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No existe carretera alguna que lleve a Aghor. El pueblo emerge de una senda bien hollada por vehículos todoterreno, que serpentea entre manchas de acacias y rebaños de cabras y camellos antes de abrirse al pueblo y a sus cerca de tres mil habitantes. Situado a 20 kilómetros aproximadamente de la frontera oriental de Mauritania con Malí y a más de 1.200 kilómetros al este de la capital mauritana, Nuakchot, Aghor es el mayor asentamiento de la escasamente poblada comuna rural de Megve. Se podría pensar que la política local tiene poca influencia en la escena nacional o regional.
Sin embargo, en diciembre de 2023 el presidente mauritano, Mohamed Ould Ghazouani, recibió una carta del alcalde de Aghor sobre la creciente presencia de refugiados malienses, cuyas tiendas de lona y cuyas cabañas habían ido apareciendo en la periferia del pueblo desde agosto de ese año. Hasta entonces las relaciones entre la población local y los refugiados habían sido amistosas y esta se había esforzado para atender a los recién llegados, pero era ahora su número igualaba al de los habitantes del pueblo, mientras la afluencia no daba señales de disminuir. Con la proximidad de la temporada de escasez y las fuentes de agua locales ya agotadas, la situación se estaba volviendo insostenible, escribió el alcalde. Otros pueblos de la región de Hodh El-Chargui, situada en el sudeste de Mauritania, se encuentran en una situación similar. En las afueras de su capital, Nema, en las comunidades fronterizas de Fassala, Amourj y Bousteila, así como en los alrededores de la ciudad-mercado de Bassikounou, se agolpaban cada vez más ciudadanos malienses llegados en búsqueda de refugio dado el conflicto desencadenado en su país de origen.
Es lo que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) denomina una situación «hors camp», es decir, la situación de quienes no han sido alojados todavía en el campo de refugiados de M'bera, situado también en Hodh El-Chargui, al sudoeste de Aghor. Aunque la población de M'bera ha fluctuado a lo largo de sus doce años de vida, recientemente ha alcanzado cifras sin precedentes, acercándose a los 100.000 habitantes. Por su parte, se calcula que el contingente de quienes se encuentran «hors camp» supera los 80.000 habitantes, lo cual supone un serio desafío para el actual modelo mauritano de reasentamiento de refugiados.
El campo de M'bera se construyó poco después de que se produjera un golpe de Estado en Malí, que coincidió con el recrudecimiento del conflicto entre los separatistas tuareg, el ejército maliense y los militantes yihadistas. En 2013 el gobierno francés lanzó la Operación Serval, una intervención militar tácticamente limitada en el norte de Malí destinada a sofocar el avance de los grupos yihadistas hacia el sur. Envalentonada por su éxito, la misión se amplió a todo el Sahel bajo el nombre de Operación Barkhane. Pero al igual que ha sucedido con la Guerra global contra el terrorismo, de la que Barkhane era una iteración provincial, la contrainsurgencia francesa contra la violencia yihadista no parecía sino multiplicarla.
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Tras diez años atrapadas en este círculo vicioso, las poblaciones del Sahel se habían cansado, al igual que sus fuerzas armadas. En agosto de 2020 se produjo un golpe militar en Malí, que marcó la pauta para otros registrados en Burkina Faso, Níger y Chad, todos ellos acompañados de movilizaciones masivas contra la intervención occidental en la región. En respuesta a estas protestas, los dirigentes militares sahelianos cerraron no sólo las misiones diplomáticas y militares francesas, sino también las de la Unión Europea, la ONU y Estados Unidos. Los agentes de seguridad rusos ocuparon su lugar, prestando su peso a la contrainsurgencia en Malí, que se ha intensificado rápidamente. Los recién llegados a Aghor hablaban de un comportamiento despiadado contra los presuntos «terroristas», mientras llegaban informes de ejecuciones sumarias colectivas y la quema rutinaria de cultivos y ganado por parte de las fuerzas contrainsurgentes. Si a ello se añade el lanzamiento de una campaña aérea efectuada con aviones no tripulados, este planteamiento agresivo ha acelerado la migración hacia el este de Mauritania durante el último año.
ACNUR ha comenzado a disuadir a los recién llegados de unirse al campamento, aunque sigue coordinando los servicios básicos para quienes ya están asentados en M'bera, si bien con presupuestos cada vez más reducidos ante una demanda creciente, ante lo cual ha aconsejado a los migrantes recién llegados que se instalen en las comunidades locales, cuyos recursos suelen estar desbordados. Como resultado, se ha abierto una profunda disparidad entre quienes están dentro del campo y los que están fuera. Algunos mauritanos espabilados residentes en las zonas circundantes incluso han afirmado ser refugiados malienses para poder acceder a los servicios de mejor calidad proporcionados por el campo de M'bera.
