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Togo
La Françafrique o el poder de Canal+ en Togo
La censura por parte de Canal+ de un reportaje sobre las revueltas masivas en Togo evidencia una vez más el poder de los conglomerados mediáticos en África tratando de salvaguardar sus intereses a costa del derecho a la información.
Todo comenzó el 15 de octubre en Francia con la emisión de un reportaje de diez minutos titulado “Lâche le trône” (Soltar el trono) en el programa “L'Effet Papillon” de Canal+. La temática era sobre las manifestaciones multitudinarias que estaban teniendo lugar en Togo desde agosto y que ponían en tela de juicio la presidencia de Faure Gnassingbe.
Se trataba ni más ni menos que periodismo en estado puro. Análisis y contexto. Pero, también, crítica mordaz a un linaje que gobierna la nación desde hace 50 años con la connivencia francesa, claro, y el absoluto silencio mediático. Era evidenciar, otra vez, la trama de la “Françafrique”: un sistema de influencia que depende de la obtención de mercados lucrativos en beneficio de Francia a cambio de la protección otorgada a los jefes de Estado africanos, a menudo corruptos.
Gnassingbé no solo es un presidente apoltronado en el trono, sino también uno de los socios económicos privilegiados del gran jefe de Canal+, Vincent Bolloré. Logística portuaria, telecomunicaciones, transporte ferroviario o almacenamiento de electricidad son solo algunas de sus fuentes de ingresos. El grupo bretón tiene acceso y control a todos los sectores estratégicos del país, un escaparate más del modus operandi de Bolloré, uno de los titanes europeos.
Como señala la revista Forbes: “El reconocido artista de la compra tiene participaciones importantes en el conglomerado de telecomunicaciones Vivendi y el gigante publicitario Havas. Como presidente de Vivendi, Bolloré ha aumentado drásticamente la participación de la compañía en Mediaset, una compañía de televisión fundada por Silvio Berlusconi, amenazando con iniciar una batalla por el control con el ex primer ministro italiano”.
Gnassingbé no solo es un presidente apoltronado en el trono, sino también uno de los socios económicos privilegiados del gran jefe de Canal+, Vincent Bolloré
De manera que el objetivo estaba claro: bloquear por todos los medios el reportaje “Lâche le trône”. Los intentos del magnate funcionaron en Canal+ Francia. Evidente. Demasiado business en riesgo. Sin embargo, algo no salió bien. Irónicamente, el reportaje se emitió por error en la red africana, que cuenta con unos 2,7 millones de personas suscritas, incluido Togo. El informe es visible en YouTube, pero no en Dailymotion, controlado por el grupo francés.
El tsunami por parte de Bolloré no se hizo esperar: despidió a François Deplanck, el número dos de Canal+ International. Pero ¿por qué no despidió al número uno, el máximo responsable? Aquí, el matiz rosa. Se trata de Nathalie Folloroux quien se encuentra desde 2015 al frente de la división internacional del canal francés. El nombre quizás no os diga nada, pero es la hija de Dominique Folloroux, actual primera dama de Costa de Marfil, casada en 1991 con Alassane Ouattara, presidente del país marfileño desde 2010. Es decir, que la cabeza visible de Canal+ international es la hijastra del presidente de Costa de Marfil donde, por cierto, Bolloré es una de las empresas líderes en transporte, entre otros negocios. Todo queda en la Françafrique.
Algo no salió bien. Irónicamente, el reportaje se emitió por error en la red africana, que cuenta con unos 2,7 millones de personas suscritas, incluido Togo
Reporteros Sin Fronteras ya lo ha denunciado, evidenciando una realidad frecuente. Una batalla que pasa desapercibida mientras se continúa desmantelando el acceso justo y equilibrado a la información, un pilar básico del sistema democrático. Los resortes para una defensa proporcionada desde la ciudadanía cada vez se encuentran más indefensos frente a los conglomerados mediáticos, que cada vez son menos y más poderosos.
Se hace difícil encontrar en Togo un alma que haya conocido a otro presidente que no sea ni el difunto Gnassingbé Eyadema o su hijo y actual mandatario Faure Gnassingbé. Eyadema tomó el control de la pequeña nación de África Occidental en un golpe de Estado en 1967. Hoy día, ni el noventa por ciento de la población había nacido entonces, ya que la esperanza de vida sigue siendo escandalosamente baja: 56,5 años. En los 38 años de desgobierno, Eyadema no construyó ni un solo hospital que pudiera tratar incluso su propia enfermedad cardíaca. De hecho, el destino quiso que muriera de un ataque al corazón (y lejos de su pueblo) en un avión destino Francia, el país que ayudó a mantener a flote su endiosado estilo de vida.
