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Antimilitarismo
La guerra empieza aquí
Consentir que miles de toneladas de armamento estén siendo fabricadas y enviadas desde nuestros puertos para alimentar conflictos dice mucho de nuestra sociedad.
Las guerras son la mayor causa de desplazamientos forzados y generación de personas migrantes. A consecuencia de los nuevos conflictos armados como el de Siria o Yemen decenas de miles de personas se han visto obligadas los últimos años a huir de esos conflictos, en busca de contextos para una vida digna o simplemente huyendo de la miseria y la destrucción. Desde Europa han surgido muchas iniciativas para acoger y facilitar el tránsito de estas migrantes, como por ejemplo la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak en Bizkaia.
Estas plataformas pronto pasaron a la denuncia de las políticas europeas de acogida y de fronteras, ejerciendo una enorme presión mediática que condicionó determinadas decisiones institucionales (puramente estéticas, siempre incumplidas). No tardaron en crearse comisiones de trabajo como La Guerra Empieza Aquí (LGEA), que comenzó denunciando la complicidad del gobierno y las empresas españolas de armamento con el tráfico de armamento hacia estos países.
Consentir que miles de toneladas de armamento estén siendo fabricadas y enviadas desde nuestros puertos para alimentar conflictos dice mucho de nuestra sociedad, entendiendo por sociedad el conjunto formado, entre otros, por nuestros gobiernos, nuestras industrias y nuestra sociedad civil. Solo desde el Puerto de Bilbao entre los años 2016 y 2018 se enviaron más de 9.800 toneladas de bombas. Si tenemos en cuenta que en el bombardeo de Gernika se estima que se utilizaron 30 toneladas, hemos estado exportando desde el Puerto de Bilbao un Gernika diario.
Definiendo gobierno como “conjunto de representantes que asumen las responsabilidades del poder ejecutivo y concentra el poder político para conducir a una determinada sociedad”, deberíamos preguntarnos a quién representa y hacia dónde nos dirige un gobierno que facilita, prioriza y se beneficia de esta industria armamentística. Para el discurso institucional, justificar estas prácticas de mercadeo con la muerte y la participación directa en las guerras silenciadas y lejanas es sencillo. Usa la falsa ecuación Armas = Empleo, simplifica la cuestión y delega en la conciencia de la clase trabajadora y en su sustento la existencia de esta dudosa industria. Por el camino se obvian las jugosas comisiones, el lobbismo intermediario y la puerta giratoria que supone esta industria para la clase política.
Estos “mercaderes de la muerte”, que generan y defienden estos discursos y ejecutan estas políticas, son en muchas ocasiones personajes de la política y el mundo empresarial que gozan de un prestigio otorgado por los grandes medios de información. Podemos nombrar algunos como el jefe del Estado Felipe VI (jefe del Estado español), Pedro Morenés (consejero de ICAZA y exministro de Defensa), Jorge Sendagorta, Fernando Abril Martorell, Jokin Aperribay (presidentes de SENER, INDRA y SAPA respectivamente) entre otros…
Antimilitarismo
“Las fronteras se han convertido en imaginarios de guerra”
El vínculo entre feminismo y antimilitarismo se vio el pasado diciembre en la marcha de mujeres hacia el puerto de Bilbao. Hablamos sobre esta relación con Marta Brancas, de la asamblea de mujeres de Bizkaia; Anabel Sanz, de Feministalde y Ongi Etorri Errefuxiatuak; y Ainhoa Ascasso, del colectivo antimilitarista Bilbao Kem Moc.
Obvian también intencionadamente su responsabilidad institucional a la hora de evitar planes de conversión industrial para avanzar hacia un modelo social más solidario y sostenible. Resulta interesante que el discurso hegemónico de Armas = Empleo sea asumido incluso por la llamada “nueva política” de partidos que se autodenominan transformadores y de izquierdas.
