cuadros que habían estado sosteniendo los diferentes movimientos de la ciudad en los últimos años.
El cambio de las reglas del juego, el proceso constituyente no solo como cambio de la Carta Magna sino como cambio de normativas y ordenanzas, pero sobre todo como cambio de centro de gravedad que guía la acción política, parece que ha sido metido en la carpeta de las tareas pendientes. Esto puede ser debido a la falta de mayoría política, pero también a la falta de proyecto, de líneas estratégicas definidas, que ha generado en última instancia una política amilanada en la que se ha rehuido del conflicto como motor del cambio.
3. “Solo los malditos mejoran este mundo"
Quizás ahora la incógnita que queda por despejar es saber quiénes son esos malditos a los que Ibáñez hacía referencia. Tras el ajetreo que ha vivido el panorama político de la izquierda madrileña en las últimas semanas, no parece que podamos encontrar una respuesta fácil. ¿Quiénes son los malditos? ¿Errejón y Manuela?, ¿los Pablistas? ¿los concejales de Ganemos e IU que han votado en línea divergente con las opiniones de Alcaldía en diversas ocasiones? ¿O quizás sean los movimientos sociales que han sido prácticamente denostados por la alcaldesa?La política española arrastra un lastre de la dictadura. Si bien en todo sistema político los personalismos carismáticos son de importancia vital, en el caso español el asunto alcanza dimensiones estratosféricas. ¿En qué país se puede afirmar que la dictadura no fue fascista sino franquista? ¿En qué país se puede afirmar que no se es monárquico sino juancarlista? ¿En qué país el Partido Socialista puede negar tal ideología para afirmarse felipista? ¿En qué país las familias políticas se definen en base a los nombres de sus líderes (pablismo, errejonismo, manuelismo...) y no en base a sus propuestas?
Muchas fueron las expectativas depositadas en la apertura de la legislatura de 2015, expectativas que se fueron rebajando según pasaban el tiempo y que empiezan a tocar fondo en los últimos meses antes del final de la misma, dando la sensación de que el único programa que se había llevado al Ayuntamiento de Madrid era el de demostrar que la izquierda podía gobernar en la ciudad sin que las diez plagas de Egipto asolasen la capital. Llegados a este punto parece que eso de la “nueva política” se ha convertido en un significante vacío.
4. “Mandar o pecar”
Era el título de un artículo que Jesús Ibáñez publicaba en 1987, afirmaba: “En un país capitalista, manda siempre la derecha. (Y, ¿en un país socialista? También). Lo que pasa es que, en una sociedad capitalista, unas veces manda la derecha directamente y otras veces manda a través de la izquierda. […] Solo los gobiernos de derecha pueden hacer política de izquierda: un gobierno de izquierda chocaría, si lo intentase, con la resistencia de las cúpulas (poderes fácticos). [...] Solo los gobiernos de izquierda pueden hacer política de derecha: un gobierno de derecha chocaría, si lo intentase, con la resistencia de las bases (masas populares)”. Poco más que añadir a esta cita que resume a la perfección la piedra angular que parece va a definir la política madrileña de los próximos meses y que no es otra que la Operación Chamartín.5. “El consenso produce la certeza, el disenso la duda. 'Dudar' viene de duo+habitare (dobbitare): el que duda habita dos mundos”.
Sin duda alguna, al tratar de entrar en las instituciones, la idea de partida que teníamos era la de habitar dos mundos, la institución y los movimientos. Con cierta ingenuidad, asumámoslo, pues al ser dos mundos, sus idiomas y ecosistemas son incompatibles y los ejercicios de traducción han resultado, en demasiadas ocasiones, baldíos.
Otro de los aspectos sobre los que merece la pena detenerse es la gestión del disenso que se ha venido desarrollando por parte de la Alcaldía a lo largo de la legislatura. Ante una ausencia prácticamente total de espacios de deliberación, la gestión de la disidencia se ha dado en lógicas de disciplinamiento, en lógicas binarias de conmigo o contra mí, haciendo caso omiso a una de las máximas que debe guiar los procesos horizontales y democráticos y que no es otra que “el disenso defiende la democracia”, la pluralidad de opiniones deben ser una seña de identidad de los espacios que se definen como transformadores y democráticos. Aquellos procesos y sistemas con democracias fuertes y arraigadas tienen altas capacidades de soportar y digerir e integrar las propuestas disidentes, ya que su fortaleza reside en la flexibilidad de adaptarse a nuevos escenarios y no en la rigidez. Sin embargo los procesos y sistemas con democracias no consolidadas no tienen formas para hacer frente a la disidencia que no sean las de las lógicas de adoctrinamiento y expulsión.
