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En las elecciones legislativas de medio mandato celebradas en Estados Unidos el pasado 8 de noviembre, el Partido Demócrata evitó por poco la devastadora derrota prevista por la mayoría de los expertos. El Partido Republicano disfrutará de una escasa mayoría en la Cámara de Representantes, mientras que el Partido Demócrata disfrutará de una ventaja de 51 escaños en el Senado gracias a la reelección de Raphael Warnock en Georgia para cumplir un mandato completo como senador de este estado. Como en todas las grandes elecciones celebradas en Estados Unidos desde 2016, el estribillo repetido por muchos Demócratas a lo largo de la campaña fue que la propia democracia estaba en juego. Meses de disputas acaloradas sobre el comportamiento de la inflación avivaron el temor de que los candidatos integrados en el campo de Make America Great Again repitieran el éxito del Tea Party durante el mandato de Obama, esto es, que se produjera una victoria arrolladora del Partido Republicano a la que se atribuyó en su momento la aceleración del colapso del poder demócrata en el Sur y el Medio Oeste del país, hecho que alimentó el surgimiento del trumpismo. En el momento presente, evitar este humillante resultado se ha considerado algo equivalente a una victoria del Partido Demócrata.
En las evaluaciones de los resultados se han citado con frecuencia las campañas de dos candidatos demócratas claves al Senado, el representante Tim Ryan, de Ohio, y el vicegobernador de Pensilvania John Fetterman, para ilustrar las vulnerabilidades y las perspectivas del Partido Demócrata en el Medio Oeste industrial y en el interior de la costa nordeste. Ryan, que lleva en la Cámara de Representantes desde 2003, ha pasado la mayor parte de su carrera política en una situación de aislamiento ideológico, aunque sus preocupaciones políticas, antes marginales, se hayan convertido paulatinamente en el consenso predominante. Ryan se presentó como candidato esgrimiendo su compromiso de larga data con la protección de los intereses de la clase trabajadora y su papel de defensor de las regiones manufactureras en declive, labor que había contribuido a mantener los vínculos del Partido Demócrata con los trabajadores y trabajadoras del sector industrial. Sin embargo, fue derrotado sin paliativos por 264.675 votos por el republicano J. D. Vance, novelista conservador y gestor de capital riesgo, quien, con el apoyo financiero de Peter Thiel, había adoptado una demagógica imagen “posliberal”.
Tanto Ryan como Fetterman se comprometieron a reactivar los empleos manufactureros con salarios elevados y a proteger el aborto y los derechos del colectivo LGBT frente a las iniciativas regresivas de los Republicanos
En Pensilvania, sin embargo, la exitosa campaña de Fetterman desplegó muchos de los mismos temas abordados por Ryan, aumentando así las esperanzas de los Demócratas de poder reconquistar ciertas regiones desindustrializadas, que han gravitado hacia Trump. Fetterman, carismático alcalde entre 2006 y 2019 de Braddock, una pequeña ciudad de menos de dos mil habitantes próxima a Pittsburgh (Pensilvania), de una estatura imponente de algo más de dos metros y siempre ataviado con sudaderas Carhartt (la firma estadounidense de ropa de trabajo), se impuso al «Dr.» Mehmet Oz, cirujano y celebridad televisiva, por un margen de cinco puntos (algo más de 260.000 votos) a pesar de sufrir un derrame cerebral el pasado mes de mayo.
Tanto Ryan como Fetterman se comprometieron a reactivar los empleos manufactureros con salarios elevados y a proteger el aborto y los derechos del colectivo LGBT frente a las iniciativas regresivas de los Republicanos. Ambos compartieron también la habitual línea dura respecto a China, la defensa inequívoca de Israel, el apoyo al fracking y la oposición a los llamamientos de los activistas a «desfinanciar la policía». Sin embargo, a pesar de la similitud de sus mensajes, la mayoría de los progresistas se mostraron incómodos con Ryan y entusiasmados por Fetterman. Los progresistas convencionales, por su parte, desconfiaron del primero y mostraron su aprecio por el segundo. ¿Qué explica estas percepciones tan divergentes? ¿Y qué significan sus respectivas campañas para el futuro del Partido Demócrata?
