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Música
La fiesta y la revuelta
Es miembro de la Fundación de los Comunes.
Del Congo Square de las comunidades negras de Nueva Orleans a los carnavales del Movimiento de los sublevados de la tierra, la música y la fiesta han ido de la mano de la subversión política y social. Publicamos este artículo a partir de la propuesta de curso que ha publicado el espacio de formación Nociones Comunes de Traficantes de Sueños titulado La fiesta y la revuelta. Música, periferias y contraculturas.
“Si no puedo bailar, no es mi revolución”. Esta frase atribuida a la militante anarquista Emma Goldman resume la vinculación que históricamente han tenido la fiesta, la música y el baile con el deseo de subversión. Historiadores marxistas como E.P. Thompson y antropólogos anarquistas como David Graeber han señalado en sus trabajos el poder de esta relación. En una tesis muy similar, ambos autores coinciden con el punto de vista expresado por Goldman: existe en la fiesta una vinculación con el deseo de suspender, aunque sea temporalmente, las reglas del juego de la normalidad.
En concreto, se entiende la fiesta como un espacio de subversión del orden. La música y el baile como impulsores de esos espacios donde las jerarquías sociales y las diferencias de clase, raza y género parecen diluirse momentáneamente. Donde se expresan también la disidencia social, sexual y de género.
Pero, ¿en qué momentos se han hecho posibles estas vinculaciones? ¿Se puede seguir algún hilo conductor? Existen diversos momentos históricos donde la música y el baile tienen ese objetivo declarado. El carnaval sería uno de ellos, como momento donde la crítica y el desorden son consentidos y realizables. Pero más allá de esta referencia, podemos encontrar muchos más ejemplos.
La pregunta es ¿qué fiesta y qué música podemos encontrar hoy y para qué revolución? ¿Cómo anunciar a través de rituales colectivos lo que en otros tiempos significó esta turba, el pueblo dirigiéndose a la barricada?
Aquí es donde la historia social de la música y el baile, desde los orígenes del Jazz, la música disco americana, la cumbia villera argentina o el rock, pasando por el flamenco y la música vinculada a la crisis de los años noventa en el Estado español -puntos de referencia que toma este curso-, pueden ilustrar diversos momentos en los que fueron posibles estas pequeñas subversiones del orden.
El recorrido es amplio, pero permite ver la música como una lente desde donde mirar los problemas sociales, la jerarquías de mando y los medios culturales que se han utilizado a lo largo del tiempo para darles la vuelta.
Así, en estas fiestas se reclama la libertad de movimiento y de relaciones, también tumbar las relaciones sociales y sus jerarquías. Todo ello con un protagonismo, el de los sujetos populares como actores colectivos en una especie de premonición o simulación de una algarada o una revuelta. El ruido, el fuego, las movilizaciones de cuerpos juntos y relativamente acompasados -actuando de manera conjunta pero no marcial-, se pueden asemejar a turbas populares ensayando la toma del espacio, de las calles, de los palacios del poder. Todo en una especie de contraimagen del desfile militar, como su antítesis.
Pero la pregunta es ¿qué fiesta y qué música podemos encontrar hoy y para qué revolución?¿Cómo anunciar a través de rituales colectivos lo que en otros tiempos significó esta turba, el pueblo dirigiéndose a la barricada?
El curso que provoca este artículo pretende entender estas cuestiones, entender cómo se hizo en el pasado para pensar también como llegan aquellos ecos hasta nuestro presente.