Parece evidente que los partidos políticos son estructuras caducas, que necesitan ser reinventadas. En el primer Podemos daba la sensación de que se estaba construyendo una estructura híbrida que daría pie a apuntar soluciones en este sentido, pero lamentablemente la deriva ha sido la contraria, quedándose cada vez más cerca de las estructuras clásicas de los partidos y cada vez más alejado de formas híbridas de organización. En cualquier caso, no podemos concluir que se puede prescindir de procesos organizativos complejos si se quiere atender a eso que se ha denominado asalto institucional sin desatender al desarrollo del ámbito de los movimientos sociales. En este sentido el concepto clásico de bases dibuja un escenario necesario pero no suficiente para atender a la realidad que tenemos ante nosotros. Las bases fiscalizan, critican y mejoran el trabajo de las élites, pero reproduciendo ese concepto seguimos, pues, aceptando un escenario en que unos están abajo y otros están arriba. ¿Cómo diluir tal contradicción? ¿como generar estructuras horizontales que asuman la necesidad de liderazgos carismáticos sin caer en el caudillismo?
6. “Todo lo que vale la pena ha sido dicho o hecho por traidores. Traidores a la tradición del grupo. Todas las innovaciones —religiosas, artísticas, científicas, políticas— han sido vistas inicialmente como traiciones al grupo en el que habían ocurrido”
En los últimos años hemos visto movimientos de lo más inverosímiles de cara a generar nuevos sujetos políticos o, dicho de otro modo, movimientos dirigidos a encontrar nuevas formas de organización e incidencia política que superasen la dicotomía partidos/movimientos. Llegados a este punto cabe preguntarnos: ¿cuando Pablo Iglesias fundó Podemos traicionó a IU? ¿Cuando Errejón lanzó Más Madrid traicionó a Podemos? ¿Traicionó Carmena a Ahora Madrid cuando dijo que el programa eran un conjunto de sugerencias? ¿Traicionaron los municipalistas a los movimientos sociales cuando decidieron presentarse a las elecciones mientras una parte de los movimientos les decían que no era el momento de presentarse a las elecciones?No se trata tanto, entonces, de blanquear las diferentes líneas de fuga que se han producido en estos últimos tiempos como de reflexionar sobre la gestión de la disidencia que se realiza desde las organizaciones de izquierda, ya sea Podemos, IU, Ahora Madrid…
7. “El nombre cubre siempre la ausencia de la cosa”
Hace algunos meses Carmena anunciaba que el proceso de primarias que se iba dar para elegir la lista de concejales para las próximas elecciones municipales sería un proceso que superaría la idea de primarias. Carmena acuñó para la ocasión el concepto de “participadarias”. Sin saber muy bien que se escondía detrás de este nuevo término, parece que trata de enunciar una realidad que no existe a tenor del reglamento por el que se van a regir estas primarias de Más Madrid. Abusar de las palabras, y más aún de un concepto tan básico para nuestra forma de entender la política, que es el de participación, estirarlas hasta hacer de su significado algo inservible no parece la mejor receta para la “nueva política”.8. “Para poder elegir hacen falta por lo menos tres o una u otra, o ninguna de las dos (y, entonces, ¿qué?). No hay regla de juego que asegure la libertad si no queda asegurada la libertad de cambiar de regla de juego”
Esta frase asalta nuestras cabezas al escuchar las últimas declaraciones de Carmena en las que afirma que “aquellos que quieran un mundo en el que no haya empresas no pueden gobernar el Ayuntamiento”. Parece que la alcaldesa entiende que el consenso, si no es su propuesta, no es tal. Hemos pasado de gobernar escuchando a gobernar oyendo. Además, con esta afirmación aprovecha para quitarse de golpe y plumazo la posibilidad de que IU, al que siempre entendió como un lastre, esté en su proyecto de Más Madrid. Incluso el propio Errejón, cuando se urdía el pacto que dio lugar a Unidos Podemos, afirmaba de forma acertada que “uno más uno no siempre son dos”. Es por ello que parece claro que Madrid se verá abocado, en las próximas elecciones municipales, a un banco de pruebas en el que poder averiguar si la división virtuosa de la derecha en Andalucía es una fórmula válida para la izquierda o, dicho de otro modo, si la hipótesis frentepopulista que siempre ha acompañado a la izquierda ha tocado su fin en los tiempos que corren.Terminamos. Teniendo en cuenta todo lo anterior, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿debemos considerar el ciclo, la apuesta del asalto institucional, por acabado y la herramienta como fallida? Creemos que no, que el problema no ha sido el qué sino el cómo. Y en este sentido debemos poner todos nuestros esfuerzos para construir en común territorios políticos que tengan una raíz en la institución y miles en las calles.
