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Bal’a, Seida y Kafr Thulth son los escenarios donde se reúnen las protagonistas de esta historia, donde la sororidad y el acompañamiento mutuo han venido para quedarse. Estas tres localidades están situadas al noroeste de Cisjordania, Palestina, y comparten ser pueblos pequeños con tradición conservadora.
Palestinian Women Developing Center (PWDC), con sede en Tulkarem, otra localidad cercana, organiza talleres y encuentros de mujeres para favorecer su independencia económica y social. Las mujeres que participan en estos talleres se encuentran regularmente en los respectivos pueblos para compartir sus experiencias, sus inquietudes, lo que necesitan cambiar y se organizan para ello. Colectivizar las violencias de género, multiplicadas por el contexto de ocupación, es el compromiso tanto de PWDC como de todas las mujeres que se suman a la organización y participan de sus formaciones y talleres.
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“La gran mayoría de nosotras hemos sido educadas para ‘no ser fuertes’, y estamos aprendiendo ahora a serlo”. Esta idea es una de las principales que empuja a las mujeres a participar en estos espacios, aunque manifiestan que al principio muchas mujeres muestran reticencia de participar de la organización por miedo al rechazo: gran parte de la población no acoge positivamente su trabajo. “A muchas de nosotras, nuestros maridos, o ya exmaridos, nos han pedido que dejemos de venir porque si no, no podemos hacer bien nuestra tarea del hogar, de madres y esposas”, denuncia una de las participantes en el encuentro en Bal’a. “Aquí, todas hemos afrontado (y seguimos afrontando) los mismos problemas: por una parte, el patriarcado; y por otra parte, la ocupación israelí sobre los territorios palestinos. Compartir las presiones que sentimos y las experiencias individuales nos alivia. Sentimos que nos va muy bien para nuestra salud mental y emocional”.
“Todas afrontamos los mismos problemas: por una parte, el patriarcado; y por otra parte, la ocupación israelí sobre los territorios palestinos. Compartir las presiones que sentimos y las experiencias individuales nos alivia”
Hanan Salman y Rajaa Abu Eid, cofundadoras de PWDC y directora y coordinadora del centro respectivamente, explican que la idea es ofrecer apoyo social, psicológico y político a las mujeres de la zona, y también facilitar consultas legales y sobre salud. Destacan la importancia de que todas las mujeres conozcan bien cuáles son sus derechos, así como la importancia de ejercerlos. Y ese es su objetivo: defender sus necesidades, potenciar los roles de liderazgo y la participación de las mujeres en la sociedad, y luchar contra el multiplicador de violencias que reciben a causa de la ocupación.
Una historia que ejemplifica esta suma de violencias la comparte una de las participantes del grupo en Seida. “Perdí a mi primer hijo el año 2003, a manos del ejército israelí. Dos años después, en 2005, perdí a mi segundo hijo, también a manos del ejército. Después de todo esto, me sentía muy triste y con depresión”. Explica que con el apoyo de las otras mujeres que son parte de este grupo y de PWDC siguió adelante, y que poco a poco ha vuelto a una vida social activa trabajando en contra de la ocupación y de las violencias de género que, como mujer, ha tenido que afrontar.
Según los datos recogidos por Palestinian Central Bureau of Statistics, en Cisjordania un 52,3% de las mujeres están expuestas a recibir violencia machista por parte de sus parejas, incluyendo violencia física, psicológica, económica y sexual. En Tulkarem, un 52,6%.
Por otra parte, los mismos datos también apuntan que la diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a la tasa de alfabetización se ha reducido en los últimos 15 años, aunque sigue siendo significativamente mayor entre los hombres.
Tanto Hanan como Rajaa subrayan la necesidad de preservar estos espacios de empoderamiento como motor de liderazgo de las mujeres y, a la vez, de formación profesional, para que puedan independizarse económicamente. “Cuando nos empoderamos a nivel económico, nos empoderamos social y políticamente. Y necesitamos seguir adelante con esto”. Así pues, facilitan cursos de alfabetización mediática, de finanzas, marketing y costura, entre otros. Las zonas en las que trabajan son generalmente marginalizadas, y aseguran que es donde las mujeres necesitan más apoyo y acompañamiento.
En Cisjordania, existe una notable brecha en el porcentaje de hombres y mujeres que son parte de la población activa, tal como también señala Palestinian Central Bureau of Statistics. La participación de los hombres en la población activa es cuatro veces mayor que la de las mujeres. Y es que hasta el momento, la mayoría de mujeres de la zona se dedican a ser amas de casa, tal como se expone en los tres grupos, ya que no se les ha dejado acceder al mercado laboral ni a los espacios públicos en general. “Justo por eso necesitamos disponer de estos grupos, para darnos apoyo mutuo y empoderar a las mujeres del pueblo”, destaca el grupo de Kafr Thulth.
