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Periodismo
Mujer, andaluza y periodista. La difícil transición hacia la igualdad
La Transición supuso la recuperación gradual de libertades y derechos, pero no fue un tiempo fácil para las mujeres periodistas, particularmente para aquellas que trabajaron en Andalucía. Hemos recabado el testimonio sobre aquellos años de cinco mujeres comprometidas con la democracia y la libertad que, a pesar de las dificultades, se atrevieron a hacer lo que más les gustaba: informar.
Las mujeres periodistas se enfrentaron a diferentes obstáculos a la hora de acceder a una profesión con “mala reputación”, teniendo que desenvolverse en un mundo totalmente masculino y paternalista, así como luchar para conseguir formar parte de las secciones “importantes” de los medios de comunicación y escalar el gran muro que se interponía entre ellas y los puestos de dirección. Así recuerdan María Jesús González, María Esperanza Sánchez, Mercedes de Pablos y Lola Cintado su recorrido profesional y personal durante la Transición en Andalucía.
María Jesús González: “Cuando llegué a Sevilla en 1969 me dijeron que por qué trabajaba si era mujer”
María Jesús González fue la primera periodista que ingresó en la Asociación de la Prensa de Sevilla, en 1970. Desde entonces, han pasado más de cincuenta años, buen momento para hacer memoria de sus inicios en la profesión.
Natural de Vitoria, ya desde pequeña le encantaba escribir. Esta pasión no quedó en una afición pasajera y, en 1965, con apenas diecisiete años, partió a Madrid, en plena dictadura, para estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo. Para ella, el que hubiese mujeres trabajando en esa época no era ninguna novedad: “yo venía del norte y estaba acostumbrada a que la mujer tuviera mucho protagonismo en la vida personal y social“. No obstante, sí reconoce que el modelo dominante de mujer durante el régimen era el de ama de casa.
Uno de sus profesores en la Escuela fue el cura Javierre, nombrado director de El Correo de Andalucía en 1969. Ese mismo año, María Jesús terminó sus estudios y se mudó a la capital hispalense, donde sigue residiendo. El primer contacto que tuvo con la sociedad andaluza le impactó profundamente, porque en aquellos tiempos, afirma, existía un abismo entre el norte y el sur de España: “cuando llegué a Sevilla en el año 1969 me llegaron a decir que si tenía necesidad de trabajar, y yo flipaba, aquí las mujeres no estaban incorporadas al mercado laboral”.
Ya en El Correo de Andalucía, María Jesús se convertiría en una de las periodistas pioneras en Sevilla. Las secciones no estaban definidas, pero reconoce que los “bombones periodísticos” se los ofrecían a los hombres. A pesar de estar en un ambiente masculino, se integró sin problemas en una plantilla mayoritariamente formada por hombres y se casó con uno de sus compañeros. Sin embargo, sí tuvo que enfrentarse a algunas limitaciones impuestas por el machismo imperante: "a nosotras nos costaba mucho acceder a las fuentes y núcleos de poder por la profunda mentalidad machista”. Algo que también vivió en primera línea María Jesús fue la censura: “Si queríamos contar algo tenía que ser entre líneas”.
“Hemos podido dejar como herencia a las generaciones posteriores la voluntad decidida de trabajar y abordar el periodismo desde esa sensibilidad y mirada femenina que no existía”
En 1972 se quedó embarazada y se vio obligada a dejar la profesión durante un par de años: “la situación no era fácil, tampoco tenía aquí [en Sevilla] familia y no teníamos horarios, era imposible la conciliación familiar”. Ahora reflexiona sobre su situación y ve improbable que hubiese dejado de trabajar si hubiese estado en esa situación en nuestros tiempos. Se reincorporó de nuevo a la profesión cuando sus hijos pudieron ir a la guardería, en los años ochenta, con la Transición aún en curso. Empezó entonces a trabajar en gabinetes de prensa, que empezaban a gestarse por entonces.
Si se le pregunta por la presencia de mujeres en los puestos de dirección, la respuesta de María Jesús es muy clara: ninguna. “Fíjate que Soledad Gallego, que es de mi quinta, no fue hasta hace poco directora de El País”. No obstante, para ella, la Transición fue un momento importante en la lucha por la libertad y reflexiona sobre el legado de las periodistas pioneras: “hemos podido dejar como herencia a las generaciones posteriores la voluntad decidida de trabajar, de ser independientes y abordar el periodismo desde esa sensibilidad y mirada femenina que no existía”.