El pesimismo sobre las perspectivas de los Demócratas en Ohio frenó la campaña de Ryan desde el principio. Vance siempre fue el candidato perfecto de la derecha de su partido, gracias a su combinación de conservadurismo evangélico y ferviente populismo ahormado en el universo de Make America Great Again (en uno de sus anuncios de campaña preguntaba al espectador: «¿Es usted racista?»). Aunque en Ohio los electores habían otorgado a Trump ocho puntos porcentuales de ventaja en los resultados electorales de 2016 y 2020, los partidarios de Ryan esperaban, no obstante, una sorpresa. De hecho, las primeras señales a favor de Ryan eran buenas: en las primarias venció fácilmente a Morgan Harper, una joven abogada progresista, que pregonaba su apoyo a Medicare For All y un Green New Deal, aumentando las expectativas de que contaba con el respaldo tanto del establishment del partido como de los progresistas.
El apoyo de Ryan a la política industrial le había convertido en una figura atípica en el Partido Demócrata hasta que Joe Biden decretó el consabido «cambio de paradigma» en los primeros momentos de su presidencia. Este brusco alejamiento del precedente establecido por los gobiernos de Clinton y Obama fortaleció el planteamiento de Ryan en su campaña sobre el comercio y la situación de los trabajadores y trabajadoras del sector industrial. Ohio es el cuarto estado estadounidense en términos de PIB industrial por mor de su industria del plástico y su producción de electrodomésticos, automóviles y otros productos agroganaderos elaborados, pero su base industrial se ha visto mermada en aproximadamente 359.000 puestos de trabajo durante los últimos treinta años debido a sucesivas graves crisis comerciales, cuyo declive Trump explotó con mayor éxito en Ohio que en cualquier otro estado en disputa del área desindustrializada del nordeste del país.
El intento por parte de Ryan de rebasar a Vance como vehemente partidario de la línea dura en los asuntos comerciales no hizo sino contribuir a la aceptación del terreno en el que se iba a librar la campaña
Aunque algunos partidarios de Ryan asumieron que la estrategia industrial neohamiltoniana de la Casa Blanca de Biden contribuiría a incrementar sus posibilidades de derrotar a Vance, Ryan siguió distinguiéndose del establishment demócrata. Disuadió a Biden de presentarse a la reelección en 2024 y declaró provocativamente que «estaba de acuerdo con Trump en cuanto a su política comercial» (al tiempo que afirmaba: «No respondo ante ningún partido político»). Este acto de distanciamiento retórico puede haber socavado su capacidad para asegurarse fondos de determinados PAC (political action committe) cruciales, cuando se colocó a un punto de Vance según la mayoría de las encuestas, dado que hizo que los donantes percibieran claramente el abismo existente entre los demócratas de Ohio y el consenso demócrata expresado por el Partido Demócrata de las costas este y oeste del país. Aunque Ryan superó a Vance en donaciones y reivindicó haber obtenido el apoyo de 350.000 pequeños donantes, se quedó atrás en las contribuciones procedentes de las arcas de su propio partido. Mientras Vance recibió 28 millones de dólares de un super PAC republicano controlado por Mitch McConnell, su oponente tuvo que recaudar fondos de organizaciones sindicales, pequeños PAC y votantes de a pie. El PAC de la mayoría demócrata del Senado elogió su «campaña notablemente sólida», pero según las informaciones existentes se negó a donarle un céntimo.
Ryan agravó el daño a su campaña al no conseguir galvanizar a una generación más joven de activistas sindicales ni igualar el historial de su colega demócrata de Ohio Sherrod Brown, que ha ganado tres elecciones al Senado como autoproclamado populista progresista. Podría haber creado una diferenciación favorable respecto a Vance defendiendo a la clase trabajadora multirracial de Ohio (hay indicios de que la participación de la población negra y de otras minorías en Ohio está disminuyendo debido a los diversos planes ideados por los Republicanos para suprimir el derecho al voto de determinados grupos de votantes) y haciendo hincapié en su progresismo social. Pero en lugar de ello, Ryan se limitó a redoblar su insistencia en el nacionalismo económico, añadiéndole un toque sinófobo. «China está ganando. Los trabajadores están perdiendo», declaró en un anuncio en los inicios de la campaña electoral, afirmando que asegurar el predominio del sector manufacturero estadounidense equivalía a fin de cuentas a la disputa entre «capitalismo contra el comunismo». Es difícil percibir qué ventaja, si es que había alguna, puede haber obtenido al replantear su propuesta de proteger a la clase trabajadora en términos de seguridad nacional propios de la Guerra Fría. Al final, el intento de rebasar a Vance como vehemente partidario de la línea dura en los asuntos comerciales no hizo sino contribuir a la aceptación del terreno en el que se iba a librar la campaña.
