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Repartidores
Los 188 trabajadores de Gopuff plantan cara a un cierre que creen evitable
Los conocidos como dark supermarkets (supermercados oscuros), ese modelo de negocio de compras online en tiendas que no tienen acceso al público con flotas de repartidores que te llevan la compra a casa en minutos, sufrió un boom el año pasado que ahora parece desinflarse. Tras la marcha de España de Gorillas y el cierre de 20 tiendas de Getir, la empresa norteamericana Gopuff ha sido la siguiente en anunciar que despedirá a toda su plantilla. La compañía, que contaba con siete tiendas hasta hace poco, cerró dos de ellas en junio. En total, actualmente son 188 empleados y otras 12 personas que están contratadas mediante una ETT las que ven peligrar su trabajo.
Pero esta plantilla ha decidido no quedarse de brazos cruzados y denunciar el desmantelamiento de la empresa, la precariedad a la que se ven forzada en sus puestos de trabajo, las prácticas de la compañía y la falta de voluntad por parte de su dirección por mantener a flote un negocio que, aseguran sus empleados, “puede ser rentable pero parece que no quieren que lo sea”.
La historia empieza con la apertura de las siete tiendas en marzo de 2021 bajo el nombre de DIJA. No pasaron ni cuatro meses para que el capital inicial que se invirtió en esta nueva empresa se terminara. Ahí entró Gopuff, una multinacional de Estados Unidos que tiene tiendas también en Francia y Reino Unido. Según un artículo de Bloomberg de este mes de julio, Gopuff estaba valorada en ese momento en 15.000 millones de dólares y generó casi 2.000 millones de dólares de ingresos en 2021, con un volumen de pedidos que se disparó un 70% respecto a 2020, cifras que hacen más difícil de entender que no quieran seguir desarrollando su negocio en España.
Pero incluso su entrada en la empresa ya fue a trompicones: “Desde que se oficializa la compra en agosto del año pasado, no hacen el cambio de nombre hasta febrero de este año, con la inseguridad que eso provoca a los que trabajamos aquí”, explica a El Salto Alejandro Romero, portavoz de los trabajadores que se han organizado para plantar cara a los despidos, que añade que mientras tanto la empresa seguía abriendo tiendas en otros países.
135 personas han sido ya despedidas desde febrero de este año hasta el día de hoy con la excusa de que no han superado el periodo de prueba
El modelo de crecer rápido haciendo más rápido el reparto, tan común en este tipo de empresas de capitalismo digital, tampoco funcionó. La empresa, según narra Romero, quiso rebajar los tiempos de entrega contratando a muchos más repartidores porque “querían quedar bien con los inversores estadounidenses”, dice Romero. Duplicaron el número de riders por tienda y cada uno de ellos solo podía llevar un pedido único, en vez de aprovechar los trayectos para llevar más de una compra como se hacía anteriormente. Pero no funcionó y la nueva estrategia, a la que Romero le cuesta encontrar sentido desde un punto de vista de rentabilidad de negocio, lastró los resultados de la empresa. Al poco tiempo empezaron a despedir a la gran mayoría de riders contratados alegando que no pasaban el periodo de prueba. Hasta 135 personas han sido despedidas por no superar el periodo desde febrero.
Precariedad y calor
Con las peores olas de calor de la historia, los repartidores y empleados de tienda de GoPuff trabajan con la misma ropa que en invierno: un pantalón forro polar. Los empleados han exigido a la empresa que pusiera remedio al problema, pero Gopuff ha hecho caso omiso a las demandas de sus trabajadores. “Justo hoy han empezado a arreglarlos tras nuestras protestas pero es que, además de trabajar con esos trajes tan calurosos, los aires acondicionados no funcionaban y hemos trabajado en la tienda a más de 30 grados”, lamenta Romero.
Los trabajadores entraron firmando un contrato en el que se les incluía en un grupo profesional, pero la empresa, de manera unilateral, envió una carta diciendo que les bajaba el grupo y les rebajó el sueldo
Lo que sí que cambió fue su sueldo. Con los despidos de las últimas incorporaciones, vino una sobrecarga de trabajo y una bajada de sueldo unilateral. Según explica Romero, los trabajadores entraron firmando un contrato en el que se les incluía en un grupo profesional, pero la empresa, de manera unilateral, envió una carta diciendo que les bajaba el grupo profesional y les rebajó el sueldo “cuando ya estaba firmado en sus contratos”, afirma Romero, que dice que aquello fue “una bajada de salario por el mismo trabajo” por el que habían firmado y llevaban meses realizando.
