Derecho a la ciudad
¿Conquistar el derecho a la ciudad sin conflicto?

Desde la FdlC lanzamos una serie de artículos para preguntarnos colectivamente por las líneas que definen el presente. Pensar desde los movimientos, sin cortapisas, desde dentro de los procesos es para nosotrxs, la base imprescindible de toda política.

Durante este mes de marzo ponemos el foco en el derecho a la ciudad. ¿Qué puede hoy un centro social? ¿Qué significa la ocupación, cuando el derecho a la vivienda sigue sin estar garantizado? ¿De qué hablamos cuando hablamos de derecho a la ciudad?


Chabolismo en algún lugar del extrarradio de Madrid, 1950
Chabolismo en algún lugar del extrarradio de Madrid, 1950. Hugo Willmar Hugo Willmar

@RubenMartinez

La Hidra Cooperativa @lahidracoop

@lahidracoop
7 mar 2018 08:50

«La participación ciudadana plantea un conflicto: repartir poder. Si se habla de participación sin conflicto es que no hay poder en juego»

Esta es la conclusión de una vida dedicada a la política contada en primera persona por alguien que luchó por un barrio digno. «¿Qué más da mi nombre? Fuimos una lucha colectiva». Militante del movimiento vecinal, forjado en las redes sociales y comisiones del movimiento obrero, en 1968 fundó junto a otros y otras vecinas la asociación de su barrio en la periferia sur de Madrid. Durante tres décadas, las migraciones rurales hacia las urbes industriales y la inepta planificación estatal obligaron a miles de personas a vivir en barrios periféricos autoconstruidos, levantados por sus propias manos. Vivir hacinados en chabolas no era un ritual cultural de las clases obreras. Era la única solución posible producida por gente humilde, sin apenas medios, pero con una fuerza organizativa que marcaría una época.

1. El derecho a la ciudad: ganar un barrio, ganar el municipalismo

Ganar un barrio significaba abrir el conflicto contra los intereses del capital y el Estado franquista, denunciando y respondiendo con toda la energía posible a las estrategias de expulsión y especulación urdidas por el régimen. Conquistar derechos era impensable sin antes organizar contrapoder: tomar como propio el legado del movimiento obrero, federar las luchas de los barrios, crear alianzas entre clases populares y clases medias, sumar todas las capacidades posibles para desgastar al régimen. Conquistar poder significaba enfrentarse a la violencia del franquismo y a su vez producir un diagnóstico propio sobre los verdaderos problemas y las posibles soluciones. Según avanzaba la pugna entre intereses de clase contrapuestos, el movimiento conseguía ganar hegemonía: no eran chabolistas ignorantes que ponían en peligro a la ciudad consolidada, eran vecinos y vecinas de clase obrera que defendían su legítimo derecho a la ciudad. Organizar el conflicto metropolitano, en fábricas y barrios, tuvo como desenlace conquistar la democracia y el municipalismo. Aunque no el municipalismo deseado. Los “pactos de estabilidad” de la época y la delegación de poder a partidos de izquierda, condujeron a la desactivación del movimiento y a una rápida integración de las ciudades en la agenda neoliberal. Un cierre en falso en nombre de la “modernización” y la “estabilidad” que hoy crea convulsiones. Pero el movimiento alcanzó algunas victorias, tantas como progresista pudo ser el municipalismo.

Ganar un barrio significaba abrir el conflicto contra los intereses del capital y el Estado franquista, denunciando y respondiendo con toda la energía posible a las estrategias de expulsión y especulación urdidas por el régimen.