“Una de las cosas que hacemos es dar apoyo a las mujeres que quieren divorciarse, tanto apoyo psicológico como económico. En la sociedad patriarcal en la que vivimos está muy estigmatizado el divorcio, y se castiga a las mujeres por ello”
Además, continúa Rajaa, trabajan para presionar al gobierno para que empiece a implementar las leyes que garantizan los derechos de las mujeres, ya que muchas están aprobadas pero inactivas. “Una de las cosas que hacemos es dar apoyo a las mujeres que quieren divorciarse, tanto apoyo psicológico como económico. En la sociedad patriarcal en la que vivimos está muy estigmatizado el divorcio, y se castiga a las mujeres por ello”. Hanan añade que aún no han encontrado un camino concreto para combatir este estigma, y que es una tarea pendiente para los próximos años. “También reclamamos poder participar en los medios de comunicación, para contar nuestras historias y poner sobre la mesa todas las problemáticas y violencias que recibimos”, añade Rajaa.
Amani, que es miembro de la municipalidad de Bal’a y parte del grupo del mismo pueblo, comparte que debido al machismo y al conservadurismo de su entorno, le resultaba muy difícil imaginar poder participar activamente en una organización así años atrás. Recuerda que antes se agobiaba mucho cuando tenía que establecer nuevas relaciones sociales, hasta el punto de pasarlo realmente mal. “Participar en los talleres de PWDC ha fortalecido mi autoestima y mi personalidad. Recibí mucho apoyo psicológico y también ayuda económica, ya que mi situación era bastante mala. Ahora, trabajo en la búsqueda de oportunidades laborales a otras mujeres del pueblo y acompaño a las que se quieren divorciar, puesto que casi siempre se encuentran desamparadas y sin ninguna ayuda”.
Estos espacios son intergeneracionales, los conforman tanto mujeres jóvenes como mujeres mayores. Aun así, todas coinciden en la importancia de concienciar, desde la base, a las generaciones más jóvenes en escuelas y universidades. “Es urgente educar a las niñas y jóvenes conforme cuáles son sus derechos. Empoderarlas desde pequeñas. Ninguna de las que estamos aquí hemos recibido educación en torno a nuestros derechos”, reclaman en Kafr Thulth.
Las estrategias colectivas de empoderamiento feminista dan sus frutos. Rajaa hace una valoración muy positiva de los años que llevan de trabajo y lucha, “la diferencia de empoderamiento y liderazgo de las mujeres de PWDC de hace unos meses o años hasta ahora es increíble”. Aun así, sigue, “tenemos que seguir trabajando. Nuestro camino es aún más largo y hemos de seguir para que las mujeres palestinas estén activamente presentes tanto en las calles como en todos los ámbitos de nuestra sociedad”.
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El recorrido de Palestinian Women Developing Center
El año 2002, un grupo de mujeres de Tulkarem y Qalqilya (Cisjordania), entre las cuales estaban Hanan Salman y Rajaa Abu Eid, fundaron PWDC. Inicialmente, impulsaron el movimiento Women Against Wall, una iniciativa que, coincidiendo con el inicio de la construcción del Muro construido por el estado de Israel, que separa Cisjordania de los territorios palestinos ocupados, denunciaba el impacto que éste tenía sobre las vidas y tierras de las palestinas. La construcción del Muro implicó la destrucción de muchas casas y tierras, entre otras cosas, e impactó directamente sobre las vidas de muchas personas palestinas que vieron gravemente vulnerados sus derechos fundamentales (tal como sigue sucediendo).
Tanto Hanan como Rajaa han estado vinculadas desde muy jóvenes a los movimientos sociales y comités feministas en Palestina. Las dos comparten haber “encontrado su sitio” trabajando y compartiendo espacios de lucha ante la violencia de género y la ocupación.
A lo largo de los años, PWDC ha establecido conexiones con mujeres de toda Cisjordania, impulsando programas y proyectos ideados a partir de las necesidades de las mujeres de las zonas en las que trabajan. De acuerdo con las necesidades que han identificado, han organizado proyectos con la finalidad de ayudar y empoderar a las mujeres ante las violencias de género y las desigualdades que afrontan. En los últimos años, también han establecido relaciones de trabajo conjunto con entidades de otros países, como es el caso de la Associació Catalana per la Pau, con sede en Barcelona.
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Tubimos la suerte de conocer l aasociación y a Raja i Hanan hace unos años, y veo que siguen con su gran labor en Tulkarem. Visitamos unas cuantas iniciativas de mujeres e hicimos un documental que recoge las diferentes voces y sus opresiones, muy en sintonia: el patriarcado y la ocupación atraviesan sus vidas. Podéis verlo aquí: https://youtu.be/7LYsFyAOJNM
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