María Esperanza Sánchez fue una de las pocas mujeres que ejerció el periodismo durante la dictadura a través de las ondas radiofónicas de Sevilla. Desde muy joven, comenzó a aprender en Radio Madrid, porque su padre conocía a uno de los directores. Un día, el director de programas le dijo que había una plaza en Sevilla y que si se quería ir: no se lo pensó dos veces. Así fue como empezó, en 1965, en pleno franquismo y en una ciudad totalmente desconocida para ella: “Cuando llegué a la ciudad me sorprendí mucho porque no tenía nada que ver con Madrid. Sevilla era una ciudad difícil y compleja, dividida por zonas y en plena ebullición”.
“En medio de todas las cosas buenas, malas y regulares que pasaban… caminábamos”
La radio tampoco tenía nada que ver con lo que es a día de hoy. Los informativos solo se retransmitían a través de Radio Nacional de España; en el resto de cadenas se emitían programas en los que la voz cantante la llevaban los hombres y las locutoras se limitaban a leer la publicidad. Esta era la situación cuando María Esperanza llegó a Radio Sevilla, pero no asumiría el rol de locutora que le estaba destinado: “fíjate que en medio de cómo eran las cosas, lo primero que hice cuando llegué a Radio Sevilla fue subir al despacho y decirle al director que no había venido a hacer guías de publicidad, y me dijo que podía hacer lo que quisiera y que me iba a probar. Cuando llevaba una semana, me hizo firmar un contrato y… hasta el día de hoy. Había que atreverse”. Con estas ganas de trabajar, se convertiría en la primera mujer contratada como periodista en la radio sevillana.
La situación de la mujer cambió progresivamente a partir de la muerte de Franco, pero como asegura María Esperanza el proceso hasta adquirir los mismos derechos que los hombres fue lento y “aún falta mucho”. El paternalismo y el machismo también estaban a la orden del día: “Este sistema estaba instaurado en todo el país”. En periodismo, esta mirada masculina al mundo se veía reflejada en las secciones y en los puestos de poder: “Los hombres y las mujeres no se encargaban de las mismas secciones porque no las llamaban, las ponían a escribir sobre social o cultural porque se entendía que era algo para ellas. Pasaba de una manera general y eso costó tanto, que aún estamos en ello”. María Esperanza, con tristeza, no recuerda a ninguna mujer en un puesto de dirección en su generación, pero afirma que gracias a las cuotas de paridad que comenzaron a implantarse por el empeño de algunas políticas socialistas como Amparo Rubiales, en 1982, se pudo abrir el camino. “En medio de todas las cosas buenas, malas y regulares que pasaban… caminábamos”.
La periodista admite que no ha sufrido en propia persona la discriminación por el hecho de ser mujer; aun así, ha sido muy consciente de lo que ocurría: “aunque yo no lo haya sufrido, no quiere decir que no haya sido una guerrera contra eso, lo malo es que había mujeres que defendían que el sexo femenino debía estar en casa”. Ahora mira con optimismo el futuro y, desde un segundo plano ya, sigue dando la batalla por la igualdad.
En noviembre del año 1971, la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid se configuró como Facultad y Mercedes de Pablos estudió una carrera ya consolidada como tal. Pero no fue fácil: “en mi casa hubo una gran crisis porque a mis padres les parecía una profesión poco femenina y con muy mala reputación”. No obstante, siguió adelante con sus ambiciones y el destino la condujo hasta la capital hispalense: “Sobre el 78 estaba en tercero de carrera y hubo una oposición que promulgó la Caja de Ahorros y la SER en Madrid. Recuerdo que solo nos escogieron a quince y, en verano, nos dieron la oportunidad de irnos a otro lugar a seguir de becarios y yo pedí Sevilla. Me vine ese año y ya no me volví a ir”. En Radio Sevilla se encontró lo mismo que María Esperanza Sánchez: locutoras, o, como Mercedes las llamaba, “las mujeres del hipo”. Eso sí, afirma que cuando llegaron las primeras licenciadas, se empezó a percibir el cambio generacional.
“Ser mujer y andaluza en la Transición era una doble discriminación”
Lo que le sorprendió en Sevilla fue el arraigo del machismo: “yo tuve un shock general con la sociedad sevillana. En Madrid, me relacionaba con chicos y [en Sevilla] me impresionaron mis compañeras, porque ellas solo salían con sus parejas”. En el mundo laboral, afirma que había un machismo “sutil” y otro obvio. El más explícito estaba en las secciones: “a nosotras se nos relegaba a cultura o temas musicales, porque según los estereotipos de género, las mujeres hemos dominado lo afectivo siempre”. También estaba implantado en el sueldo: “viví cómo iban entrando más hombres al estudio y ganando el doble que yo, cuando yo llevaba más tiempo”. El machismo sutil que destaca Mercedes es el que provenía de los propios compañeros: “yo vivía sola por aquel entonces, estaba soltera y era la única chica que lo hacía. Muchos pensaban que era puta porque no daba explicaciones y otros, lesbiana porque tenía amigas y salía con ellas, cuando eso no era lo normal”. Lo peor de este acoso sutil entre “los tuyos”, como dice Mercedes, es que las mujeres estaban más indefensas, y por eso fue el peor de combatir: “Hemos vivido casos de acoso que hoy en día denunciaríamos, pero no lo hacíamos por algo peor que el miedo, que era naturalizar el acoso”.