Producto de esas luchas iniciadas a finales de los 60, se empujaron medidas como el Plan de Remodelación de Barrios en Madrid. El movimiento forzó al Estado a invertir en 28 barrios y a construir 150.000 viviendas. El Plan de Barrios, implementado entre 1976-1988, fue la mayor conquista del movimiento vecinal madrileño, un mecanismo de redistribución titánico. Una década más tarde, bien entrados los 90, el Movimiento por la Dignidad del Sur conseguiría otra enorme victoria vecinal con la implementación del Plan de Inversiones Villaverde-Usera. La estrategia no podía ser más inteligente: el movimiento hizo un estudio para cuantificar la deuda histórica que las administraciones tenían con los distritos de Villaverde y Usera, un total de 182.885 millones de pesetas. La Comunidad de Madrid pagó un 10% de la deuda: la inversión de 18.000 millones supuso la construcción de nuevas avenidas, un largo catálogo de equipamientos educativos, culturales y deportivos, etc. Si algo marcó la historia del municipalismo madrileño fue la hegemonía liberal-conservadora y su violencia contra cualquier atisbo de participación, sindicalismo o autogobierno popular, pero no hay que olvidar el calado de esas victorias.

La democracia directa, el control popular y vecinal sobre los medios y recursos urbanos, era percibida como una amenaza para la “paz social”

En Barcelona, la construcción de equipamientos e infraestructuras públicas y el nuevo ordenamiento por barrios y distritos se integraban en una agenda igualitarista que marcaría el inicio de la democracia municipal. Las propuestas surgidas en los “Contraplanes Populares” y las medidas irrenunciables defendidas por el movimiento vecinal protagonizaron un periodo de políticas redistributivas. Pero el entramado socioliberal no tardó en reorientar la agenda. La demanda de igualdad en el poder para decidir y producir ciudad colectivamente se transformó en liderazgos que prometían bienestar bajo la tutela de la política representativa. Tan solo un ejemplo de este giro. En 1976 se extendía la reivindicación para que los equipamientos de ciudad fueran gestionados por los y las vecinas, igual que los Ateneus Populars de la República. Se exigía la gestión comunitaria, descentralizada, pero el Ayuntamiento de Barcelona integraría esa demanda en la red de Centres Cívics bajo gestión pública. Algunos espacios emblemáticos, que hoy siguen vivos gracias a la fuerza vecinal, consiguieron mantener la gestión ciudadana, el verdadero origen de lo que hoy llamamos comunes urbanos.

El problema siempre fue el mismo. La democracia directa, el control popular y vecinal sobre los medios y recursos urbanos, era percibida como una amenaza para la “paz social”. Una “paz social” que los hechos desvelaron como un mecanismo de exclusión. La definición y orientación de las grandes políticas de ciudad se convirtieron en una esfera reservada para élites locales y globales. Muchos de los capitalistas industriales que enriquecieron su patrimonio gracias a la tutela del régimen reinventaron su posición de privilegio en el ámbito de la construcción y de la especulación inmobiliaria, en coalición con el capital global. El arreglo público-privado se acuñó como zeitgeist de la época por la izquierda institucional. Nuevos movimientos vecinales, el movimiento okupa y no pocas organizaciones libertarias arraigadas a los barrios plantaron cara a la mercantilización de Barcelona, mucho antes de que los impactos sociales y urbanos de los megaeventos extendieran una crítica que acabaría por compartir gran parte de la ciudad.

2. El derecho a la ciudad: organizar el nuevo conflicto urbano

Enfrentarse al poder, organizar el conflicto, producir contrapoder, ganar autonomía. Esa ecuación política, surgida de experiencias prácticas y materializadas en nuestros barrios resume un largo periodo del municipalismo. Esa historia nos dice que no hay participación sin redistribución del poder y que la batalla siempre se juega contra la acumulación de privilegios capitalistas, instalados en la matriz que gobierna la administración y la producción de nuestras ciudades. A partir del actual ciclo de crisis, diferentes movimientos ciudadanos y formas de sindicación han recuperado el legado municipalista. Desde la PAH, Sindicatos de Inquilinos, las Kellys o el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes. También plataformas en defensa de la remunicipalización de servicios y movimientos que exigen la cobertura de necesidades básicas y el derecho a la ciudad frente a grandes emporios guiados por la tasa de beneficio. El movimiento feminista, con un impulso renovado y amplificado durante los últimos años, ha logrado marcar los debates, reivindicaciones y las formas de organización de todo el espectro municipalista. Movimientos y plataformas diversas, con composición de clase diferente, pero alineadas en un mismo principio: no hay derecho a la ciudad sin enfrentarse a los entramados capitalistas y a las relaciones de poder que han penetrado en las entrañas de nuestros barrios y nuestros hogares.