Negociación de despido
Tras un anuncio por parte de la empresa por hacer despidos en julio, en la primera reunión que los trabajadores lograron tener con los representantes de GoPuff este primero de agosto les dieron la noticia: la empresa pretende despedirlos a todos mediante un ERE y pagarles tan solo 20 días por año trabajado. Tras varias protestas, llenar de carteles las tiendas y plantarse unidos y organizados ante la empresa, GoPuff ha ofrecido pagarles 30 días.
Pero desde el grupo de trabajadores quieren más explicaciones y no se conforman con negociar el despido directamente. “En Reino Unido no han cerrado tiendas, cuando la única diferencia es que allí pueden contratar autónomos y aquí somos parte de la plantilla”, dice Romero. “Si es ese el motivo, que lo reconozcan”. Para este trabajador la excusa de la falta de rentabilidad no le sirve. “El negocio sería rentable si se hicieran las cosas bien”, afirma, añadiendo que todos los supermercados han ido bien en esta crisis y “nosotros somos más baratos que muchas de las grandes cadenas”.
Dejar que se hunda
Lentitud en cambiar el nombre sin apoyo de las oficinas internacionales, falta de inversión en nuevas tiendas mientras se abrían en Reino Unido, precarización del empleo y poco gasto en los centros de trabajo, estudios de viabilidad que se han quedado en un cajón dos meses después de su elaboración o la falta de visión estratégica por parte de la directiva hacen que los trabajadores no se crean que sea un despido por un modelo de negocio poco rentable.
“Usan como excusa la rentabilidad y que están revaluando sus inversiones en Europa, pero parece que lo que quieren es dejar morir la filial española”, lamenta Alejandro Romero, trabajador de Gopuff
“Creemos que ha sido premeditado”, dice Romero. “Usan como excusa la rentabilidad y que están revaluando sus inversiones en Europa, pero parece que lo que quieren es dejar morir la filial española y por eso han retirado los esfuerzos, la inversión y la estrategia para hacer este modelo de negocio rentable”, lamenta. Además, el portavoz de los trabajadores señala a otro factor más relacionado con el mundo bursátil: “Querían salir a bolsa cuando compraron a DIJA y comprando un negocio en Europa y entrando en varios mercados europeos inflas el valor de la empresa cara a los inversores estadounidenses”, explica Romero. Pero la salida a bolsa se dejó en pausa por las malas condiciones económicas globales y ahora, defiende Romero, parece que quieran dejar caer las filiales donde no quieren invertir más dinero y quedarse solo en el Reino Unido.
El profesor de Derecho del Trabajo y autor del libro Regulación del trabajo y política económica. De cómo los derechos laborales mejoran la economía (Aranzadi, 2021), Adrián Todolí, señala a este último factor y el contexto económico global como los posibles motivos para el repliegue y cierre de este tipo de empresas. “Lo relaciono con la subida de los tipos de interés”, explica a El Salto, y señala que estas nuevas empresas de la economía digital han nacido en unos tiempos de dinero barato y fondos de inversión con mucho dinero “que no sabían ni donde meterlo”. Tiempos en los que estos fondos podían correr riesgos y meter dinero en proyectos arriesgados y con retornos dudosos. “El modelo de las startups con dinero barato se va a ver restringido y muchas van a desaparecer”, finaliza Todolí.
Sea por un motivo u otro, los 188 empleados no piensan quedarse de brazos cruzados. Se están organizando y en las próximas semanas anuncian movilizaciones y acciones para forzar a la empresa a que dé una explicación. “Vamos a hacer ruido porque no queremos que cierre”, dice Romero, quien argumenta que podrían entender que hubiera una reestructuración o que se cierre alguna tienda pero, sentencia, “no podemos permitir que vayan adelante con el despido y dejen a 188 familias en la calle”.