“Si a mí me hubiese importado la mala fama que tenían mis compañeros sobre mí, no hubiese trabajado”, afirma Mercedes. Gracias a que no le importó, se convirtió en una de las primeras mujeres en acceder a un puesto directivo en radio. Esto sucedió ya con la democracia, en los años 90. No obstante, reconoce que, si no es por la cuota, se lo hubiesen dado a uno de los quince hombres que estaban delante de ella en la lista y con la mitad de experiencia: “Tenía la sensación constante de tener que reivindicarme y todo ello con un agravante más en la Transición, que era el de ser andaluza”. A pesar de todo lo negativo a lo que se ha tenido que enfrentar, recuerda la Transición con emoción. A día de hoy, asegura que la profesión periodística es mejor desde que han llegado las mujeres por la frescura y transparencia que han aportado.
Lola Cintado fue una de las primeras periodistas en asumir puestos de dirección en la Transición, pero como ya hemos visto en otros casos, el camino hasta llegar ahí no fue sencillo. El primer obstáculo al que tuvo que enfrentarse fue la negativa de su padre para que estudiara una carrera universitaria: “fue complicado porque no me pagaba los estudios y tuve que estar trabajando para poder costearlos”. Aun así, se licenció en Periodismo en el año 1975 en la Universidad Complutense de Madrid, a distancia. Cuando estaba acabando los años de universidad, consiguió entrar como becaria en la Agencia EFE de Sevilla, donde se quedó y se consolidó. Eso sí, tuvo que hacer frente al paternalismo con la que la trataban sus compañeros: “Es muy peligroso porque parece que te quieren tutelar, que les estés agradecida y que no tengas criterio. El problema que tenemos es que nos daba miedo y pensábamos que nos darían la patada”. Ante esto, Lola asegura que no hay que huir: “Si estás convencida de que lo que haces está bien y de que lo que piensas es lo correcto, pues vas hacia delante; todo lo malo que te puede pasar, que es mucho, es que te lo cobren poniéndote etiquetas machistas, a mí me ha pasado".
“Mi jefe era machista, pero no tonto”
Cintado fue una de las primeras mujeres en cubrir información política: “Por aquel entonces, los señores que estaban allí trabajando, tenían otra mentalidad que venía del franquismo. Yo me quedé trabajando a la pieza y me puse a hacer información política; mi jefe era machista, pero no tonto”. Pese a que eran pocas mujeres las que llegaron a la profesión durante los años setenta, Lola considera que estas consiguieron darle cierta frescura al periodismo: “Los hombres estaban acomodados, nosotras acabábamos de llegar y teníamos una visión completamente diferente; y yo creo que los periodistas más brillantes de mi etapa fueron mujeres, éramos más prácticas”. Esa cualidad, que compartía con otras mujeres de su generación, hizo que se convirtiera en la primera jefa de prensa del primer presidente preautonómico, Plácido Fernández Viagas. También tuvo la oportunidad de ser la jefa de Cultura de EFE en Madrid en los años 90, porque el director nacional visitó la delegación de Sevilla y le gustó su forma de trabajar. Para Lola, había un gran contraste entre la capital de España y la andaluza en lo que respecta a la inserción de la mujer en el periodismo profesional: “Hace treinta años había muchas mujeres periodistas en Madrid y, en Sevilla, que era más pequeña, no había ninguna. No es lo mismo estar en una redacción con más mujeres; aunque también exista la lucha entre las mujeres, yo prefería ese respaldo”.
Esto fueron los inicios de Lola Cintado. Ahora, reflexiona con orgullo sobre su generación: “yo creo que he nacido en una generación, no solo de periodistas, sino de mujeres con mucha suerte porque hemos nacido en el momento justo, en el que empezamos a ocupar los primeros puestos de trabajo. Es una generación irrepetible, donde se abrió el feminismo y donde hemos abierto el camino al resto de mujeres”. Aunque ha habido un gran avance, reconoce Cintado… “hace falta llegar a la cúspide”.