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Racismo
La persecución del FBI a Coretta Scott King
Scott King fue vigilada por el FBI mientras estuvo casada con Martin Luther King jr. y después del asesinato del líder por los derechos civiles. Nuevos documentos muestran la vigencia del racismo institucional y la supervivencia del supremacismo blanco en Estados Unidos.
Este es un negocio sucio, duro y difícil.—Palabras de William C. Sullivan, exdirector adjunto del FBI, acerca de la naturaleza de la contrainteligencia.
La lucha es un proceso que nunca termina. La libertad nunca se conquista del todo, se gana y se conquista en cada generación. —Coretta Scott King.
Los enormes esfuerzos del FBI contra Martin Luther King Jr. siguen siendo una gran mancha en el Buró y son el ejemplo del trabajo sucio que llevó a cabo durante la larga década de los 60. Menos conocida, aunque no por ello tuviera menos repercusión, fue la atención no deseada que le prestó a Coretta Scott King, viuda del líder de la lucha por los derechos civiles. El Buró la vigiló constante y concienzudamente y compiló más de 500 páginas de documentos sobre ella.Su expediente no solo muestra claramente lo preocupado que estaba el FBI y el Gobierno por la infiltración comunista durante la Guerra Fría —y hasta dónde podía llegar el FBI en su intento de socavar a cualquiera al que se asociara con el comunismo—, sino también la enorme fealdad racista que se pudría en la sociedad estadounidense y que sigue aún presente.
Las prioridades del Buró
El motivo principal del FBI para crear un expediente sobre Coretta Scott King radicaba en la dinámica de la Guerra Fría de los años 50 y 60. El Buró estaba obsesionado con verificar si la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano (SCLC por sus siglas en inglés) y su líder, Martin Luther King Jr., tenían alguna relación o estaban influenciados por los comunistas.En un intento conocido como Operación SOLO —un plan altamente secreto que sacó a luz el académico David Garrow en 1981—, informaron al Buró de que el asesor principal de King era un comunista encubierto.A ese asesor, Stanley Levison, lo identificó Jack Childs, miembro del Partido Comunista. Jack y su hermano Morris eran confidentes del FBI y tenían altos cargos en el Partido Comunista.Sigue habiendo controversia sobre la veracidad de la información de Childs, pero lo que nadie refuta es que el FBI usara esa supuesta relación para poner en el punto de mira a King —e incluso para pincharle el teléfono—, y que, como resultado, consiguiera mucha información indecente, y de otro tipo, sobre él.
Ese fue el trasfondo del enfrentamiento público con el director del FBI, J. Edgar Hoover, que culminó con un ataque verbal de este hacia King, al que llamó “el mentiroso más infame del país”. Todo esto pasó en la época en que King iba a recibir el Premio Nobel de la Paz.Esta controversia estaba afectando a la gente que rodeaba a Martin Luther King, en especial a su mujer, como se puede ver en la información que dio un confidente el 15 de febrero de 1965 al director del FBI a través del agente especial al mando de la oficina de Atlanta:“CORETTA ha dicho que es un ataque muy dañino porque HOOVER tiene un gran número de seguidores en el país y mucha de esa gente se va a creer cualquier cosa que él diga”.
La valoración de Scott King dio en el blanco en aquella época, pero también nos recuerda el momento actual.
