We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La frase del titular se explica así: hoy en día, el factor fundamental para tener éxito en un sector como el de los medios de comunicación es ocupar el tiempo de las audiencias, el público, las lectoras y lectores. Conseguir su atención. Ejemplo: que quien ha comenzado este texto lo termine. Es más difícil aún que lo logre sin detenerse a chequear si le ha llegado un mensaje, si alguien la ha mencionado o si ha recibido un ‘me gusta’ en su último post. No se trata solo de tener capacidad para producir —ni siquiera para ‘crear’ algo nuevo— sino de conseguir difusión y que eso enganche con alguna emoción —antes que con razones— que permita sobrevivir al medio.
Si la atención es el activo, el resacón es el pasivo. Los medios de comunicación arrastran también el franquismo en su configuración actual, no tanto por acción sino por omisión: el desmantelamiento de los medios del Régimen anterior —públicos, por defecto— se produjo para mayor gloria de los medios de comunicación privados. No hubo tercera vía posible y poca gente la reclamó. Ni medios comunitarios, ni facilidad de acceso a los medios públicos. En los años 90, y especialmente con el cambio de siglo, se definió el modelo actual: concentración en pocas manos —casi todas esas pocas manos corresponden a nombres y apellidos del Ibex35—, el acuerdo fundamental de defender antes la libertad de empresa que la libertad de expresión, y fórmulas de info-entretenimiento expandidas aún a mayor velocidad desde la entrada de internet en la ecuación. Resultado: medios de comunicación que no son la suma de todas las personas que trabajan para ellos sino más bien la suma de intereses y tensiones entre sus anunciantes y financiadores, ya que las periodistas se presentan como prescindibles en la rueda.
La creación de la opinión pública queda definida por actores extraños que coinciden en sus intereses generales con quienes salieron beneficiados del modelo generado en los años 90
Así, peleando por fragmentos de atención, por unos clics o unos segundos más de audiencia, el periodismo se asoma a una nueva campaña electoral. Las campañas oscuras a través de redes sociales y WhatsApp definen mejor lo que hoy significa estar “informado” o, más ajustadamente, “ser informado” por otros canales. La creación de la opinión pública, así, queda definida por actores extraños que, sorpresa, coinciden en sus intereses generales con quienes salieron beneficiados del modelo generado en los años 90. Mientras tanto, las alternativas existentes quedan atrapadas en la economía de la atención, incapaces de competir por las audiencias, posiblemente también incapaces de intentar una remontada en un juego que está hecho para que esas alternativas no prosperen.
La campaña del 28A estará patrocinada por quienes no quieren oír hablar de subidas salariales y cuya agenda pasa siempre por bajadas de impuestos progresivos
Las semanas de campaña hasta el 28 de abril no cambiarán una tendencia que lleva instalada desde hace años. Se hablará poco de educación, de protección social, de los intereses de la deuda, de cambio climático, de trabajo de cuidados no retribuido. Poco de derechos humanos y laborales. Faltará un debate realista sobre autodeterminación y sobre qué significa la soberanía en el mundo multipolar que habitamos.
Será una campaña mediatizada y patrocinada por quienes no quieren oír hablar de subidas salariales y cuya agenda pasa siempre por bajadas de impuestos progresivos. Nada nuevo, salvo un contexto difícil de comprender y de abarcar. Cifrado y cerrado para cualquiera que no tenga dinero para invertir en él. Sin embargo, debajo del marketing y la publicidad sigue habiendo espacio para la política. Que no nos lo quiten.