La frontera actual entre Mauritania y Malí fue creada por un decreto colonial de 1944, que amplió el ámbito territorial de la colonia de la primera hacia el este, absorbiendo lo que antes había sido territorio sudanés francés
Para paliar este desequilibrio ACNUR intenta compartir su carga con el Estado mauritano, por escasa que sea su presencia en lugares como Aghor, lo cual significa que debe ofrecer apoyo al gobierno en el suministro de los servicios esenciales como el agua en lugar de construir nuevas torres hídricas bajo sus auspicios o los de las agencias de ayuda internacionales. También se ha producido un cambio discursivo: el asentamiento informal alrededor de Aghor se describe ahora como un «lugar de acogida» en lugar de como un «campo», liberando así a ACNUR de su mandato formal de gobernanza, si bien para muchos residentes de Aghor esta distinción aún no ha calado.
El gobierno mauritano ha fomentado esta transición. Desde 2018 ha presionado para integrar a los refugiados en una serie de servicios públicos: salud, educación, seguridad social, el registro civil nacional, lo cual le permite cumplir con una serie de compromisos asumidos en virtud del Pacto Mundial sobre los Refugiados, al tiempo que le faculta para ejercer un mayor control sobre sus regiones fronterizas orientales. Mientras que la Unión Europea está preocupada por la frontera marítima occidental del país, dado el aumento de llegadas de inmigrantes a las Islas Canarias, los políticos mauritanos han insistido en que la situación de seguridad en su frontera oriental es más apremiante, aduciendo informes de nacionales mauritanos muertos por ataques de aviones no tripulados mientras cruzaban desde Malí, así como de militantes tuaregs entrando en M'bera.
Mauritania ha decidido aumentar su cooperación en materia de seguridad con la Unión Europea a través de un acuerdo de asociación en materia de migración
En los últimos meses estas tensiones han amenazado con desbordarse. Tras la presunta muerte e incineración verificada en abril de varios mauritanos a manos de las fuerzas armadas malienses y mercenarios rusos, se convocó al embajador de Malí en Nuakchot y el ministro de Defensa mauritano voló a Bamako. Desde entonces, el gobierno mauritano se ha pronunciado enérgicamente contra las incursiones malienses en su territorio, prometiendo defender a los nacionales mauritanos tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Por supuesto, si los caprichos coloniales franceses hubieran sido diferentes, Mauritania no tendría ninguna jurisdicción en esta región. Durante gran parte del periodo colonial, Hodh El-Chargui formó parte del Soudan français, el precursor colonial francés del Estado maliense. La frontera actual entre Mauritania y Malí fue creada por un decreto colonial de 1944, que amplió el ámbito territorial de la colonia de la primera hacia el este, absorbiendo lo que antes había sido territorio sudanés francés. La lógica era incipientemente etnonacional en la medida en que pretendía incorporar al territorio colonial de Mauritania el mayor número posible de «moros». Las fuerzas malienses intentan ahora revertir ese expansionismo etnoterritorial, mientras circulan por internet vídeos de soldados retirando banderas mauritanas y erigiendo banderas malienses en aldeas cercanas a la frontera.
Entre algunos autoproclamados panafricanistas, este nuevo irredentismo forma parte de un cambio regional, que se aleja de la influencia colonial francesa. Como mínimo, indica la multiplicación de intereses y reivindicaciones que ha seguido al colapso de la indisputada hegemonía occidental en el Sahel durante los últimos cuatro años. En su lugar concurren en este momento distintos campos geopolíticos que reivindican sus derechos: por un lado, los socios rusos en materia de seguridad y, por otro, la asediada presencia militar, diplomática y cultural occidental. Para la Unión Europea la importancia estratégica de Mauritania radica no solo en su perfil migratorio, sino también en su condición de miembro de una cohorte cada vez más reducida de socios occidentales en la región.
La propia Mauritania se muestra ambivalente sobre cómo responder a esta nueva coyuntura. Mientras que Níger ha derogado una ley de tráfico de migrantes respaldada por la Unión Europea y ha suspendido las misiones de capacitación de esta en el país, Mauritania ha decidido aumentar su cooperación en materia de seguridad con la misma, más recientemente en forma de un acuerdo de asociación en materia de migración, al que se opone estridentemente gran parte de la población mauritana. Sin embargo, al mismo tiempo Mauritania ha descartado cualquier presencia militar estadounidense en el país y ha mantenido abiertos los canales diplomáticos y económicos con los dirigentes militares sahelianos, incluso cuando han sido objeto de sanciones internacionales.
La posición de Mauritania en este nuevo periodo de rivalidad interimperial dependerá en parte de cómo se desarrollen los acontecimientos en lugares como Aghor. La posibilidad de que la política exterior mauritana pudiera mediar entre sus socios occidentales y Malí, Níger y Burkina Faso ya era remota, pero ha disminuido aún más a medida que las incursiones malienses se han hecho cada vez más frecuentes e intensas. Mientras tanto, para quienes viven en la región fronteriza la continua afluencia de refugiados, unida a la política de no crear campos para los recién llegados, puede provocar la inflamación de una situación que ya es muy precaria.
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