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Algo sigue oliendo mal en el sureste de Madrid. Muy mal. En el Ensanche de Vallecas, barrio que no ha parado de crecer desde que aparecieron los primeros signos de recuperación económica, se ha vivido un verano peculiar. Muchas de las parcelas que habían quedado sin construir desde la llegada de la crisis en 2008 ya se han convertido en modernas urbanizaciones con piscina y espacios arbolados: la mayoría de ellas luce chalets, pisos y áticos con amplias terrazas. Y casi todas —con precios semejantes a los de aquellos años de la burbuja inmobiliaria— ya están siendo habitadas. La vida en ese ‘barrio joven’ de la capital crece día a día, y eso se percibe en las abarrotadas terrazas de sus bares, y en La Gavia: su concurrido centro comercial. Pero detrás de ese moderno proyecto urbanístico hay algo que no huele nada bien.
Sergio tiene 43 años y lleva 11 viviendo en esa zona. No pasará otro más en ella porque se muda a las Canarias. “Me voy a un sitio donde pueda respirar aire puro, no esto”. Lo dice porque la lacra en su barrio es —y ha sido— la pestilencia que llega desde Valdemingómez. Los olores a químicos, cenizas, gases, basura y podrido lo obligaron a vivir prácticamente el verano entero con la ventana cerrada: incluso en los días en los que el termómetro marcó 40 grados —está en el paro y no puede permitirse el aire acondicionado todo el día—.
Desde enero de 2017, ha hecho un registro sobre los días en los que hay olores y en los que no. Su tabla muestra que, de enero a junio del año pasado, el 46% de los días fueron pestilentes. Y las cifras no mejoraron: en las del semestre siguiente la proporción fue de 67%.
Como él, más de un centenar de personas asistió en septiembre a un acto informativo sobre la situación y el futuro del complejo de Valdemingómez que ofrecieron Inés Sabanés —concejala del Ayuntamiento de Madrid y delegada del área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad— y Francisco Pérez —concejal de los distritos Villa de Vallecas y Puente de Vallecas— en un colegio público del barrio.
Lo hicieron para informarse sobre el proyecto que tiene el Ayuntamiento para la reducción de residuos en Madrid —del 50% para 2022— y, si todo funciona como es debido, poder llegar al —hipotético— cierre definitivo de la incineradora en 2025. No en 2020, la fecha en la que se termina el contrato de ésta, y que había generado mucha expectativa entre los vecinos. En pocas palabras: cinco años más de pestilencia.
Cáncer
Después de la exposición de Sabanés y de Pérez, la inquietud de los vecinos se desbordó con preguntas y reclamos. Y entonces comenzó una suerte de fuego cruzado entre quienes exigían respuestas claras, y quienes respondían con “impacto negativo en la salud” para referirse al cáncer. Sergio fue de los que preguntaron, pero antes que él otro vecino abrió la veda del descontento. “Mucho rollo, muchos tecnicismos, pero ¿qué es lo que está pasando con nuestra salud?”. Su malestar no solo es por las molestias de la fetidez que inunda las calles que camina todos los días, sino por los posibles daños que puede estar sufriendo al respirar esos aires presuntamente tóxicos.
A pesar de que exige un cierre inmediato, el movimiento vecinal es consciente de que su objetivo solo se conseguirá si la ciudadanía cambia los hábitos de consumo, de generación y gestión de los residuos
También enfatizó en la ingente cantidad de cigüeñas, gaviotas y palomas que comen basura en el vertedero de Valdemingómez y que terminan en los balcones, techos, farolas y bancos de su barrio. Ninguno de los concejales respondió con exactitud a su pregunta.
Y entonces irrumpió Sergio. Él, al igual que muchos, quiso saber si lo que respira lo está envenenando. “Los vecinos nos sentimos olvidados y despreciados”, zanjó en referencia a la nula respuesta que ha recibido en el Ayuntamiento tras sus numerosas reclamaciones. “¡No se puede vivir así!”, añadió antes de cerrar con “¡¿qué es lo que dice el último estudio epidemiológico sobre los gases y los olores de Valdemingómez?!”. Pero las autoridades tampoco le supieron responder. Y él sigue temiendo que lo que mete a sus pulmones hoy, mañana pueda ser un cáncer, una posibilidad que sugiere un estudio de 2012 del Centro Nacional de Epidemiología Carlos III.
Quique Villalobos, de la Asociación Vecinal PAU del Ensanche de Vallecas, explica a El Salto que es indispensable discernir entre el foco de la pestilencia y el foco de la toxicidad. Según él, y de acuerdo con un estudio realizado por Socioengyneria y Odournet a finales de 2015 y 2016 para identificar los principales focos de malos olores, estos proceden únicamente de los vertederos y de la planta de clasificación de Las Dehesas, así como de la planta de biometanización (un proceso que convierte el 50% de los residuos orgánicos en biogás y el otro restante en electricidad), y no de la incineradora Las Lomas, como muchos creen. Pero sí es esta la que emite los gases tóxicos —y cancerígenos—, de acuerdo con el estudio del Instituto Carlos III.