Esta estrategia, junto con los persistentes ataques de Ryan al movimiento de «desfinanciación de la policía», también sirvió para alienar a la base progresista de las circunscripciones urbanas. Sin la izquierda ni el establishment demócrata firmemente de su lado, Ryan luchó por cimentar una amplia coalición contraria a Vance. Tras obtener el 47 por 100 de los votos frente al 53 por 100 obtenido por Vance, los resultados de Ryan se ajustaron a las expectativas generales: su apoyo se concentró en las áreas metropolitanas de Cleveland, Columbus, Cincinnati, Akron y Toledo, de mayoría demócrata; perdió por poco el condado de Mahoning, parte de su distrito electoral, donde la pequeña y deprimida ciudad industrial de Youngstown lucía una de las tasas de pobreza más altas del país tras la Gran Recesión. Al haber recuperado por un margen mínimo tan solo un condado de los ganados por Trump en las elecciones presidenciales de 2020, Ryan no alteró significativamente la coalición demócrata del estado, ni su división urbano-rural. Un proceso de redefinición de los distritos electorales efectuado por los Republicanos del estado tras el censo de 2020 dará lugar a nuevas circunscripciones en 2023, concediendo más poder a los gestores de las manipulaciones distritales que favorecen a los conservadores.
El pilar central del programa de Fetterman, «Make More Stuff in America» [Fabricar más cosas en Estados Unidos], fue otro ejemplo de acuerdo telegráfico de un Demócrata con la política comercial trumpiana
A primera vista, el mapa electoral de Pensilvania sugiere que Fetterman fue igualmente incapaz de remodelar el electorado demócrata. Las antiguas ciudades fabriles y centros micropolitanos, que conforman el grueso del área central de Pensilvania, y sus fronteras norte y sur votaron decisivamente por Oz, mientras que Fetterman dominó el área metropolitana de Filadelfia y Pittsburgh, esta última todavía un centro vital, aunque disminuido, de la industria pesada y la actividad manufacturera puntera, aunque su actividad económica se ha apoyado cada vez más en el crecimiento de los sectores sanitario y educativo. Sin embargo, del The New York Times a Jacobin, la valoración prácticamente unánime ha sido que Fetterman ha mejorado las perspectivas de los progresistas en el estado en parte rompiendo con las ortodoxias de la maquinaria demócrata de Pensilvania y en parte propugnando una nueva estrategia electoral.
La principal preocupación tanto de Fetterman como de Ryan era la necesidad tácita de recuperar la confianza de los trabajadores industriales blancos y de los trabajadores pobres de las regiones situadas fuera de los bastiones demócratas. Al igual que Ryan, Fetterman subrayó la importancia de la industria nacional y de los sindicatos para proceder a la reactivación económica de las comunidades más castigadas por las sucesivas crisis. Ambos respaldaron la actualmente frustrada Protecting the Right to Organize Act y se opusieron a las leyes del «right to work», esto es, en Estados Unidos la legislación que permite que los trabajadores puedan eludir la afiliación a una organización sindical en su puesto de trabajo, que se han extendido en los estados dominados por los Republicanos. Y ambos aceptaron el argumento económico de que la reversión de la deslocalización de las cadenas de suministro reduciría la inflación y los costes de los consumidores. El pilar central del programa de Fetterman, «Make More Stuff in America» [Fabricar más cosas en Estados Unidos], fue otro ejemplo de acuerdo telegráfico de un Demócrata con la política comercial trumpiana, aunque estuviera redactado en términos destinados a atraer al público de izquierda. Además, Fetterman se hizo eco de las declaraciones de Ryan sobre China, atacando a Oz por fabricar allí los productos de su campaña electoral y reiterando argumentos altisonantes sobre la competitividad estadounidense. «Siempre me enfrentaré a China y a cualquiera que amenace el estilo de vida de la Unión», declaró. «Sabemos que Oz no será duro con China».
Pero mientras que el ruido de sables de Ryan le convirtió en un Demócrata provinciano y poco fiable, la retórica nacionalista de Fetterman no suscitó las mismas críticas. Por el contrario, hizo que una coalición progresista de izquierda se uniera en torno al candidato de Pensilvania en una rara muestra de unidad con un núcleo entusiasta de organizadores nacionales —se trata del mismo Senate Majority PAC que rechazó entregar a Ryan 42 millones de dólares para financiar su campaña electoral— que lo consideraron apto para recuperar el electorado de «votantes blancos de clase trabajadora sin estudios universitarios», que constituía el objetivo del Partido Demócrata en Pensilvania.
