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Opinión
Chile: la sabiduría de las olas del mar
Doctora en Sociedad y Cultura, Activista feminista descolonial.
Un domingo triste: la constitución escrita por una asamblea democrática, plural y feminista fue rotundamente rechazada por la población en Chile. Días de silencio, de mirar el cielo, de entregarse al corazón roto y a la mente confusa. La pena, la rabia y la desolación se mezclan, fácilmente me pierdo en el divague de los sentipensamientos para buscar entender qué fue lo que pasó. En qué nos equivocamos. Reconocer cuáles fueron los obstáculos que se nos pusieron. ¿Por qué tan disonantes nuestras posiciones? ¿De verdad estamos tan lejos de encontrarnos y comprendernos? ¿Por qué se teme obtener y proteger nuestros derechos? ¿Qué fue lo que no hizo sentido? ¿No estamos buscando todas reivindicar y fortalecer los bienes comunes de nuestro territorio?
Me rehúso a pensar que haya sido academicista o alejada de la realidad por plantearse como una constitución feminista, plurinacional y ecologista
En unos días más conmemoraremos un nuevo 11 de septiembre, lloraremos como cada año la ausencia de Salvador Allende y la caída de su proyecto político revolucionario. Era lindo imaginar que brindaríamos con una nueva constitución que se encendía como un faro democrático para el resto del mundo, que le haríamos honor y memoria a la fuerza política de tantas personas que lucharon en tiempos oscuros y a lo largo de todos estos años. Sin embargo, al contrario, esta vez dolerá más, al saber que voluntariamente el pueblo de Chile ha elegido continuar con la constitución escrita en dictadura, la herencia material e ideológica de Pinochet y que aún no podemos erradicar. Este es uno de mis principales pensamientos rumiantes: me parece increíble no lograr exorcizar el fantasma del dictador en las vidas chilenas. Estuvimos tan cerquita de poder hacerlo. Pero no. Y debemos entonces tragarnos la indignación al ver su imagen en las celebraciones del Rechazo, a su séquito impune tocando la bocina arriba de sus autos, a la Escuela Militar aplaudiendo el triunfo de su presencia inmanente proyectando la bandera en su gris y emblemático edificio en Las Condes.
Deambulo entre el cuestionamiento a nuestras prácticas, a los errores, nuestras ingenuas ilusiones, pero sin abandonar la crítica aguda al escenario desigual en el que nos movimos durante la campaña. Me contradigo entre las ganas de incendiar desde la rabia y en querer imaginar maneras para reconstruir los tejidos con más y mayor autoformación política y educación popular para transmitirnos saberes y debatir conceptos complejos. Porque pienso que quizás la ciudadanía no simpatizó con formulaciones o planteamientos que se entienden de manera diversa y eso causó distancia con el texto. Pero me rehúso a pensar que haya sido academicista o alejada de la realidad por plantearse como una constitución feminista, plurinacional y ecologista. No debemos olvidar que la mayor parte del contenido de la propuesta provenía de iniciativas populares de norma que fueron impulsadas por organizaciones sociales que vienen trabajando estas temáticas desde hace años: derechos de la naturaleza, aborto libre, reconocimiento de los pueblos originarios. Cada una de las palabras que definirían al Estado de Chile no son teorías: fueron dichas y reclamadas a los cuatro vientos desde que Chile estalló el 18 de octubre del 2019, en las calles y en cada una de las marchas masivas y conversaciones en asambleas territoriales. La disputa del lenguaje es fundamental; no reconocer la relevancia de traducir las problemáticas sociales a palabras escritas para determinar el marco de acción del país me parece un absurdo.
Al leer en el diario La Tercera que los aportes monetarios de la campaña del Rechazo superaron por casi 200 veces a la del Apruebo, cómo no apuntar en el análisis a la inequidad de los medios como uno de los puntos claves
En Petorca ganó también el rechazo, una de las comunas en Chile más afectadas por la crisis del agua y que la nueva constitución hubiera ayudado a subsanar. Su alcalde dijo ayer en una entrevista que faltó información y que, probablemente, por eso ganó el miedo. Que llegaron textos al territorio y se les pudo entregar a la población, pero que no hubo “el diálogo certero”. El despliegue territorial de les constituyentes y de los comandos fue más allá de los límites posibles de los cuerpos. No me caben dudas con respecto a los esfuerzos humanos. Por eso debemos reconocer y nunca olvidar que la cancha de difusión fue desigual. Al leer en el diario La Tercera que los aportes monetarios de la campaña del Rechazo superaron por casi 200 veces a la del Apruebo, cómo no apuntar en el análisis a la inequidad de los medios como uno de los puntos claves.
La campaña feroz, mentirosa e inmoral de la derecha y centroizquierda, en conjunto con el empresariado de Chile y del Extranjero (hay fuentes disponibles que muestran que hay fundaciones internacionales que co-financiaron la campaña), además de medios coludidos (ni más ni menos que la editorial del día domingo del Washington Post, abiertamente y sin tapujos, llamaba a rechazar la propuesta constitucional porque EE UU requiere mayor apertura económica para explotar el litio). Se hace cada vez más urgente una ley de medios en Chile. Porque si no, ¿cómo luchar contra la ideología del capital cuando el despliegue material y de los medios es imposible de igualar? ¿Puede el trabajo voluntario y local de los movimientos sociales, desde las asambleas, conversatorios y a través de la educación popular hacer contrapeso a la maquinaria de producción hegemónica de información?
Chile
Proceso constituyente chileno Manuela Royo: “Las constituciones se escriben para 50 años, no para una legislatura”
Entristece y genera una rabia tan profunda saber que perdimos la oportunidad de lograr una constitución que otorgaba un Estado democrático y garante de derechos, de justicia y dignidad tan amplia. No solo para las personas, sino que para todo lo que vive y coexiste en el territorio. Será muy difícil recomponer esta sensación de duelo.
En un poema de Gabriela Mistral, poeta chilena ganadora del Nobel el año 1945, ella pide al cielo: “dame la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance”. Las feministas, las personas que hacemos política y quienes somos de izquierda en esa larga faja al sur del planeta, sabemos de resistencias, de crear fórmulas para levantarnos y salir adelante. Hoy nos vemos obligadas a estar en un repliegue de fuerzas, decantando las energías puestas, reconociendo la derrota, escuchándonos y conteniéndonos en la comunidad transterritorial que somos para el proceso constituyente que continúa y que no vamos a soltar. Nunca ha sido fácil lograr justicia social para los pueblos; la batalla contra los privilegios y las lógicas del capital no claudican. Hoy el escenario se nos torna arduo, las cúpulas buscan reacomodar los poderes lejos de nuestro favor. Pretenden generar una rectificación de la política partidista-institucional cargada a la derecha y en contraposición a las demandas de los movimientos de base.
Sabemos cuánto se ha sacrificado en esta lucha. Sin embargo, Gustavo Gatica, luchador social que perdió sus dos ojos por disparos de carabineros en la revuelta del 2019, afirmó: “no renunciaremos a soñar un mundo mejor”. Por él y por todas las personas que han puesto su cuerpo y corazón a pesar de los tantos obstáculos que se nos presentan en nuestra trayectoria política, seguiremos avanzando con el foco puesto en aquel horizonte dibujado por Víctor Jara cuando cantó: “la estrella de la esperanza seguirá siendo nuestra”.