Después de Luther King
Martin Luther King Jr. fue brutalmente asesinado a tiros el 4 de abril de 1968. A partir de su asesinato, el Buró desvió la atención de Levison y la SCLC y la puso en Scott King. Dos semanas después del homicidio de King, el Buró escribió una nota basada en la información “de una fuente confidencial que había proporcionado información fiable en el pasado”. No está claro quién fue el confidente, aunque por aquel entonces el Buró tenía a más de uno en la organización de King, incluidos su contable, James A. Harrison, y el fotógrafo Ernest Withers.A través de esas fuentes, constataron que Stanley Levison había estado en contacto con Coretta Scott King e informaron de lo siguiente:“Levison hizo referencia a la posible aparición de Coretta King en la gran manifestación masiva contra la guerra de Vietnam que se iba a celebrar en Nueva York el 27 de abril de 1968. Dijo que lo había comprobado con la oficina de Dave Dellinger (director nacional del Comité de movilización nacional para el fin de la guerra en Vietnam) y que a él, a Levison, le parecía bien que Coretta apareciera en el programa y que participara en la Marcha de las Madres (en Washington DC, vinculada a la Campaña por los pobres) siempre que no hiciera nada más”.
La nota termina diciendo una vez más que Levinson había sido un “miembro secreto del Partido Comunista” y añadiendo como advertencia que en 1963/64 había “criticado al partido por no ser lo suficientemente agresivo”. A pesar de todo, según el Buró, “sus diferencias con el Partido Comunista son simplemente tácticas y sigue siendo ideológicamente fiel al comunismo”. A raíz de este informe, es obvio que el Buró amplió su foco para incluir también a Scott King.
Una posición única
Durante la lectura del expediente de Coretta Scott King, lo que resulta evidente es la paradójica posición social de ella y de su difunto esposo. Por un lado, los King no fueron las únicas figuras públicas sobresalientes del movimiento de liberación de los negros que tuvieron que enfrentarse a los intereses hostiles del FBI. Lo exclusivo fue su proximidad y acceso a las instituciones públicas vigentes. En ese aspecto, eran, al mismo tiempo, unos extraños que exigían un lugar en la mesa y unos conocidos a los que habían invitado a sentarse. King se reunió con los presidentes Kennedy y Johnson.Es significativo que ahora se responsabilice de las escuchas al FBI y se salve en gran medida a Bobby Kennedy, el fiscal general que las autorizó
Y al mismo tiempo, el FBI grababa en secreto las conversaciones de King con la autorización del fiscal general Robert F. Kennedy. Esa focalización e inclusión simultáneas dieron lugar a notas del FBI como esta:“En junio, dos cero, seis nueve (el 20 de junio del 69), Coretta King le dijo a Stanley Levinson que Ethel Kennedy se había puesto en contacto con ella aquel día para decirle que sentía lo que había salido en la prensa (al parecer, en referencia al artículo relativo a la autorización que había dado Robert F. Kennedy cuando era fiscal general para que pincharan los teléfonos de Martin Luther King). Coretta añadió que Ethel había insinuado que esperaba que aquello no interfiriera en su amistad”.
El asiento sigue diciendo: “Coretta ha expresado que estaba ‘como escurriendo el bulto, que están tratando de hacerlo responsable a él [Robert F. Kennedy]”. Y luego, añadió: “Que puede que él [Kennedy] lo haya aceptado y haya seguido la corriente”, lo que sugería que el mayor responsable de las escuchas era el FBI. Es significativo que ahora, por lo general, se responsabilice de las escuchas al FBI y se salve en gran medida a Bobby Kennedy, el fiscal general que las autorizó.Aunque lo más sorprendente es el hecho de que la conversación existiera. ¿Alguien podría concebir que pasara algo así con líderes como Malcolm X, Robert and Mabel Williams, Max Stanford, Stokely Carmichael (Kwame Ture), Ella Baker o Huey P. Newton?
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Los King tenían “un pie dentro y otro fuera” en lo relacionado con el aparato político dominante, lo que les permitía tener una relación íntima con los Kennedy, incluido el fiscal general que había contribuido en gran medida a hacer de sus vidas un infierno.
