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Tribuna
Los jefes y la negación de las pancartas
En 1813 el diputado Lloret y Martí pronunciaba estas palabras: “El pobre labrador y simple soldado son las dos clases que existen en el estado más llenas de amargura y miseria, cuando, por la verdad, son las que mantienen la monarquía y el lujo de no poca parte de los individuos que la componen”, dando así pie a los fondos de beneficencia. En 1900 se empieza a asignar valor monetario a una vida humana (ya había precedentes en Europa en el siglo anterior) y se considera que la sobremortalidad es el mayor dispendio del siglo XX por la merma de los días de trabajo productivo y por el gasto en atenciones policiales y benéficas.
Nuestra sanidad pública no aparece como una herramienta altruista al servicio de la vida sino como una maquinaria para el mantenimiento eficiente de las fuerzas productivas y ese es el carácter que ha marcado su existencia. Los logros obtenidos/otorgados son producto de la lucha de clases y para anestesiar la lucha de clases se acomoda el estado de bienestar.
En las OSIs se establece una estructura jerárquica que parte del mismo Gobierno Vasco (PNV-PSEE) con claros intereses privados, como demuestran las puertas giratorias a las que son asiduos
Para el mantenimiento de todo este aparato se requiere una estructura vertical férrea y obediente de modo que cuando el capital necesite exprimir ganancia tenga el camino lo más llano posible. Osakidetza no se salva de este proceso:
Con el establecimiento de las OSIs (Organización Sanitaria Integrada) se pone el foco de control, inversión y poder en los hospitales, restando importancia a la Atención Primaria que es, sin embargo, la base lógica de una atención sanitaria de calidad. En las OSIs se establece una estructura jerárquica que parte del mismo Gobierno Vasco (PNV-PSEE) con claros intereses privados, como demuestran las puertas giratorias a las que son asiduos. Desde la cúpula se designan altos cargos que mantienen el control en los centros hospitalarios. La nobleza la constituyen los jefes de servicio, el último eslabón de la cadena de poder. Un eslabón que se ve con el poder suficiente de dar plazas en propiedad a sus acólitos, de aceptar prebendas de farmacéuticas, de coaccionar a sus trabajadores… porque se nutren de pertenecer a la élite de un sistema estamental y se creen intocables e imprescindibles. Un dato importante: los jefes de servicio son los pistones del motor de la sanidad privada.
En la lucha por una sanidad pública, comunitaria, gratuita, universal y de calidad los pacientes y los trabajadores (servicio de limpieza, técnicas, facultativas, enfermeras, auxiliares, administrativas…) deben ser el centro de la toma de decisiones y de la acción
Todo lo ocurrido en el Hospital Donostia ha destapado una lucha de poderes interna. Cuando las jefaturas les dicen a los poderes que reniegan de pancartas y huelgas, les están gritando alto y claro: “Somos de los vuestros” . En cuanto consideren su cuota de poder y de mercado a salvo volverán a su silenciosa, funcional e interesada labor que también participa del proceso privatizador. Tienen muy claro cuál es su sitio en la guerra contra los trabajadores, ¿y nosotras, trabajadoras y pacientes?
En la lucha por una sanidad pública, comunitaria, gratuita, universal y de calidad los pacientes y los trabajadores (servicio de limpieza, técnicas, facultativas, enfermeras, auxiliares, administrativas, celadoras) deben ser el centro de la toma de decisiones y de la acción. Para conseguirlo hay que intervenir sobre las relaciones sociales de producción y nuestro deber es organizarnos para transformar la sanidad en una herramienta real de justicia social. Y junto con la sanidad, la educación, la vivienda, los cuidados y todos los factores que determinan las condiciones materiales de vida se hacen inseparables de esta movilización.