Tribuna
Covid19: por qué la sociedad va ganando

Esta emergencia sanitaria es, probablemente, la primera ocasión donde una acción gubernamental mundial se regula en tiempo real por presión de la opinión pública. El gobierno resistirá porque tiene la respuesta correcta a la pregunta clave: ¿Es la sanidad pública quien nos está salvando de esta emergencia sanitaria?

Fundación Jiménez Díaz - 5
Aplausos de sanitarias en la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid. Álvaro Minguito
Daniel Ripa

Exdiputado de Podemos en Asturias.

30 mar 2020 13:27

Si el CIS preguntara por la confianza ciudadana en diferentes sectores sociales, tendríamos dos certezas. La primera, que la Monarquía, reveladas por fin sus comisiones ilegales, puntuaría en mínimos históricos; la segunda, que los profesionales sanitarios encabezarían ampliamente ese ranking. Cada día España sale a sus balcones a aplaudir a sus sanitarios pero también a millones de trabajadores que abren supermercados, transportan suministros básicos o mantienen servicios esenciales. Orgullo de lo público, orgullo de nuestro trabajo. La incomodidad del PP y Vox con los símbolos populares refleja claramente que hay una batalla cultural y que esa batalla la estamos ganando.

Del “sacrifiquemos a nuestros mayores” al confinamiento obligatorio

De la estrategia del ‘herd immunity’ (“inmunicemos a la población no evitando el contagio por coronavirus”) a tres semanas de confinamiento obligatorio en el Reino Unido. Del “dejémos a nuestros mayores sacrificarse para levantar nuestra economía” del vicegobernador de Texas al mayor paquete de ayudas públicas en la historia de Estados Unidos. Esta emergencia sanitaria es, probablemente, la primera ocasión donde una acción gubernamental mundial se regula en tiempo real por presión de la opinión pública. En España, las comunidades autónomas cerraban algunos colegios y horas más tarde, tras presión de padres y profesorado, llegaba la clausura total. No había pasado otro día y se decretaba el estado de alarma. No lo pedía, como en China, un gobierno omnipresente, sino la propia ciudadanía española. Existía ya un convencimiento colectivo de que eran necesarias las medidas y, por tanto, el confinamiento, a diferencia del gigante asiático, no era forzado sino asumido con naturalidad. 

Las medidas soft en la gestión de la crisis eran vapuleadas en la opinión pública por quienes pedían subsidios a desempleados y autónomos, moratorias en alquileres e hipotecas y nacionalización temporal del sector privado. Las redes sociales y el miedo se convirtieron en agitadores de medidas intervencionistas. Por primera vez se aplicaron modelos socialistas en Europa occidental y las mascarillas chinas devienen en lo más parecido a Bienvenido Mr. Marshall. Pero el mayor cambio fue en los líderes anglosajones.

Ayuso y Casado necesitan autodefenderse ante una extrema derecha que espera que el aumento de la crispación durante el confinamiento sea su trampolín

Trump y Johnson calcularon inicialmente que sus democracias podrían asumir un determinado número de muertes como consecuencia del coronavirus. Craso error. Ninguna democracia occidental, ninguna opinión pública europea o norteamericana, puede aceptar que mueran a la vez miles de personas en las salas de espera de los hospitales sin poder ser atendidas. ¿Cuántas horas duraría el gobierno americano o inglés con la CNN o la BBC abriendo telediarios con camas saturadas, entrevistas a sanitarios en crisis nerviosa y pánico ciudadano a gran escala? El miedo social es una fuerza imparable. Ningún gobierno puede oponerse a ello. Pero ¡ojo! también es una debilidad y no es extraño que muchos líderes mundiales vean en esta pandemia un atajo al autoritarismo. El autoritarismo en manos de casi cualquier presidente es una idea sugerente, que a su vez puede servir de coladero a reformas irreversibles en beneficio de grandes empresas e inversores.

El acoso y derribo de la extrema derecha… ¿derribará al PP?