El movimiento feminista, con un impulso renovado y amplificado durante los últimos años, ha logrado marcar los debates, reivindicaciones y las formas de organización de todo el espectro municipalista.

El capitalismo urbano produce su propia geografía política, un orden espacial e institucional que acumula en pocas manos gran parte de la capacidad para decidir sobre nuestras vidas. Un poder centralizado por los grandes propietarios del suelo, por los feudos del capital financiero local-global, por los Consejos de Administración de empresas de capital mixto, por Autoridades Portuarias, Consorcios del Turismo, Zonas Francas y, en fin, por el capital privado incrustado en grandes infraestructuras, zonas estratégicas y en las redes administrativas de nuestras ciudades. No hay muchos momentos que permitan morder ese poder. Las oportunidades se pueden contar con los dedos de una mano y la mínima apertura de alguna fórmula institucional despierta a la bestia para normalizar la esquilmación de lo público. Tan pronto AGBAR se ha visto amenazada con la posibilidad de una consulta ciudadana sobre la remunicipalización del agua, la multinacional ha encendido su máquina de judicialización. Mientras gasta un dineral en campañas que provocan la mayor vergüenza ajena, argumenta que la consulta remite a un tema donde el Ayuntamiento no tiene competencias, que la ciudadanía barcelonesa no está capacitada para saber qué significa “remunicipalizar”, que la gestión del agua ya es pública pese a estar gestionada por una empresa con un 85% de participación privada (70% AGBAR y 15% Caixabank).

La Casa Invisible en Málaga, centro social y cultural de gestión ciudadana que lleva 11 años produciendo vínculos en un amplio tejido metropolitano, recibe ahora la amenaza de desalojo en lugar de su legítima adjudicación directa

Otra batalla se abre de nuevo sobre los espacios y equipamientos colectivizados. Centros sociales que logran mostrar con su práctica cotidiana que lo público pasa por el autogobierno y que el municipalismo se basa en redistribuir la capacidad para producir ciudad desde los barrios, con ciudadanía que participa de forma directa en la gestión de recursos. La Casa Invisible en Málaga, centro social y cultural de gestión ciudadana que lleva 11 años produciendo vínculos en un amplio tejido metropolitano, recibe ahora la amenaza de desalojo en lugar de su legítima adjudicación directa. Uniéndose a la estrategia de Ciudadanos, el Ayuntamiento de Málaga reincide en ignorar la potencia productiva de la democracia directa, reduciendo lo público a un escamoteo gerencial relleno de burocracias tecnocráticas y alianzas opacas con el mercado. Los centros sociales y culturales autogestionados recogen el legado histórico del municipalismo: experiencias prácticas de autoorganización, escuelas de democracia donde no se degusta la cultura ni se cede la política, sino que se producen en colectivo, laboratorios donde se prefigura una ciudad no dominada por la mercancía y la representación. Los centros sociales son los lugares donde se prefigura un municipalismo más allá del mercado capitalista y donde se comprende que la colectivización de recursos no solo es justa, sino que permite formarnos como sujetos políticos y culturales. Pero de nuevo aparecen los mecanismos de participación basados en la desactivación del movimiento y la erosión del tejido social, con la canción desafinada de los “concursos abiertos” y los pactos para “garantizar la estabilidad” que ya envenenaron otras épocas.

