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“Somos vecinos y queremos ayudar”. El compromiso con su comunidad y la carencia de asistencia social a los colectivos más vulnerables les llevó a crear un grupo de WhatsApp para organizarse. Al principio eran alrededor de veinte personas que ofrecían refuerzo educativo y realizaban recados para las vecinas. Pero la realidad se fue complicando, el confinamiento se alargaba y muchas familias se vieron en una situación económicamente insostenible. A día de hoy, este grupo de WhatsApp cuenta con más de 80 voluntarios y ha ayudado a más de 180 familias garantizándoles alimento, apoyo educativo y asistencia en lo que necesiten.
En mitad de la crisis del coronavirus, el paro registró un incremento histórico. La subida de abril de este año es la más alta alcanzada nunca en este mes dentro de la serie histórica. Supera en más de 243.000 personas el que hasta ahora era el mayor repunte: el de abril de 2009, cuando, en plena crisis económica, el desempleo subió en casi 40.000 personas. Este año, las prestaciones por desempleo alcanzaron los 5,2 millones al incluirse los afectados por un ERTE, según datos del Ministerio de Trabajo y Economía Social.
La espera del ERTE se hizo demasiado larga para algunas familias que se vieron obligadas a acudir a la Bolsa de Cuidados, ya que no veían coherente apuntarse a servicios sociales, cuyo proceso de asistencia suele ser más largo, en busca de una ayuda puntual. Fue entonces cuando las voluntarias de la Bolsa de Cuidados empezaron a organizarse y a plantear la Red de Apoyo Vecinal.
El teléfono de Yolanda, quien puso su número para atender a las familias que lo necesitaran, sonaba cada vez más a menudo. “Al principio hubo gente que adelantó pasta para comprar según nos iban entrando peticiones”, relata. Con el tiempo, pudieron realizar más compras gracias a las donaciones de la gente, principalmente de círculos cercanos a los voluntarios.
“Empezamos con 5 familias y en dos semanas llegamos a unas 100 familias que habían contactado con nosotras”
El 28 de abril entregaron la primera cesta de alimentos. Iría, estudiante de la Universidad Carlos III, fue de las primeras voluntarias. Narra por audios de WhatsApp la intensidad con la que ha vivido el desarrollo de la Bolsa: “En un principio parecía que éramos cuatro zumbaos, pero de repente empezó a crecer muy rápido, tanto la cantidad de gente a la que atendíamos como la cantidad de voluntarios”.
El Ayuntamiento de Getafe amplió en 1,2 millones el presupuesto de las Ayudas de Emergencia. La alcaldesa socialista, Sara Hernández, explica que la función de estas ayudas es “atender necesidades básicas de las familias más vulnerables como alimentación o factura de agua y luz”. Sin embargo, existe un requisito para acceder a estas ayudas: estar empadronado en Getafe. “El proceso para obtener el padrón sigue siendo el mismo que antes de la pandemia”, contesta la alcaldesa.
Lydia, voluntaria de la Bolsa y también estudiante de la Universidad Carlos III, expresa por qué es fundamental que los vecinos se apoyen entre sí: “La gente que ayudamos no está empadronada en Getafe, entonces no recibe ningún tipo de ayuda de ninguna ONG o de servicios sociales”. Por lo tanto, los migrantes no regulados que residen en Getafe quedan excluidos de esta asistencia social.
La Bolsa contactó con Participación Ciudadana, el área social del Ayuntamiento de la que depende la Oficina de Voluntariado, solicitando una coordinación entre la iniciativa popular y las instituciones. “Su intención fue a lo largo de todo el proceso la de pretender que nos disolviésemos y participásemos de las estructuras que el Ayuntamiento nos concedía”, aclaran los voluntarios de la Bolsa quienes rechazaron la propuesta para no dejar fuera a las personas sin papeles. Entonces solicitaron un permiso para poder realizar con normalidad su labor. Tres meses después, los voluntarios siguen esperando respuesta. La alcaldesa no manifiesta opinión alguna sobre la Bolsa de Cuidados a pesar de haberle preguntado su opinión sobre el proyecto ciudadano.
En el contexto actual del plan de desescalada, los voluntarios pueden moverse con casi total libertad. Sin embargo, durante el estricto confinamiento llevaban a cabo su labor amparados por del Real Decreto 467/2020 del 14 de Marzo que permitía la asistencia a una persona dependiente. Ellos y ellas interpretaban que una persona o familia en situación de vulnerabilidad son personas dependientes, y así se salvaguardaban legalmente, a la espera del permiso del Ayuntamiento. Lo cierto es que no tuvieron ningún problema para realizar las compras de alimentos y llevarlas a los domicilios de las familias, a pesar de que corrían el riesgo de ser multados.
NO SON UNA ORGANIZACIÓN ASISTENCIAL
Yolanda sonríe tras la pantalla, son las cuatro de la tarde y acaba de llegar a su casa de repartir menús comedor a las familias. Cuenta que el desarrollo de la Bolsa ha sido “brutal”, ahora una empresa getafense de catering les proporciona menús diarios para cada miembro de la familia durante una semana, mientras reúnen los recursos necesarios para hacerles entrega de la cesta de comida.