En la búsqueda por encontrar el modo y manera de superar la vieja forma partido, y generar nuevas formas de organización política, parece que la “nueva política” y muy especialmente los proyectos de carácter más personalista, desde Errejón hasta Iglesias pasando por Carmena, han encontrado una puerta que hemos venido a denominar como política aeropónica. No han sido pocos quienes han criticado el personalismo de la “nueva política” denominándolo como caudillista, peronista o macronista. Siendo una conceptualización seguramente acertada, creemos que el símil no es del todo adecuado, pues nos embarca de nuevo en la cuestión personalista y hace referencia a mapas de otros territorios políticos.
Creemos que esta metáfora puede ser útil de cara a definir lo que está ocurriendo. Para la cultura política de la que provenimos, el movimiento ecologista y en concreto la propuesta de la agroecología ha sido siempre una referencia. La agroecología es una forma de cultivar la tierra y de entender la relación con el medio ambiente enraizada con el territorio y con quien lo habita, que respeta los ciclos que imponen los ecosistemas y que no trata de introducir aditivos artificiales externos en la misma.
Sin embargo, las nuevas formas de producción y consumo han acarreado nuevas formas de cultivo que conllevan que la agricultura pueda prescindir del sustrato, del territorio y, pese a ello, se pueda cultivar generando ambientes completamente artificiales en los que los ciclos de crecimiento se pueden acelerar. En su extremo se sitúan los denominados cultivos aeropónicos, aquellos capaces de crecer sin tan siquiera contacto con el agua y la tierra, sino suspendidos en el aire, del que reciben los nutrientes necesarios para desarrollarse. Pero ¿es el mismo resultado el que obtenemos si cultivamos una lechuga con métodos aeropónicos que si cultivamos una lechuga de forma agroecológica? ¿Es la misma política la que podemos hacer si nos deshacemos del sustrato que se ha generado durante generaciones? ¿Podemos hacer política sin que uno de sus principales fines sea el respeto a los procesos de regeneración de su propio sustrato?
Si la forma partido y/o la organización horizontal de las estructuras políticas se han convertido en un elemento de lastre cabe pensar que se debe y puede prescindir de los mismos y, en este sentido, cabe apostar por la ausencia de tales generando una forma de hacer política suspendida en el aire, no arraigada en sustrato o territorio alguno. O quizás se dé por buena la idea de que las comunidades de Twitter y Facebook, junto con las audiencias de los programas prime time, son un sustrato más que suficiente para el desarrollo de la “nueva política”.
A pocos meses para las elecciones municipales de 2019, casi nadie duda de que la Alcaldía de Madrid no se hubiese podido conseguir sin la figura de Manuela Carmena, lo que parece que se ha olvidado con pasmosa facilidad es que el terreno, el sustrato que permitió crecer la figura de Carmena, había sido cuidado, abonado, cultivado con sumo mimo durante décadas por parte de miles de personas que, de forma anónima, casi invisible, habían estado trabajando por una ciudad diferente, construida desde abajo. Una ciudad que, pese a los encadenados gobiernos del PP, nunca habían dejado de creer que podía ser una ciudad en la que mereciese la pena vivir. Está por ver si de cara a las próximas elecciones municipales ese sustrato sigue siendo fértil, está por ver si habrá quien lo cuide y labre o si la desafección ha sido tal que se da el terreno por yermo a la espera de que un buen barbecho sea capaz de regenerarlo.