Un municipalismo metropolitano, confederal y feminista que vincule luchas emancipadoras de todas las ciudades es la única posibilidad para enfrentarse a un Estado capitalista que desprecia nuestro poder y a una nueva derecha que se alimenta del miedo y la fragmentación

La verdadera historia de nuestras ciudades es perseverante y no nos da la gana de olvidarla. Una historia que nos habla por boca de vecinas y vecinos que en su día se organizaron y que hoy nos recuerdan que el ideal de recuperar lo público sin conflicto es una herencia de utopías liberales. El municipalismo es sinónimo de desmercantilizar y de autogobierno popular, pero quienes acumulan poder urbano sin control democrático son los oligopolios privados y el capital financiero. Esa asimetría de poder garantiza que los “pactos por consenso” o que el “gobernar para todos” siempre beneficien a los mismos. No hace mucho el Sindicato de Inquilinos de Barcelona mostraba el verdadero problema del acceso a la vivienda en nuestra ciudad. La existencia de un imperio de grandes promotores inmobiliarios que especulan con una necesidad básica: tan solo 10 propietarios acumulan 3000 pisos. La guerra del suelo. La guerra del agua. La guerra por el derecho a la ciudad. Analicemos de forma quirúrgica donde se acumula el poder urbano teniendo en cuenta que los gobiernos locales pueden implementar algunas medidas redistributivas, pero sin un conflicto abierto y sostenido no conquistaremos el derecho a la ciudad. Un municipalismo metropolitano, confederal y feminista que vincule luchas emancipadoras de todas las ciudades es la única posibilidad para enfrentarse a un Estado capitalista que desprecia nuestro poder y a una nueva derecha que se alimenta del miedo y la fragmentación.

Sobre este blog
Palabras en movimiento es el espacio en el que, desde la Fundación de los Comunes, queremos poner en común y, sobre todo, en discusión, análisis críticos con respecto a la realidad que nos rodea.
Ver todas las entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Turismo
Turistificación Las asociaciones vecinales piden la Tasa Turística en Andalucía y la Junta se aleja de convertirla en realidad
La Junta de Andalucía se niega a ponerle límites a “la gallina de los huevos de oro” del turismo mientras las Asociaciones de Vecinas piden la implementación de la Tasa Turística en las ciudades con mayor número de visitantes
Derecho a la ciudad
Gentrificación La Triana que (se) fue
Un reportaje dedicado a Triana y su gente, quienes fueron y son obligados a abandonar su hogar. A un barrio que, frente a constantes amenazas, lucha por mantener su idiosincrasia
Sobre este blog
Palabras en movimiento es el espacio en el que, desde la Fundación de los Comunes, queremos poner en común y, sobre todo, en discusión, análisis críticos con respecto a la realidad que nos rodea.
Ver todas las entradas
Genocidio
Genocidio La ONU advierte de que un ataque sobre Rafah colapsaría la distribución de ayuda en Gaza
Turquía suspende todo el comercio con Israel. El fiscal del Tribunal Penal Internacional advierte de que no admitirá “amenazas” después de que trascendiera que imputará a Netanyahu y los suyos.
Fútbol
Fútbol Vicente del Bosque como respuesta a las presiones de FIFA y UEFA
El nombramiento del exseleccionador como presidente de la Comisión de Normalización, Representación y Supervisión busca alejar los fantasmas de una intervención política de la RFEF.
Palestina
Palestina Bicicletada contra el genocidio palestino en Alicante
El núcleo local del BDS País Valencià ha realizado un recorrido reivindicativo para exigir el fin del genocidio contra Palestina por las principales calles de las tres capitales valencianas.
Colombia
Colombia Sostener la vida en un ETCR
En la vereda colombiana La Plancha, la convivencia entre excombatientes y población civil es una realidad marcada por necesidades comunes.
Cine
Cine 'Civil War', estética geopolítica en tierra de nadie
La sensación es que Civil War se queda en algunas ocasiones en una peligrosa tierra de nadie, tanto en sus cambios de estilo como en su contenido.