¿No les resulta llamativo que el principal contrapoder al Estado durante estas semanas no esté en Euskadi y Catalunya sino en Madrid? Isabel “Pujol” Díaz Ayuso lidera un frente autonomista que revela, por un lado, que España siempre tuvo un nacionalismo madrileño impregnando la gestión del Estado, un poder autonómico celoso del mantenimiento de sus negocios público-privados. Pero también existen otros tres factores: ocultar una evidente falta de previsión, una disputa sobre el relato del modelo (público versus privado) y una cruenta batalla entre el PP y Vox. Es decir, el perfil alto de Ayuso en esta crisis refleja, paradójicamente, el acoso y derribo de Vox al gobierno central, del que la primera víctima pueden ser el PP y Ciudadanos. Ayuso y Casado necesitan autodefenderse ante una extrema derecha que espera que el aumento de la crispación durante el confinamiento sea su trampolín. No tumbarán al gobierno, pero sus miles de cuentas fakes y audios falsos de whatsapp ha generado una infraestructura social que supera límites partidarios y que les dará el liderazgo de la oposición.

Tranquilidad. El gobierno resistirá porque tiene la respuesta correcta a la pregunta clave: ¿Es la sanidad pública quien nos está salvando de esta emergencia sanitaria? Si la respuesta es afirmativa, como cada noche recuerdan millones de personas, entonces quienes recortaron la sanidad pública para favorecer a sus amigos en Madrid y Catalunya nos pusieron a todos en riesgo. Y quienes desde Vox querían ir más allá erradicándola para apostar en exclusiva por lo privado eran unos pirómanos.

Los aplausos diarios recuerdan la función de lo público, pero deben concretarse en un compromiso posterior de incremento de la financiación y aumento de profesionales en el ámbito sanitario y de los cuidados. Porque aquí encontramos una segunda pregunta más incómoda: La infrafinanciación del sistema de cuidados, con falta de personal y precarización en las residencias públicas y privadas y en los servicios de ayuda a domicilio, ¿ha puesto en riesgo la vida de nuestros mayores? Lo hicieron el PP y CiU, pero también algunos gobiernos de otros colores que acumularon una década de recortes en dependencia (y sanidad) en las comunidades autónomas.

Hace menos de un mes, el Observatorio de la Dependencia situó a Asturies, con gobierno socialista, en último lugar en la gestión de la dependencia a nivel estatal. Ahora, se acumulan más de 150 contagios y más de dos decenas de fallecimientos en la red pública de residencias para personas mayores, casi la mitad del total en Asturies, situación denunciada por los sindicatos de las residencias geriátricas

¿Es que estamos dejando morir a nuestros mayores en residencias por el COVID-19 o es que llevábamos mucho tiempo dejándolos fallecer en silencio? Urge un replanteamiento de la gestión de la dependencia, con un enfoque que favorezca la autonomía, el cohousing, la ayuda a domicilio, así como una inversión mayor en personal que permita mejor atención en los establecimientos residenciales. La batalla posterior es también por la defensa y ampliación de nuestro Estado del bienestar, recuerda Guillem Martínez: “La privatización de la Sanidad, en su día, se hizo con la bandera. Si se quiere defender, no se podrá defender con estadísticas, sino que se tendrá que volver a sacar la bandera. No puede tardar”.

¿Quién paga la emergencia?

Llegados a este punto, la clave es ¿quién pagará la factura? La ruptura histórica del consenso en la reunión sobre el coronavirus del Consejo Europeo es muy expresiva. Si entre 2012 y 2015 sólo Grecia desafiaba la ortodoxia europea (antes de ser arrasada), la semana pasada varios países se levantaron de la mesa exigiendo financiación de la Unión que evite futuros recortes. No es sólo la falta de acuerdo, sino la virulencia en la respuesta del presidente portugués, respaldada por sus socios del Sur, lo que muestra un punto de inflexión. El lenguaje aquí también es clave. Si estamos ante una emergencia sanitaria, ésta es impredecible y la solidaridad debe reinar. Si lo que sufrimos es una crisis (una crisis económica), el discurso se centra en los ajustes fiscales, recortes sociales y la falta de previsión económica, como explica la retórica xenófoba del gobierno holandés. Doctrina del shock al cuadrado. 

¿Se acuerdan de Pablo Iglesias en noviembre explicando que quería estar en el gobierno porque era la garantía de que si llegaba una crisis se afrontaría de forma distinta al 2008? Pues Unidas Podemos está cumpliendo su parte: empujar al gobierno a tomar la senda social, ayudando a que vaya más allá de lo que habría ido por sí solo, generando alianzas progresistas transversales en el ejecutivo. La ampliación de las medidas de confinamiento ─primando la salud frente al impacto económico─, nuevas prestaciones y medidas sociales (trabajadoras del hogar, moratoria de alquileres), la prohibición temporal del despido, la instauración de una renta mínima o la apuesta por las nacionalizaciones temporales de empresas tienen un olor a batallas que pueden ser ganadas por UP.

