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Personas refugiadas
De Iraq a Sevilla, mis dos años como migrante
Mina, de 15 años, salió de Iraq para huir de la guerra. Participa en un proyecto de Unicef. Ha cedido un texto sobre su experiencia al blog Sub-25 en El Salto.
Era el 5 de julio de 2014. A las 8 a.m. estaba en mi casa en Bagdad y como cada día, me preparaba para ir a la escuela. Sin embargo desde hacía meses la situación en mi país, Iraq, se había complicado. Mi madre, como cada mañana, me pidió que fuera muy cuidadosa en mi camino. Para nuestra familia, cristiana en un país mayoritariamente musulmán, las cosas no habían sido fáciles últimamente. Recuerdo ese día con mucha claridad, como si fuera ayer, ese fue último en el que pude ir a estudiar con normalidad. El día que con 14 años cambió mi vida. A los pocos días, un grupo conocido como ISIS atacó algunas regiones del país y empezaron a acercarse a nuestra ciudad.
Mi familia decidió que ya no podíamos vivir más allí. Así que en pocas semanas recogimos nuestras cosas, las más importantes, las imprescindibles. Yo metí en mi maleta poca ropa, fotos de mi infancia con mi familia, el cargador del móvil, mis zapatos nuevos, regalo de mi abuelo y poco más. Por dentro estaba dividida. Por un lado quería irme para comenzar una nueva vida lejos del horror de la guerra. Por otro, me daba pena dejarlo todo atrás, mi casa, mi colegio, mi familia, mis amigos. El 4 de diciembre de 2014, fuimos al aeropuerto, nuestro destino final un país donde tenemos familia, Holanda, y nuestra escala en el camino España. Esa escala es la razón por la que estamos aquí hoy, en Sevilla.
En Holanda estuvimos seis meses, pero después tuvimos que volver a España porque, según algún tipo de regulación de inmigración, debíamos quedarnos en el país europeo por donde entramos primero. Es lo que las autoridades explicaron a mi familia antes de pedirnos que abandonáramos Holanda. El 18 de mayo de 2015, llegamos al aeropuerto de Madrid, mientras estábamos en un coche esperando a la policía, no sé por qué, de repente, empecé a llorar, a llorar sin parar. En ese momento, por primera vez, con 14 años, me sentía muy mayor y con mucha responsabilidad, sentía que me quedaba poca fuerza después de meses de tanta tristeza.
El tiempo me ha permitido sentirme mejor. Ahora, después de más de dos años, me siento libre. Me voy acostumbrando al estilo de vida en España, voy al cole, tengo amigos y amigas, hago actividades extraescolares. Estos tres años se me pasaron muy rápido, gracias a las personas que me apoyaron desde siempre y que lo continúan haciendo ahora. Escribiendo esto no solo pienso, siento. Porque una historia no son solo una colección de palabras que describen cómo fue. Para la persona que la vivió es acordarse de todo, es volver sentir el dolor de lo vivido.