Siguiendo con definiciones genéricas, industria es la “actividad económica y técnica que consiste en transformar las materias primas hasta convertirlas en productos adecuados para satisfacer las necesidades de las personas”. Sin embargo, como señala Pere Ortega en su libro Economía de Guerra,
“esta es una industria con características particulares y de dudosa productividad ya que no genera bienes productivos para las personas, y orientada o convertida en industria civil esos recursos serían más productivos”.
Siempre ha existido una masa crítica en la sociedad contra este tipo de prácticas, minoritarias por el citado hegemónico discurso institucional. Aun así en momentos puntuales, se ha producido un potente estallido social, como el No a la Guerra (2003) que tuvo como detonante la participación del Estado español en la Guerra de Irak.
Cuando decidimos desobedecer comienza la transformación o el efecto mariposa. El ejemplo de un bombero que por razones de conciencia se negó a participar en la carga en el Puerto de Bilbao de armamento y bombas para Arabia Saudí sirvió de detonante para un proceso que terminó sacando del Puerto de Bilbao a la armadora Bahri, dedicada a transportar armamento de Estados Unido y Europa a Oriente Medio. La amenaza institucional de sanciones económicas por parte de la Diputación Foral de Bizkaia a esta persona fue un altavoz inesperado que generó una ola de solidaridad y que supuso una sorpresiva respuesta para las instituciones. En ese momento se pudo poner nombre a algunos responsables: Bahri como naviera, el Puerto de Bilbao como aliado necesario, las industrias locales como productoras, entre otros. Entonces, desde la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak se crearon grupos de trabajo para el seguimiento de estos buques, articulándose protestas coordinadas con la llegada de estos barcos a cargar.Poco a poco se fue sumando gente y diversos colectivos; se creó Bake Portua (Puerto de Paz) como coordinadora de grupos feministas de toda Euskal Herria para organizar protestas y sumar presión. Desde esta agrupación se organizó una multitudinaria marcha al Puerto de Bilbao donde 15 mujeres, realizaron una acción encadenándose en el perímetro del puerto, recordando la histórica movilización feminista de Greenham Common; el 24 de mayo, Día Internacional de Mujeres por la Paz y el Desarme, se hicieron charlas, marchas a empresas armamentísticas como SENER, enfocando las reivindicaciones hacia el Puerto de Bilbao y la industria armamentística vasca, se han realizado concentraciones periódicas en el puerto coincidiendo con la llegada de los diferentes Bahris, se han producido dos documentales, una acción de allanamiento de varios activistas de Greenpeace que se encadenaron al barco después de una persecución en planeadoras con la Guardia Civil, recogida de más de 150.000 firmas de apoyo al bombero…
Consecuencia directa de todas estas acciones de protestas, la naviera borraba el nombre del barco antes de entrar a Bilbao para ganar en secretismo y lo volvía a pintar en alta mar, y navegaba largos periodos con el sistema de localización apagado, también con la complicidad del Puerto de Bilbao, cambiaban los datos de ruta, destino etc., hasta que finalmente esta naviera dejó de atracar en el Puerto de Bilbao, pasando en los últimos meses a cargar armamento en el puerto de la ciudad vecina de Santander.
Pero, sin duda, la consecuencia más importante es que la sociedad civil se ha organizado y coordinado entre diferentes territorios (Bilbao, Santander, Motril, Burgos…) para denunciar y actuar de manera consciente y constante, produciendo cambios que han transformado el mundo que nos rodea. De esta forma se consigue romper la pasividad y el silencio cómplice de la sociedad, que es el que beneficia e interesa a las instituciones y los agentes económicos.
Se pueden provocar cambios, la transformación de la sociedad está en nuestra mano. Solo una sociedad consciente y constante tiene capacidad de denuncia e incidencia directa en el mundo que le rodea. La noviolencia y la desobediencia son herramientas necesarias para la construcción de una sociedad más justa. Y desde aquí hacemos un llamamiento a la desobediencia y a la movilización contra la cultura del miedo y de la guerra.