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Personas refugiadas
Hoy refugiados, mañana olvidados
El gobierno griego deja sin hogar y ayudas económicas a personas refugiadas incumpliendo sus propias excepciones de vulnerabilidad extrema. Familias con mujeres embarazadas, niños con enfermedades severas o personas con discapacidades de alto grado —entre otros— reciben las notificaciones para abandonar las casas o los alojamientos en los campos. Hasta ahora obtenían estas ayudas, que ahora pierden, gracias al programa ESTIA de la Unión Europea, gestionado por ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). Algunos países europeos no están cumpliendo sus compromisos de realojamiento —entre ellos España— y Grecia no da abasto. El dinero destinado al programa ESTIA no es suficiente y las familias son quienes sufren las consecuencias.
Las autoridades helenas anunciaron que, de manera gradual, todos aquellos que hubiesen obtenido el estatus de refugiado o protección subsidiaria antes de agosto de 2017 deben abandonar su hogar. Si lo hacen, durante tres meses seguirán recibiendo dinero bajo el programa Cashcard (por el que se les entrega entre 150 y 550 euros según el número de personas que compongan la familia), en caso contrario, se cortarán estos ingresos y posteriormente serán expulsados de las casas del programa.Grecia anunció que, de manera gradual, todos aquellos que hubiesen obtenido el estatus de refugiado o protección subsidiaria antes de agosto de 2017 deben abandonar su hogarSon muchas las familias que han empezado a recibir estas notificaciones. De acuerdo a Stella Nanou, portavoz de ACNUR en Atenas, a las personas en situación de vulnerabilidad extrema no les llegaría esta notificación, pero está ocurriendo.
Tres familias, tres situaciones
La familia de Ghada y Samir, tiene seis hijos, —entre ellos, tres en edad escolar, y una que padece de parálisis cerebral. Samir, además, está incapacitado para trabajar. En un país con tantas personas en situación de muy alta vulnerabilidad —ACNUR cifra en más de 70.000 las personas refugiadas o solicitantes de asilo de manera oficial— las condiciones personales o familiares requeridas para obtener y conservar las ayudas extremadamente duras.
Ghada y su marido Samir recibieron la notificación que les instaba a abandonar la casa. Son sirios. Dejaron su hogar tras vivir años escondidos de sus propios vecinos. El hermano de Samir murió luchando junto al Free Siryan Army —grupo opositor al gobierno—. Cuenta Samir que Bachar Al-Asad considera a todo familiar de un combatiente, traidor de la patria, por lo que todos los familiares corrían riesgo. La guerra y la persecución del gobierno eran motivos más que suficientes para decidirse a partir.
No eran las únicas dificultades con las que tenían que vivir. Ghada se convirtió al cristianismo estando en Siria. Los vecinos le insultaban y amenazaban de manera constante. Samir seguía siendo musulmán por aquel entonces. Terminaron viviendo escondidos en su propio hogar durante cuatro años. Solo salían de casa algunas noches si era imprescindible.Es difícil escribir los nombres de tus familiares —en este artículo cambiados por petición propia— cuando te han cortado los tendones de la muñeca. Samir ha perdido la fuerza en el dedo pulgar de su mano derecha y apenas puede escribir ni sostener un bolígrafo. Antes de la guerra trabajaba en una casa de cambio de moneda.Las peores secuelas de las bombas lo sufrieron dos de sus seis hijos. Ghada tuvo un parto prematuro debido a la explosión de una bomba en una vivienda próxima a la suya. Como consecuencia, su hija Hala sufre de parálisis cerebral —afirma la madre, pues no tiene un diagnóstico médico claro— y problemas de movilidad que afectan a ambos pies.Los planes y acuerdos de acogimiento desde otros países de la Unión Europea no se están cumpliendo y el país heleno no da abasto con los fondos asignadosDesde ACNUR, aseguran que la decisión de hacerles abandonar el hogar responde a la necesidad de dar cabida a más personas que tienen que llegar desde los masificados campos de refugiados de las islas. Los planes y acuerdos de acogimiento desde otros países de la Unión Europea no se están cumpliendo y el país heleno no da abasto con los fondos asignados.Desde la agencia de la ONU para las personas refugiadas admiten que la situación está desbordada, pero consideran que con la extensión de la ayuda económica durante tres meses, junto a programas de integración de nueva creación —enseñanza del idioma y asistencia social—, es tiempo suficiente para poder convertirse en independientes y mantenerse por su propia cuenta, es decir: conseguir un trabajo y una vivienda.Ahora los ocho miembros de la familia esperan a que les echen de la casa y les retiren la ayuda económica. Ghada intenta calmar los nervios y la ansiedad acudiendo al proyecto SOS Refugiados, donde les proveen de comida y artículos de necesidad. Allí, la familia es beneficiaria y voluntaria al mismo tiempo. Estas pequeñas organizaciones son quienes, ante la falta de planes oficiales, están intentando apoyar a las personas refugiadas o migrantes mediante programas de lenguas, laborales o socioculturales desde que comenzó la emergencia humanitaria.El destino más que probable de Ghada y Samir será un squat: Centros ocupados de manera irregular. En los squat las condiciones higiénicas son escasas, el agua y la electricidad no están aseguradas y en su mayoría están regidos y controlados por las mafias. No tienen otras alternativas. Hay familias que empezaron viviendo en un squat y ahora tendrán que volver a él. Yosef es sirio. Fátima es marroquí. Tienen un bebé de un año y medio, y otro hijo en camino: Fátima está embarazada de cinco meses. Se conocieron en Turquía hace ya tres años. Los ojos de Fátima, quien tiene una discapacidad visual cercana al 90% desde su nacimiento, son los de Yosef. A pesar del hándicap que supone una visión tan reducida, se atrevieron a meterse en un barco gestionado por las mafias rumbo a una isla griega. Yosef recuerda escuchar a niños llorar al principio del viaje, y en determinado momento, cuando el barco empezó a moverse por el fuerte oleaje, dejar de oírlos.Recibieron la notificación para que dejaran el piso donde viven, aunque el trabajador social está estudiando su situación en estos momentos y no tienen que abandonar aún el que ha sido su último hogar en Atenas. Cualquier situación familiar parecida estaría dentro de los parámetros de riesgo de exclusión en cualquier país de Europa. En Grecia no. Ser ciego, estar embarazada de menos de 8 meses o tener un bebé no te convierte en vulnerable con total seguridad. A pesar del peligro de tener que vivir en la calle, Yosef no pierde el humor y cuenta entre risas que fue él quien vio primero a su mujer. Hay también quien no tiene aún la notificación, pero vive con el miedo a recibirla en cualquier momento. Marwa tiene tres hijos. Uno de los niños tiene una discapacidad intelectual y física, mientras que el otro tiene problemas de corazón.Su marido fue arrestado. No sabe nada de él desde entonces. Salió del país cuando estaba embarazada de ocho meses de su hija menor. Marwa sabe que en Grecia trabajar se antoja casi imposible. Con una tasa de desempleo del 35%, competir en el mercado laboral para una persona de fuera del país parece más difícil aún. Su objetivo es ir a Alemania. Cree que tendrá mejor atención sanitaria para sus hijos y la posibilidad de volver a trabajar de profesora como lo hacía en Irak.
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