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Andalucía
Libia Verde: memoria andaluza de la Jamahiriya. Un documental sobre las expediciones andaluzas a la Libia de Gaddafi
En la madrugada del 15 de abril de 1986 la población civil de Trípoli, capital de Libia, junto con algunos objetivos militares, son bombardeados por las fuerzas aéreas y navales de Estados Unidos. Más de cien personas murieron bajo el ataque perpetrado en 1986, entre ellas, una de las hijas de Muammar al-Gaddafi, teórico y líder político de la Jamahiriya. Lo que es poco conocido es que en el momento de dicho bombardeo, se encontraban en Libia jornaleras y jornaleros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) y militantes de otras organizaciones políticas y sociales andaluzas. ¿Qué hacían estas andaluzas y andaluces en Libia? ¿Qué nos pueden contar de lo que vivieron allí?
En la madrugada del 15 de abril de 1986 la población civil de Trípoli, capital de Libia, junto con algunos objetivos militares, son bombardeados por las fuerzas aéreas y navales de Estados Unidos. Esta agresión imperialista, que fue condenada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, supuso el punto de llegada de toda una serie de sanciones, restricciones y criminalización sobre Libia, por parte del occidente capitalista, fundamentalmente de EEUU. Tras apenas 9 años de vida desde la proclamación de la Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista, Libia recibió este primer ataque militar directo, que sería seguido por sanciones uni y multilaterales. Finalmente, la Jamahiriya acabaría desintegrada en 2011 tras la intervención militar de la OTAN y mercenarios yihadistas en apoyo de la denominada “oposición libia”.Más de cien personas murieron bajo el ataque perpetrado en 1986, entre ellas, una de las hijas de Muammar al-Gaddafi, teórico y líder político de la Jamahiriya. Lo que es poco conocido es que en el momento de dicho bombardeo, se encontraban en Libia jornaleras y jornaleros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) y militantes de otras organizaciones políticas y sociales andaluzas. ¿Qué hacían estas andaluzas y andaluces en Libia? ¿Qué nos pueden contar de lo que vivieron allí?
[Andaluzas en Libia. Foto de José María Carrillo]
Para poder responder a estas preguntas debemos comprender qué es y quiénes formaron el Sindicato de Obreros del Campo (SOC). En Andalucía, a mediados de la década de 1980, el SOC se afianza en el campo como el principal sindicato de clase y andalucista. Para conocer su origen tenemos que remontarnos hasta 1975, año en que las comisiones de jornaleros y jornaleras se iban formando por los pueblos andaluces con el objetivo de organizar a la clase trabajadora rural: se crearon a la sombra de los árboles, a pie de tajo o al calor de las tabernas, donde empezaban a entrar las mujeres en condición de militantes. Fruto de estas comisiones, nace en 1976 el Sindicato de Obreros del Campo tras una asamblea fundacional en Antequera, en la que se encontraban los que serán futuros dirigentes históricos de la lucha por la tierra como Diamantino García, Diego Cañamero, Gonzalo Sánchez, Pepa Conde o Paco Casero. Precisamente éste último se convertirá en secretario general hasta finales de la década de 1980.
El contexto económico y social en el que se enmarca el nacimiento del SOC tiene su origen en la histórica desigualdad del campo andaluz. Ésta se caracteriza por el choque entre una clase dominante terrateniente y latifundista, que se habría posicionado con el régimen franquista, y un campesinado empobrecido o sin tierra: jornaleros y jornaleras, cuya existencia estaba marcada por la pobreza, el hambre y la emigración. Como telón de fondo, Andalucía. Una tierra maltratada, periférica, con una economía dependiente y cuyo papel social y económico comenzaba a dibujarse: ser la reserva de mano de obra barata para los centros industriales del estado español o europeos; centrar su economía en las actividades extractivas, contaminantes y agrícolas; venderse como destino turístico internacional de sol y playa; y blindarse militar y policialmente para la defensa de la Frontera Sur europea.
