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Palestina
El virus racista en Palestina e Israel, 53 años después de la Naksa
Tras la Nakba del 15 de mayo de 1948, la Naksa de 1967 supone una nueva tragedia de matanzas y usurpación inserta en la lógica sionista de maximalismo y voracidad territorial sin límites.
Es doctor en Interculturalidad y Mundo Árabe-Islámico, es profesor de Estudios Árabes e Islámicos.
Mientras el Estado de alarma prosigue en buena parte de Europa y otros países del mundo, el racismo cotidiano en los EEUU, terriblemente escenificado en el asesinato de George Floyd, ha irrumpido en la última semana en la cobertura mediática internacional. Al mismo tiempo el virus del racismo, la violencia y la violación de los Derechos Humanos prosigue en las zonas donde el carácter geográfico estratégico o los recursos energéticos atrajeron la codicia colonial desde el siglo XIX. En la mayoría de ellas el neocolonialismo sigue vigente y en una, además, el colonialismo de asentamiento o colonialismo de sustitución de la población nativa por la colona. Es el caso de de Israel en Palestina, donde el expolio, la violencia directa, estructural y simbólica y la violación impune de los Derechos Humanos siguen vigentes tras más de siete décadas.
En el pasado mes de mayo se conmemoraba la “Nakba” (catástrofe o desastre), nombre árabe con que los palestinos y palestinas conocen un proceso que tiene el 15 de mayo de 1948 como fecha de referencia y simbólica del expolio y las masacres que sufrieron. Fue entonces cuando las milicias paramilitares colonas Irgún (que, liderada por Menahen Begin, había volado por los aires el emblemático hotel Rey David de Jerusalén en 1946, matando a 91 personas), el Lehi (responsable del asesinato del conde Folke Bernadotte, mediador de paz de la ONU), el Palmach y la Haganá facilitaron la creación, por la fuerza, del Estado de Israel sobre Palestina. El proceso había comenzado en 1882 con la implantación de la primera colonia sionista, tras gestarse durante décadas una nueva ideología en Europa: el sionismo.
En estas fechas del mes de junio se conmemora una segunda etapa de la Nakba: la Naksa (“el revés”), en referencia a la devastadora guerra Israel lanzó el 5 de junio contra Egipto, Líbano y Siria, ocupando el Sinaí (devuelto a Egipto en 1979 en virtud del Acuerdo de Camp David), el sur de Líbano (de donde el ejército sionista fue expulsado en 2000 por la resistencia libanesa) y los territorios palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Una nueva tragedia de matanzas y usurpación inserta en la lógica sionista de maximalismo y voracidad territorial sin límites. Ya son 53 años de ocupación ilegal, en violación flagrante y sistemática del derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los Derechos Humanos en los territorios palestinos.
No puede comprenderse qué pasó y qué pasa en Israel-Palestina, sin conocer y comprender el sionismo, como ideología y como movimiento político, discerniendo del judaísmo, que es una religión y una tradición cultural milenaria
El 15 de mayo de 1948 (la Nakba) y el 5 de junio de 1967 (Naksa) son sin duda fechas clave en el eslabón de la cadena del proceso de expansión territorial sionista sobre palestina; se trata de uno de los mayores logros del sionismo. Pero ¿qué es el sionismo? Es fundamental tener presente este término y lo que conceptualiza, pues se refiere a una ideología cuyos principios son la raíz de la violencia israelí en Palestina. No puede comprenderse qué pasó y qué pasa en Israel-Palestina, sin conocer y comprender el sionismo, como ideología y como movimiento político, discerniendo del judaísmo, que es una religión y una tradición cultural milenaria. El sionismo es al judaísmo lo que el el wahabismo o el salafismo al Islam, es decir, una instrumentalización política de la tradición y de la religión. En efecto, mientras se tergiversa, banaliza y se abusa de otros conceptos, como el de “antisemitismo” (a pesar de que los palestinos sean un pueblo semita y de que, paradójicamente, el sionismo colaboró con el antisemitismo judeófobo en Europa durante la primera mitad del siglo XX), apenas de soslayo se menciona el de “sionismo”, esencial sin embargo para comprender la historia y la realidad actual en Palestina e Israel. Un concepto que define la ideología oficial de Israel y hegemónica en su sociedad y el movimiento político resultado de ella, el cual llevó a cabo la limpieza étnica de Palestina entre 1947 y 1949.
