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Oriente Medio
El Daesh, la cuestión kurda y el polvorín de Oriente Medio
El origen del Daesh es el sectarismo, religioso y étnico, que se adueñó de Iraq tras la invasión norteamericana. Acosado en todos los frentes, parece estar en pleno proceso de mutación.
A finales de octubre de 2014, entre los escombros de Kobane, ciudad de mayoría kurda ubicada en suelo sirio junto a la frontera con Turquía, apenas centenar y medio de combatientes de las YPG resistían las embestidas del Daesh. El mundo tornaba por un momento su mirada a la zona para contemplar cómo las fuerzas yihadistas confraternizaban con las tropas turcas, que impedían el paso a su territorio a cientos de refugiados que huían de la ciudad ante su previsible caída en manos del Estado Islámico. Fue entonces y solo entonces cuando Estados Unidos decidió apoyar desde el aire a las YPG-YPJ (Unidades de Protección Popular, conformadas en su mayoría por combatientes kurdos).
Hoy, casi tres años después, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), cuya columna vertebral la conforman las milicias kurdas, son quienes asedian Raqqa, la capital del Estado Islámico. Arrinconados en el último reducto que aún controlan de la ciudad, y mientras se produce la huida desesperada de una población civil atrapada por los combates, los portavoces de las FDS han anunciado que prevén declarar en dos semanas la liberación total de Raqqa. Los combates, no obstante, siguen siendo virulentos y el pasado 26 de septiembre se cobraron la vida de Mehmet Aksoy, periodista londinense y fundador de Kurdish Question, medio digital desde el que cubría, casi siempre en la primera línea del frente, los avances de los milicianos y milicianas de las YPG.
Mientras, al sureste, las tropas de Assad, apoyadas por la aviación rusa, avanzaban cientos de kilómetros en pleno desierto para poner fin al cerco que desde hace tres años sufrían las fuerzas militares y la población civil que permanecían cercadas por el Daesh en la ciudad de Deir Ez-Zor.
Paralelamente, al otro lado del Éufrates, las Fuerzas Democráticas de Siria comenzaban su avance sobre una zona con importantes recursos petrolíferos y aún en manos del Daesh. Parecía que el Estado Islámico estaba a punto de derrumbarse, pues los avances del Ejército iraquí al otro lado de la frontera reducían sensiblemente el territorio bajo su control. No obstante, los contraataques yihadistas, cimentados en decenas de ataques suicidas, y la activación de células durmientes en la retaguardia del régimen, han puesto en peligro la autopista que conecta Deir Ez-Zor con Palmyra.
El Estado Islámico es capaz aún de atentar contra comisarías de Damasco dos veces en las últimas semanas e incluso recuperar el control sobre pequeñas localidades de mayoría suní en las que, conquistadas por Assad hace ya meses, apenas quedaba una mínima guarnición de soldados. Un nuevo mensaje de audio, atribuido a Al-Bagdadi (autoproclamado califa del Estado Islámico), animaba a sus fieles a resistir hasta el final, mientras las tropas leales a Assad avanzaban sobre Al-Mayadin, ciudad a la que se habría trasladado la plana mayor del Daesh tras el cerco a Raqqa.
Referéndum en el Kurdistán iraquí
En suelo iraquí, por otra parte, la celebración del referéndum de autodeterminación en el territorio controlado por la KRG (Gobierno Regional del Kurdistán) vuelve a alterar los equilibrios en la región. Con un 72% de participación y casi un 93% de votos favorables a la independencia, los dirigentes kurdos de Iraq aspiran a la consolidación de un Estado federal que les garantice la amplísima autonomía que de facto hoy disfrutan.En Turquía, Iraq, Irán e incluso en Siria, todos los países con población kurda, han saltado las alarmas y quienes que han sido y aún son encarnizados enemigos en la región coinciden ahora no solo en el rechazo a la creación de un Estado kurdo, sino que anuncian duras represalias. Desde Bagdad se decretó el cierre del espacio aéreo de la KRG, se prohibió la exportación del petróleo que se produce en la región e incluso se ha ordenado la detención inmediata de los organizadores del referéndum.
Durante las últimas horas las alarmas han saltado aún más conforme salen a la luz informaciones que apuntan a que un importante contingente del Ejército iraquí, y sobre todo de las milicias del PMU (de confesión chií y entrenadas por Irán), se acerca a las inmediaciones de Kirkuk, donde si las hostilidades estallan tendrán que hacer frente a los Peshmerga, las tropas de la KRG, entrenadas y bien armadas por Estados Unidos, Israel, Francia y Alemania.