Un miedo diferente
A finales de los 60, el expediente del FBI sobre Coretta Scott King muestra que las autoridades que gobernaban ya no estaban tan preocupadas por la amenaza de la infiltración comunista (COMINFIL según la clasificación del FBI) en la SCLC, como por una sensación mayor de agitación social. En ese momento de la historia, los días de la no violencia de Gandhi habían quedado muy atrás, reemplazados por un desafío mucho mayor.Se puede ver en el siguiente informe del FBI del año 1971 sobre una conferencia del fiscal general adjunto que analizaba la aparición de Scott King en una manifestación pacífica inminente:“El señor [Richard] Kleindienst [que poco después fue nombrado fiscal general del presidente Nixon] ha manifestado que está muy impresionado con la inteligencia que el FBI está desarrollando en el campo del extremismo negro y ha reconocido, sin lugar a dudas, la amenaza que representan esos terroristas políticos... El señor Kleindienst, además, ha tenido en cuenta la posibilidad de que la señora Coretta King aparezca como oradora en la manifestación pacífica multitudinaria que se va a celebrar aquí, en Washington D.C. el 24 de abril de 1971, y que si no se le proporciona la seguridad adecuada, se les podría proporcionar a los elementos extremistas un objetivo que podría poner en marcha las cosas”.
Dejando a un lado la definición ambigua de “extremistas” del informe (¿en quiénes estaban pensando?), la proliferación de los “largos veranos calientes” con sus insurrecciones o revueltas urbanas (según el punto de vista de cada uno), que alcanzaron el punto más alto tras el asesinato de Martin Luther King, había cambiado el punto de vista de las autoridades políticas acerca de los asuntos relacionados con Coretta Scott King. En vez de tenerla a ella como objetivo directo, las autoridades se centraron más en las consecuencias de que le pasara algo malo.
Investigando las amenazas
Aunque hay muchas cosas en el expediente que son bastante espantosas, en cierto modo, las publicaciones posteriores explican en profundidad algo esencial sobre la naturaleza histórica de Coretta Scott King y el movimiento del que formó parte.En esos últimos archivos, no es el FBI el que intenta amenazar y debilitar a Scott King sino, más bien, los violentos supremacistas blancos.En el archivo hay una virulenta carta racista que le mandaron y que su secretaria reenvió al FBI. Tras utilizar numerosos epítetos raciales, el escritor, que se identifica como ‘Alexander’, le dice: “Voy a rajarte y sacarte el útero antes de matarte”. En última instancia, remitieron esa amenaza al fiscal de los Estados Unidos en Atlanta:“El fiscal de los Estados Unidos RAY TAYLOR JR avisó de que, tras una revisión minuciosa del informe [ELIMINADO] relativo a [ELIMINADO], se va a negar a acusar a [ELIMINADO] en el distrito norte de Georgia, Atlanta, debido a [ELIMINADO] y al hecho de que tampoco se haya procedido a su acusación en Raleigh, Carolina del Norte...”.
En la primavera de 1976, le llegó otra amenaza en forma de una carta redactada con letras recortadas de revistas: “¡No te acerques al campus de la universidad de Maryland o morirás! Los caballeros del Ku Klux Klan”.Cuando leemos hoy estos pasajes, además de lo intemporal que resulta lo vomitivo que es todo, nos viene a la memoria Dylann Roof, el asesino en serie racista que mató a nueve personas negras mientras estudiaban la Biblia hace cuatro años y medio.
Hace poco, Roof volvió a salir en las noticias cuando Nikki Haley, defensor de Trump, protestó porque le había dado mala fama a la bandera de la Confederación —símbolo de la defensa violenta de la esclavitud— pues lo habían asociado con ella.Y aquí estamos. Al leer el expediente del FBI sobre Coretta Scott King a día de hoy, lo que llama la atención casi tanto como sus lamentos por “la cantidad de gente que se va a creer cualquier cosa que [J. Edgar Hoover] diga” o las amenazas racistas más violentas y crueles lanzadas contra una mujer que había perdido tantísimo, no es el tiempo que haya pasado, sino cómo la supremacía blanca —tanto en la aplicación de la ley como de cualquier otro modo— sigue entre aún nosotros.