¿Cómo se explica esta diferencia? El momento político fue un factor crucial. En primavera, Ryan se había distanciado de sectores electorales demócratas decisivos, mientras que Vance se había erigido en uno de los candidatos más fuertes al Congreso partidarios de una estrategia MAGA extrema, lo que hacía que el resultado de la contienda pareciera inevitable. Fetterman, por su parte, se vio impulsado por la movilización temprana en torno a su insurgente campaña de primarias, en la que se impuso al centrista Conor Lamb, y por el posterior reconocimiento de que el equilibrio de poder en el Senado probablemente dependería de su resultado electoral. Dado que Pensilvania, a diferencia de Ohio, sigue siendo un estado fundamental para el éxito del candidato presidencial demócrata en el Colegio Electoral, las consecuencias en cascada de una victoria de Oz eran especialmente significativas. En este contexto, la izquierda pareció dispuesta a tolerar o ignorar las musculosas expresiones de «patriotismo obrero» de Fetterman ante los preocupantes indicios de que Oz estaba recortando distancias en las encuestas durante la recta final de la campaña. Lo mucho que estaba en juego facilitó que Fetterman forjara la coalición que se le resistió a Ryan: progresistas, demócratas incondicionales, élites del partido y votantes indecisos.
Por supuesto, los elementos contingentes también influyeron en los resultados de Ohio y Pensilvania. Fetterman, con la ayuda de un equipo de comunicación inteligente y en sintonía con las difíciles circunstancias políticas del estado, desafió la especulación de que el derrame cerebral que había sufrido socavaría su credibilidad y logró mantener su impulso durante todo el verano. De hecho, su recuperación alimentó la narrativa de alguien que viene de abajo y lucha contra las adversidades, que su campaña había empezado a elaborar desde el inicio de la contienda de las primarias con Lamb. Mientras Fetterman era percibido como un insurgente situado al margen del partido que se convertía en un político de estatura nacional, Ryan era visto como el emblema del declive de su partido en la región. En ambos casos, la frágil posición del Partido Demócrata en estos estados manufactureros clave marcó el tono de sus campañas, pero mientras Fetterman convirtió esta lucha contra la adversidad en una baza electoral, a Ryan le persiguió la aparente inevitabilidad de la derrota, lo cual en parte se debió a la fuerza relativa de sus oponentes, ya que Vance era un operador político mucho más ducho que el desafortunado Oz.
El éxito de Fetterman, sin embargo, no cambia mucho la pauta demócrata de victorias episódicas y debilidad estructural a largo plazo en las áreas desindustrializadas del nordeste del país. Aunque Biden se ha comprometido a respaldar al sector industrial estadounidense, en particular al emergente sector de las energías renovables y la producción de chips avanzados, no se están abriendo nuevas plantas al ritmo de una economía de guerra. Si bien hay señales prometedoras de la realización de inversiones fijas en Ohio —alentadas, quizá, por la CHIPS and Science Act aprobada el pasado verano, así como por la American Rescue Plan Act (2021) y la Infrastructure Investment and Jobs Act, aprobada al alimón por ambos partidos en el mismo año—, estas no bastarán para revertir décadas de alejamiento y extrañamiento de la clase trabajadora y de animadversión de los trabajadores y trabajadoras hacia el establishment demócrata. Los futuros candidatos pueden mirar a Fetterman como un modelo de progresismo pragmático, pero, como demuestra el caso de Ryan, su estrategia está lejos de constituir una fórmula inmediata para ganar las elecciones. De hecho, dado que influyentes estrategas y expertos demócratas insisten ahora en que los centros metropolitanos de los estados meridionales ofrecen más oportunidades para aumentar la base del Partido Demócrata, la nostálgica afinidad de Fetterman por la clase trabajadora industrial puede resultar poco representativa de la dirección general del mismo. En cualquier caso, los Demócratas tendrán dificultades para reconstruir su poder regional más allá del nordeste y la costa oeste, si no se dotan de un programa nacional capaz de movilizar a los cuadros progresistas y a los antiguos simpatizantes descontentos.
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Es alucinante ver cómo incluso la llamada izquierda del partido demócrata, la más popular, sigue defendiendo sin fisuras la política exterior imperialista de su país...
Que alternativa van a tener los trabajadores estadounidenses, mientras estén gobernados por unas élite políticas financiadas por el gran capital. Sólo queda la lucha sindical y popular para lograr cambios políticos y económicos de calado.
Es de alucine ver cómo incluso los candidatos más a la izquierda del partido, populares, por así decirlo, apoyan sin fisuras las políticas imperialistas y agresoras de EE.UU en el mundo...
Al mismo tiempo, no hay alternativa política posible en una "democracia liberal" como la estadounidense, donde los partido políticos están financiados por multimillonarios, a costa de representar sus intereses.