El trámite para pedir ayudas sociales a los servicios del Ayuntamiento, en el caso de que estén empadronados, se puede demorar unos días que se hacen eternos para las familias. “Primero que coman y luego que preparen los papeles. Nosotras garantizamos que tengan diez o quince días de tranquilidad. Porque tampoco queremos que dependan de nosotras. La intención de la Bolsa de Cuidados no es asistencialista”.
Lydia va todas las semanas, en días alternos de 13:00 a 15:00, a repartir menús desde que se unió a la Bolsa de Cuidados como voluntaria. “Les citamos cada 15 min para que no haya aglomeraciones. Vienen a por los menús que ya están preparados y se los damos”. Con el sistema de citas de recogida se logran dos objetivos: mantener las condiciones de salubridad necesarias y evitar las conocidas como ‘colas del hambre’. La Red Vecinal está en contra del amarillismo “que se está haciendo con la pobreza y la hambruna sin tener en cuenta ningún tipo de empatía con las familias que lo están pasando mal”.
Marta Izquierdo Ituño, graduada en Trabajo Social por la Universidad de Deusto con un Máster en Sociología por la UNED, pone en contexto el fenómeno de la red vecinal. La base desde la que se articula toda solidaridad vecinal históricamente son redes de cooperación y apoyo mutuo. “Reunirse en comunidades es un comportamiento cultural arraigado en el ser humano, y actualmente también es un método de supervivencia para las sociedades tribales”, argumenta.
Los voluntarios y voluntarias que se han ido apuntando a través de redes sociales y por recomendación de otras personas cooperantes. Todas ellas con un perfil bastante heterogéneo, algunas apoyando activamente y otras en ocasiones puntuales. Pero todas igual de necesarias, Yolanda agradece: “Con una pequeña aportación haces un montón, ese algo que puedas aportar, bienvenido es a lo común”.
A nivel general, se organizan en cuatro comisiones principales: Organización, Exteriores, Comunicación y Financiación. Y de manera más específica, aprovecharon las divisiones ya establecidas por barrios para asignar coordinadores y coordinadoras de cada uno de ellos.
ESTUDIANTES VOLUNTARIOS
Las Margaritas-Universidad es la parada de Cercanías por la que, cada día, en condiciones normales, pasarían cientos de estudiantes universitarios de la Carlos III. Muchos de ellos viven en Madrid y se desplazan a Getafe para asistir a las clases, otros alquilan un piso en la localidad, la mayoría en el barrio más cercano a la universidad: el de Las Margaritas. Patricio y su compañero de piso, Niklas, coordinan a los voluntarios de este barrio. “La gente encontró en el confinamiento actividades nuevas que hacer como yoga, cantar, cocinar y demás, pues nosotros encontramos la Asociación”. Patricio es estudiante en la Universidad Carlos III en Getafe. El confinamiento le pilló lejos de su familia, en un barrio que, aún habiendo frecuentado durante los últimos cinco años, le resultaba extraño: “Getafe nunca ha sido mi barrio, nunca he tenido ningún sentimiento emocional hacia Getafe, y esto al final ha hecho que yo sienta que Getafe es mi barrio y ser más consciente también de la situación de las personas”, reflexiona a través de una videollamada durante el descanso de su teletrabajo.
Lydia se emociona contando un conversación que tuvo con una madre soltera de dos niños pequeños que le confesó que hablar con los voluntarios era su única alegría del día. “Supe que su pareja era un maltratador, y ella nunca consiguió acabar la escuela porque se quedó embarazada muy jovencita, limpiaba casas pero la echaron”. Mucha gente no sólo necesita comida o dinero si no que buscan un espacio en el que sentirse seguros, una charla.
Iría explica la razón por la que se creó la Bolsa de Cuidados: “Vimos que había carencias en el barrio en el que yo vivo [Las Margaritas] y decidimos que en lo que pudiésemos ayudar, ayudaríamos, y en ello estamos”. Destaca que participar en la iniciativa está siendo una experiencia de aprendizaje para todas las personas que forman parte de ella. Hay mucha gente que está conociendo a sus vecinos del edificio con esta iniciativa, se están construyendo vínculos, y esta solidaridad le está resultando muy emocionante.
LAS QUE LLAMAN SON ELLAS
La pandemia ha dejado en evidencia una realidad que las voluntarias reivindican: “Los cuidados deberían estar, como la sanidad, en el centro de la agenda”. Y la responsabilidad de los cuidados, históricamente, ha recaído sobre las mujeres. El 76,5% del personal sanitario contagiado de covid-19 son mujeres, frente a un 23,5% de hombres, según el último informe de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE), dependiente del Instituto de Salud Carlos III.
En el caso de la Bolsa de Cuidados, las protagonistas también son ellas. Solo un 11% de las personas que contactan con la organización son hombres , mientras que la gran mayoría, el 88% restante, son mujeres. “Además hay una cosa muy curiosa que me pasa con algunas familias, ponen el nombre de él pero la que me atiende es ella”, comenta Yolanda.