Turquía, que ya habría rebasado durante las últimas semanas sus fronteras para realizar operaciones de castigo en suelo kurdo, ha llegado a ofrecer su territorio al Ejército iraquí, uno de sus tradicionales enemigos en la región, como vía de paso para invadir la región autónoma. Mientras únicamente Israel reconoce el referéndum celebrado, Estados Unidos, Alemania y Francia, aliados de los kurdos iraquíes tras la caída de Saddam Hussein, piden a todas las partes que rebajen una situación de tensión que puede devenir en conflicto armado. La celebración del referéndum kurdo ha puesto sobre la mesa la volatilidad de las alianzas en la región, siempre elásticas y cambiantes.
La situación del Daesh
El origen del Daesh es el sectarismo, religioso y étnico, que se adueñó de Iraq tras la invasión norteamericana. El estallido de la revolución y de la guerra civil en Siria les proporcionó un terreno fértil para su rápida expansión, favorecida fundamentalmente por la falta de una mínima estrategia común entre sus múltiples enemigos, enfrentados a su vez entre sí e incapaces de detener el avance del Estado Islámico. De una forma u otra, tanto en Siria como en Iraq, Rusia y Estados Unidos han sido capaces de imponer una estrategia que ha involucrado a la mayor parte de los actores sobre el terreno en la lucha contra el Daesh, que, acosado en todos los frentes en los que antaño avanzaba victorioso, parece estar en pleno proceso de mutación.La organización terrorista que fue capaz de crear un protoestado bien podría volver a sus orígenes, transformándose de nuevo en un grupo armado que, con cierto apoyo de la población civil y con un mínimo control del territorio en zonas remotas, aún conservaría la capacidad de golpear con dureza a sus enemigos mediante atentados terroristas. Sin embargo, los últimos acontecimientos en la región pueden propiciar un escenario diferente. Un conflicto armado que enfrente en Iraq al Ejército de Bagdad contra los Peshmerga, así como un posible estallido de las hostilidades entre las Fuerzas Democráticas Sirias y el régimen de Assad por el control de los pozos petrolíferos del sureste del país, pueden volver a proporcionar al Daesh el mejor escenario posible para mantener el control sobre zonas de mayoría árabe-suní.
Más allá de la multitud de actores que luchan sobre el terreno y de los cientos de combatientes, de uno y otro bando, que cada día mueren en batalla, es la población civil la principal damnificada por un conflicto cuyo inicio podríamos fijar en 2003, al comienzo de la invasión de Iraq por parte de los Estados Unidos de George W. Bush. Ayer se conocía que el Daesh habría atacado con varios coches bomba una columna de refugiados que huía de las zonas bajo su control hacia el territorio que controlan las milicias kurdas en Siria. Al menos 50 personas, mujeres y niños en su mayoría, perdieron la vida.
Y, aun así y de una forma ciertamente trágica, sirios e iraquíes pueden hasta considerarse afortunados. En otros rincones del mundo árabe y musulmán la barbarie y el horror de la guerra se cobran cada día cientos de vidas sin que la opinión pública internacional repare siquiera en ello. En el Afganistán que los Estados Unidos arrebataron a Bin Laden y al Mulá Omar, ambos muertos hace ya años, los talibán e incluso el Daesh tienen una presencia cada día mayor, arrebatando terreno a un Gobierno cuyos métodos y trato a la población no difieren en gran medida al de los grupos insurgentes.
En Libia, dos gobiernos con diferente reconocimiento internacional se disputan el control de un país que permanece sumergido en el caos desde la caída de Gadafi. Apenas si prestamos atención a lo que sucede en Palestina, donde se producen gestos importantes para una reconciliación entre Fatah y Hamás, los dos grupos palestinos más importantes frente a la ocupación israelí. Y en Yemen, por otra parte, se libra una desigual guerra que enfrenta a las milicias hutíes, apoyadas por los restos del Ejército yemení, con una coalición liderada por Arabia Saudí y otros regímenes teocráticos del Golfo Pérsico, interesados fundamentalmente en imponer un gobierno títere en un país pobre, sin recursos petrolíferos, pero con una posición geoestratégica de suma importancia para la región.
Hace apenas dos semanas Oxfam Internacional señalaba que Yemen podría estar sufriendo el mayor brote de cólera de la historia, con más de 755.000 casos registrados que, tan solo de momento, se han cobrado al menos 2.000 muertes entre una población civil que se desangra cada día, víctima del hambre, de las epidemias, de los bombardeos saudíes y del desinterés generalizado de los grandes medios de comunicación y agencias de noticias.
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"así como un posible estallido de las hostilidades entre las Fuerzas Democráticas Sirias y el régimen de Assad..."
Te pillamos, Juanjo G. Marin, burdo propagandista.