A día de hoy, el mayor hospital de Togo carece de agua corriente y los pacientes a veces tienen que traer la suya. Mientras tanto, los aliados del presidente conducen vehículos de lujo enarbolando la bandera de la desigualdad. Pero la gota constante ha desbordado al nepotismo de su presidente. En el cincuenta aniversario de gobierno que acumula la saga Gnassingbé, las calles de Togo han estallado con un pueblo que ya sin miedo y cansado de la represión grita “basta” de forma continua. ¿Será el cambio de época?
¿El asalto final?
La ponderación en el análisis debe hacerse porque es cierto que han existido muchas oportunidades para abordar la reforma política, aunque no un cambio estructural, que sería el necesario. Las conversaciones pasadas han conducido a un acercamiento entre el presidente y su rival histórico Gilchrist Olympio.
Gnassingbe incluso ha creado una comisión nacional para examinar la administración territorial y, además, intelectuales, clérigos, estudiantes y ciudadanos y ciudadanas se han reunido en espacios públicos para expresar su apoyo a las reformas. No obstante, el presidente siempre ha detenido la máquina social creando nuevas instituciones que han conseguido burocratizar las discusiones, mientras que la Asamblea Nacional se ha negado sistemáticamente a plantear temas delicados que afectaran, por ejemplo, al mandato de Gnassingbe.
Aunque las movilizaciones multitudinarias de agosto y septiembre han tenido una repercusión comedida en la prensa internacional, esta ola de democracia apunta a convertirse en un tsunami que puede conllevar la dimisión de Gnassingbe
Este impás en curso es el que ha llevado a la población a manifestar su crispación en las calles contra una dinastía familiar que ha gobernado Togo durante medio siglo con mano dura. Esta creciente frustración ya había provocado protestas en los últimos años pidiendo reformas electorales y el restablecimiento de los límites de mandato de acuerdo con la Constitución de 1992. Y aunque las movilizaciones multitudinarias de agosto y septiembre han tenido una repercusión comedida en la prensa internacional, esta ola de democracia apunta a convertirse en un tsunami que puede conllevar la dimisión de Gnassingbe. O tal vez no.
Tikpi Atchadam, el presidente del recién creado Partido Nacional Panafricano (PNP), es directo en su mensaje: “debemos concluir la lucha porque es ahora o nunca. Hace falta que todo Togo salga a la calle”. Un tono profético que también recogía el presidente del partido de la Alianza Nacional por el Cambio (ANC), Jean-Pierre Fabre, quien ha subrayado que “el pueblo tiene una fuerza que no puede ignorar Gnassingbe”. La respuesta de la población togolesa se ha hecho sentir también en la diáspora numerosa que vive en Alemania y Ghana.
Con el descontento con el statu quo cada vez mayor, la oposición, que tradicionalmente ha estado polarizada, ha optado por la unidad para enfrentarse al presidente. Un movimiento que, por otro lado, funcionó en Gambia a comienzos de 2017 al destronar del poder a Yahya Jammeh tras 27 años de dictadura.
Envalentonada, la ciudadanía togolesa se está preparando para lo que algunas personas están llamando “asalto final para romper el muro de la opresión”. La respuesta de los militares, sin embargo, sugiere que Gnassingbe piensa lo contrario. Para su régimen, atacar a personas que se manifiestan pacíficamente cuando la espalda del presidente está contra la pared es una reminiscencia del libro de actuaciones de su difunto padre Eyadema.
Togo se enfrenta hoy a una bifurcación en el camino entre la estabilidad hueca actual y los valores democráticos. También se hace urgente una respuesta internacional a la situación, especialmente de Francia, que tiene una decisión importante: apostar por un autócrata o defender la soberanía popular que bulle en las calles. El pueblo togolés ya se ha decidido a prevalecer o jugarse el tipo con dignidad. Y cada fin de semana volverán a implementar, al menos intentarlo, la estrategia de la desobediencia civil.
Reflexión final
El caso de censura de Bolloré en Togo y el poder que este conglomerado tiene debería hacernos reflexionar sobre una pregunta fundamental: ¿Y si nos llegase la información de que hay muchos más movimientos civiles multitudinarios y organizados en el mundo que desde las calles están tratando de derrocar a gobiernos corruptos? ¿Otros modelos donde vernos reflejados para replicar en nuestros países?
Sebastián Ruiz-Cabrera. Doctor en comunicación y periodista especializado en RR.II. y en África al sur del Sahara. Coordina “Cines y Audiovisuales” en el portal sobre artes y culturas africanas www.wiriko.org, es analista político en Mundo Negro y colaborador de Pueblos – Revista de Información y Debate.
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