Las reivindicaciones del SOC se basarán en una férrea defensa de las clases populares andaluzas, principalmente de la jornalera, con una línea de reivindicación sobre la tierra y un marcado soberanismo andaluz. Esto conllevará que sufriera la represión del régimen postfranquista hasta el día de hoy. Así como el movimiento campesino organizado entre el siglo XIX y XX abanderó acciones directas ocupando tierras y fincas, convocando encierros y huelgas de hambre; el SOC continuará esta lógica reivindicativa para denunciar la situación del campo andaluz. Las ocupaciones de fincas, bajo el lema “la tierra pa quien la trabaja”, las marchas reivindicativas, el impulso de las cooperativas de producción o los encierros en instituciones, todo ello con una importante presencia de las mujeres, marcarán la experiencia de lucha de este sindicato. Esta tradición será recogida por el Sindicato Andaluz de Trabajadores/as, fundado en 2007 sobre la base del SOC.
La solidaridad internacional será otra de las líneas políticas del sindicato para apoyar los procesos revolucionarios y populares de liberación que se producían a lo largo y ancho del planeta. Ejemplo de ello será el apoyo internacionalista a países latinoamericanos como Nicaragua, Chile o Cuba, o la denuncia de la situación de ocupación de Palestina o el Sáhara. Asimismo, el SOC tendrá un papel protagonista en las manifestaciones contra las bases estadounidenses en suelo andaluz, Rota y Morón, exigiendo la salida de las tropas imperialistas de Andalucía y haciendo campaña contra el ingreso del estado español en la OTAN. Por último, debemos destacar su participación en la Vía Campesina como espacio de coordinación internacional por el derecho a la tierra y la soberanía alimentaria de los pueblos.
Es en este contexto internacionalista en el que debemos enmarcar la organización de los viajes a Libia de jornaleras/os del SOC, de militantes del “Frente Cultural” del SOC y de otras personas solidarias y cercanas al sindicato. Ante la creciente presión internacional por bloquear y castigar al país africano, se crea una red de solidaridad mediterránea con Libia, que tendrá en Andalucía como referente al SOC y a Paco Casero, quien se había destacado como un activo militante pacifista y por la convivencia en el Mediterráneo. En sucesivos años, desde 1984, las expediciones andaluzas se embarcarán a la Libia de Gaddafi, no sólo para ayudar en diferentes tareas centradas en los trabajos agrícolas, sino también para conocer el país y empaparse de su realidad.
[Pepa Conde durante una entrevista en El Puerto de Santa María en otoño del 2018. Foto de Patricio Musalem]
Más allá de Gaddafi. La Libia Verde
El país libio se ha asociado en las décadas previas al año 2011 a la figura de Muammar al-Gaddafi, retratándolo como un líder autoritario y excéntrico. Fue en su figura sobre la que se centraron todas las falacias y calumnias mediáticas para justificar la intervención militar del 2011. De esta forma, todos los países “democráticos” se pusieron a la cabeza de una inhumana intervención militar que destruyó el país, asesinó a sus máximos dirigentes, a una parte de la población civil, y acabó con el sistema político existente. No obstante, poco se ha hablado de dicho sistema y nada se ha informado de sus políticas económicas y sociales. ¿Por qué? ¿Qué intereses había por acabar con la Libia de la Jamahiriya?
En 1969 un grupo de jóvenes militares -los oficiales libres- de ideología pan-arabista y anti-occidentales, encabezados por Muammar al-Gaddafi, derrocaron al rey Idriss I e instauraron la República Árabe Libia. Se abre así un periodo convulso en el que el país se volcó hacia una serie de reformas y procesos políticos por los cuales se terminaría proclamando en 1977 la Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista.