Originado en Europa en el siglo XIX en el contexto de efervescencia nacionalista europea, sus impulsores —todos centroeuropeos— manipularon y utilizaron el judaísmo y el slogan bíblico de “la tierra prometida-el pueblo elegido” con una finalidad política: conseguir la propiedad completa de toda la tierra palestina, entre el río Jordán y el Mediterráneo como mínimo. Un movimiento que tendría en sus orígenes, y mantendría durante el siglo XX y las dos últimas décadas, tres características claramente identificables en el discurso y en la práctica sionista: el nacionalismo de carácter étnico, el racismo y el colonialismo.
Los hechos demuestran lo que la élite intelectual sionista propugnaba en la teoría: la obtención de Palestina, al menos la mayor parte de territorio con la menor población árabe posible, en propiedad exclusiva de sus colonos. El 15 de mayo de 1948 el sionismo conseguía materializar su objetivo principal pero como auguraba unos años antes, precisamente el padre fundador del Estado israelí, Ben Gurion: “Un Estado judío en una parte de Palestina no es un final, sino un principio”. Tanto él como el resto de líderes sionistas del momento y de las décadas posteriores, dejaron claro que el proyecto sionista aspiraba a la totalidad de Palestina como propiedad exclusivamente judía. La voracidad y el maximalismo territorial de Israel es insaciable desde su constitución hace 72 años. “La creación de ese Estado judío servirá como medio a nuestros esfuerzos históricos de redimir el país en su totalidad” aseguraba Ben Gurion en 1937. Si bien, mediante el Plan de Partición y la Resolución 181 de 27 de noviembre, la ONU regalaba a los colonos el 56% de Palestina que incluía las zonas más fértiles y mediante la Primera Guerra Árabe-Israelí (1948-1949), el ejército israelí conquistó y anexionó más territorios.
Tras la limpieza étnica de Palestina, conocida popularmente como Nakba, junio de 1967 constituye el siguiente eslabón en la cadena de acontecimientos claves en la historia de Palestina e Israel, pues la expansión sionista prosiguió mediante una colonización expansionista en los territorios palestinos ocupados tras la Guerra de los seis días.
Otros pasos decisivos en la devoración sionista de Palestina fueron la anexión de los Altos del Golán, territorio sirio, o la de Jerusalén, en la década de 1980. Así mismo, la década de 1990 supuso, mediante el Proceso de Oslo, un incremento significativo del número de asentamientos o colonias en Cisjordania y en el resto de Territorios Palestinos Ocupados (Gaza y Jerusalén Este) por Israel en la mencionada guerra de junio de 1967. La implantación masiva de colonias y de carreteras de uso exclusivo para judíos, junto a la multiplicación de los checkpoints militares en las carreteras palestinas y la construcción del Muro a partir de 2002 generó una bantustanización del territorio palestino, fragmentando en numerosas áreas urbanas y rurales discontinuas y ocupadas por el ejército israelí. Por otra parte, Gaza, el mayor campo de concentración del mundo y probablemente de la Historia Contemporánea de Europa, se desangra por un bloqueo que dura ya 16 años y por los bombardeos esporádicos que Israel realiza arbitraria e indiscriminadamente.
Por si fuera poco, en la última década los sucesivos gobiernos israelíes, liderados sobre todo por el derechista Likud, han contado con grupos fundamentalistas de colonos como es el caso del partido Israel Beitenu (Israel Nuestro Hogar) y ahora Netanyahu pretende anexionar buena parte de los escasos territorios que quedan a los palestinos. Un plan de anexión previsto para el mes de julio.
Con todo ello, además, la amenaza del virus COVID-19 se cierne sobre Palestina ante la falta de recursos y con una gran vulnerabilidad al estar a merced y arbitrio de las fuerzas de ocupación. Por el momento, la única vacuna disponible es la solidaridad internacional (con la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones, BDS, en especial), la denuncia y sobre todo el Derecho Internacional, en especial la defensa de los Derechos Humanos. A la espera de esa ayuda, la sociedad palestina no ha tenido más remedio que sobrevivir con las dos mejores vacunas que tienen, la resistencia y la resiliencia.