Una vez descuelga la llamada, Yolanda saluda a la persona, y le realiza unas preguntas para saber cómo la red vecinal puede ayudar. El primer paso, explica la voluntaria, es hacer un ficha con información básica. La petición de comida es la más común de todas las tareas que realizan la Bolsa de Cuidados. Las voluntarias pretenden hacer partícipes y responsables a las personas de lo que se les dona. De esta manera, se les lee la lista de alimentos que no está cerrada para saber si hace falta hacer alguna modificación antes de realizar la compra en el supermercado.
TODO APORTA
La estructura de la red es horizontal. Su idea es que se establezcan relaciones de apoyo mutuo entre los voluntarios y las familias. Hay personas que después de recibir la comida en una cesta, ponen una caja de recogida en su portal o en sus comercios. Yolanda nos cuenta el caso de Eda, una chica autónoma con dos niños que recibió una ayuda puntual cuando esperaba las prestación por el cese de actividad para autónomos.
Eda saca un hueco mientras cuida de sus hijos para contar cómo conoció la Bolsa de Cuidados: “Una amiga me habló de ellos, me dijo que llamara a Yolanda. Que era una Asociación que ayudaba a personas con alimentos”. Con el plan de desescalada en marcha, Eda ha podido abrir la tienda. Ella trabaja desde casa sin perder de vista a sus hijos mientras su marido atiende en el local. Se ve obligada a subir el volumen de la voz porque un llanto pidiendo jugar se cuela en el audio: “Yo estoy muy contenta con ellos por haberme ayudado cuando lo he necesitado y ahora quiero ayudar con lo que se pueda”. La caja que Eda ha puesto en su tienda también forma parte de la Red Vecinal, da a conocer el proyecto al resto del vecindario y participa del proceso de recolecta de alimentos. Como ella, otras tiendas de Getafe han puesto cajas de recogida en sus locales.
Las voluntarias agradecen que hay mucha colaboración entre asociaciones getafenses. Por ejemplo, el proyecto ecofeminista Panakós les ha donado 180 kg de pan que podrán incluir en los menús diarios. Esto significará pan durante una semana para cada persona asistida.
El equipo de voluntariado busca el equilibrio entre sus posibilidades personales y lo que las vecinas en situación de vulnerabilidad puedan necesitar. Esto quiere decir que no solo proporcionan alimentos de manera puntual sino que también pueden impartir apoyo educativo o incluso facilitarles información que les pueda venir bien dada su situación: como asesoría laboral, por ejemplo.
El refuerzo educativo de la Bolsa está coordinado por Katherina, profesora visitante de Economía en la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la UC3M en Getafe. “Los coordinadores de los barrios nos avisan cuando les llega una petición de apoyo educativo. Ponemos la información (asignaturas, edad del alumno) en el grupo de Whatsapp e intentamos solucionar el caso cuanto antes”. La organizadora de esta comisión cuenta que llegó a la Bolsa de Cuidados tras una búsqueda en internet. Desde el inicio del estado de alarma tenía claro que quería hacer un voluntariado para luchar de manera más activa contra la pandemia.
Además de su trabajo, Katherina da clase, de manera altruista, a cinco niños y a un grupo de adultos que buscan mejorar su nivel de inglés. A mitad de la conversación se disculpa por su “español deficiente”. Katherina es alemana. A la pregunta de qué le está aportando participar como voluntaria teme sonar “infantil” en la respuesta: Su objetivo profesional cuando empezó a estudiar en la universidad era “combatir la pobreza y la desigualdad en el mundo”. A día de hoy, años más tarde, ha aprendido que no puede solucionar los problemas del mundo por sí sola pero que puede aportar un granito para mejorar la situación en su propio barrio, concluye.
Las clases se realizaban por videollamada durante el confinamiento, ahora pueden hacerse de manera presencial. La iniciativa que nació como medida puntual de emergencia ha evolucionando hacia un fortalecimiento del tejido del barrio. Lo cual significa que los lazos establecidos entre las vecinas perdurarán en el tiempo. Cuando los niños empiecen en septiembre la inusual vuelta al cole, la red vecinal, constituida en comunidad, todavía podrá dar respuesta a las personas en situación vulnerable.
Katherina insiste en que ha encontrado mucho cariño y apoyo en las familias a las que ayudan, lo que, según dice, le hace “muy feliz”. Y no duda en reconocer la importancia de la labor educativa, especialmente en casos de vulnerabilidad. En la Comisión de Educación de la Bolsa han atendido casos de familias con 4 niños que tienen que trabajar todos con el único ordenador que hay en casa para seguir sus clases. “El apoyo local es una medida rápida, sencilla e eficaz para apoyar a estos niños”, recalca Katherina antes de despedirse para atender una tutoría online con sus alumnos.
Los participantes de la iniciativa conciden en la gratitud que sienten al formar parte del proyecto. Dedican dos horas de su tiempo a ayudar a sus vecinas y la sensación es reconfortante, confiesan. Las relaciones vecinales se han fortalecido gracias a este proyecto. La comunidad participante entiende que su aporte a la sociedad se da a nivel local. Sin embargo, se sienten “parte de algo mucho más grande, mucho más importante”.