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Noviolencia
El diálogo, ¿en retroceso frente al uso de la fuerza en el escenario internacional?
Hoy se cumplen 9 meses desde el inicio de la invasión militar de Rusia contra Ucrania. 9 meses que han significado miles de víctimas mortales, millones de personas desplazadas y refugiadas como consecuencia del conflicto, un grave desastre humanitario y repercusiones planetarias en términos políticos y económicos. Esta situación se suma a la crisis global de las 4-C: Climate, Conflict, COVID and (high food) Costs. En este sentido, son cada vez más evidentes las consecuencias de la emergencia climática, el progresivo aumento de la conflictividad armada y, sobre todo, la creciente intensidad de la violencia en diferentes partes del mundo, tal y como señalamos en el informe Alerta 2022 de la Escola de Cultura de Pau, que está comportando una restricción del espacio humanitario debido a las crecientes dificultades de acceso en numerosos conflictos, como en Etiopía, la región de Sahel Occidental, Somalia, Siria o Yemen, por citar algunos ejemplos. Todavía persisten numerosas derivadas de la pandemia de la COVID-19 y es palpable el incremento del coste de los alimentos vinculado a la guerra en Ucrania y sus consecuencias en numerosas partes del mundo –así como la inflación desbocada como consecuencia del aumento del coste de la energía.
Incremento de los gastos militares y del negocio de la guerra
En este escenario internacional multipolar en el que impera el uso de la fuerza al servicio de intereses de actores de poder, con Ucrania como ejemplo, se presenta como una opción inevitable el incremento de los gastos militares y la carrera armamentística, fuera de todo cuestionamiento, agenda que se está normalizando en la opinión pública española e internacional. A pesar de que somos conscientes de que la militarización de las relaciones internacionales no evita las guerras sino que las promueve o las sostiene, tal y como se pone de manifiesto una y otra vez en la arena internacional, Occidente está apostando con fuerza por ello. Al constante incremento de los gastos militares mundiales en los últimos años, en especial de EEUU, China, India, Rusia y países de Oriente Medio, entre otros, superando los 2 billones de dólares, se suman las exigencias de la OTAN a sus estados miembros, tal y como se puso de manifiesto en el Estado español en la cumbre de la OTAN de junio y se ha aceptado prácticamente sin debate público.
El negocio de la guerra para los sectores de la industria militar y de la energía está siendo redondo
En paralelo, según un informe publicado recientemente por el Kiel Institute for the World Economy y que recogía el diario ARA, EEUU ha destinado desde enero 52.000 millones de euros en ayuda militar, financiera y humanitaria a Kiev –el Departamento de Defensa de los EEUU reconocía oficialmente al menos 18.200 millones de dólares solo en ayuda militar entre enero y octubre–, cifra que prácticamente dobla al apoyo recibido por parte de los estados de la UE y de las instituciones europeas (cerca de 29.000 millones de euros) y del Reino Unido (6.500 millones de euros). Si a esta cifra le añadimos los beneficios de las grandes corporaciones energéticas europeas, que han duplicado sus beneficios alcanzando 300.000 millones de euros entre enero y septiembre de 2022–beneficios en parte vinculados a las consecuencias de la guerra en el aumento de los precios de la energía y los hidrocarburos, que solo en el caso de las cuatro mayores energéticas españolas, Naturgy, Iberdrola, Repsol y Endesa, ascienden a casi 2.500 millones de euros, un 37,3% con respecto al ejercicio pasado entre enero y septiembre– el negocio de la guerra para los sectores de la industria militar y de la energía está siendo redondo.
La diplomacia, secundaria frente al uso de la fuerza
Aunque el presidente de EEUU señalaba frente a los líderes mundiales reunidos en Naciones Unidas el 21 de septiembre de 2022 que no estaba alimentando ni buscando una nueva Guerra Fría, y que no estaba pidiendo a ninguna nación que eligiera bando, no todo el mundo interpreta los hechos de la misma manera, según apuntan observadores. Es imprescindible alcanzar un alto el fuego y negociaciones que puedan ser aceptables para Ucrania, pero también lo es detener este proceso que quiere volver a dividir el mundo y que favorece a unas elites económicas y políticas en contra de los intereses del 99% de la población a nivel mundial. A pesar de algunos intentos e iniciativas de diálogo, Europa tiene dificultades para diseñar una voz propia y diferenciada de la opción que promueve EEUU y la OTAN –armar a Ucrania, buscar una solución al conflicto mediante un reequilibrio de la balanza militar frente a Rusia. Rusia persiste en la ocupación militar y rechaza el diálogo en condiciones justas. Sin embargo, Rusia seguirá siendo nuestro vecino cuando se acabe esta guerra. Es por eso que es imprescindible que las partes enfrentadas en este conflicto logren, a través del diálogo, acuerdos que permitan el fin de la confrontación y la violencia y que aborden las causas que dieron lugar al conflicto desde la construcción de mecanismos de seguridad compartida y la recuperación de la confianza perdida, a diferentes niveles. Cuanto antes. Y España puede y debe contribuir en esa dirección. Estamos asistiendo impasibles a una escalada armamentística y a un planteamiento de resolución de este conflicto (y otros) mediante el uso de la fuerza. Es imprescindible activar el diálogo y la negociación y hacen falta voces en el escenario internacional que presionen en este sentido, sobre todo también para frenar los riesgos de una escalada del conflicto, como ponen de manifiesto las declaraciones derivadas de las explosiones en Polonia.La única vía que puede frenar esta espiral de violencia y división es más diplomacia, la apuesta por la seguridad humana, el multilateralismo, la apuesta por medidas de reconstrucción de la confianza perdida y el diseño de espacios de seguridad compartida, en especial en la guerra de Ucrania. ¿Dónde está España en todo este debate? ¿Qué recursos destina España para la promoción del diálogo y la mediación en este y otros conflictos? ¿Cómo promueve España el fortalecimiento del tejido de organizaciones que contribuye a la construcción de la paz y el diálogo? Desde hace años España ha ido retirándose de este debate, a pesar de que España tiene una larga experiencia en participación y promoción de procesos de diálogo en diferentes partes del mundo de los que se podrían extraer múltiples aprendizajes.
La única vía que puede frenar esta espiral de violencia y división es más diplomacia, la apuesta por la seguridad humana
Es por esto por lo que es imprescindible un debate en torno a la contribución de la política exterior española a la construcción de la paz en los conflictos y a su papel en el ámbito internacional en el campo de la diplomacia, la mediación y resolución de conflictos y la construcción de la paz. Pero no una paz de vencedores y vencidos, sino una paz que vaya a las raíces estructurales de los conflictos, que contribuya a fortalecer la seguridad humana de las poblaciones afectadas, que busque transformar las dinámicas de desigualdad e injusticia y que sea feminista, promoviendo la participación de la sociedad civil y en especial de las mujeres como actores de cambio y no como meras víctimas pasivas.
La negociación política es y será la única opción posible para superar esta situación. Aunque algunos lo pretendan, no alcanzaremos un escenario de derrota total de una de las dos partes. Incluso en ese escenario sería necesaria la negociación y el acuerdo, para evitar males mayores. La historia nos lo recuerda una y otra vez.