Estas reformas encaminaban al país hacia un desarrollo soberano lejos de las tradicionales injerencias occidentales (en el ámbito militar, económico, tecnológico, etc.), que tendrá como correlato el control estatal de sectores estratégicos de la economía (las tierras de cultivo, las infraestructuras hídricas, las industrias petroleras y pesadas, la banca, la venta al por menor de productos de primera necesidad, etc.). Se inaugura así un periodo caracterizado por el control colectivo de la tierra, de industrias y negocios, así como por el desarrollo del derecho a una sanidad y educación públicas o a la vivienda, eliminando los abusivos alquileres. Todo ello fue posible gracias a la nacionalización y control estatal de las ricas reservas de petróleo de las que disponía el país, ansiadas por las multinacionales petroleras. Los beneficios que ofrecía el petróleo al estado libio permitió la instauración de una renta básica universal para la población libia. Otro de los ejes de las políticas públicas libias se centró en el acceso al agua para la irrigación de campos y el consumo humano con la construcción del Gran Río Artificial, que permitió canalizar las aguas fósiles del Sáhara a la poblada y fértil franja costera del país.
Además, la proclamación de la Jamahiriya supuso la creación de todo un organigrama de poder popular en el país, que alternaba instituciones formales (Congresos y Comités Populares) con otras informales que se encargaban de velar por los principios de la revolución (Comités Revolucionarios). Los congresos populares tenían la función de organizar en asambleas a todos los sectores de la sociedad libia, desde los barrios y ciudades, hasta los centros de trabajo, con el fin de democratizar la toma de decisiones.
Todo ello se enmarcaba en una política panarabista y antiimperialista que le haría granjearse la enemistad de EEUU y sus aliados en la región, como Israel. Esto provocará una progresiva pero constante criminalización del país y de su líder político, Muammar el Gaddafi, que desembocará en el ya referido bombardeo de Trípoli de 1986 por parte de Estados Unidos de América, así como el castigo de la comunidad internacional con, primero, un bloqueo unilateral de EEUU y, posteriormente, un bloqueo internacional de la ONU entre 1992 y 1999. Esta situación se modificó con la leve liberalización que vive el país tras la década de 1990 y el acercamiento de Libia y Gaddafi a Europa y Estados Unidos, principalmente tras el 2001. Así, el líder libio volvía a aparecer en los medios como un amigo de Occidente, que había abandonado sus posturas radicales y pro-terroristas, que se había desecho de su programa nuclear y con el que era posible dialogar.
De forma paralela, Libia inició una importante operación africanista y de fortalecimiento e integración de los países africanos, con proyectos tan relevantes como el lanzamiento de una serie de satélites de comunicación africanos (que hasta entonces dependían de los servicios europeos, por los cuáles África ha pagado cada año una buena cantidad de dinero) y, fundamentalmente, la creación de una moneda africana, para dejar de depender de la hegemonía europea y, en concreto, francesa. Estos movimientos, que atacaban los intereses neocoloniales franceses en el África subsahariana -lo que se ha denominado la Françafrique-, explican que a partir del 2009, Libia y Gaddafi volvieran a ser objeto de criminalización. Conectar esta realidad con el apoyo occidental a los grupos de oposición interna y la posterior intervención militar de la OTAN y la ONU en el año 2011, se hace inevitable.
El que era el país africano con un mayor índice de desarrollo humano, con mayor esperanza de vida, con los mejores servicios sociales y con políticas soberanas y antiimperialistas, es destrozado de la noche a la mañana en base a una supuesta oposición democrática que decía luchar contra la violación de los Derechos humanos del gobierno libio. Más que significativo fue el tratamiento mediático del asesinato de Gaddafi por mercenarios y las escalofriantes declaraciones de la entonces Secretaria de Estado de EEUU, “Fuimos, vimos y él murió”, celebrando en última instancia la destrucción de un pueblo.