Villalobos se unió a esta lucha en 2007, y dice que no fue hasta el 14 de diciembre de 2015, después de haber interpuesto una serie de demandas, cuando el Ayuntamiento “admitió la existencia del problema”, se responsabilizó y se comprometió —mediante un convenio con las asociaciones vecinales— a solucionarlo. “Quisiéramos que cerrase cuanto antes la incineradora y que lo haga en 2020, cuando termina su contrato”, confiesa. Aunque no niega que le parece una buena noticia que ya se tenga —por lo menos— una fecha de cierre y un plan de acción para la reducción de residuos.
Sin embargo, considera que la situación es más complicada. Porque, a pesar de que exige un cierre inmediato, es consciente de que su objetivo solo se conseguirá si la ciudadanía cambia los hábitos de consumo, de generación y gestión de los residuos. Se estima que a diario llegan entre 3.000 y 4.000 toneladas de basura a Valdemingómez. Aproximadamente se queman al año 330.000 toneladas.
OTROS INCONFORMES
Colocho —nombre ficticio elegido por este vecino— lleva 10 años trabajando como conserje en una urbanización del Ensanche de Vallecas. Para él, hacer las labores de conserjería al aire libre “es mortal”. Hay días —martes y jueves, generalmente— en los que llega a casa con un dolor de cabeza insoportable. Y con ganas de vomitar. Pero él es fuerte y continúa barriendo el portal.
En esa misma urbanización viven Luis y Lucía, una pareja de treintañeros que, después de haber vivido cuatro años en Londres, decidió regresar a su Madrid natal. Ella es enfermera y él, diseñador gráfico. Gracias a la ayuda de sus padres, y a una hipoteca de 30 años, hoy esperan las llaves de la que será su nueva vivienda: un chalet adosado a 500 metros de donde viven hoy. Alquilan un piso en el barrio para irse adaptando, pero están muy decepcionados con la gestión del Ayuntamiento sobre las basuras. Porque “no solo es el problema de los olores”, dicen.
Para ellos, “el barrio entero parece un vertedero”. Plásticos, botellas, basura, papeleras destrozadas, heces de perros y aves en las aceras y en los bancos es lo que encuentran todos los días de camino a la estación de Valdecarros, el metro más cercano. “Se respira un abandono total”. Aun así, en casa tienen cinco cubos de basura y separan cada uno de los residuos, algo que consideran la clave para lograr “un barrio verde y sano”, como les gustaría.
Rivas Vaciamadrid también padece este calvario. Este municipio de la Comunidad de Madrid limítrofe con Valdemingómez también sufre la pestilencia. Y sus vecinos no han dudado en hacerse escuchar, principalmente por medio de las asociaciones Rivas Aire Limpio y Rivas Contaminación Zero.
José María Álvarez, concejal de Medio Ambiente en Rivas, cuenta a El Salto que lo indispensable es crear conciencia sobre la generación de basuras en los municipios. Como el suyo, en el que, dice, la gente ya está muy concienciada. En su opinión, el cierre de la incineradora es prioritario, pero no debe estar condicionado a un plan de reducción de residuos. “Porque, no nos engañemos, no todo el plástico que se recoge se recicla. Necesitamos un calendario de cierre y atenernos a él”, afirma.
Si un nuevo estudio epidemiológico revelara que el origen del aumento en casos de cáncer en la zona es por los gases de la incineradora, ¿se mudaría a otro barrio? “No —responde el concejal—. No se trata de apostar por la despoblación de Rivas; en todo caso ese estudio debería servir para acelerar el cierre e impulsar políticas más eficaces sobre el tratamiento de residuos”.
Los ojos de los vecinos ya están puestos en el vertedero de Pinto, porque “el mapa de las posibles fuentes de pestilencia en la zona sur y sureste de Madrid no para de crecer”
En pocas palabras, para él, el cierre se tiene que efectuar con la misma urgencia que la creación de una ley que obligue a las empresas a utilizar otros envases, porque de lo contrario tendremos que volver a los tiempos en los que las botellas de vidrio se devolvían a las tiendas para ser reutilizadas.
Por lo tanto, la pestilencia que aqueja a vallecanos, ripenses y otros habitantes de la zona no es exclusiva de los vertederos ni de la planta de biogás de Valdemingómez. Hay otros focos, como el de La Torrecilla, detectado por una brigada vecinal a comienzos de septiembre. Además, los ojos de los vecinos ya están puestos en el vertedero de Pinto, porque “el mapa de las posibles fuentes de pestilencia en la zona sur y sureste de Madrid no para de crecer”, como ha contado Diario de Rivas.