Últimas

Memoria histórica
Memoria histórica Relatores de la ONU piden a España que actúe contra las leyes antimemoria de tres autonomías
Los relatores internacionales denuncian las posibles vulneraciones de derechos de dos normas en proceso y una aprobada por los Gobiernos de coalición de Partido Popular y Vox en tres comunidades autónomas.
El Salto n.74
Revista 74 Cuando los algoritmos te explotan: no te pierdas el número de primavera de la revista de El Salto
De cómo los algoritmos y la IA gestionan el trabajo de cientos de millones de personas con ritmos y condiciones del siglo XIX, y de mucho más, hablamos en nuestro número de primavera. Ya disponible para socias y en los puntos de venta habituales.
Educación pública
Educación a la madrileña Huelga de profesorado en Madrid o cómo organizar la protesta desde abajo
El profesorado madrileño convoca los próximos 8 y 21 de mayo dos jornadas de huelga para que se reviertan los recortes de la época Aguirre en una protesta que tuvo su génesis al margen de la mesa sectorial.
Formación El Salto
Formación El Salto Fotoperiodismo y movimientos sociales: Una mirada a las luchas desde abajo a través de un objetivo
La Escuela de Periodismo Crítico de El Salto ofrece su primer curso presencial, en el que abordaremos, de la mano de nuestros fotógrafos, cómo plasmar a través de la imagen movilizaciones y resistencias.
Más noticias
Eventos
Evento Un Salto al periodismo del futuro: súmate a nuestro primer evento para estudiantes y jóvenes profesionales
El viernes 10 de mayo, El Salto organiza una jornada de periodismo joven para profundizar en temas clave, nuevos lenguajes y formatos, desde un enfoque eminentemente práctico.
Análisis
Análisis No dejemos de hablar de Siria
La situación humanitaria en Siria se endurece en un contexto de inestabilidad regional, mientras que la ayuda internacional que el país recibe es muy inferior a la necesaria.
Periodismo
Periodismo Desinforma, que algo queda
En la fecha que se conmemora el Día de la Libertad de Prensa, hay que analizar sus dimensiones, la opacidad en el reparto de la publicidad institucional, la necesidad de la alfabetización mediática y qué medidas concretas pueden llevarse a cabo.
Comunidad El Salto
Palestina La campaña de apoyo a Gaza de El Salto recauda más de diez mil euros para la UNRWA
El pasado 26 de febrero, tras más de cuatro meses de ofensiva militar de castigo por parte Israel sobre la Franja de Gaza, desde El Salto decidimos ir más allá del periodismo ante la gravedad de los hechos.
El Salto Twitch
Antirracismo Frente a su racismo, respuesta comunitaria antirracista
El tema de “Entre el nopal y el olivo” de hoy nace desde la reflexión (no nuestra y no nueva) de cómo responder desde la colectividad a la violencia racista. Cómo imaginamos un horizonte antirracista. Cómo pensar estrategias juntas.

Recomendadas

Rap
Rap Viaje a los orígenes del hip hop en España: “Nadie esperaba ganar dinero con el rap”
El historiador Nicolás Buckley y el periodista Jaime Valero, exredactor jefe de HipHop Life, publican Maestro de ceremonias, un libro sobre la historia de la cultura hip hop en España.
Sidecar
Sidecar Las reglas del juego
Aunque es poco probable que el reciente intercambio de fuego entre Israel e Irán desemboque en una guerra total, este ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de Israel en un momento político decisivo.
Arte contemporáneo
Artivismo Lara Ge: “A través de la práctica creativa nutrimos el espacio comunitario”
Ideadestronyingmuros desarrolla temas sobre feminismo, alternativas de vida al capitalismo y también sobre movimientos migratorios, con una fuerte posición transfronteriza.
En el margen
Francisco Godoy Vega “El ojo del blanco es como el ojo de Dios: es abstracto, es superior y puede verlo todo”
Doctor en Historia del Arte, Francisco Godoy Vega forma parte del colectivo de arte colaborativo Ayllu. Este activista antirracista aborda las consecuencias del supremacismo blanco. En 2023 publicó el libro ‘Usos y costumbres de los blancos’.