Ahora, 8 años después de aquel episodio, nos preguntamos, ¿dónde se encuentra esa democracia, esa paz y bienestar del pueblo libio? ¿Por qué actualmente es un país desmembrado, dominado por el caos y donde las mafias controlan las redes de esclavas/os, la trata de mujeres y de personas? ¿Por qué en cambio las ricas zonas petroleras están controladas por agentes extranjeros, los mismos que decían defender la democracia y los Derechos Humanos?
Nuestra memoria verde. El documental
Desde la asociación ‘Lumbre, Estudios Históricos e Intervención Social’, como historiadoras preocupadas por poner en el centro a las clases populares andaluzas, consideramos imprescindible hacer memoria de los procesos que hemos vivido como pueblo y que forman parte de nuestra historia, rescatar los valores y enseñanzas de nuestras organizaciones populares. En este sentido, hoy más que nunca consideramos fundamental sacar a la luz las experiencias internacionalistas de nuestro pueblo. No sólo para profundizar en un episodio poco conocido de nuestra historia, sino para dar voz a un sector invisibilizado de la población andaluza, aquella que ha permanecido ocultada en las investigaciones académicas pero que ha sido protagonista de la vida socio-económica de nuestra tierra: la clase trabajadora andaluza y, en concreto, nuestras jornaleras y jornaleros. Como objetivo principal, queremos denunciar las agresiones imperialistas que se acentuaron en la década de 1980 en países de Latinoamérica, África y Oriente Próximo, que vivían procesos de construcción socialista y de liberación del yugo colonial. Agresiones que han continuado hasta el día de hoy, y de las que participamos como país encuadrado en la OTAN.
El hecho es que la profunda crisis política, social y económica de las potencias occidentales capitalistas con Estados Unidos a la cabeza, las hacen más agresivas que nunca. La situación en Oriente Próximo con la guerra sobre la República Árabe Siria; la genocida guerra en Yemen provocada por otro aliado de occidente, Arabia Saudí; o la situación del pueblo palestino, son muestras de las continuas agresiones imperialistas, sin contar las amenazas sobre Corea, Irán o Venezuela, esta última ya consumada en forma de golpe blando apoyado por gran parte del occidente capitalista. Por todo ello, nos vemos en la obligación de recurrir a la historia para comprender casos de ataque, invasión y destrucción de países como sucedió con Libia. Y señalar la responsabilidad de parte de la izquierda que, inexplicablemente apoyó y sigue apoyando este tipo de intervenciones y calla ante la agresión a países soberanos.
Por todo ello consideramos de gran interés profundizar en la experiencia que llevó a ese grupo de andaluces y andaluzas -acompañadas por militantes de otros puntos del estado- a viajar a Libia. A través de su voz y su memoria nos hablarán de este país denostado y criminalizado, como vacuna contra la desinformación y la imposición de los intereses imperialistas. Y llegaremos a través de sus vivencias hasta el 2011, con el bombardeo de la OTAN, que en España estuvo bajo la dirección del ex-JEMAD -Jefe del Estado Mayor de la Defensa- Julio Rodríguez (actualmente secretario general de Podemos en Madrid), y que causó el presente caos existente en el país.
De esta manera, nos hemos embarcado en la grabación de un documental bajo la dirección de Patricio Musalem, director afincado en Cádiz y recientemente galardonado en el festival de Alcances. Nuestra finalidad es rastrear la historia reciente de Libia, de esa Libia verde que se vio truncada por una intervención militar extranjera. Hemos recogido los testimonios y la memoria de militantes, jornaleras y activistas que desde Andalucía se atrevieron a conocer su realidad en primera persona, superando prejuicios y llevando como bandera la solidaridad entre los pueblos y la defensa de la soberanía, valores que desde los gobiernos occidentales y medios de comunicación afines al capital intentan hacer desaparecer. Acompañadnos a recorrer la memoria verde.
[Sesión de grabación en Sanlúcar de Barrameda en septiembre del 2018. Foto de Esther Alberjón]