Pero, además de Rivas y del Ensanche de Vallecas, los vecinos del Sector 6, que incluye la Cañada Real, también padecen ese martirio. En el acto que presidieron Sabanés y Pérez se encontraba Elena, también decepcionada con la nueva fecha de posible cierre de la incineradora. Ella es ama de casa, tiene 60 años y no vive en una zona tan moderna como otras. Su hogar se encuentra entre los vertederos y el centro de clasificación y separación de basuras Las Dehesas. Y le preocupa la toxicidad que pueda estar respirando. También tiene la sospecha de que en la zona se quema cobre, algo sumamente tóxico y cancerígeno. “La incineradora, en el mejor de los casos, cerrará cinco años más tarde”, se lamenta.
Como Villalobos, Elena considera que el origen del problema está en la mala gestión de los residuos y en la falta de conciencia ciudadana sobre la generación de basura. “Se cierra la planta, vale. ¿Y después?”. Las respuestas a sus interrogantes parece que siguen en el aire. Uno fétido que seguirá entrando cada verano a las casas de quienes viven en el sureste madrileño.
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La incineradora cumple la normativa española y europea en cuanto a emisiones y aun asi se puede ser mas duro en sus límites, pero de los olores nada que ver y si alguien se acerca a las instalaciones cuando huela, vera que alli no sale nada de olor, nunca.
Y lo digo por que llevo 23 años trabajando alli, y si fuera como cuenta el artículo, yo hubiera sido el primero en irme. Engañan a la gente diciendo lo que quieren oir con muy poco contraste de información y tengo claro que finalmente no se si 2020 o 2025 o quien sabe, se cerrará la incineradora y la sorpresa sera wue si ademas no cierran otras instalaciones de valdemingomez, seguirá oliendo mal.
Sí, el olor nauseabundo viene de la fracción orgánica de la basura (restos de comida), que si se recogieran separados y se compostaran en su totalidad, serían abono natural para agricultura y jardines.
Pero, los trabajadores de incineradoras tienen un mayor riesgo de muerte por las enfermedades generadas por dioxinas, furanos, metales pesados y micropartículas COP. Como indica el estudio epidemiológico del Instituto Carlos III.
Es imprescindible una acción conjunta de vecinos y entidades para presionar en la dirección del Residuo0 tal como se contiene en el acuerdo de organizaciones sociales y ecologistas de 2.017, cuyo resultado sería entre otros el desmantelamiento de Valdemingómez y la creación de una red de centros de compostaje y reciclaje. ,https://drive.google.com/file/d/0B_PdRYe7G7DCSktKWmRHZV9pTTA/view?usp=drivesdk
Ahora estamos en la fase de alegaciones al Plan de Residuos que pretende continuar con esta centralización en Valdemingómez con biometanización, incineradora, hasta 2.025, y vertedero.
https://www.madrid.es/portales/munimadrid/es/Inicio/Actualidad/Noticias/Una-Estrategia-de-Prevencion-y-Gestion-de-Residuos-para-avanzar-hacia-la-economia-circular-y-el-residuo-cero/?vgnextfmt=default&vgnextoid=1fc1c3a87f544610VgnVCM1000001d4a900aRCRD&vgnextchannel=a12149fa40ec9410VgnVCM100000171f5a0aRCRD
Antonio Ibáñez
Coopera y Composta
"Volver a llevar las botellas de vidrio a la tienda para reutilizarlas" se presenta esta solución en este artículo como algo perjudicial cuando es una vuelta a la racionalidad y evita la proliferación de plásticos que son los residuos que producen gases más tóxicos en las incineradoras.
Es necesaria una legislación nacional sobre residuos que apueste por su reducción para cumplir con la legislación europea, aumentar el empleo y apostar por la salud.
Además, Ecoembes es parte del problena porque la gestionan las enpresas que más envases tóxicos y no reciclables generan. Urge que el sistema DSSR se implemente para competir con esta mafia que nos cobra dos veces por un trabajo que no hace.
Hace falta concienciar a la población para que separe las diferentes fracciones de su basura (la orgánica es la que más huele y la que puede convertirse en abono para la agricultura). Si la gente separa sus residuos se hace más consciente de la cantidad que produce y busca alternativas de consumo que reduzca los plásticos de un solo uso que deberían prohibirse.
Madrid tiene la oportunidad de convertirse en una ciudad y comunidad limpia, respetuosa con el medio ambiente y la salud, y evitadora de cambio climático cerrando la incineradora de Valdemingómez.
Sin olvidar la creación de empleo que trae una gestión de residuos sana y responsable.