Las medidas han sido bien recibidas en una sociedad que entiende que millones de trabajadores están arriesgando sus vidas para mantener a flote el país, desde transportistas a personal de supermercados. Quizás por eso asistimos esta semana a una carrera en las donaciones por parte de los multimillonarios. Con cientos de miles de sanitarios en la sanidad pública y millones de trabajadores jugándose su salud en este momento crucial, Amancio Ortega & cía quieren evitar cualquier tentación de ser vistos como innecesarios.

Pero aún faltan cosas. Desde la declaración del Estado de alarma, se han aprobado medidas sociales para que ningún colectivo se quedase atrás. Trabajadores que no tuvieran derecho a prestaciones por desempleo, autónomos, trabajadoras del hogar, Pyme, personas sin hogar… No es suficiente. Hagamos volar nuestra imaginación, porque los límites de lo que es posible está en disputa. Al igual que regularizamos a amnistiados fiscales, regularicemos a las trabajadoras del hogar en situación irregular para que puedan acogerse a estas prestaciones. Impulsemos urgentemente una reforma fiscal sobre ingresos, renta y patrimonio que financie el incremento del gasto público. Aprobemos una renta básica universal e incondicional por un período entre 9 y 12 meses que permita unificar y simplificar el conjunto de las prestaciones actuales y que garantice unos ingresos mínimos al conjunto de la población, acelerando la reactivación del consumo una vez superada la etapa del confinamiento.

La disputa que viene

La estrategia de los sectores progresistas en estos momentos podrían resumirse en: fortalecer la imagen de unidad en el gobierno y empujar el liderazgo de Sánchez bajo una agenda de protección social y laboral, apoyada por la mayoría de este país que reclama una salida a esta emergencia diferente a la de 2008. En ese camino: ¿Qué sucederá cuando los poderes económicos dentro de pocos meses exijan recortes sociales? Entre apoyar las demandas de la mayoría social o las de la mayoría del Ibex 35, ¿hacia dónde se decantará este gobierno? Y si supera esa prueba de estrés, ¿llevará al Ejecutivo a un punto de no retorno? Porque, ¿cuánta agenda social puede soportar el Ibex antes de perder la paciencia?

Si los poderes económicos ya están pensando en el escenario post-confinamiento, mejor que ese momento nos pille con organización, cohesión y claridad política 

La emergencia sanitaria se superará y las restricciones al confinamiento se rebajarán en los próximos meses, probablemente limitando concentraciones en espacios públicos e implementando el modelo coreano de extensión masiva de test a la población. Será momento de prever actuaciones ante futuras pandemias en un mundo interrelacionado a marchas forzadas y que ha duplicado el número de pasajeros en avión transportados a nivel mundial sólo en la última década. Pero antes de eso arrancará, abruptamente, la disputa política que puede decantar el camino de España durante la próxima década.

Si los poderes económicos ya están pensando en el escenario post-confinamiento y las redes de ultraderecha están que arden, mejor que ese momento nos pille con organización, cohesión y claridad política. Crisis del neoliberalismo y nuevo modelo socio-económico frente a ortodoxia y recortes. Oportunidad y riesgo. La política y la economía cambian en un abrir y cerrar de ojos. En 2008 se refundaba un capitalismo en crisis, pero al poco llegaban los recortes más duros, en 2011 surgían revoluciones en plazas de todo el mundo, pero quien después tomaría el poder en muchos países eran las nuevas extremas derechas. 

Pero hay brotes verdes. Cuando se levante el confinamiento, la sociedad española habrá aumentado su cohesión. Miles de nuevos grupos de whatsapp a escala micro, desde la comunidad de vecinos, a nuestros pueblos o barrios. Una mayor digitalización de la sociedad, extendida a nuevos sectores sociales, que actuará como contrapoder social marcando la agenda política, tanto la progresista como la conservadora. Una convicción comunitaria de que lo público y el esfuerzo de trabajadoras y trabajadores nos salvó. No debemos olvidar el pasado, aunque tenemos margen para ser optimistas: Vamos ganando. No dejemos de empujar.

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